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Evangelio para jóvenes – Domingo 23º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Esta semana que entra empieza el cole para los chavales de ESO, Bachillerato y FP de Castilla y León. Los profes estamos preparándolo todo y estamos empezando a recibir una formación para mejorar el clima escolar y prevenir problemas de convivencia, acoso y agresiones en el centro. Si me quedo con algo de estas primera sesiones es con la importancia de la fuerza del grupo. No somos islas. Necesitamos a los demás. Impactamos en la vida de los demás, para bien o para mal. Por eso, cuando escucho el evangelio de hoy, lo tomo como una palabra importante hoy para mí [Mt 18,15-20]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

Hermanos, dos, tres testigos, la comunidad… ¡Jesús conjuga la vida en plural! Es cierto que los actos de cada uno importan, y mucho, pero Jesús nos insiste en la idea de que el Padre nos ve y nos ama en plural, uno a uno junto a otros. Somos pueblo. Somos familia. Somos hijos, hermanos. El tejido que hay entre todos, invisible, es más fuerte de lo que piensas, pese a la filosofía individualista de este mundo en el que vives. El «sálvese quién pueda» no entra dentro de los planes de Cristo. ¿Y de los tuyos? Te dejo tres ideas:

  • «Amar también es corregir» – El amor entrelaza nuestras vidas. El amor de madre, de padre, de hijo, de hermano… El amor de amigo, el amor de pareja, el amor desinteresado… conecta los corazones. Es imposible amar y mirar para otro lado si el amado, o la amada, no es feliz o va camino de no serlo. Porque amar es desear que el otro sea lo que es en plenitud, sea feliz de verdad. Por eso la corrección fraterna entra en juego. ¡¿Cómo no decir nada a aquel, a aquella, que está sumiendo su vida en la oscuridad?! Jesús corrigió muchas veces a los suyos y a las personas con las que se encontraba. Y Pedro ¡se atrevió a corregir a Jesús! ¿Te involucras en la vida de aquellos a los que amas? ¿Y tú, te dejas? ¿Cómo te sienta que te corrijan?
  • «Qué difícil es corregir bien y ser corregido» – La corrección fraterna es una de las cosas más difíciles que puede vivir una comunidad, una familia, un grupo de personas, de compañeros. Corregir en el momento adecuado, con la intensidad justa y con el espíritu purificado… ¡es algo complejo! Por eso es bueno intentar que Dios esté presente en todo ese proceso. Lo primero, para que el corazón de la persona que va a recibir la corrección sea dócil, no esté endurecido, no se arrugue ni se agrie. Lo segundo, para que la persona que corrige busque el bien del otro y empiece por hablar con él a solas y luego lo ponga en manos de la comunidad, en oración, si la cosa no va bien. Nada de imponer. Nada de gritos. Nada de excusas. Nada de juicios. Mucha humildad. Mucha bondad. Mucha paciencia.
  • «Dios se hace presente en la comunidad» – Como diría mi profesor Serafín Béjar, mírate el ombligo. Tu ombligo es la señal inequívoca de que tu vida no es posible sin depender de otra. No es posible vivir sin otro. Estamos conectados. Dios ha diseñado una vida que, lo es, si se vive en comunidad. En este marco comunitario, las relaciones de amor que construya será las que sostengan y animen mi existencia y, con ella, la de otros. La salvación no es algo tuyo. Nos salvamos juntos. Creemos juntos. Crecemos juntos. Nos perdonamos. Nos hacemos daño. Nos sostenemos en la dificultad. Nos damos la mano cuando la vida se pone cuesta arriba. Celebramos juntos la alegría y los regalos de la vida. Somos uno.

