Una vida intachable (Salmo 118)

Me gustan el libro de Proverbios y los salmos de estos últimos días. Nos hablan de la vida, de la vida concreta, de la vida diaria. Nos hablan de una vida intachable.

Uno es pecador, limitado, pequeño y torpe. Pero aspiro a una vida intachable. Es el horizonte. Es la referencia. No me agobio por no llegar pero lucho por estar cada día más cerca. Porque, a la postre, Jesús nos llama a decidir, minuto a minuto, a optar por ser y estar de una manera concreta en cada instante de mi vida.

Desde que me levanto hasta que me acuesto, Jesús me invita a optar. A optar en los detalles de la oficina, en las relaciones cotidianas, en los lugares comunes, en los barrios concretos de cada día. No hay lugar a la incoherencia. No cabe la distancia entre lo que creo y predico y lo que hago finalmente.

O soy de Cristo, o soy Él entre los hombres, o no. No cabe la mediocridad libremente elegida.

Un abrazo fraterno

¿Soy incómodo? (Sabiduría 2, 12. 17-20)

«Acechemos al justo, que nos resulta incómodo» empieza diciendo el pasaje de hoy del Libro de la Sabiduría. Tal como está expresado, «justo» e «incómodo» parecen conceptos que van unidos inexorablemente.

Siempre me ha preocupado este asunto. Entiendo, y así nos lo dice la Palabra en innumerables ocasiones tanto en el AT como en el NT, que alguien que lucha por la justicia, que está con los pobres, que denuncia los excesos y los abusos de las clases dirigentes, que viola determinados preceptos por anteponer la dignidad humana a toda norma civil, etc. debe ser resultar muy incómodo para aquellos que quieren que nadie se salga del redil, que reine una paz sin libertad, que ni pensar ni amar sea verbos que penetren en lo más hondo de una sociedad, que quieren controlar, gobernar, abusar y acumular poder.

¿Soy yo un justo incómodo? ¿O más bien un casi-justo mediocre? ¿Denuncio? ¿Defiendo? ¿Lucho? ¿Me opongo a la injusticia? ¿O más bien intento actuar diplomáticamente para contentar a todos? La radicalidad evangélica siempre pone muy nervioso al mal porque lo cuestiona, lo arrincona, lo descubre…

¿Se puede ser un cristiano del siglo XXi sin resultar incómodo al sistema? Tengo mucho que orar este asunto. Tal vez lo vaya dejando porque me asuste la respuesta que ya alberga mi corazón…

Un abrazo fraterno

Los que buscan (Salmo 39)

«Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan» dice el salmo 39… Y es que hay muchas personas que buscan, hay muchos exploradores incansables, personas con sed de encontrar y encontrarse, de encontrarTE Señor…

Uno busca cuando siente que hay algo que le falta. Es un «algo» al que, a veces, es difícil ponerle nombre y, otras veces, su nombre nos llega con meridiana claridad. Unas veces salimos en la búsqueda de aquello que hemos perdido y otras, de aquello que nunca hemos tenido y que ansiamos. Es una actitud bonita esta de «buscar».

El Señor, en el Evangelio, se encuentra hoy con uno de esos «buscadores». Personas que no abrazan una religión, que ni siquiera son capaces de asegurar lo que buscan exactamente pero que sienten que su corazón va guiado por una brujulita que les empuja de un sitio a otro. Y alguna vez, de repente, sienten que han llegado, que han encontrado, que era ésto lo que su alma ansiaba.

Yo sigo buscando también. Sigo con sed. Siento que todavía no he llegado.

Hoy, todos los buscadores nos ponemos en tus manos, Señor.

Un abrazo fraterno

El Señor, mi Dios… (Salmo 145)

Mi oración de hoy es rezar este salmo una y otra vez… No hay comentario posible ante tanta belleza, ante este Dios nuestro…

Alaba, alma mía, al Señor.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos.

Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.

No les tengas miedo (Jeremías 1, 17-19)

Hoy celebramos el Martirio de S. Juan Bautista y me acuerdo, por extensión, de tantos mártires que, valientemente, dieron su vida por proclamar su fe, por ser profetas de su tiempo, por ser la voz de la justicia en un entorno loco y despiadado.

Y recibo esta palabra de hoy con tremenda emoción:

«Yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.»

Vivimos un tiempo necesitado de profetas que denuncien, de profetas que llamen a la conversión, de profetas que sanen, que profetas que acojan, de profetas que, en definitiva, traigan la voz de Dios a las personas. Hoy me siento exhortado a ello. Animado. Hoy siento que no llega con lo que veníamos haciendo hasta ahora… hoy el Señor me pide algo más.

Un abrazo fraterno

El Señor está cerca de los atribulados (Salmo 33)

Es precioso este salmo 33. Reafirma la justicia del Señor. Un Señor que hará caer a los malvados y a los que, con su poder, han oprimido a sus hermanos- Un Señor que escucha el grito y el sollozo de los que sufren, que se pone de su lado y que no les deja caer, que los sostiene con su amor.

Viene a mi mente la palabra del Evangelio: «Buscad el Reino y lo demás se os dará por añadidura». Pues eso.

Yo me pongo en sus manos y encomiendo a mi familia a su protección. Nuestra labor es obrar bien y confiar en su justicia. Su amor es eterno e incondicional.

Un abrazo fraterno

Vosotros seréis mi pueblo… sí, vosotros…

Os recogeré…
os reuniré… 
os llevaré…
Derramaré…
os purificaré…
Os daré…
os infundiré…
arrancaré…
haré…
Habitaréis…

Una tierra nueva, un agua pura, un corazón nuevo, un espíritu nuevo, un corazón de carne, su mismo espíritu…

Tremenda generosidad la de Dios con nosotros. Tremenda generosidad. Tremendo derroche de amor, cada día, cada minuto… ¿Nos hemos enterado de verdad? Pero… ¿de verdad que nos hemos enterado? Yo creo que no…

VOSOTROS SOIS MI PUEBLO Y YO VUESTRO DIOS, DICE EL SEÑOR

¡Pastores! (Ezequiel 34, 1-11)

Tremendamente dura la primera lectura de hoy. El profeta Ezequiel, dando voz al Señor, carga contra los pastores que han dejado de pastorear y que han dejado a sus ovejas a expensas de las fieras y de sus desgracias.

Hoy pongo en la oración, delante del Señor, al Papa, cardenales, obispos, presbíteros, párrocos, catequistas… pastores con diferentes grados de responsabilidad. Fueron elegidos por el Señor para cuidar al rebaño encomendado, para conocer a sus ovejas, quererlas, cuidarlas, sanarlas, guiarlas… Que el Señor les dé luz y sabiduría para realizar esta misión.

Como en todo grupo humano, hay personas que realizan su misión bien y otras mal. No soy yo quién para juzgar. Dios pedirá cuentas. Pero la responsabilidad de algunos es elevada. Más allá de posicionamientos políticos y de intereses económicos o institucionales; más alla de una imagen exterior y del prestigio; más allá del poder… están las personas, el pueblo de Dios, cada hombre y mujer con nombre y apellidos. Hoy más que nunca, necesitamos pastores que sean Cristo en medio del rebaño, que se impliquen, que sean valientes, profetas, audaces, cercanos y accesibles, sencillos… que amen mucho y se preocupen con amor de madre de las almas que les han sido encomendadas.

Amén.

Un abrazo fraterno

Les esconderé mi rostro (Dt 32, 18-19. 20. 21)

La lectura de Ezequiel de hoy y los versículos de Deuteronomio son tremendamente duros. Me cuesta imaginarme a Dios en ese papel, con esa dureza. Y me surge una pregunta que me inquieta: ¿Dios castiga?

Si uno lee el AT la respuesta a esta pregunta es obvia: sí. Si ya nos vamos al NT… no queda tan claro. Jesús parece superar con el amor esa visión de un Dios castigador, justiciero y ejecutor con un pueblo pecador e infiel. Pero el castigo entra dentro de lo imaginable en un Dios Padre. No es incompatible con el amor sino más bien, como hacemos todos los que somos padres, puede ser usado de manera pedagógica. No sé. Estoy confuso en este punto.

Desde luego, viendo cómo está el mundo… a veces tengo la sensación de que se están cumpliendo esos versículos de hoy: «Les esconderé mi rostro y veré en qué acaban, porque son una generación depravada«.

Con castigo o sin él, lo que tengo claro es que Dios me ama por encima de todas las cosas, a mi y a todas sus criaturas. Y eso me llena de paz.

Un abrazo fraterno

Estrenad un corazón nuevo (Ezequiel 18, 1-10. 13b. 30-32)

Estos días, después de Sta. María, le estuve dando vueltas al tema del sacramento de la reconciliación.

Desde que pude, al prepararme para la Primera Comunión, es un sacramento que yo frecuenté con asiduidad. Cada 15 días, más o menos, me plantaba delante de D. Nicolás y allí le contaba todo aquello que me apartaba de la gracia de Dios. Siempre salí nuevo de la confesión, alegre, esperanzado. Siempre encontré en D. Nicolás un magnífico confesor: con capacidad de escucha, ternura, exigencia y mucho amor.

Venirme para Madrid fue el fin de esta vivencia. En ninguna de las iglesias cercanas a mi casa hay un cura confesando durante la Eucaristía. Y lo fui dejando… Tal vez es el momento de volver a tomármelo en serio, igual que he vuelto al Rosario y a otros aspectos de mi vivencia eclesial de siempre.

Hoy, desde luego, leo la lectura de Ezequiel y recibo sus palabras como dirigidas a mi: «Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo; y así no moriréis«.

Un abrazo fraterno