Evangelio para jóvenes – Domingo 24º del Tiempo Ordinario Ciclo C

No sé tú pero yo me he sentido, y me siento muchas veces, mejor que otros. Tal vez diga que no con la cabeza, porque creo firmemente que no es así, pero inconscientemente sucede. Siempre hay alguien a quién poder juzgar con severidad. Siempre hay alguien que se equivoca a quién poderle decir «ya te lo dije». Siempre hay alguien que se deja llevar y cae en la tentación de manera evidente y, enfrente suya, uno se siente más fuerte y listo. Lo curioso es que demasiadas veces, aunque lo esconda, yo soy el que se equivoca, el que se deja llevar, el que cae… Leamos el evangelio de hoy [Lc 15,1-32]:

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
También les dijo:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Jesús es acusado de juntarse demasiadas veces con la «mala gente». Hoy diríamos que Jesús cena con los «rojos», o que va a tomar el café con un grupo de «fascistas», o que se le ha visto paseando y hablando por el barrio de las putas, o jugando a las cartas con el político corrupto que se ha enriquecido con los impuestos de todos, o entrando en una sala de juegos y apuestas donde tantos jóvenes pierden la vida… ¡Yo qué sé! Cada uno tiene etiquetados a sus «malos» particulares, a aquellos con los que nunca se imagina a Jesucristo. Jesús intenta explicar con parábolas lo que supone el Reino de Dios. Son parábolas que suenan bonitas pero… ¿quién se las cree? ¿Quién va a buscar a una oveja perdida teniendo otras 99? Nadie con juicio. ¿Quién se agacha a por una monedita de 10 céntimos teniendo miles de euros en el banco? Nadie. Entonces… ¿quién es este Dios del que nos habla Jesús? ¿El Dios de los que han perdido la cabeza? Te dejo tres pistas:

  • «El hijo menor» – Eres hermano menor cuando decides hacer la guerra por tu cuenta. Eres hermana menor cuando crees que no necesitas a nadie. Eres hermana menor cuando optas por todo aquello que te reporta placer y emoción, cuando piensas sólo en ti. Eres hermano menor cuando le das la espalda a Dios. Eres hermano menor cuando tu vida está vacía y te sientes mal. Eres hermana menor cuando no sabes quién eres, cuando te das lástima a ti misma, y te avergüenzas de en quién te has convertido. Eres hermano menor cuando te sientes solo, cuando necesitas el perdón, cuando tienes miedo de volver…
  • «El hijo mayor» – Eres hermano mayor cuando haces lo que debes por obligación, sin pizca de amor. Eres hermano mayor cuando cumples con tus obligaciones pero te vas llenando de ira y rencor. Eres hermano mayor cuando vives maniatado, encarcelado, cuando no hablas ni compartes ni expresas lo que necesitas… pero luego reaccionas desproporcionadamente. Eres hermano mayor cuando juzgas con dureza al que se equivoca, porque tú te sientes en la mierda, como él, pero no te atreves a decírtelo. Eres hermano mayor cuando le das la espalda a Dios pese a parecer que estás a su lado.
  • «El padre» – El padre es Dios. El padre quiere a sus hijos por igual, a todos, al que se queda y al que se va. El padre reparte su herencia; todo lo suyo es de sus hijos y les da libertad para administrarlo como consideren. El padre es tu padre y te quiere a su lado. Tu padre se preocupa por ti y sufre por tus malas decisiones. Tu padre intenta que vuelvas una y otra vez, no se cansa. Tu padre te quiere y el amor llena su corazón. Por eso tu padre no te pide explicaciones ni juzga tus errores ni se regodea en ellos. Sabe que tú eres el que más ha sufrido. Tu padre sólo quiere perdonarte, abrazarte y volverte a sentar a su mesa, devolverte la dignidad perdida y sanar tus heridas a tu lado. Tu padre te invita a amar, a entrar, a no dejar que el mal juicio de tu corazón te envenene.

Se han dedicado libros enteros a esta parábola y no soy yo quién para explicar con detalle mucho más. ¿Lo mejor? Que esta parábola llegará a tu vida, antes o después, y tendrás que decidir cómo te sitúas en ella. Buen domingo.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 23º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Seguro que muchas veces has deseado fervientemente algo. Puede ser hacerte mayor más rápido, ser adulta antes para disfrutar de ciertas libertades, tener pareja, ganar dinero, disfrutar de unas buenas vacaciones, comprarte mejor ropa, estudiar una buena carrera… Y pensando a futuro, estoy seguro que alguna vez has pensado en cómo te gustaría vivir, qué tipo de familia querrías formar, cuántos hijos querrías tener o en qué querrías trabajar. Desear y soñar está genial, define un horizonte. Pero me encuentro a menudo con personas que, como tú, desean y sueñan, pero no calibran lo que necesitan para alcanzar esos sueños o no miden bien sus fuerzas o, sencillamente, no aceptan las consecuencias de las decisiones a tomar para conseguirlo. ¿Te suena? Pero leamos el evangelio de hoy [Lc 14,25-33]:

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Si lees este Evangelio y esta reflexión es porque eres creyente, seguidor de Jesús, o estás en búsqueda, intentando encontrar tu sitio, respuestas, caminos por los que transitar. Habrás experimentado momentos donde seguir a Jesucristo habrá supuesto para ti un subidón: has participado en algún retiro, formas parte de un grupo o de una comunidad que te acompaña en tu camino de fe, has sentido emoción, fuerza y consuelo en alguna Pascua o en alguna celebración, te has sentido acompañada y querida… Pero ¿puedes ser creyente y seguir a Jesús sin calibrar bien lo que eso significa de verdad en tu vida? Te comento tres pistas para hoy:

  • «Posponerlo todo» – ¡Cuántos jóvenes emocionados y llenos de fervor he conocido! ¡Cuántos, tras una Pascua o un retiro han experimentado el amor de Dios y sintieron que esos momentos lo eran todo! ¡Cuántos han querido ser catequistas y testigos ante los que venían detrás! ¡Cuántos han expresado su deseo de formar parte de una comunidad! Cuántos… se han quedado en el camino después de todo eso. Seguir a Jesucristo exige ponerlo a Él por delante de tus emociones y sentimientos positivos. Es estar disponible. Es relacionarse desde el amor. Es entregar la vida, el tiempo, compartir el dinero, apostar por los últimos… Seguir a Jesús es comprometerse y comprometerse es optar y optar es, a la postre, dejar… ¿Cómo llevas eso? ¿Estás dispuesto, dispuesta? Difícil sí pero… ¿no tienes sed de felicidad? ¿A qué estás esperando?
  • «Cargar con la cruz» – Cargar con una cruz seguro que no forma parte de tus mejores planes de fin de semana. Pero la vida trae cruz, sobre todo la vida de aquellos que optan por el amor, por la justicia, por la entrega, por estar abiertos a todos, pendientes de su prójimo. Es la cruz que llega, que pesa, que oprime muchas veces… la cruz que nadie elige pero que es consecuencia de apostar por vivir de una determinada manera. ¿Ya la has experimentado? ¿Ya sabes lo que son las burlas, las incomprensiones, el desierto, la tentación, la debilidad, el sacrificio…?
  • «Los bienes» – Jesús no habla en abstracto. Es muy concreto. Y aquí hoy te habla de los bienes, una de las primeras consecuencias de vivir a los demás como auténticos hermanos y hermanas tuyas. ¿Qué pasa con eso que te sobra? ¿Qué pasa con eso que puedes compartir? ¿Qué haces con ese que te encuentras sin poder comer, o el que pide en la calle, o con el niño sin padres, con el abuelo solo, con el enfermo atemorizado? ¿Qué haces con tu valioso tiempo, con el dinero que te dan abuelos y padres o que te ganas ya con tu esfuerzo? ¿Compartes? ¿Sostienes proyectos e iniciativas? ¿Participas en campañas? ¿Las promueves? ¿Te interesas por aquellas personas, con nombres y apellidos, que hay detrás? Es bueno pensarlo…

Uy, uy, uy… estarás pensando… ¿Esto no iba de creer y ya está? ¿De sólo rezar o ir a misa alguna vez? ¿No llega con los tuits que retuiteo del Papa o con aquellos con los que critico a los que atacan a la Iglesia? Pues no. No va solo de eso. Va de escuchar, de descubrir qué te pide a Dios, de optar, de poner tu vida al servicio de tu misión, de comprometerte a fondo y de cargar con las consecuencias de todo ello. ¿Cuál es el premio? La felicidad absoluta, aquí y para siempre. ¿Conoces algo mejor?

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 22º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Hay personas humildes y otras que necesitamos ser humillados para aprender a serlo. Yo siempre he pensado que soy de los segundos. Demasiado protagonismo, demasiado liderazgo, demasiada voz, demasiada opinión, demasiadas cosas demasiadas veces… Me cuesta estar en segundo plano, callado, a un lado… No es muy bueno esto que digo sobre mí pero… es lo que hay. Y no he encontrado otra manera de aprender a abajarme que siendo abajado. Pero leamos el evangelio de hoy [Lc 14,1.7-14]:

En sábado, Jesús entró en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:
«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:
“Cédele el puesto a este”.
Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:
“Amigo, sube más arriba”.
Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido».
Y dijo al que lo había invitado:
«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte; te pagarán en la resurrección de los justos».

Desde que conocí las «Letanías de la Humildad«, escritas por el cardenal Merry del Val, las utilizo muchas veces en mi oración. Me sobrecogen, me interpelan, me tocan el corazón por su dureza y su claridad. Con ellas, le he pedido a Dios muchas veces que me enseñe a ser humilde, que me ayude a saberme más pequeño. Leyendo la Palabra de hoy, me resuenan tres cositas que te comento:

  • «La falsa humildad» – Me parece muy bonito en el Evangelio cuando Jesús comenta que llegará el momento en que alguien te «lleve más arriba», te impulse hacia adelante. La humildad, que es una virtud, puede ser el disfraz perfecto para una de las tentaciones preferidas con las que el Mal suele tenderte trampas: esa convicción tuya de que eres poca cosa, de que no sirves, de que no te mereces nada, de que tu lugar siempre es el último… ¡Cuidado con eso! No vaya a ser que juegues a ser humilde y estés dejando de escuchar a Aquel que te ha llenado de dones y te anima a ponerlos en práctica.
  • «La vida a veces en activa… a veces en pasiva…» – En este mundo que nos toca vivir a ti y a mí, estamos convencidos de que somos los protagonistas absolutos de nuestras vidas, de nuestras propias historias. Tendemos a pensar que hacemos lo que queremos hacer, que somos lo que queremos ser, que vamos adonde queremos ir… y que todo lo que no sea así, es malo, dañino, nos somete y nos quita libertad. Somos un «selfie» con patas. Pero ese juego de voz activa y pasiva de Jesús es, hoy, muy rompedor y contracultural: porque a veces decidirás tú ir pero otras veces serás llevado, porque a veces decidirás tú humillarte pero otras veces serás humillado, porque unas veces tú decidirás amar pero… también tendrás que aceptar que eres amado. Piénsalo.
  • «Las invitaciones» – ¿Recuerdas cuando en el cole no dejaban repartir las invitaciones de cumpleaños en clase para que nadie se sintiera mal al no estar invitado? Jesús hoy te propone algo completamente diferente: invitar a aquellos a los que nadie invita. ¿Cómo traducir esto? Pues que lo mejor que tienes, tus dones, tu tiempo, tus capacidades, lo que te ha sido dado… lo pongas al servicio de aquellos que no tendrán la oportunidad de devolvértelo. ¿Por qué? Será una buena pista para saber si tus acciones, tus intenciones… son puras o interesadas. No es fácil eh. ¡Qué fácil es engañarse! Es un discernimiento de todos los días, de cada hora. Anímate. Sí. Anímate. Ahí afuera hay personas que nunca son invitadas a ninguna «fiesta», a las cosas buenas de la vida, a los momentos intensos que lo cambian todo, a los minutos dedicados en exclusiva, a las sonrisas sinceras, a un abrazo agradecido, a una mano para caminar juntos…

El próximo domingo ya será el primero de septiembre. Yo estaré en Madrid, intentando compartir con un puñado de hermanos en la fe, a qué puedo «invitar» y a «quiénes» en este curso que comienza. Y también a estar atento porque, de la misma manera que yo invito, seguramente también seré invitado…

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 21º del Tiempo Ordinario Ciclo C

En el Museo del Prado hay una obra que he descubierto hace poco gracias a mi amiga Marian. Se trata de una pintura de Joachim Patinir, uno de los paisajistas más reputados del siglo XVI. La obra es «El paso de la laguna Estigia» y en ella, bordeando una laguna de un azul bellísimo, descubrimos dos orillas, posibles destinos del mítico barquero Caronte. La apariencia de cada una, a los ojos del alma que va en la barca, ilustra de manera precisa el evangelio de hoy [Lc 13,22-30]:

En Jesús pasaba por ciudades y aldeas enseñando y se encaminaba hacia Jerusalén.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿son pocos los que se salvan?».
Él les dijo:
«Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, pues os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta diciendo:
Señor, ábrenos;
pero él os dirá:
“No sé quiénes sois”.
Entonces comenzaréis a decir:
“Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas”.
Pero él os dirá:
“No sé de dónde sois. Alejaos de mí todos los que obráis la iniquidad”.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, pero vosotros os veáis arrojados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos».

El paraíso, la vida eterna, se esconde tras una entrada sinuosa, pedregosa y difícil. La condenación eterna, el infierno, se parapeta tras un atractivo acceso, hacia donde parece dirigirse Caronte con el alma que ya ha optado, que ya ha tomado partido, que ya ha decidido vivir de una determinada manera. Y te pregunto: ¿ese desenlace final no tiene relación también con la propia felicidad aquí, en esta vida? ¿Puede que la puerta a tu felicidad verdadera, a tu plenitud como persona, al éxito vital al que aspiras, sea un camino difícil que requiera esfuerzo y determinación, paciencia, resiliencia, fortaleza, confianza… y fe? Te dejo tres pistas:

  • «¿Pocos se salvan?» – No sabemos cuántos nos vamos a encontrar al lado de Dios cuando llegue el momento final pero debemos esperar que seamos todos. Nuestra esperanza y nuestra confianza en la misericordia de Dios nos hace esperar que toda alma se rinda finalmente al Amor, al encontrarse cara a cara con Él; por mucho que se haya equivocado en su vida. Pero no está garantizado. Dios invita a todos. Dios nos espera a todos. Dios te invita y te espera a ti. Pero… igual que el alma que va en la barca de Caronte, puedes optar por vivir de espaldas a Dios para siempre… Es tu decisión.
  • «La puerta estrecha» – Una puerta implica el paso de un lugar a otro y atravesarla implica una decisión. Vivir con Dios, seguir a Jesucristo, desear salvarse, implica una decisión. ¿Una? Realmente muchas pequeñas decisiones que, día a día, nos van poniendo del lado del amor o del lado del egoísmo, del lado de la entrega a los demás o del lado de la centralidad de uno mismo. Lo que parece claro es que Jesús nos pide que abramos la mirada y el corazón y que seamos capaces de vencer la eterna tentación de lo que, a priori, se nos presenta como más apetecible. Porque el pecado es apetecible, atrayente, atractivo, seductor, placentero… Cuando permanentemente dejas que el verbo APETECER gobierne tu vida, estás optando por la ancha puerta de lo fácil, de lo obvio, de lo que reporta gustito momentáneo, de lo que te hace sentir DIOS por unos instantes. Pero cuando optas por el verbo AMAR, por el verbo QUERER, por el verbo OFRECER, estás optando por la puerta estrecha, por aquella que te obliga a dejar fuera mucho «equipaje» que no necesitas, la puerta que te purifica, la que puede no ser tan apetecible en un primer momento pero que te abre a la felicidad verdadera.
  • «Los últimos» – Jesucristo te ofrece la puerta de los últimos, la puerta del «servicio», la puerta de aquellos que se esfuerzan por agradar a Dios a través de sus prójimos. Verás y escucharás muchas veces, a lo largo de tu vida, que hay personas que se escandalizarán por tu opción. «¡¿Dónde vas?! ¡Estás loco!» te dirán. Pocos entenderán tu esfuerzo en los estudios, la compañía que ofreces en casa, el voluntariado que te impide hacer otros planes los viernes, la convivencia o el retiro que te quita de las copas del sábado noche, el campo de trabajo que se lleve un buen trozo de las vacaciones del verano, el querer vivir el amor y el sexo con tu pareja poniéndola a ella en el centro y cuidando con responsabilidad vuestra intimidad mutua, el optar por un trabajo menos vistoso y remunerado pero que te permite construir la sociedad en la que crees…

