Una misión que te lleva la vida (Mc 6,53-56)

A veces los días pesan mucho. Es como si la misión que uno tuviera encomendada se convirtiera en acero puro, y aquello que es la base de nuestra alegría se transformara por momentos en el origen de nuestra tristeza y nuestra pesadumbre.

El Evangelio de hoy nos relata una escena que, bien imaginada, agobia sólo leyéndola. Jesús y sus discípulos no conocen el descanso y, nada más pisar tierra, son «asaltados» por personas que buscan respuestas, que están heridas, que quieren algo más, que tienen sed, que necesitan de Él. No hay tregua. La necesidad es mayor que las propias energías.

Yo me veo en mi misión, en mi vida, y reconozco que muchas veces también estoy cansado. A veces opto por «esconderme» o «escaparme», que también es muy sano, pero los niños y sus familias siguen ahí. Seguir a Jesús es estar dispuesto a «gastarse» con Él. Tal vez asumir esto sea complicado. En el fondo, seguir a Jesús es entregarle tu vida, es desposeerte de ella y darla al que lo pide. En camino estamos…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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