Evangelio para jóvenes – Domingo 6º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Mañana es San Valentín y muchos de vosotros os encontraréis con un regalito de vuestra pareja, de vuestro amigo, de vuestra madre… Otros muchos no tendremos regalo porque, o bien no hacemos nada especial ese día, o bien no tenemos pareja o no hacemos eso con los amigos de la pandilla. El caso es que es un día en el que mucha gente reconoce que el amor le hace feliz, que sus días son mejores amando y siendo amado. Hoy, Jesús, nos plantea un camino de felicidad que rompe esquemas. Escuchemos: Lc [6, 17.20-26].

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Hoy se te ofrecen múltiples caminos de felicidad, lugares donde se te promete lo mejor, experiencias que te cambiarán la vida. La tecnología, el progreso, el sexo sin tabúes, el éxito laboral, viajar y conocer mundo… ¡Mucha oferta! Nuestros padres y nuestros abuelos no pudieron ni oler mucho del bienestar que hoy disfrutamos. Y aún así, seguro que te sientes solo, frustrada, acomplejada, necesitado, incompleto. Seguro que tienes esa sensación de no haber llegado todavía… Te dejo tres ideas:

  • «Felices» –  Bienaventurados, dichosos… múltiples traducciones para expresar algo que todos buscamos: ser felices. Jesús ofrece aquí una receta de felicidad. Pero leyéndola, despacio, estoy seguro que te dejará algo perplejo y de que sentirás rechazo. «Jesús no puede estar planteando eso«, pensarás. Pero, ¿y si justamente está planteando exactamente eso? Tal vez la cuestión está en qué entiendes tú por felicidad y qué entiende Jesús por felicidad. Plantéatelo. ¿Puedes ser feliz traicionándote a ti mismo? ¿Puedes ser feliz sin desplegar todas tus posibilidades? ¿Puedes ser feliz sin apostar por el amor de verdad? ¿Puedes ser feliz solo con cosas? ¿Puedes ser feliz sin Dios, que te anima a ser libre y te ilumina caminos de libertad? ¿Puedes o no puedes? Busca la verdad de tu corazón.
  • «Luces largas» – El camino de la felicidad no está patrocinado por Nesquik. No es instantáneo ni viaja en fibra óptica. Hay que «poner las largas», dicho en argot automovilístico. ¡Qué difícil eh! Pero hay que intentarlo. La felicidad no es momento, ni instante. La felicidad no es un titular ni es comida rápida. La felicidad no usa gafas para cerca sino que requiere las gafas para lejos. Por eso te cuesta… porque tú te contentas con estar a gustito sólo aquí y ahora y buscas lo que te sacie aquí y ahora. Y te da igual que eso termine y se evapore y vuelvas a estar igual o peor… Por eso tienes que levantar la mirada y mirar horizonte. Jesús habla de una recompensa en el cielo y no debemos perder esto de vista: la vida no se acaba aquí. Lo mejor viene después. Pero el cielo también se toca ya en esta vida, aunque no inmediatamente. ¿Por qué no buscar lugares, personas, experiencias, espacios… que te ayuden a permanecer en ese camino de felicidad?
  • «¡Ay!» – El final del Evangelio no es bonito. Porque Jesús se pone en modo «madre» y nos advierte de lo que puede pasarnos si no hacemos caso. Tú y yo sabemos que pasa. Ya lo hemos probado. Lo hemos sentido en nuestro propio cuerpo y corazón y lo vemos todos los días alrededor. Sabemos lo que es vivir con casi todo y sentirnos casi nada. Sabemos lo que es vivir acomodados y, a la vez, insatisfechos. Sabemos lo que es probarlo todo y no contentarnos con nada. Y sabemos el dolor que produce y el túnel al que nos lleva. ¿No crees que es un precio demasiado elevado? ¿Por qué sigues tragando con la publicidad engañosa, con los vendehumos, con los que entretienen pero no alimentan?