La puerta estrecha es la puerta de los últimos del mundo, de aquellos que optan por salirse de los parámetros de éxito actuales, de aquellos que viven unos valores que están en cuestión por las grandes élites de hoy, de aquellos que quieren ser libres y que quieren seguir al Señor. Pero la promesa es clara: LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS. Yo creo que vale la pena, ¿no? Todo esto pasará y llegará el momento en que te darás cuenta que tu tesoro es otro, el que realmente vale. Apuesta por ello.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 20º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Desde que nos hemos comprado la casita en Salamanca a la que vamos los fines de semana, una de las actividades que nos provoca más placer, en invierno se entiende, es encender la chimenea. Es todo un ritual que hemos ido aprendiendo y que, ahora, ya dominamos sin esfuerzo. La chimenea cumple la función de dar calor, luz, y de generar un ambiente que invite a acercarse a ella y a compartir vida sin muchas pretensiones más. ¿Hay algo más necesario y recomendable que una buena fogata en una noche de frío invierno? . Leamos el evangelio de hoy [Lc 12,49-53]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Cuesta recibir este evangelio en estas fechas. Estamos tan hasta las narices del calor, de las altas temperaturas, de los incendios forestales y de la sequía, que nos produce cierto rechazo eso de que Jesús quiera «prender fuego a la tierra». Pero si hacemos un esfuerzo, podemos entender que un corazón que vive, que late y que siente, es un corazón «caliente», «encendido», y que un corazón frío es, sencillamente, un corazón muerto. Te doy tres pistas para hoy:

  • «Fuego» – El fuego es un elemento regenerador en la naturaleza. Lo estudiamos, también, como uno de los grandes avances de la Prehistoria: aprender a prender fuego permitió a la humanidad avanzar en su desarrollo. El fuego calienta, el fuego ilumina, el fuego convierte el combustible es generador de vida y energía. Ojalá nuestro corazón, nuestra vida, sea un buen combustible. Yo quiero ayudar a Jesús a hacer de mi vida una gran antorcha. ¿Crees que tu corazón prende rápidamente con el mensaje de Jesús? ¿Te cuesta encenderlo? ¿Se habrá humedecido con tristezas, desesperanzas, deseos banales…? ¿Lo tendrás demasiado protegido con una vida llena de comodidades y apetencias?
  • «Paz» – ¿Qué entenderá Jesús por PAZ para decir que él no ha venido a traer paz a la tierra sino división? Suena raro. Pero tal vez es más real que lo que te crees. Hay que gente que afirma que Jesús, la religión, le da paz y eleva la paz como el bien supremo. «Lo importante es estar en paz, vivir con paz…» dicen muchos… ¿Y si no fuera así? ¿Y si seguir Jesús no es tan «idílico»? ¿Y si su mensaje y sus propuestas chocan de frente con algunas cosas que quieres o deseas? ¿Y si su manera de entender la vida choca con la tuya? ¿Y si te pide cosas a las que no estás dispuesto, dispuesta, a renunciar? ¿Y si seguirle y ser fiel a su mensaje te trae problemas, de separa de personas queridas, te genera tensiones, distancia e incomprensiones?
  • «División y familia» – Jesús elige un ejemplo de división bastante duro: la división en tu propia familia. Toca otro de nuestros «bienes supremos»: la familia. «La familia es intocable, la familia es lo más importante, la familia…» dicen otros tantos. ¿Y si no fuera así? Todos los discípulos que siguieron a Jesús aquellos tres años tuvieron que dejar sus casas y separarse de familias, trabajos y amigos. ¿Y si Jesús lo que te está diciendo es: YO SOY EL BIEN SUPREMO? ¿Y si Jesús quiere ser sencillamente EL NÚMERO UNO en ese corazón que tienes tan dividido y repartido?