Sal ahí afuera y disfruta de las relaciones que has tejido hasta hoy. Reza algún rato con otros. Habla con alguien. Comparte tu vida. Busca alguien con quién alegrarte y alguien a quién sostener con una palabra, un gesto, una mirada… Y si alguien lo necesita, ponte en manos de Dios y corrígele con misericordia. Que te importe su vida como para arriesgarte por él, por ella. Y así siempre.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 14º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Acabamos cansados y llegamos al verano con la energía en reserva. Anhelamos vacaciones, sol, piscina, lecturas ligeras y terracitas con amigos. Necesitamos desconectar de una vida que nos exige demasiado, de una vida que corre mucho y que, demasiadas veces, no nos deja tiempo para la realmente importante. Vivimos al límite, agobiados, cargados de ansiedad, preocupados por un presente y un futuro inciertos. Así estamos. ¿Conseguirá el verano repararnos? Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 11,25-30]:

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Siempre el ser humano ha vivido la vida, muchas veces, como algo pesado. El trabajo, el estudio, la enfermedad, los problemas familiares, la pobreza, el fracaso, el rechazo… son realidades que seguro que tú también conoces. La vida no es un camino de rosas. Jesús tiene una respuesta ante eso: Él. Él se presenta como respuesta. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «El agradecimiento de los sencillos» – Jesús vive entre la gente. Conoce a unos y otros, los escucha y comparte el polvo de los caminos con ellos. A estas alturas, ya se ha dado cuenta de que son los que menos tienen los que viven más agradecidos. La sencillez y el agradecimiento van unidos. Aquel que siempre se siente merecedor de todo, nunca agradece nada. ¿Y tú? ¿Cómo andas de sencillez? ¿Eres de los que se da cuenta de los regalos de cada día o de los que siempre está aspirando a una «vida mejor»? ¿No te das cuenta que no agradecer es consecuencia de no salir de ti mismo, de ti misma? ¿Quién te crees que eres?
  • «Cansancio y alivio» – ¿Eres de los estudiantes que están hasta las narices de sus estudios? ¿Eres de los que se siente esclavizado y llevando una vida de mierda? ¿Eres de las que han sido traicionadas tantas veces que están cansadas del amor y las amistades? ¿Eres de los que viven agotados por un trabajo que ni siquiera te hace feliz? Eso son los auténticos cansancios que destrozan el corazón. Jesús te dice: ven, ven a mí. Menos Monster, menos Red Bull, menos sustancias químicas… y más fe, más amor, más plenitud, más salir de ti hacia los otros. ¿Por qué no pruebas?
  • «Cargad» – ¡¿Este hombre está de broma?! Resulta que estoy agotado, agotada, y lo que me pide es «cargar». Bueno, lo que te ofrece realmente es cargar con su yugo, compartir su misión, construir el Reino… con Él. En el fondo es una oferta apetitosa: cambia esos pesos que cargas en soledad, sin sentido, por un peso compartido que llenará tu vida de respuestas, de paz, de alegría. Todo peso cuesta, sin duda. No es una oferta «happy». No es una promesa de político antes de unas elecciones. Es una propuesta de VERDAD. ¿Por qué no la tomas?

Cuánto sufrimiento por cargar con nuestra vida en soledad, avergonzados, temerosos del juicio de otros, del qué dirán, tristes por no cumplir nuestras propias expectativas. ¡Es la hora del cambio! Busca a Jesús y ponte en marcha. Abre tu vida a los demás, busca a los pobres, apúntate en un voluntariado, echa una mano a esa persona que está peor que tú, vete a la iglesia… ¡llénate de un cansancio que descansará tu corazón!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 30º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Estamos los creyentes. Están los que rezan, los que van a misa cada domingo, los de confesión frecuente, los del rosario diario. Están los que son catequistas, los que están comprometidos en una ONG, los que dan dinero para los pobres de la parroquia, los que colaboran en Cáritas, en roperos y comedores sociales. Están los curas, las monjas, los religiosos, los del Opus, los «kikos», los Hakuna, los Effetá y los de vete tú a saber qué. Están los cofrades, los que corren a por una virgen, los que lloran por el cristo de su barrio, los que salen en Semana Santa flagelándose. Están los misioneros y tantos otros. Estamos los buenos… y los demás… ¿o no? Leamos [Lc 18,9-14]:

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
“Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Este Evangelio, si lo actualizamos adecuadamente, habla de ti y de mí. Cambia fariseo por catequista, por creyente, por sacerdote, por persona piadosa, por… Y cambia publicano por persona perdida, pecadora, que gana dinero a costa de otros, traficante, drogadicto, borracho, prostituta… Yo qué se´. Sé que podemos salvar las distancias pero el caso es que, al final, nos habla de dos personas: una que se cree buena y otra que se reconoce mala, simplificando. ¿Tú en qué grupo te sueles meter? Te dejo tres pistas:

  • «Mérito» – El fariseo no necesita a Dios. le reza, le habla, le tiene presenta… pero no lo necesita. Él lo consigue todo por sí mismo, por sus actos, por cumplir los mandamientos y la ley. No necesita ser salvado. Llegará al cielo por sus propios méritos. Él cree que cree pero, en realidad no es así. Si fuera así, ¿para qué Cristo? ¿Para qué su vida, su cruz, su resurrección? Piénsalo. Vivir tu fe con orgullo, como si fuera tu mérito, te sitúa fuera de la órbita de la salvación. Juzgas a todos como «incapaces» e «inmerecedores» del amor de Dios, cuando eres un corazón engañado por su soberbia.
  • «Don» – El publicano, con todo su pecado, su desdicha, su perdición, sus errores… acude a Dios porque lo necesita. Acude con la cabeza baja porque sabe que no es merecedor de su perdón ni de su amor. No ha sabido responder a lo que Dios esperaba de él. Pero acude y, con menos palabras, simplemente le suplica compasión. Vive su fe con humildad, sabiendo que no llega a lo que se espera de él. Pero descubre en Dios a su salvador, descubre que su perdón es su regalo y que la salvación, inmerecida, es real gracias el amor infinito del Padre. Se juzga como «inmerecedor», pero su corazón, humillado y abierto al perdón, le sitúa en la órbita de Dios.
  • «¿Y tú?» – ¿Cómo vives tu seguimiento de Cristo? ¿Quién es Cristo para ti? ¿Cómo vives tu pecado? ¿Eres consciente de él o vives como si nada fuera mal? ¿Cómo es tu oración? ¿Cómo te presentas a Dios? ¿Necesitas ser salvado, salvada, o tú crees que puedes solo, sola? ¿Y los demás que pintan en todo esto?

Toda una semana para darle una vuelta a esto. Es más importante de lo que pueda parecer. ¿Esto va de méritos o de dones? ¿Dios puede salvar a alguien que considera que no necesita ser salvado de nada? Ojalá en tu oración de estos días, te presentes a Dios con humildad, con todo lo bueno de tu vida y de tu fe y también con todo lo mediocre y oscuro que te envuelve. Al fin y al cabo… esto va de pequeñeces y de pequeños.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 22º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Hay personas humildes y otras que necesitamos ser humillados para aprender a serlo. Yo siempre he pensado que soy de los segundos. Demasiado protagonismo, demasiado liderazgo, demasiada voz, demasiada opinión, demasiadas cosas demasiadas veces… Me cuesta estar en segundo plano, callado, a un lado… No es muy bueno esto que digo sobre mí pero… es lo que hay. Y no he encontrado otra manera de aprender a abajarme que siendo abajado. Pero leamos el evangelio de hoy [Lc 14,1.7-14]:

En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Desde que conocí las «Letanías de la Humildad«, escritas por el cardenal Merry del Val, las utilizo muchas veces en mi oración. Me sobrecogen, me interpelan, me tocan el corazón por su dureza y su claridad. Con ellas, le he pedido a Dios muchas veces que me enseñe a ser humilde, que me ayude a saberme más pequeño. Leyendo la Palabra de hoy, me resuenan tres cositas que te comento:

  • «La falsa humildad» – Me parece muy bonito en el Evangelio cuando Jesús comenta que llegará el momento en que alguien te «lleve más arriba», te impulse hacia adelante. La humildad, que es una virtud, puede ser el disfraz perfecto para una de las tentaciones preferidas con las que el Mal suele tenderte trampas: esa convicción tuya de que eres poca cosa, de que no sirves, de que no te mereces nada, de que tu lugar siempre es el último… ¡Cuidado con eso! No vaya a ser que juegues a ser humilde y estés dejando de escuchar a Aquel que te ha llenado de dones y te anima a ponerlos en práctica.
  • «La vida a veces en activa… a veces en pasiva…» – En este mundo que nos toca vivir a ti y a mí, estamos convencidos de que somos los protagonistas absolutos de nuestras vidas, de nuestras propias historias. Tendemos a pensar que hacemos lo que queremos hacer, que somos lo que queremos ser, que vamos adonde queremos ir… y que todo lo que no sea así, es malo, dañino, nos somete y nos quita libertad. Somos un «selfie» con patas. Pero ese juego de voz activa y pasiva de Jesús es, hoy, muy rompedor y contracultural: porque a veces decidirás tú ir pero otras veces serás llevado, porque a veces decidirás tú humillarte pero otras veces serás humillado, porque unas veces tú decidirás amar pero… también tendrás que aceptar que eres amado. Piénsalo.
  • «Las invitaciones» – ¿Recuerdas cuando en el cole no dejaban repartir las invitaciones de cumpleaños en clase para que nadie se sintiera mal al no estar invitado? Jesús hoy te propone algo completamente diferente: invitar a aquellos a los que nadie invita. ¿Cómo traducir esto? Pues que lo mejor que tienes, tus dones, tu tiempo, tus capacidades, lo que te ha sido dado… lo pongas al servicio de aquellos que no tendrán la oportunidad de devolvértelo. ¿Por qué? Será una buena pista para saber si tus acciones, tus intenciones… son puras o interesadas. No es fácil eh. ¡Qué fácil es engañarse! Es un discernimiento de todos los días, de cada hora. Anímate. Sí. Anímate. Ahí afuera hay personas que nunca son invitadas a ninguna «fiesta», a las cosas buenas de la vida, a los momentos intensos que lo cambian todo, a los minutos dedicados en exclusiva, a las sonrisas sinceras, a un abrazo agradecido, a una mano para caminar juntos…

El próximo domingo ya será el primero de septiembre. Yo estaré en Madrid, intentando compartir con un puñado de hermanos en la fe, a qué puedo «invitar» y a «quiénes» en este curso que comienza. Y también a estar atento porque, de la misma manera que yo invito, seguramente también seré invitado…

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Volver aunque ya hayamos estado (Lc 5,1-11)

Eso hizo Pedro, volver adonde ya había estado. Alguna reticencia inicial, como es lógico, pero una gran humildad y obediencia ante su Señor. Algo de incredulidad también, porque él era pescador experimentado, conocía la pesca como nadie y esas aguas eran su territorio. No había razón para pensar que le iba a ir mejor. Pero fue.

Me siento un poco así muchas veces… estando y permaneciendo pero con la sensación de no «pescar» absolutamente nada. Uno ya duda de sus propias capacidades y, tal vez, ese sea el secreto. Olvidarse de estrategias, formaciones, maneras, conocimientos y prejuicios; incluso olvidarse de la ilusión ingenua del que comienza… pero estar, volver, permanecer, seguir intentándolo, siempre con el Señor a bordo.

¿Traducción? Santi, Santi… dedícate más a escuchar al Señor y a estar con Él que a salir tú, por ti mismo, a buscar peces, por muy preparado que te sientas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¡Ay de nosotros si alejamos a los hombres de Dios! (Mt 23,13-22)

¡Ay de nosotros! ¡Duro será el Señor con nosotros si con nuestras palabras, con nuestras acciones, con nuestros silencios, hemos alejado a algún hombre o a alguna mujer de Dios! ¡Ay de nosotros!

Trago saliva. Lo hago porque es posible, más de lo que parece, que por muy creyente que sea, por muchas Ciencias Religiosas que haya estudiado, por mucha Fraternidad a la que pertenezca, por muy vocacionado que me sienta, por muchas Eucaristías en las que participe… no siempre acerque a otras personas a Dios, sino más bien lo contrario. Trago saliva.

El tono de Jesús es ciertamente duro en el Evangelio de hoy. Fue Él el que dijo aquello de «Yo he venido a este mundo para hacer juicio, para que los ciegos vean y los que se ufanan de ver se vuelvan ciegos.» Líbreme Dios de ufanarme de ver. Siendo consciente, a veces caigo en ello. Por creerme importante, por soberbia, por orgullo, por necesidad de reconocimiento… el caso es que la tentación siempre está ahí. Jesús me pide humildad, sabiéndome el primero en el mundo de los ciegos.