Hoy es un domingo bonito para que apuestes por tu felicidad, pero por la de verdad. Jesús no quiere que vivas debajo de un puente ni que dejes de usar tu móvil o que no aspires a tener un buen trabajo y ganarte bien la vida. Jesús quiere que le dejes espacio, que dejes espacio a otros, que te dejes espacio a ti, que no te conformes, que vivas con menos pero que te sientas más y mejor. Jesús nos propone una manera de vivir que, además, tejerá un mundo diferente, distinto. Vale la pena.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 5º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Dos fines de semana seguidos llenos de jóvenes. Cansado pero feliz, muy feliz. Han sido dos fines de semana a su lado, acompañando su alegría, sus ganas de vivir, sus inquietudes, sus comentarios sobre la vida, sus opiniones, sus selfies, sus bailes, sus gestos llenos de cariño… Hoy me siento a rezar y a escribir con la sensación de haber ido yo también «mar adentro» y haber vuelto con la «barca» llena de peces. Dios sabe más que mis cansancios, que mis miedos. Por eso el evangelio de hoy resuena tan fuerte hoy en mi corazón: Lc [5, 1-11].

En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

Jesús llega a tu vida cuando menos te lo esperas. Seguro que en tu día a día de estudios, pareja, amigos, gimnasios, deportes y viajes, no siempre le percibes. Estás entretenido con tus cosas. Estás centrada en lo que tienes que hacer o descentrado haciendo lo que no te aporta nada. A veces, como en esta ocasión, estás «recogiendo redes» porque los planes no han salido. Porque tú sabes, como yo, que la frustración, el fracaso, las expectativas no cumplidas… forman parte de la vida, aunque saberlo no implica llevarlo bien. Y ahí, en medio de todo ese jaleo, llega Jesús. Tres pistas para este domingo:

  • «Escuchar para responder»«Siempre nos decís que hay que escuchar lo que Jesús nos dice pero, ¿cómo se hace eso?» Esa fue la pregunta de una joven, como tú, en la oración que tuvimos en la noche de ayer. Qué buena pregunta. No tiene respuesta fácil. Lo único que se me ocurrió decirle es lo que te digo a ti hoy: hay que saber reconocer la voz de ese «otro» que llega, diferente a las voces reconocidas que forman parte de mi entorno. Ir a la oración un día y otro, ponerse delante de su Palabra, participar de experiencias donde Jesús tenga espacio para hablar, darles a otros la oportunidad de ser mensajeros, disponer el corazón desmontando corazas y máscaras… Y lo que un día parece imposible y difícil, otro día aparece nítido y sencillo. Para responder, como Pedro, hay que escuchar. Para escuchar, hay que estar dispuesto a que el otro tenga una palabra para mí, aquí y ahora.
  • «Pedro, el pecador» – En este mundo que te invita a pensar que «si quieres, puedes», que eres autosuficiente, que lo importante es pensar en ti y en nadie más; aparece Pedro y se echa a los pies de Jesús, avergonzado y con los ojos húmedos y llenos de lágrimas. Pedro ha experimentado que no es verdad, que no siempre puede, que no es capaz de muchas cosas, que no siempre llega, que a veces la vida le parece una mierda y que vive en una sociedad donde otros dominan y mandan y él es un pobre pescador que no siempre hace bien su trabajo. Pedro experimenta las dudas que la palabra de Jesús le genera. Pedro desconfía. ¿Te suena? ¡Pero la vida cambia para Pedro, y para ti, cuando Jesús tiene espacio para intervenir! Jesús te lleva «mar adentro», es verdad. Te saca de comodidades y seguridades propias de «la orillita». Pero cuando Él está en tu vida, te llevas sorpresas y los milagros acontecen. Jesús sólo te pide confiar en Él y hacerle un sitio en «tu barca». ¿Por qué no probar? Él demuestra que, juntos, la vida puede ser un derroche de felicidad. Jesús no ahorra el esfuerzo de «remar» ni el temor a «naufragar» pero responde con contundencia. ¿Estás necesitado, necesitada, tú también de que Jesús traiga a tu vida eso que tanto ansías para sentirte feliz de verdad?
  • «No temas» – ¿A qué tienes miedo? ¿Qué piensas que puede pasar si le sigues? ¿Qué viene Jesús a desmontar de tu vida? ¿Qué herida tienes y prefieres hacer como que no existe? ¿Por qué te conformas con vivir presa del miedo a fallar, a decepcionar a otros, a que tu imagen se rompa, a ser frágil, a aceptar tus limitaciones, a que curar la herida duela? No temas, te dice Jesús. No temas. No seas esclavo de tu miedo. No te pierdas el mejor de los viajes, el mayor de los banquetes, la más tierna de las miradas. No te lo pierdas. Apuesta por el amor, por la locura flipante de seguir a Jesús. Yo no lo cambio por nada.