Evangelio tenso el de hoy, inquietante, carente de dulzura y cargado de exigencia. Nos deja revueltos, a mí al menos. Nos dejan pensando y sintiendo. Nos genera emociones diversas y contrapuestas. Bienvenida sea esa intranquilidad. Ojalá más veces nos pasara eso de acudir a la Palabra y salir removidos. Jesús calma a veces y remueve otras. Siempre toca el corazón… ¿Siempre? Ojalá. Ponte delante de él y cuéntale cómo recibes esta palabra. Confianza absoluta. Nada hay que disimular.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 19º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Desde pequeño he pasado muchos tiempos hablando con mi madre. Mi padre siempre ha sido más reservado y, además, en temas de fe y moral nunca ha metido mucha baza. Recuerdo con nitidez varias «enseñanzas» de mi madre a lo largo de mi vida que se han ido quedando y que, madurándolas, ha ido descubriendo como de gran valor. Una de ellas nos la trae el evangelio de hoy: «Santi, no a todos se nos pedirá lo mismo», decía mi madre. A quién más se ha formado, a quién está más cerca del Señor, a quién ha tenido más posibilidades… se le pedirá más. Y aunque a veces algunos entienden que la justicia es tratar a todos por igual, mi madre siempre se ha alineado con esta visión de la justicia, más evangélica, más humana. Leamos el evangelio de hoy [Lc 12,32-48]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Estar en alerta… estar listos… estar preparados… ¡Qué tono más apocalíptico! Pareciera que esto habla del fin del mundo, del juicio final, de que una guillotina está sobre nuestra cabeza y que nos la cortará de cuajo como nos pille a pie cambiado. Bueno, es una manera de verlo un tanto «dramática». Yo te propongo una lectura más cotidiana: Dios llega a tu vida cada día y si no estás «al loro», te lo pierdes. Dios te pregunta cada día qué estás haciendo con lo que él te ha dado y si no estás haciendo nada, te lo pierdes. Tres pistas te dejo para hoy:

  • «El tesoro» – Es la clave de todo este evangelio, del evangelio: el Reino que Jesucristo viene a ofrecerte es un tesoro. Encaminar tu vida tras sus pasos es un tesoro. Poner tu vida al servicio, como Él hizo, es un tesoro. Responder a tu vocación es un tesoro. Amar como Él te ama a ti, es un tesoro. Los mandamientos, la doctrina, «las normas»… no son más que guías para que no dejes escapar el gran tesoro. No se trata de vivir así o asá porque lo dicen los libros, porque lo manda la Iglesia, porque me mandan mis padres… Se trata de descubrir que puedes vivir la vida como un tesoro o como un castigo. Dios vale la pena.
  • «El castigo» – Dios no es un castigador. Dios es amor y sólo sabe amar. Pero Dios permite que tu vida pueda ser un castigo, porque la vida puede ser un auténtico castigo, un infierno… si así lo decides. A veces ponemos demasiado el foco en un castigo, en un infierno, eterno, que vendrá al fin de los tiempos… sin darnos cuenta de que vivir sin amor es vivir de espaldas al tesoro de Dios, al regalo de Dios. ¿Hay mayor castigo que ese? Seguro que ya has experimentado algunas dosis de esta «vida en llamas»: el rechazo, el dolor, la culpa, las heridas… Por eso hoy Jesús te recuerda que, como administrador de tu vida, tienes que decidir qué tipo de vida quieres tener.
  • «Lámparas encendidas» – Buscar el tesoro de Dios en tu vida requiere estar atento, encender «tus luces», adaptar la mirada, tener el oído atento. Porque Dios te habla, Dios te escucha, Dios te busca, Dios se acerca, Dios te llama. Muchas veces te equivocarás. Muchas veces elegirás mal. Muchas veces tendrás que volver al camino. Muchas veces tendrás que pedir perdón. Pero todo eso es estar preparado. Porque estar preparado con Jesús es estar embarrado en el amor, en la búsqueda, en la misión, en la vida. Así que no tengas miedo y vive, vive con pasión, acepta tus flaquezas, ¡busca!, habla con Él, confía en Él y sigue caminando. Siempre «ON FIRE».

Que el calor de agosto no nos haga olvidarnos de aquel que realmente es fuego en nuestra vida, aquel que viene a encender nuestro corazón para que arda y dé luz y calor al que lo necesite.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 18º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Al menos una vez al año, algún diario (y la famosa revista Forbes) publica la lista de las personas más ricas del planeta o de las más influyentes en tal o cual ámbito. La leemos, nos sorprendemos, nos escandalizamos o caemos en la tentación de mirarla con cierta envidia. «¡Ay si yo tuviera…!» nos decimos y, por momentos, soñamos con un futuro donde el dinero nos salga por las orejas. Está también el mito de casarse con alguien rico y, así, solucionar de un plumazo nuestra vida aunque fuera a costa del amor. El dinero… ¡qué poderoso es! Y aún así, no es garantía de felicidad. Mira lo que trae el evangelio de hoy [Lc 12,13-21]:

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».

