En las tinieblas brilla como una luz (Salmo 111)

Sólo puedo ofrecer certezas en este tiempo de tinieblas e incertidumbres personales. La certeza de que Dios me ama. La certeza de que Dios me cuida. La certeza de que Dios protege mis pasos. La certeza de que el Espíritu me conduce misteriosamente. La certeza de que la cruz llegará y de que Getsemaní es parte del camino. La certeza de que hay que morir. La certeza de que el Resucitado y mi encuentro con Él cambiarán mi vida para siempre.

La certeza de que si lucho por el Reino, el resto se me dará por añadidura. La certeza de que Dios escucha a su pueblo. La certeza de que Dios hace justicia.

Pero… ¿cuál es el siguiente paso? ¿Qué camino escoger? ¿Qué hago con mi miedo? ¿Qué hago con mi oscuridad? ¿Qué hago con todo eso, Señor? Dame luz. Danos paz.

Un abrazo fraterno

Salmo para un día de huelga (Salmo 22)

Qué precioso es el Salmo de hoy. Ideal para una jornada complicada, agitada, tensa.

Al final, leyendo la vida de los santos, leyendo un poquito de historia de hace no mucho, uno se da cuenta de lo que toca sufrir. No podemos vivir con la miopía colectiva de pensar que el mundo es happy-flower y que hay que luchar para que así sea. Claro que hay que luchar pero hay que tener muy nítido el objetivo. ¿Por qué lucho? ¿Por qué me movilizo exactamente?

El Salmo de hoy me aporta paz, me hace saborear el cuidado de mi Señor. A veces me cuesta ser capaz de vivir desde ahí… Que el Señor aumente mi fe.

Un abrazo fraterno

Todo lo estimo pérdida (Fílipenses 3, 3-8a)

Leyendo la lectura de hoy me viene a la mente una canción de la Hna. Glenda que siempre ha significado mucho para mi. Hoy no tengo capacidad para mucho más. Le ofrezco mi día al Señor.

Yo te amo, Señor (Salmo 17)

Preciosas las lecturas de hoy. Desde la primera hasta el Evangelio maravilloso en el que Jesús me muestra el camino más corto y más verdadero para amar a Dios: el prójimo.

Pero el Salmo de hoy me resuena, me resuena y me resuena. Tal vez porque hoy, justo hoy, me sirve de reafirmación de muchas cosas. Tal vez porque hoy, justo hoy, necesite esa roca, ese alcázar, ese escudo protector, esa fuerza salvadora.

Acuérdate del Señor, tu Dios (Deuteronomio 8, 7-18)

La primera lectura de hoy es tan… cierta, a veces. Es como si Dios fuera el repositorio de nuestras quejas y problemas. Le pedimos, le rogamos, queremos que nos evite dolor, que cambie nuestras circunstancias, que nos salve de alguna manera… y cuando las cosas empiezan a ir bien, olvidamos a Dios.

¿Le ha pasado esto a Occidente? ¿El bienestar aleja de Dios? ¿No puede ser de otra manera? Pues lo cierto es que no lo sé. Pero sí parece claro que cuanto más rico es uno, mejor le van las cosas, más prósperamente vive, etc. más se aleja de su Padre. ¿Es propio del ser humano esta actitud? Pues no lo sé… Yo intento que en mi vida no sea así. Intento ser agradecido cada día por lo mucho que tengo, de lo mucho que amo y que me aman, de lo muy afortunado que me siento. Pero es verdad que cuando uno se llena de cosas… tal vez no quede sitio para Aquél a quién acudimos en tiempos de oscuridad.

Un abrazo fraterno

Ángeles de Dios (Salmo 90)

Los ángeles…

¿Quién no ha rezado el «ángel de la guarda» por la noche? Tal vez es la primera oración que aprendemos de niños… Y luego ¿qué? Parece que nos olvidamos de que vamos protegidos por el mundo, que no vamos solos.

El salmo de hoy es precioso. Y la primera lectura. Hay ángeles que guardan mi camino, que van por delante, que me protegen del mal, que velan a mi lado por la noche, que pasan el día conmigo… Son presencias misteriosas y espirituales pero reales. Enviados de Dios que campan por el mundo, junto a hombres y mujeres, para hacer frente al mal y oponer resistencia.

Hace poco tuve una experiencia que guardaré siempre en mi corazón. Pasé por uno de esos momentos en los que, con gran dificultad, uno sabe que está viviendo algo importante. Y recuerdo una voz, amiga, que, en la oscuridad, me dijo: «Hoy hay más ángeles en esta habitación». Volvió el sol y yo sentí que alguien me había cubierto con sus plumas y protegido con su espada y escudo.

Un abrazo fraterno

Mil años son un ayer (Salmo 89)

Nos creemos tan importantes… tan grandes… tan invencibles… Tal vez, el mayor de los males en el ser humano es el de la soberbia. Sobrepasar su condición y creerse, realmente, que es Dios.

Creemos que todo gira a nuestro alrededor, que controlamos cada minuto de nuestra existencia, que podemos crear y destruir a nuestro antojo. Creemos que todo es nuevo y que todo lo hemos inventado, cuando lo profundo del hombre y de las generaciones, los impulsos divinos y las bajas pasiones siguen siendo las mismas.

Somos una gota en el océano de la eternidad. Un pasito más en los planes de Dios con el hombre. Un renglón en la historia. Un capítulo de la historia.

Postrémonos a los pies de la cruz y, sintiéndonos pequeños, adorémosle a Él y pongamos toda nuestra confianza en sus manos clavadas al madero.

Un abrazo fraterno