Ojalá termines bien este domingo. Mañana comienza una nueva semana y, una vez más, se nos regala la oportunidad de vivirla a fondo, de compartir tiempo de calidad con otros, de ir al fondo de nuestro corazón y comprobar que Jesús está allí, habitándolo, calmando tempestades y echando redes. ¡Y recuerda! ¡Una semana sin miedo! ¡Una semana con Él!

Un abrazo fraterno

Santi Csaanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 4º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Hablé con ella hace poco. Ella es responsable, tiene buen corazón, saca buenas notas, es educada… pero muchas veces se siente presa en una sutil jaula de finos barrotes. Le gustaría explorar, buscar, experimentar, arriesgar, jugar; pero tiene miedo de cometer un error y resquebrajar la imagen que los demás tienen de ella. ¿Y si decepciona a alguien? ¿Y si alguien piensa otra cosa diferente a ella, distinta de la imagen «impoluta» que se tiene de su persona? Ella es joven y quiere empezar a caminar a su aire. ¿Habrá algo de luz en el evangelio de hoy?: Lc [4, 21-30].

En aquel tiempo, Jesús comenzó a decir en la sinagoga:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».
Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca.
Y decían:

«¿No es este el hijo de José?».


Pero Jesús les dijo:


«Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún».


Y añadió:


«En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio».


Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.

¡El pueblo! ¡Cuántos de nosotros ansiamos que lleguen las vacaciones para volver a pasar unos días en el pueblo! ¡Cuántos recordamos aquella libertad de entrar y salir, de movernos sin riesgos por sus calles, de no tener horarios, de gozar de cierta permisividad, inimaginable en el laberinto urbano de nuestras ciudades! La naturaleza, los animales, los abuelos, la «slow life»… Pero el pueblo tiene una cara que, según crecemos, ha empujado a muchos a buscar el «anonimato» de la ciudad. Porque en el pueblo todos nos conocemos; en el pueblo, nuestras acciones de hoy son conocidas por todos mañana; en el pueblo, pareciera que nadie pudiera salirse de su papel; en el pueblo, a veces, nos asfixiamos. Eso mismo parece experimentar el mismo Jesús en el relato de hoy. Os dejo tres ideas:

  • «Ser quien uno es» – Durante nuestra infancia somos, fundamentalmente, cuidados. Recibimos de aquellos que nos quieren las «coordenadas» para aprender a vivir. Jesús, como nosotros, se pasa muchos años «en casa», con sus padres, «haciendo lo que tenía que hacer, lo que debía hacer». Es tiempo de crecer, de ganar hondura, de vivir sin excesivas responsabilidades… Pero llega un día donde cada uno debemos dar respuesta a aquello que se mueve en nuestro corazón. Llegan las preguntas, las dudas, llega la búsqueda, algunas respuestas, los diversos caminos… y hay que discernir, descubrirse, quererse, conocerse… para, «al final», responder y vivir la vida que uno quiere y está llamado a vivir. Jesús afrontó ese momento y a a ti te llegará, o ya te ha llegado. Es el momento de ser uno mismo, una misma. Imposible hacerlo bien antes de que sea el momento. Pero necesario hacerlo, cuando uno está preparado.
  • «Etiquetas y murmuraciones» –  Posiblemente etiquetes y eres etiquetado. Nuestras relaciones, muchas veces, funcionan así. No damos oportunidad a los otros de entrar en nuestras vidas y conocerles. Es más fácil etiquetar y destruir toda posibilidad de sorpresa. ¡Cuántas veces hemos descubierto el tesoro de personas a las que llevábamos años ninguneando! ¡Cuántas personas podrían haberte aportado y, sencillamente, no les has dejado! Etiquetamos porque nos asusta lo desconocido. Nos sentimos amenazados porque ni siquiera confiamos en lo que nosotros mismos somos. Pero es hora de hacer camino en esto y dejar de sembrar la duda sobre aquellos que no son como nosotros, de murmurar contra aquellos que traen «diversidad» a nuestra vida. Dios es un «otro» que puede que también te estés perdiendo. ¿Lo tienes etiquetado también?
  • «Abrirse paso y seguir» –  ¿Cuánto tiempo pierdes en justificarte? ¿Cuántas energías se te van en intentar hacerte entender? ¿Cuánto dolor asumes por intentar gustar a todos? ¿Cuánta felicidad dejas escapar por no abandonar personas, lugares y situaciones tóxicas de tu vida? Te quejas, pero no te mueves. Te duele, pero no reaccionas. Tienes ganas de caminar pero no confías. No te importa… pero te importa. Y es que, escapar es algo bien distinto a «abrirse paso y seguir el propio camino». Escapar es ponerse una venda en los ojos y huir, preso del pánico. Abrirse paso es, justamente, mirar más allá, tener horizonte y no perder ni un minuto, ir hacia adelante, sin miedo. ¿Qué sueles hacer tú?