Un tema de herencias, eso es lo que le plantean a Jesús hoy. ¡A cuántas familias han dividido los asuntos de herencias! ¡Cómo nos dejamos llevar cuando se trata de asuntos económicos! ¡¿Qué tendrá el dinero que somos capaces de romper con nuestro hermano, con nuestra hermana, por una supuesta justicia dineraria?! Jesús, como siempre, coge un asunto humano y lo lleva más allá. No entra al problema concreto de la persona que le pregunta sino que aprovecha para meterse dentro y tocar el corazón. Tres pistas:

  • «La cosecha» – ¿Qué produce tu «tierra»? Tu «tierra» es lo mejor que tienes, tus dones, tus capacidades, tus virtudes… tu corazón. ¿Cuál es tu «cosecha»? ¿Has pensado alguna vez qué es aquello que dejas a tu paso? ¿A qué huele tu vida? ¿Qué se llevan los que se cruzan contigo, los que te conocen, tu familia, tus amigos? ¿Produces algo o, tal vez, tienes la «tierra» abandonada al sol, sin sembrar, sin trabajar? También puedes entender la siembra como lo que te esfuerzas, lo que trabajas, lo que estudias… aquello que un día te llevará a tener resultados: un trabajo, una oportunidad, un dinero, un modo de ganarte la vida… ¿Estás sembrando? ¡Estás llamado a ello! ¡Estás llamada a ello!
  • «Los tesoros» – Si tuvieras que hacer una lista de lo más valioso que tienes en la vida… ¿qué saldría? Estoy seguro de que saldrían personas, nombres, experiencias, momentos vividos, lugares… Seguramente saldrán pocas cosas materiales. Y esos son los tesoros que vienen de fuera. ¿Y los de dentro? ¿Qué es lo más valioso que tienes? ¿Sabes mirar? ¿Eres sensible? ¿Estás pendiente de los demás? ¿Sabes escuchar? ¿Eres bueno? ¿Eres comprometida? Tesoro es todo aquello que tiene valor, que vale la pena «atesorar»: cuánto más mejor, siempre a buen recaudo…
  • «Los graneros» – Seguro que recuerdas alguna escena de película donde un pirata, un aventurero, un buscador de tesoros… encontraban la fortuna codiciada y se bañaban entre monedas de oro, riendo felices por un hallazgo que les convertía en poderosos. Y es que hay personas que encuentran el tesoro, lo guardan, lo protegen… y nada más. Y cuánto más tesoros tienen, más quieren; cuánto más ricos son, más ricos quieren ser. Guardar los tesoros en los «graneros» de la vida no es lo que nos propone Jesús. Jesús nos recuerda que la vida es efímera y que todos, algún día, moriremos y que lo que hayamos guardado en vida… habrá sido inútil. La propuesta es «atesorar» para «regalar», «atesorar» para «gastar». ¿Para quién? ¿Cuándo gastar tus tesoros? ¿Cómo hacerlo? Esas son preguntas que tú tienes que responder. Ponlo en oración y déjate interpelar. Dios te traerá personas, momentos, lugares… que van a necesitar lo mejor que tienes. Ojalá estés listo, lista, para darlo todo.

Paradójicamente, todo lo que estés dispuesto a entregar en esta vida te hará rico en felicidad, en dicha, en sentido y eso es lo más parecido al cielo que te puedas imaginar. La eternidad nos espera a la vuelta de la esquina pero puedes ya tocar un poquito con tus dedos. Todo depende de cómo estés dispuesto a vivir. ¿Qué? ¿Cómo lo ves? Mírate. Tu vida está llena de valor. ¿Qué vas a hacer con ello?

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 13º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Están siendo días de mucho trabajo. Estoy cansado y todavía falta mucho por hacer hasta las auténticas vacaciones. Son días, además, de gran tentación. ¿Por qué? Porque me surge el juicio fácil ante una situación de escasez de catequistas-monitores en el campamento de chicos de 1º de Bachillerato que me toca coordinar en unos días. He llamado a mucha gente y en todos los casos he recibido un NO por respuesta. Cada uno tiene sus razones y algunas son muy sensatas pero… yo me siento solo e , incluso, un poco tonto al responder de una manera diferente a la del resto. Y juzgo su compromiso, su entrega, su lealtad… su manera de desentenderse a la hora de atender una necesidad. Y en ese juicio desaparece todo rastro de Dios en mí. Este es el evangelio de hoy [Lc 9,51-62]:

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Seguir a Jesús exige gran disponibilidad y un nivel de libertad muy alto. Todo aquello que te tenga enganchado, por muy bueno que sea, te dificulta ante la tarea de seguir al Maestro. Yo lo veo en mí mismo y también en los hermanos que me rodean. Porque es muy difícil renunciar a aquello que gusta, que hace sentir bien, que uno necesita. Llegan las excusas razonables, las justificaciones, las explicaciones bien argumentadas… Llega todo eso y la realidad es que es a Jesús a quién le toca esperar sentado. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Dios, lo primero» – Es difícil afirmar esto cuando eres joven. ¿Es Dios lo primero en mi vida? Sin duda que si pensamos en abstracto, conceptualmente, seguramente digamos que no. Pero puedo traducirlo: ¿Cómo vivo mis amistades? ¿Cómo vivo mis relaciones de pareja? ¿Cómo me acerco al dolor y las necesidades de aquellos que se me cruzan en el camino? ¿Soy de los que miran a otro lado o de los que se ofrecen a echar una mano, aún sin saber bien qué pueden aportar? ¿Soy de los que sólo piensan en ellos o de aquellos que intentan salir de sí mismos y atender y cuidar a conocidos y desconocidos que comparten mi vida? ¿Es Dios-prójimo lo primero?
  • «Seguimientos vacíos» – Ese «te seguiré adondequiera que vayas» del evangelio suena fenomenal. Jesús sabe que detrás de las palabras, importan los hechos. Es bonito decir que somos cristianos. Es bonito decir que seguimos a Jesús. Es bonito decir que tenemos valores, que cuidamos a nuestros amigos, que queremos un mundo mejor y más justo… Pero ¿se corresponde mi vida con mis palabras? Desde que comienzo el día hasta que se acaba, ¿soy honesto con lo que predico? Los caminos de Jesús le llevaron a Jerusalén, a la persecución, al compromiso, a la cruz… ¿Ahí también Señor tenemos que seguirte? ¿Estás en disposición de afirmar eso? Tal vez sea mejor expresar dudas, hablar de tu pequeñez, de tus inseguridades y en tu oración decirle claramente al Señor que… ¡buf! ¡A veces se te hace difícil! Tal vez eso sea más honesto…
  • «¿Y los enganches afectivos?» – ¿Cómo es eso de que Jesús no permite enterrar a un padre o despedirse de una familia? ¡Debe de ser una manera de hablar, una metáfora! ¿Y si no es así? ¿Y si Jesús dice exactamente lo que quiere decir? ¿Y si realmente Jesús nos pide estar por delante de amores humanos buenos y razonables? ¿Debo querer más a Dios que a mis padres? ¿Debo querer más a Dios que a mis hijos? ¿Debo querer más a Dios que a mis amigos, que a mi pareja, que a mis proyectos, que a mi bienestar? ¿Tú qué crees?