Tomar conciencia de lo pequeño que soy, de lo mucho que fallo, de lo necesitado que estoy de su perdón y de su amor, ayuda a prevenir estas actitudes prepotentes. Ayúdame, Padre. Ayúdame a abajarme, a servir, a lavar los pies de mis hermanos, a ser el último.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Yo no soy Dios (Jn 1,19-28)

Lo que dijo el Bautista cuando le preguntaron («yo no soy») no es algo que hoy dirían muchos, más bien al contrario. Vivimos tiempos de mesianismos de pacotilla, de influencers a los que entregamos nuestro tiempo, de políticos que nos prometen el paraíso en la tierra, de deportistas convertidos en dioses del olimpo terrenal, de hombres y mujeres sexualmente icónicos, fantasías de muchos.

Yo mismo juego a ser Dios muchas veces, sin ser influencer, político, deportista de élite o icono sexual. Juego a ser Dios cuando quiero y reclamo mi lugar en la historia de los que me rodean, cuando vivo convencido de que puedo cambiar la vida de mucha gente, cuando me sitúo como ejemplo a seguir, cuando me convenzo que la vida está en mis manos, con sus éxitos y fracasos, porque todo depende de mí.

El Bautista nos marca hoy un camino diferente, el del conocimiento de sí: somos criaturas, nombres y mujeres pequeños, sencillos, que lo han recibido todo de Dios y que, con su vida, plagada de aciertos y pecado, sólo pueden señalar al que viene detrás, al que salva de verdad, al Mesías verdadero.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Mi fragilidad, tu grandeza (1Cor 2,1-5)

Miedo, debilidad, preocupación, limitaciones, defectos… Así soy yo. De eso estoy lleno. No sé si paso el test de calidad de evangelizador. Demasiadas «taras».

Leer hoy a S. Pablo me llena de esperanza. Porque veo que él también se descubrió así, pequeño, frágil e imperfecto. Tras su conversión, su desierto, sus dificultades con el grupo de los 12, sus meteduras de pata… entiende que así debe ser. Es Dios quién tiene que hacerse grande, que mostrarse grande, que ser protagonista en su vida y en su predicación. Cuánto más empequeñezca él, más resaltará Dios.

Reconozco que es algo que me cuesta. Por eso le voy a pedir al Señor que me ayude a ser más humilde, que me ayude a abajarme, que me enseñe a postrarme a sus pies.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hacerse nada (Mc 8,34–9,1)

Hac eunos días tenía una conversación con una buena amiga sobre esto de anonadarse. Hacerse nada me cuesta. Y cuando leo el Evangelio de hoy y me vuelvo a encontrar con ese «negarse a uno mismo», se me revuelve todo.

Esta amiga me recomendó rezar de vez en cuando las Letanías de la Humildad, del cardenal Rafael Merry del Val . Cuando las descubrí, y las recé por primera vez, me encantaron aunque me parecieron fuertísimas para mí. Mi ego se pone en posición de batalla y se resiste a desaparecer.

Son años de guerra interna a este respecto. El Señor no me la está evitando, así que entiendo que debe ser así para crecer como testigo. Que el Señor me ayude.

Aquí os dejo un enlace a las letanías.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Notoriedad eclesial (Mc 1,40-45)

Cómo nos gusta tener notoriedad. A mí el primero, Señor. No pasar desapercibido. Tener algún pequeño momento de gloria. Ser reconocido. Es como si lleváramos en las venas el gustillo por ser mejores que otros, por ser más poderosos e influyentes.

Tú eras el Mesías y nos enseñas de qué va esto. Por eso te crucificaron, entre otras cosas. Porque no entraste al juego de la notoriedad. Los que esperaban un Mesías canciller, cacique, general de los ejércitos, libertador político, etc. se quedaron con las ganas. Tú sólo sabes de amor, no de notoriedad.

Ayúdanos, Señor. Ayúdame sólo a amar y no a figurar.

Un abrazo fraterno – @scasanovam