Disfruta lo que queda del domingo. No desperdicies ninguna ocasión para conocerte mejor. Crece en conocimiento de ti mismo, de ti misma, pídele al Señor que te ayude a entender a qué eres llamado. Y una vez estés ahí, una vez lo intuyas, una vez el corazón te empiece a arder, ¡camina! ¡Camina sin miedo, pese a que los demás hubieran esperado de ti… otra cosa!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 3º del Tiempo Ordinario Ciclo C

¿Cómo estás? Otro domingo más delante de nuestras narices. Omicron sigue haciendo de las suyas y, en el horizonte, tambores de guerra que nos recuerdan lo frágil que es siempre la paz, empezando por nuestro propio corazón. Y en medio de todo este ruido, en medio de este oleaje bravucón que nos sube y nos baja, en una auténtica marea de emociones, el evangelio de hoy: Lc [1, 1-4;4, 14-21].

Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

«El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».

Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.

Y él comenzó a decirles:

«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

Jesús vuelve a casa. Es decisión propia. Según el evangelista Lucas, comienza su «revolución» en uno de los lugares más problemáticos de toda Palestina, Galilea, y, a la vez, un lugar bien conocido por Jesús: su casa. Galilea era una región plagada de zelotes revolucionarios, quemados por la presencia romana en su territorio y con ganas de mandarlos a paseo aunque fuera por la fuerza. Además, internamente, era una región mal vista por los judíos más ortodoxos, tal vez por ser región fronteriza y por sus relaciones con aquellos a los que los judíos tachaban de paganos. Era, por decirlo de alguna manera, la región atea y rebelde; la región ruda, a la sombra de olivos y enredada a orillas del lago de Genesaret. Te dejo tres ideas:

  • «Galilea» – Jesús toma opción desde el principio. No sólo nació en Belén, en medio de animales en un establo, a la intemperie y olvidado; sino que decidió comenzar a predicar en un lugar plagado de pobres, excluidos e «impuros». Jesús decide comenzar alejado de las esferas de poder, lejos de la poderosa capital Jerusalén. No buscaba influencia, reconocimiento, compadreo con los poderosos. Y esto es una buena noticia para ti, para mí. Porque nosotros también somos galileos. ¡Sí! ¡Hazme caso! Eres galileo, galilea. Tu vida está llena de promesas pero, también de dificultades, frustraciones, fracasos y heridas, aunque no lo quieras reconocer. Vives en medio de la lucha entre lo que te gustaría ser y lo que descubres de ti mismo todos los días. ¡La misma sensación que tenían aquellos pescadores cuando, al anochecer, salían en sus barcas con el objetivo de atiborrarlas de peces y volvían a puerto, al amanecer, con las redes vacías! Jesús te prioriza, quiere devolverte la grandeza que no sientes, la autoestima que no tienes, el amor que anhelas.
  • «El Espíritu» – No, no es un fantasma. El Espíritu es quién te mantiene vivo hoy, quién llena tu corazón cada día y te lo llena de esa alegría que lucha, contracorriente, para que la desesperanza no gane la batalla del mundo. El Espíritu es esa voz que escuchas tantas veces y que te recuerda que no estás sola, que siempre hay alguien; es quién te envía personas para que se crucen contigo, para cambiarte la vida, para que les cambies la vida. El Espíritu es el fuego que sientes cuando estás enamorado, el ardor del primer beso, y del segundo, y del tercero, el deseo de querer ser amado siempre, la felicidad de amar. El Espíritu te habla en el espejo, en la almohada, en el silencio, en la naturaleza, en tu conciencia, en aquellos que están a tu lado, en la Biblia que abres de vez en cuando, en el camino por el que transitas. El Espíritu fue quién empujó a Jesús, quién lo iluminó, quién lo acompañó, quién lo guio, quién lo sostuvo, quién lo animó. ¿No lo notas en tu vida? Mira bien. Escucha. Siente. También tiene una misión que comunicarte, un porqué para tu vida, un sentido para tus días.
  • «Hoy» – Jesús y sus ganas de salvar tu vida no asumen la «teoría del gimnasio» o el «teorema de la dieta«, por los cuales lo mejor para empezar algo es el lunes que viene. No. Jesús pronuncia un HOY rotundo, que dejó helados a todos sus vecinos que allí le escuchaban. Y HOY también te habla a ti. Y tienes que descubrirlo. ¿A qué estás esperando? ¿A que baje el arcángel S. Gabriel a poner orden en tu vida? ¿A que una paloma te hable y te comente lo que tienes que hacer? ¿A que, con los años, disciernas qué quiere Dios para ti? ¿A qué estás esperando? Jesús viene a salvarte HOY, quiere contar contigo HOY, te necesita HOY, pasa por aquí HOY. ¡Búscalo! Si está aquí HOY querrá decir que estará en la escuela, o en la universidad, o en casa, o en la iglesita del barrio… o en ti… ¡qué sé yo! Pero no puede andar muy lejos. Deja de mirar el móvil y mira arriba. Busca. Busca y lo encontrarás; porque él quiere que le encuentres. Busca.

Ojalá termines este domingo con la convicción de que Galilea es tu casa, también, de que Jesús viene a tu vida porque le importas y que, además, no es de dilatarlo todo y dejarlo para mañana. Seguirle es urgente. Tu vida está en juego. Tú mismo, tú misma. Confía y, como él, opta. Y a por ello.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Dejamos atrás ya el tiempo de Navidad y nos adentramos en el tiempo de lo cotidiano, el tiempo «ordinario» donde parece que nada especial sucede; el tiempo de la rutina, el tiempo de «lo de siempre». Ciertamente, la vuelta al cole, a la uni, al trabajo… no está siendo nada fácil. La realidad que estamos viviendo se parece poco a esa realidad «de siempre» que marcaba nuestras cuestas de enero de antaño. Pero, curiosamente, para este tiempo de rebajas la Palabra nos ofrece un evangelio potente. Una boda, unos novios, invitados que bailan y ríen, un contratiempo… Escuchemos lo que nos cuenta el evangelista Juan: Jn [2, 1-11].

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».
Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».

Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

¡Una boda! Si hay algo que gusta a mucha gente es «ir de boda». Pocas cosas nos hacen tan felices como recibir la noticia de que algún amigo o amiga cercanos, o algún familiar, se casa. Pocos días recordamos con más alegría que el día de nuestra propia boda. Una boda es la fiesta que brota de un amor comprometido. Es en ese escenario, en ese lugar, en esa fiesta, donde Jesús mostrará por primera vez quién es y a qué ha venido. Te comento varias ideas:

  • «El vino» – No hace falta comentar la importancia, tal vez desmesurada, que el vino tiene en nuestra cultura mediterránea. El vino es signo de alegría compartida, de placer, de lo mejor de la vida, de la amistad compartida. Pero yo diría más: el vino simboliza justamente lo mejor que tenemos para ofrecer a los demás. Y es que hay fiesta allí donde las personas vivimos desde lo mejor de nosotras mismas. Seguro que tú habrás experimentado el buen rollo que se genera cuando ofreces lo mejor de ti mismo y los demás hacen lo propio. Pues justamente eso es lo que se había acabado en aquella boda. Porque en «la fiesta de la vida» llegan los momentos de desolación, ¿o no? Tú y yo sabemos que demasiadas veces pensamos y sentimos que nada bueno tenemos ya que ofrecer, que todo se oscurece, que los ánimos se apagan, que brotan las culpabilidades, que asoman los fracasos, que la autoestima baja y que nuestra vida pliega las alas. Cuando el «vino» se acaba sólo queremos escondernos hasta que se pueda volver a estar de fiesta. Y justamente eso es lo que Jesús viene a ofrecerte: devolverte aquello que hace de tu vida algo único, que te lanza a compartir, que te saca de ti misma, de ti mismo. Mira alrededor: no es fácil «estar de fiesta», «hacer fiesta» de tu vida, sin Jesús.
  • «Las tinajas vacías» – Jesús ordena a los criados llenar de agua seis tinajas que estaban por allí vacías. Te preguntarás por qué. ¿No hubiera sido más fácil que Jesús las hubiera llenado directamente de vino? Jesús no hace magia, no es un ilusionista, no llega a tu vida a poner y quitar, a solucionar tus mierdecillas y a complacer tus deseos. Lo que sí puede Jesús es TRANSFORMAR. ¿Y qué transforma Jesús? Con aquellas tinajas y aquel agua los judíos se lavaban y purificaban antes de entrar en el banquete. También tú tienes esas «maneras de funcionar» que te hacen sentir seguro de ti mismo, esas pequeñas cosas que te protegen, esas pequeñas «máscaras» que te ayudan a salir ahí afuera y aparentar que todo va fenomenal. Pero tú y yo sabemos que eso es «pan para hoy y hambre para mañana» porque tu corazón sigue inquieto, sediento, herido. ¡Pero es genial saber que Jesús es capaz de transformar tu vida y que no necesita que dejes de ser quién eres, no necesita que seas un fenómeno ni doña perfecta! Coge tus antiguas tinajas, tus máscaras, y pide a Jesús que las transforme, que las llene del «vino» que alegra el corazón y la vida.
  • «María» – Juan va a situar a María cerca de Jesús en dos momentos que cierran, como en un círculo perfecto, su Evangelio: en Caná y al pie de la cruz. En ambos momentos, Jesús y María hablarán; en ambos momentos, María se mostrará como madre de los creyentes, como testimonio de fe en el Hijo de Dios, al que acompañará a lo largo de su vida. María sabe reconocerLE en ambiente de boda y sabe reconocerLE en ambiente de cruz. María sabe que Jesús es el único capaz de cambiarte, de llenarte, de salvarte. Mira a María. Busca a María.

Aquello que sucedió en Caná, sucede cada día. Porque Dios «se ha casado» contigo. No te quiere como amigo. No te quiere sólo «con derecho a roce». No quiere vivir un tiempo contigo «para probar». Dios, desde el comienzo de tu vida, se ha comprometido contigo, se ha comprometido a amarte «en la salud y en la enfermedad», todos los días de tu vida. Y aunque en algunos momentos, sientas que el vino se acaba, si cuentas con Él, Él será capaz de transformar aquello que ya no sirve en fuente de felicidad. Disfruta de tu fiesta, de este amor. Este es el banquete de la fe. No faltes.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Volver aunque ya hayamos estado (Lc 5,1-11)

Eso hizo Pedro, volver adonde ya había estado. Alguna reticencia inicial, como es lógico, pero una gran humildad y obediencia ante su Señor. Algo de incredulidad también, porque él era pescador experimentado, conocía la pesca como nadie y esas aguas eran su territorio. No había razón para pensar que le iba a ir mejor. Pero fue.

Me siento un poco así muchas veces… estando y permaneciendo pero con la sensación de no «pescar» absolutamente nada. Uno ya duda de sus propias capacidades y, tal vez, ese sea el secreto. Olvidarse de estrategias, formaciones, maneras, conocimientos y prejuicios; incluso olvidarse de la ilusión ingenua del que comienza… pero estar, volver, permanecer, seguir intentándolo, siempre con el Señor a bordo.