La Palabra de hoy es provocadora, nos remueve, nos inquieta y nos incomoda. ¡Maravilloso! En el momento en que eso no suceda, estaremos sencillamente no escuchando nada, estaremos sordos, insensibles y fríos a la acción de Dios en nuestra vida. Déjate hoy inquietar. Rézalo. Dale una vuelta. Y poco a poco, sigue caminando.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 8º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Suenan las bombas en Ucrania. Suenan los llantos de los niños y de los adultos que, aterrorizados, escapan de una pesadilla que parecía imposible. Sube la tensión y, entre acusaciones mutuas, los jefes de gobierno toman las medidas que les parecen más necesarias. Cuando se impone la guerra es porque todos hemos fracasado. Y tú y yo, muchas veces lejos del conflicto, nos preocupamos por si la guerra nos estalla también en las manos. Y opinamos. Y el ruido de críticas, acusaciones, valoraciones y desprecios, se hace tan hondo como los disparos de la artillería pesada en campo abierto. Escuchemos la Palabra de hoy: Lc [6, 39-45].

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:
«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.
Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.
El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Jesús sigue desplegando su propuesta de vida, su propuesta de seguimiento. Hoy te habla del pecado, del mal que nos habita a cada uno de nosotros y de la relación que mantenemos con él. Es importante darse cuenta cuanto antes de que el pecado, el mal que cometemos, va mermando nuestra capacidad de ver el mundo con luz, con claridad, y es más probable que el desorden, el dolor y la insatisfacción lleguen a la vida. Te dejo tres pistas para tu oración de hoy:

  • «Ciegos» – Seguro que tú, como yo, alguna vez has pedido consejo a los que tienes cerca, a los amigos más cercanos, a aquellos que están a tu lado y te conocen. Los amigos escuchan y su apoyo es importante cuando pierdes la luz para seguir caminando. Muchas veces los anteponemos a la familia, porque nos da pudor compartir ciertas cosas con nuestros familiares más directos. ¡Y de confesarnos ya ni hablamos! ¿Cuánto hace que no pasas por el confesionario a recibir el perdón y ponerte a buenas con Dios? Acompañar a otro no es fácil, aconsejarle menos. Jesús lo sabe y te aconseja que te busques compañía sabia para los momentos duros. Tal vez un profesor con quién tengas confianza, un familiar que te conozca y que no te suscite temor, tal vez un sacerdote que pueda ser tu acompañante espiritual… Cuando estás en momentos de oscuridad, necesitas a alguien que vea más que tú, que ya haya pasado por ahí, que conozca el camino y que, respetándote, te escuche y te ayude a discernir bien por dónde ir. Dios te ayudará a encontrar a alguien.
  • «Tu mota, mi viga» – ¡Cuántos juicios a la ligera haces a lo largo del día! ¡A cuántos criticas sin darte cuenta de que tú estás parecido! ¿Por qué esa crítica tan malhumorada, tan mal traída, tan cruel a veces, tan injusta? ¿Por qué permites que el veneno llegue a tu corazón y te haga perder de vista que tú también te equivocas, que tú también caes muchas veces, fallas, traicionas? ¿Por qué te dejas llevar como si tu mirada fuera la única, como si lo supieras todo, como si tu palabra fuera la definitiva? ¿Por qué no ser más generoso, más comprensiva, menos duro con los demás? ¿Por qué no mirar el error ajeno con comprensión, aceptando que forma parte de la existencia humana? ¿Por qué siempre mirar hacia afuera, al de enfrente, y no enfrentarte a tu propia realidad, a las incoherencias de tu persona, a la frialdad de tu corazón? ¿Te has mirado bien?
  • «¿Qué rebosa en tu corazón?» – ¿Qué guardas en tu corazón, que rebosa? ¿Qué guardas en grandes cantidades? ¿Con qué lo alimentas hasta saciarlo? ¿Te has preguntado esto alguna vez? Algunos llenan el corazón de deseos, de sueños; otros, de nombres y rostros; otros, de envidias y recelos; otros, de críticas y quejas; otros, de lujuria desmedida; otros, de esperanza pese a todo; otros, de amor, de mucho amor… ¿Y tú? ¿Qué dejas que se cuele en el lugar más valioso de tu persona? ¿Qué dejas que arraigue y se haga fuerte? ¿Qué permites que ocupe espacio y que, incluso, marque la tendencia de tu manera de vivir y sentir? Jesús es un modelo de vivir una vida, de derrocharla, de gastarla, para los demás, para Dios. No hay más que ver sus milagros, sus encuentros, sus palabras, sus gestos, sus silencios… No hay más que ver cómo nació y cómo murió, para descubrir su corazón y lo que lo habitaba. ¿Qué se ve en ti?

