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La lamparita encendida… (Lc 12,35-38)

Cuando Jesús dice eso de esperar con las lámparas encendidas, hoy en día nos suena a derroche, a poco ecológico, a gasto irresponsable. Pero lo cierto es que uno de mis recuerdos más arraigados de mi juventud era llegar a casa la noche de los fines de semana y encontrarme con la lamparita del recibidor encendida. Mi madre, ya acostada, la dejaba para que cuando yo llegara, fuera la hora que fuera, no me encontrara con la oscuridad absoluta y con, lo que es peor, la sensación de que nadie me estuviera esperando.

Jesús también quiere que se le espere. Quiere que hagamos lo que hagamos, sintamos que falta algo cuando Él no está y que esperamos su aparición, su presencia. El deseo. El deseo. Ese deseo que necesita ser cultivado. La espera. La capacidad de vivir en los tiempos de Dios y no en los de uno.

El que siente que lo tiene todo, ni espera ni desea. Ojalá nuestro corazón no esté ya tan saciado como para olvidar al mejor de los amores.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Vengo a habitar en ti (Zc 2, 14-17)

¿No queda claro dónde nace Dios mismo? ¿No queda claro cuál es el templo del Señor? ¿No queda claro cuál es uno de los sitios privilegiados donde encontrarlo?

 El Señor habita en mi. Yo soy pesebre, templo y residencia de invierno y de verano. Yo soy lámpara de su luz. Yo soy muestra de su gloria. Yo soy resultado de su Amor.

Señor, ¡habita en mi!

Un abrazo fraterno