¿Traducción? Santi, Santi… dedícate más a escuchar al Señor y a estar con Él que a salir tú, por ti mismo, a buscar peces, por muy preparado que te sientas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La fe de los demonios (Lc 4,38-44)

Comienza septiembre y el evangelio nos trae un episodio curioso en el que podemos comprobar la fe de los demonios. El Mal sabe perfectamente con quién se está jugando los cuartos. El Mal conoce a Dios, lo reconoce. Podría decirse que el Mal tiene más fe que nosotros mismos. Ciertamente no es una fe que implique seguimiento, pero sí afirmación.

Jesús calla a los demonios porque, en estos momentos, pueden ser trampa para el resto de personas que ven en Jesús a alguien a quién merece la pena seguir, a alguien que derrocha vida, a alguien que viene de parte de Dios aunque no sabrían decir si es Dios mismo.

Nosotros también nos enredamos a veces. Los mismos demonios le ponen zancadillas a nuestra fe, a veces por defecto y, a veces, aunque parezca mentira, por exceso. El mismo Jesús sabe que el rival es de altura y, por eso, busca continuamente la oración y el encuentro con su Padre. Jesús vence al Mal pero no lo infravalora, actúa contundentemente contra Él y «le hace callar» porque la palabra del Mal es fuente de enredo, engaño, trampa y perdición.

Te pido Señor que en este comience de curso, me ayudes también a acallar a los demonios que me tientan, a los que me animan a creer en un Dios que no eres tú, a los que me hablan al oído para sacar de mí aquello que, a la postre, me aleja de Ti.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Señor es mi luz, aunque a veces encienda linternas (Sal 26)

Al final todo va de querer, de amar. Pero se necesita mucha luz para distinguir el buen amor. Esa luz sólo la da Dios. El Señor es mi luz, aunque a veces me empeñe en encender linternas de tiendas de «todo a 100».

Se necesita mucha luz para querer a los que uno tiene cerca, en lugar de perderse en discusiones de bajo nivel que no llevan a sitios de especial interés turístico. Yo la necesito para frenar mi necesidad de llevar siempre la razón, de pretender que la mirada con la que veo el mundo, sea la mirada de todos. La necesito, Señor, para atender las necesidades de aquellos a los que más quiero; para dejar salir la dulzura que me habita pero que tiene miedo de salir…

Se necesita mucha luz para gastar el tiempo en lo que vale la pena, de discernir dónde sí y dónde no, con quién sí y con quién no. Yo la necesito para centrar mis esfuerzos y energías y poder transparentarte mejor, Dios mío, hablar mejor de Ti, parecerme más a Ti. La necesito, Señor, para saber elegir los momentos que hacen que la vida valga la pena de verdad; elegir los primeros platos y los exquisitos postres y no las migajas y las sobras de la existencia.

Se necesita mucha luz para darse, desnudarse, entregarse, gastarse y sentir, por momentos, que hace frío, que duele, que no hay nadie, que no hay frutos, que no vale la pena, que todo son heridas. La necesito, Señor, para ponerte en medio, delante, y hacerlo por Ti, hacerlo contigo, como Tú lo hiciste en el Calvario, a fondo perdido.

Quiero luz, Señor, y no linternas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Los de casa, los de fuera (Lc 4,16-30)

Traicionados y burlados, así se sintieron los «israelitas» creyentes, los «israelitas» de siempre, los de casa, los de toda la vida.

Esperanzados y reconfortados, así se sintieron los extranjeros, los que vivían al margen, los que no creían en el Dios de Israel, los no elegidos.

Escuecen. Las palabras de Jesús escuecen y mucho. Porque muestran con claridad quién es Dios y a qué ha venido Él al mundo. El Dios-amor de Jesús todavía no ha calado en el corazón de los judíos, entretenidos en la Ley y en las minucias del reglamento. El Dios-amor que a todos acoge, que a todos busca, que a todos llega, no es fácilmente asimilable por aquellos que, por saberse elegidos, se sienten distintos al resto, se sienten los únicos merecedores de las promesas de Dios.

