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Oración sin muchas palabras (Mt 6,7-15)

Sin muchas palabras… pero con sentido. Esto último parece la letra pequeña de la frase que Jesús dirige a sus amigos hablándoles de la oración. Jesús sabe que la oración más usual es la de petición. Jesús sabe que cuando las cosas nos van bien no solemos rezar pero que cuando algo malo nos acecha… entonces nos acordamos de Dios.

No han cambiado muchas cosas. La gente reza cuando necesita algo. Se acuerda de Dios cuando se sabe criatura desatendida, en peligro, herida, sufriente… Y el Padre siempre está ahí. Eso es lo que viene a decirnos Jesús. Que Dios no está más o menos presente, ni cuida más o menos a sus hijos en función de si estos rezan 4 ó 5 avemarías o 4 ó 5 padrenuestros.

Jesús nos propone algo más de intimidad. Nos propone una oración que se parece más bien a un encuentro de pareja, juntos desde hace ya tiempo, que han visto madurar su amor. No tienen que repetirse cada 5 minutos que se quieren. Ya lo saben. Se lo han demostrado el uno al otro. Han pasado esa fase. Simplemente quieren estar juntos, descansar el uno en el otro. Saben cómo ha ido simplemente mirándose a los ojos y saben que un abrazo cura más que mil discursos.

No sé cómo es vuestra oración pero yo necesito más ratos de esos. Más ratos de parar y dedicarle cinco o diez minutos al Amor de mi vida. Simplemente para estar juntos, para sabernos cerca, para mirarnos a los ojos. Una oración sencilla, silenciosa, madura y llena de amor. Esas oraciones…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Qué quieres de nosotros, Jesús? (Mc 1, 21-28)

Es la reacción de alguien que lo oyó en la sinagoga y se revolvió. Y tuvo que gritárselo seguramente enojado, contrariado, inquieto.

A mi me surje el mismo grito y la misma inquietud cuando «le oigo» en la Palabra de muchos días, cuando «le oigo» en el testimonio de testigos del siglo XXI, cuando «le oigo» en la comunidad y en las necesidades que percibo en el mundo que me rodea. ¡¡¿QUÉ QUIERES DE MI, JESÚS NAZARENO?!!

Me cuesta un montón saberme en búsqueda. A la vez, miro atrás y descubro muchos pasos de compromiso: mi matrimonio, mis hijos, mi comunidad, mi compromiso con los jóvenes en la escuela Pía… Pero falta algo. Y muchas veces pienso que tal vez nadie me quite nunca esta sensación y que, tal vez, el secreto está en dar pasos pero quedándose siempre con  la certeza de que no es el último y de que Jesús nos espera para algo más. ¿Es ese el secreto Padre?

Mientras, intento vivir cada día mejor y más auténtico. Mañana he quedado con dos personas para plantearles algo nuevo. ¿Se abrirán nuevas puertas? Dejemos entrar al viento…

Un abrazo fraterno

velero