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Evangelio para jóvenes – Domingo 6º del Tiempo Ordinario Ciclo A

El verbo «obedecer» está pasado de moda. Y el verbo «cumplir» también. Suenan feo. Suenan a hipocresía, a que estás siendo infiel a ti mismo, a ti misma. Ahora se lleva el amor a uno mismo, el quererse a uno mismo. Ya lo ha dicho Shakira en su canción y nos lo ha recordado Miley Cirus en la suya. Ciertamente, el trasfondo es irreprochable: soy valioso, valiosa, y no debo permitir que nadie me trate como una piltrafa, me hiera, me falte el respeto, juegue conmigo. Pero cuidado con la conclusión: vivir como si sólo existiera yo, como si no necesitara a nadie, como si no hubiera un Otro al que amar y al que dejar que me ame… puede llevarme a una perdición igual de dolorosa. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 5, 17-37]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Jesús nos remite a la Ley. Porque hay Ley. Hay principios. Hay mandamientos. Son normas que, como en toda sociedad, regulan lo necesario para estar a buenas con Dios, con el prójimo y conmigo mismo. La norma no es un invento para esclavos sino un camino de libertad para aquellos que aspiramos a ser felices. ¿Tú cómo lo ves? ¿Sientes los mandamientos, las normas… como una losa? ¿Tienes una percepción negativa sobre ellos? Entonces… ¿de qué se trata? ¿De que tú seas el que marca la frontera entre el bien y el mal, de qué nadie te marque el camino? No sé si es la mejor opción. Piénsalo. Te dejo tres pistas más:

  • «Pero yo os digo…» – ¡Qué frontera tan fina entre ser escrupuloso con la «letra» de la ley, olvidando su espíritu, y aligerar demasiado su sentido para acabar adaptándola a lo que nos conviene! ¡Qué importante es discernir! El Evangelio de de hoy está lleno de ejemplos de Jesús acerca de normas concretas y de la plenitud del amor que debe garantizar cada una de ellas. La plenitud de toda norma es el amor pero… ¡qué fácil es que tú y yo nos equivoquemos en esto! Solemos «amar» a nuestra manera y con eso nos quedamos tranquilos. Equilibrio. La norma también está para ayudarte a amar mejor. Piénsalo. No es cumplir por cumplir, por miedo; es cumplir por amar.
  • «Reconcíliate con tu hermano» – Déjate de rollos. Difícil amar a Dios estando a malas con tu hermano, con tu vecino, con tu madre, con tu amigo, con tu pareja, con tu jefe, con tu hermano de comunidad… ¡Tienes un sacramento que es maravilla a tu disposición! Vete, busca un sacerdote, ponte de rodillas y pide perdón. El perdón es de justicia y, también, repara tu herida, sana tu corazón, ilumina con la gracia aquello que has dejado pudrir. No esperes ni un minuto más. ¡Y que la penitencia sea buscar a aquellos a los que has dañado para abrazarlos, volverlos a sentir hermanos, volver a tender puentes con ellos!
  • «Si te induce a pecar…» – Tentaciones. Siempre están ahí. Eres débil, frágil, lleno de agujeros y de fugas. Y tiran de ti, te hacen propicia para volver a apostar por aquello que te hace mal, que hace mal a otros, que ofende al Señor. Situaciones, personas, lugares… que te ponen en bandeja un placer momentáneo, un calmante instantáneo a tu sed de amor, pero que luego… te dejan vacío, vacía. Ponles nombre, conócelas, reconócelas… e intenta evitarlas, gírales tu rostro. Y si flaqueas, pide ayuda a Tu Madre, a tu Padre, al Espíritu que te acompaña siempre. Y si caes, levántate, vuelve a casa y a seguir intentándolo. El amor siempre vence.

Ojalá la semana que comienza traiga a tu vida una buena dosis de perdón, de amor, de plenitud. Tienes ganas de ser mejor, lo sé. Tienes ganas de ser feliz, lo sé. Tienes ganas de Dios, aunque a veces no lo sientas, no lo veas, no lo entiendas. Ama y déjate amar. Y la paz irá llegando. Y la luz.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

¿Por qué Dios os concede el Espíritu…? (Ga 3,1-5)

…porque observáis la ley o porque respondéis a la fe?»

Observar la ley es seguir fielmente lo que la ley pone sin más. Porque es ley. Porque es norma. Me viene dado. Responder a la fe es mucho más complicado, incierto. Y la mayoría de las veces lleva a cumplir la ley pero es otra cosa. Responder a la fe es no tener asideros y vivir según el Espíritu. Intuir y escuchar la brisa. Responder a la fe es tener bien dispuesto el corazón, las entrañas. Responder a la fe es enamorarse de Cristo. Es hablar de amor.

¡Vaya bronca la de Pablo! Gálatas… palabra clave para mi comunidad. Palabra fundante.

Un abrazo fraterno