No han cambiado mucho las cosas, más de 2000 años después. Sigue escociendo el Dios-amor que hace salir el sol sobre buenos y malvados, que deja a las 99 ovejas «buenas» para salir en busca de la perdida, que recibe entre sollozos al hijo perdido y le prepara un banquete, que muere crucificado sin maldecir, sin acusar, sin juzgar, sin retorcerse en sus ideales. Sigue escociendo el Dios-amor que no se defiende, que no replica, que no mezcla al César en sus asuntos, que habla con mujeres y juega con niños. Sigue escociendo. Porque muchos creen en otro Dios.

Sigo, Señor, necesitando purificar mi fe. Sigo necesitando una mirada más limpia para acogerte y para salir a los caminos de la vida a acoger a todos mis hermanos, curarles, sanarles, anunciarles tu amor. Sigo necesitando un corazón más grande y menos endurecido, que juzgue menos, que exija menos, que reclame menos, que dé más. Ayúdame, Padre, a parecerme más a Ti.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Calasanz, cerca de ti – 25 de agosto

Buenos días a todos. En el argot escolapio, «hoy es Calasanz». El caso es que la Iglesia nos regala este 25 de agosto para celebrar la memoria de nuestro Santo Padre Fundador, José de Calasanz, ese aragonés de nacimiento y romano de adopción, que encontró en la educación a los niños su lugar en el mundo. Pero ¿cómo podemos celebrar hoy la memoria de un personaje ya tan archiconocido para nosotros? ¿El objetivo es llenar nuestros whatsapps de felicitaciones o podemos ir un poco más allá? Os propongo estas pistas que pueden ayudarnos:

  1. Celebra que Calasanz sigue vivo. Parece una obviedad pero a veces nos olvidamos que el espíritu de Calasanz, su carisma, sigue hoy presente entre nosotros. Es un día ideal para dar gracias por la vida entregada de tantos religiosos y laicos que, como José, han encontrado en la educación a los niños y jóvenes su manera de seguir a Jesús de Nazaret. Son vidas entregadas, gastadas, llenas de surcos, raspazos, heridas; llenas de historias vividas, de nombres concretos, de pequeñas «galileas» que, a lo largo del mundo, han sido testigos de la acción transformadora de Dios a través de la educación.
  2. Celebra que Calasanz está cerca. No estás solo. Cierto que la vida en un claustro, en una escuela, en una casa de acogida no siempre es fácil. Cierto que muchas veces no es fácil trabajar en equipo, junto a otros. Pero no es menos cierto que el Señor y Calasanz nos acompañan a través de la cercanía de nuestros compañeros y compañeras del día a día, a través de nuestros alumnos, de sus familias.
  3. Celebra que Dios te sigue llamando. La Fraternidad, las Escuelas Pías, los «trastéveres» del mundo, te esperan, esperan tu respuesta, esperan lo mejor de ti. Saber que pese a todas nuestras imperfecciones, nuestras medianías, nuestras incoherencias, nuestras fragilidades, somos llamados, debería ser una inyección de amor. En esta época de vacunas y distancias, estamos llamados a vacunarnos contra la indiferencia, contra el «yo no podré», contra el «no se puede hacer más», contra el «así no vamos bien». Estamos llamados a ser samaritanos de la escuela y en la escuela, samaritanos con olor a tiza.
  4. Y por último, celebra que tu vida está llena de niñez y juventud. Son los pequeños los que nos salvan y los que nos marcan el camino del cielo. Son los pequeños y los jóvenes los que nos recuerdan que la vida hay que vivirla y no sólo pensarla. Son ellos los que conocen caminos privilegiados a la eternidad. Son un ejemplo diario, para nosotros, de cómo fraguar amistades, de cómo disfrutar de las pequeñas cosas, de cómo cometer errores y salir adelante, de cómo superar las dificultades, de cómo atreverse a dar pasos sin calcular mucho los riesgos, de cómo ser, en definitiva, ciudadano de un Reino sin muchas seguridades pero lleno de promesas y futuro.

Ojalá sea un día bonito para todos, en el que podamos resituarnos, renovar las claves de nuestra vocación y cargar pilas para el curso que se avecina.

Un abrazo fraterno – @scasanovam