En estos tiempos de crisis, de pandemias, guerras, decepciones y sinrazones, Jesús te propone mirarte a ti mismo y mirar a los demás desde lo mejor de tu corazón. Te propone querer mejor, ya sabes, para quererte mejor tú también. Te propone que, en vez de juzgar, primer paso para dilapidar la paz, observes qué rebosa en el otro, y aprendas a ver a Dios ahí. Ojalá aprendas a vivir «rebosante» de Dios. Buena semana.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 7º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Esta semana, una amiga muy cercana compartía conmigo su disgusto ante muchas de las cosas que veía a su alrededor. «¿Por qué les va de puta madre a personas que hacen tanto mal, que hacen tanto daño? ¿Y por qué yo, que intento hacer las cosas bien, sufro tanto y tengo que pelearme tanto con la vida?». Días malos, llenos de oscuridad, con la sensación de que Dios no es justo. Tal vez tú también sabes de lo que hablo. Por eso la Palabra de hoy del evangelista es tan potente. Escuchemos: Lc [6, 27-38].

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»

¿Te acuerdas de las Bienventuranzas del pasado domingo? Las palabras de Jesús de hoy son la continuación. El escenario no ha cambiado. El discurso sigue. Estamos en el corazón del mensaje de Jesús en el evangelio de Lucas. Jesús está concretando las Bienaventuranzas, está hablando con palabras lo que luego nos irá mostrando con hechos en su viaje a Jerusalén y en el final de su vida. ¡Qué importante es vivir según se piensa! ¡Qué importante es actuar con coherencia! ¡Qué importante que las palabras y los hechos de tu vida guarden unidad, como en Jesús! Te doy tres pistas para tu oración de hoy:

  • «Sin esperar nada a cambio» – Pocas veces oirás hablar del amor como cuando habla Jesús. Puede que oigas hablar de cosas parecidas pero de AMOR con mayúsculas, pocas veces. Porque la propuesta de Jesús es exigente. El amor de verdad exige gratuidad, no espera recompensa. Por eso el amor no es un mero sentimiento, ni un estado de ánimo. Amar es, en buena medida, una decisión, una opción. «Te amo porque quiero amarte» diría el poeta. ¿Cómo lo ves? ¿No crees que es hora de examinarte un poco en el amor? ¿Quieres para que te quieran? ¿Quieres esperando que te quieran? Incluso en aquellas cosas que haces voluntariamente… ¿buscas recompensa? La exigencia de Jesús es alta pero, a su vez, habla de la confianza que el mismo Dios tiene en nosotros. Somos capaces de amar así. Eres capaz. Ponte en camino.
  • «¡No es justo!» – Dios es bueno también con los malvados y desagradecidos. Eso dice el Evangelio. En otro lugar dirá algo así como «Dios hace salir el sol sobre justos e injustos». Esa idea de justicia que tiene Dios, a nosotros nos parece injusta. Seguro que tú eres de los que piensan que Dios debería premiar a «los buenos», a aquellos que hacen el bien. El cielo debería estar reservado para los que han hecho las cosas bien. Y a «los malos», ¡desgracias, calamidades, infierno! Dios ES de otra manera. Pero entonces, ¿para qué sirve ser bueno? ¿Por qué vivir de acuerdo a los mandamientos, a la doctrina… si, al final, Dios nos perdona? Interesante… dale una vuelta.
  • «La medida que uséis, la usarán con vosotros» – Ciertamente, a Jesús no le fue bien confiando, amando y perdonando a sus enemigos. La cruz nos recuerda permanentemente que uno no siempre recoge el bien que siembra. Pero… ¿y si la cruz no fuera el final del camino? ¿Realmente acabó ahí la historia? ¿Jesús salió derrotado? ¿No hubo frutos a toda una vida llena de amor al otro? ¿Qué opinas? ¿No es la Resurrección la respuesta de Dios a una vida llena de luz y entrega? ¿No es la comunidad que brotó tras ella la prueba palpable de la acción de Jesús en el corazón de aquellos que le conocieron? ¿No hay en tu vida y en el mundo, pruebas concretas que te hablen de que sí vale la pena vivir al estilo de Jesús? Tal vez no son los frutos que más venden pero… ¿no son justamente los que te hacen más feliz?

Estás llamado, llamada, a una vida apasionante, con retos de altura. Amar cada día mejor, ser cada día mejor amante, es el susurro que, día tras día, recibes del Espíritu. Dios te conoce, te ama con locura y sabe, con certeza, que eres capaz de cambiarlo todo si decides entregarte a los demás. Y cuando digo cambiarlo todo es cambiarlo todo… ¡Buen domingo!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova