Recibiréis fuerza para ser mis testigos (Hechos 1,1-11)

 «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos:
echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas,
cogerán serpientes en sus manos y,
si beben un veneno mortal, no les hará daño.
Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Qué preciosas lecturas las de este domingo. Las escuché ayer, celebrando en la capilla del colegio S. José de Calasanz, de Valencia, junto al resto de participantes en el encuentro anual de Fraternidades Escolapias de España. Preciosas y claramente significativas para el paso que daremos muchos en la Provincia el próximo día 26, el próximo sábado.

El próximo día 26 diremos que sí a dar un paso en nuestro compromiso con la Iglesia, con Calasanz, con la Escuela Pía y los destinatarios de su misión: niños y jóvenes. Seremos reconocidos por la Orden y aceptados como presencia escolapia, como portadores de un carisma compartido. Diremos que sí personas, matrimonios, familias enteras, comunidades… Nos dejaremos llevar por el soplo del Espíritu y confiaremos y nos lanzaremos al vacío, una vez más.

«Mejor que ambicionar ser alguien, es ser uno mismo» dice Luis Guitarra en su canción «Mejor contigo», que ayer sonó en una presentación. Y así doy yo este paso: desde la convicción de estar respondiendo a una llamada, a una vocación. Con cada día que cae del calendario, la ilusión y la emoción va creciendo. Y la paz. Y la felicidad.

En este domingo de la Ascensión me pongo en manos del Padre y de Calasanz. Aquí estoy. Para hacer vuestra voluntad; para que al verme, la gente crea; para hacer milagros; para ir donde se me llame. Para proclamar el Evangelio, para echar demonios en vuestro nombre, para hablar lenguas nuevas, para coger y aniquilar a las serpientes del mundo y para sanar a los enfermos. Aquí estoy.

Un abrazo fraterno

Se alegrará vuestro corazón (Juan 16,20-23a)

¡Qué lectura! ¡Qué palabras de Jesús! Directas al corazón. Directas a las aspiraciones más hondas de mi persona, de muchas personas.

Se pone en evidencia que no todo el mundo pone a Dios en medio. El mundo, cada vez más, se aparta de Dios y vive «alegre». Los que seguimos a Jesús sabemos, al menos yo, que cuando se pierde la alegría vital es porque algo se ha interpuesto entre Jesús y uno. Cuando el corazón cruje desfallecido lo mejor es buscar la mirada de Jesús y descansar en Él. Su promesa es clara: SE ALEGRARÁ VUESTRO CORAZÓN. NADIE OS QUITARÁ YA VUESTRA ALEGRÍA. NADIE.

Ayer fue un día de una intensidad tremenda. Estoy viviendo y exprimiéndome hasta el no poder más pero, aunque desfallecido y cansado a veces, me siento vivo. Vivo días de feroz batalla, de mano tendida, de amor que todo lo ocupa… Y me esperan días de igual o mayor intensidad. No hay tregua. Comprometiendo la vida minuto a minuto. Al amparo de una vela que me recuerda la presencia que nunca desaparece.

Hoy visto la armadura de la fe. Empuño la espada de la verdad. Me protejo con el escudo de la confianza. Y pongo todo mi ejército, todo lo que soy, al servicio del Rey. La victoria es segura.

Un abrazo fraterno

En Él vivimos (Hechos 17, 15.22-18,1)

Después de decir ayer que estaba OFF no pensé que hoy sacaría fuerzas para escribir pero lo acabo de decidir. No quiero ceder ni un m2 de la parcela ya conseguida, de la parcela de Dios, de mi íntima parcela… Igual tendré que vender terrenos adyacentes… pero éste es central. Así que me he leído las lecturas del día y me ha venido al pelo encontrarme con ese discurso de Pablo de la lectura de los Hechos.

Pablo me recuerda que Dios no está fuera sino que vive en mí, se mueve en mi y yo me muevo por y con Él. Incluso en mi oscuridad actual, en mi cansancio, en mi nubarrón… Dios está ahí. No se ha ido. Lo percibo en las caricias de mi prójimo, en los susurros de mis ángeles, en mi permanencia, en mi fidelidad, en mi consciencia. Lo percibo en mi soledad y en mi silencio. Lo percibo en mi debilidad. Lo percibo en los planes futuros fruto del Espíritu.

Señor, me presento ante Ti cansado. Desfallecido.
Mi Señor, me presento ante Ti algo avergonzado,
consciente del sufrimiento ajeno escrito en mayúsculas,
consciente de lo minúsculo del mío.
Señor, oh Señor, me acurruco bajo tu brazo
y descanso en tu regazo.
Toma mi mano y llévame Tú. Una vez más.
Llévame, carga conmigo;
con mi oscuridad, con mi pecado, con mi debilidad.
Y luego vuelve a poner mis pies en tierra
y déjame continuar anunciándote.
Donde quieras. A quién Tú quieras.

Un abrazo fraterno

La paz os dejo (Juan 4,27-31)

Uno de los frutos del encuentro con el Resucitado es la paz. Cuando uno se ha visto cara a cara con un Jesús capaz de dar vida, donde sólo había muerte; siente paz. Seguro que alguna vez hemos tenido brevemente o intensamente esa experiencia.

Para mi la paz siempre ha sido un parámetro ideal para calibrar si mi intuición me engañaba a la hora de tomar decisiones importantes sin llegar a tener seguridades absolutas o certezas definitivas. Si estaba en paz, optaba por ese camino. A veces era una paz producida imaginándome el resultado de una decisión o la vida después de ella.

La paz de Jesús, además, necesita de un corazón firme y valiente. Así nos lo dice Él. Porque la paz está bien pero luego… hay que seguir amando.

Un abrazo fraterno

Quien os lo enseñe todo (Juan 14,21-26)

No lo sabemos todo. Ni siquiera nos acordamos de lo ya aprendido. Jesús lo sabe y no nos deja solos.

No lo sabemos todo. Ni al principio, ni en el medio, ni en el final. Escuchemos al Espíritu.

No tenemos todas las preguntas ni todas las respuestas. No conocemos las soluciones ni las puertas que hay que abrir para seguir caminando.

Pero si tenemos fe, una poquita; confianza, una poquita y amor a Dios… el Espíritu nos susurrará, nos dará luz, nos sostendrá, nos clarificará. A través de una melodía, de una imagen, de una persona, de una conversación, de una casualidad, de… ¡vete tú a saber!

No estoy solo. No tú lo estás. Siempre hay que nos lo enseña todo.

Un abrazo fraterno

Los gentiles (Hechos 11,1-18)

Fácil es juzgar y hacerse caldo de cabeza hablando sobre «los otros», «los gentiles», los que no saben tanto como yo, los que no han optado por aquello que yo opté, los que no han caminado la senda por la que yo transité…

Siempre hemos tenido miedo a los otros, a los gentiles. Nos da miedo que nos entorpezcan, que nos impidan llegar a donde queremos, que bajen el nivel de exigencia…

¿Y si fuera al revés…? Yo, miedo, ninguno. Abro mi puerta de par en par.

Un abrazo fraterno

Saulo (Hechos 9,1-20)

Saulo, Pablo, no es el único miembro del santoral que sufrió una transformación radical tras una experiencia de encuentro con el Resucitado. Agustín de Hipoa fue otro. Y ambos eran ya talluditos cuando empezaron a ser testigos de Jesús y cambiaron sus vidas para adecuarlas al evangelio.

Cuando veo esta historia de Pablo o la de Agustín me asusta un poco cuando nos ponemos a jugar a Dios y buscamos objetivos visibles e inmediatos en los niños y jóvenes con los que nos cruzamos. O con los adultos, es lo mismo. Queremos que transformen sus vidas, que se comprometan, que abran los ojos, que adoren a Dios y sean testigos fieles de aquello que nosotros les transmitimos. A veces creo que es una falta de respeto hacia el mismo Dios. ¡Claro que hay que trabajar, testimoniar, propiciar, favorecer, sugerir, confrontar, acompañar…! Pero teniendo muy claro quiénes somos y cuál es nuestra misión.

Leyendo la historia de Saulo uno descubre que Dios tiene sus tiempos y sus maneras y que es el único que puede cambiar el corazón. Dejémosle trabajar.

Un abrazo fraterno

Impresionante (I Pedro 5,5b-14)

Después de la derrota ayer del Barcelona y hoy del Real Madrid, me siento a leer la primera lectura y me encuentro esto:

«Tened sentimientos de humildad unos con otros,
porque Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes.»

Permitidme que no diga nada más por hoy. 🙂

¿Qué es eso para tantos? (Juan 6,1-15)

¿¿Y yo? ¿Qué soy yo, pobre de mi, para tantos hambrientos del mundo? ¿Qué puedo yo con tanta necesidad? ¿Qué valgo yo, con mis miserias, mis defectos, mis enredos…? ¿Qué es esto para tantos?

Pero Jesús, sin dejarme terminar, me cogió entre sus manos y me repartió a los presentes. Y todos se saciaron…

Soy poco por mi mismo. Grande en las manos de Jesús. Con capacidad limitada para cambiar nada por mi mismo. Capaz de devolver vista a los ciegos, el oído a los sordos, el habla a los mudos… en las manos de Jesús. Con defectos y carencias pero TREMENDAMENTE AMADO por el Padre.

Me di y se obró el milagro.

Un abrazo fraterno