Ánimo, soy yo, no tengáis miedo (Mc 6,45-52)

Hoy en España es día grande. La noche de los Reyes Magos, previa Cabalgata, creo que es una de las noches más especiales del año en la que se pone en juego lo mejor que llevamos dentro: el niño que vive nosotros, el pequeño que se manifiesta.

Fuera de regalos y celebraciones , en la Epifanía se celebra la manifestación de Dios niño ante los pueblos del mundo representados en los tres magos sabios venidos del Oriente. Es como si estos tres personajes, guiados por las Palabras de Cristo en el Evangelio de hoy, dejaran sus miedos a un lado y descubrieran que vale la pena jugarse y gastarse la vida en pos del Dios niño que les invita a ir a su encuentro. También nosotros somos llamados a eso y, aunque muchas veces, no percibimos más que la grandeza de algo que está sucediendo sin llegar a ponerle nombre, debemos dejar nuestras seguridades y emprender el viaje largo y costoso de encuentro con Jesús.

En la cara de nuestros hijos la mañana de Reyes se plasma  la capacidad de sorpresa, la ilusión por la vida, la capacidad de creer más allá de lo real en algo mejor que me impulsa. ¡Felices Reyes!

Un abrazo fraterno

Que en sus días florezca la justicia (Sal 71)

El Salmo nos trae un deseo y, tal vez, el Evangelio el camino para que se haga realidad. El Salmo es la expresión del cristiano que se arrodilla a pedir al Padre paz y justicia para el mundo. En un mundo, el de hoy, en el que sigue habiendo gente abandonada, niños malnutridos, muertes por hambre y guerras y en donde los gobiernos y los poderosos siguen gastándose miles de millones en armas o en especulaciones bancarias… este mensaje y este deseo sigue siendo tremendamente actual. La crisis económica creada por unos cuantos no ha vuelto más que a machacar a los más humildes de la sociedad.

Pero expresar este deseo ante Dios no me exime de responsabilidad. La justicia social y la paz no son aspectos que dependan de los gobiernos exclusivamente. Jesús me enseña el camino: «Dadles vosotros de comer». Si tengo, estoy llamado a dar. Mientras haya, estoy llamado a compartir. Este es el secreto del milagro. Y creo sin duda que tengo. Tengo dinero, tengo bienes, tengo energía, tengo palabras, tengo sonrisas, tengo tiempo… Mientras nos encerremos a orar pidiendo y pidiendo en lugar de salir a dar… poco en este mundo cambiará.

Ojalá en este 2010 seamos más, sean más, los que se deciden a dar de comer al mundo que tiene hambre.

Un abrazo fraterno

Curando las dolencias del pueblo (Mt 4,12-17.23-25)

El Evangelio así lo hace ver. La gente seguía a Jesús masivamente porque curaba las dolencias del pueblo. Un encuentro con Jesús curaba las heridas que uno tuviera. Escucharle, tocarle, sentirle, mirarle, pedirle… bastaba para que se obrara el milagro.

Nada ha cambiado. Creo profundamente que el encuentro personal con Jesús es el único generador de milagros. Poner tu vida a la luz de Cristo, pedirle compasión, saberte necesitado de su mano, escuchar sus palabras y cambiar la vida. Ese milagro sigue sucediendo día tras día cuando nos decidimos a no perder el norte.

Hoy, además me ha llamado la atención la vida de los tres santos del día. Entre ellos hay una madre de familia americana: Santa Isabel Ana Bayley Seton. Gente corriente que mira su vida en Cristo y actúa en consecuencia sin hacer cosas demasiado extraordinarias. Vale la pena.

Un abrazo fraterno

Confía tu juicio al rey (Sal 71)

La verdad es que no se puede expresar mejor el consejo que yo necesito para este tiempo que me está tocando vivir lleno de caminos alternativos que se abren ante mis ojos. A veces me agobio pensando cuál es por el que debo transitar y, otras veces, escuchando Palabras como ésta, reposo en el Señor y espero que, de una manera u otra y sin entender cómo del todo bien, me haga ver a través del soplo de su Espíritu cuál es el camino que me llevará a la felicidad verdadera y con el cual se podrá cumplir eso que cuenta la hermosa primera lectura de Isaías: «las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes al resplandor de tu aurora.»

Amén.

Un abrazo fraterno

Yo soy el que grita en el desierto (Jn 1,19-28)

Es reveladora la figura de Juan Bautista en este comienzo de año. Digo reveladora porque creo que me merece mucho la pena interiorizar este pasaje evangélico de hoy. No me es nada sencillo, aunque creo que he dado muchos pasos, asumir que yo no soy quien cambia las vidas de la gente. Yo no soy por quien las personas toman decisiones más o menos «de Dios». Yo no soy el Mesías. Yo soy una herramienta, un candelero, un grito, un enviado de Dios. Es Él quien cambia, quien transforma, quien suscita…

Asumir esto trae a mi vida responsabilidad y también paz. La responsabilidad de tener que gritar en el desierto, de ser una voz que clame ante las injusticias, de ser alguien austero, que vive feliz en lo sencillo, que da testimonio de su pobreza material y de su riqueza espiritual, que denuncia lo que ofende a Dios. Pero también me trae paz porque no me cargo con tareas que no me competen, porque valoro fracasos y éxitos de otra manera, porque me bajo del pedestal y descubro que mi debilidad también incluye resbalones, tropiezo, infidelidades, etc. y que tampoco pasa nada…

En este 2010 que acaba de empezar, me fijaré más en Juan Bautista.

Un abrazo fraterno

El Señor nos bendiga (Sal 66)

Este es el primer post del año que comienza. La primera entrada del año 2010.

Pocas veces he empezado el año tan bien. Acostarme a las 3:30 esta noche no ha impedido que a las 9:15 estuviera en pie, abrigo y gorra en mano, saliendo a buscar churros como manda la tradición popular. En Coruña a esas horas se estaba de vicio. No llovía, hacía fresquito y las calles estaban casi vacías, exceptuando el ligero goteo de los jóvenes que volvían a sus casas en pandilla tras la fiesta nocturna. Me hubiera quedadndo paseando un buen rato en soledad. Subí los churros a casa, desayuné y luego me fui a misa de 10:00. Cortita, sencilla pero que me infundión el estado de ánimo ideal para empezar un año con buen pie: encontrándome conmigo mismo, acompañado por mi silencio y la palabra del Padre.

Por último, sentado frente al sofá, como es tradición en la familia Casanova-Miralles (y ahora en la Casanova-Morales), para darle la bienvenida real del año: desde Viena y a ritmo de valses, disfrutando con los trajes glamurosos de las bailarinas, con la elegancia de los músicos, con las notas más hermosas jamás compuestas… Es un comienzo de año «espiritual» pero es que hace ya tiempo que me cansé de las fiestas, de las aglomeraciones, de las fachadas y las mascaradas y, aunque entiendo que hay una edad para todo, también reconozco en mi la capacidad de disfrutar de la vida que se me regala de verdad.

El salmo viene a expresar perfectamente los deseos para este nuevo 2010. En el día de María, cerca de Jesús, y después de mirar atrás haciendo balance, no queda más que pedir bendiciones al Señor y esperar que poco a poco la luz del Evangelio se vaya abriendo camino en las oscuridades del mundo.

¡Bienvenido 2010!

¡¡DIOS SE HACE PRESENTE EN MI VIDA!!

Contaba en su homilía el cura durante la Misa del Gallo de ayer noche que, desde antiguo, en las noches especiales, los hombres contaban historias. Al calor de una hoguera, a la luz de la luna, junto a los suyos… las noches especiales fueron siempre noches para contar historias. Y que en Nochebuena no estaría mal contarnos nuestra propia historia a la luz del Dios que nace. Me encantó esta reflexión.

Bajar a la Misa del Gallo es algo que me gusta y que, cuando no lo hago, siento que algo falta. Las noches especiales son noches para contar tu propia historia celebrando junto a otros, junto a Dios, que eres amado, que eres querido, que estás cuidado, que hay alguien que vela por ti y que vigila tus pasos. Pasa lo mismo la noche de Pascua. Poco a poco es sentir que la cena de Nochebuena es el magnífico preludio de la celebración que viene después.

La celebración del nacimiento de Jesús está siempre cargada de actualidad. Hay gente a la que le cansa celebrar siempre lo mismo y caer en la rutina familiar de quién no recuerda qué está celebrando realmente. Yo nunca soy el mismo. Siempre afronto la Navidad de manera distinta. La llegada de Jesús siempre llega en circunstancias cambiantes. Lo que no cambia es que es necesario recordar al menos una vez al año de manera intensa que Dios está presente, me sale al paso, se abaja a mi realidad. Está no para cambiar mis circunstancias y convertir mi vida en una senda llana sin dificultades. Tampoco lo quiero. Está para acompañarme, para cogerme de la mano, para cogerme entre sus brazos, para ponerme el hombro, para secar mis lágrimas, para mirarme con dulzura y comprensión, para gritarme que puedo, para insuflarme ánimo, para marcarme la senda, para susurrarme que me fíe, que no desfallezca, que no me detengan mis miedos…

Dios hecho Niño es la imagen de un Dios sencillo, puro, sin dobleces, juguetón, cariñoso, transparente, necesitado. Admirar el misterio. Quiero admirar el misterio. Ponerme delante y admirarlo. En silencio. Y dejarme transformar. Y dejarme acariciar.

Un abrazo fraterno y ¡FELIZ NAVIDAD!

Se le cumplió el tiempo del parto (Lc 1,57-66)

Me ilumina enormemente la Palabra de hoy. Tal vez también a mi me ha llegado el tiempo del parto. Esta va a ser mi Navidad. Lo que Dios había gestado en mi, y sigue gestando, empieza a empujar con fuerza queriendo salir. No sé si ya he roto aguas o sólo estoy en los días previos, cuando las contracciones empiezan a dar buenos meneos. Lo que parece claro es que empiezo a sentir que es momento de dar a luz, de parir a la luz de Dios que llevo en mi.

Un parto es doloroso pero, a la vez, la mayor experiencia de creación que Dios ha podido regalar a los hombres. Parir es romperte, vaciarte, entregarte, es perder y ganar, es multiplicar.

Esta es mi Navidad. Atento al rumor de los vientos que llegan con el Cristo que nace. Pobre. Temeroso. A flor de piel. A la escucha. Lleno de Dios.

Un abrazo fraterno

Se postraron ante el Señor (1Sm 1,24-28)

No es sencillo reconocer que lo que uno tiene no es suyo realmente. Tendemos a poseerlo todo, incluso a las personas. La actitud de Ana en la primera lectura de hoy me ayuda como padre a meterme en la cabeza que mis hijos son un regalo, un préstamo.

Ayer precisamente fueron protagonistas de respectivas celebraciones navideñas en la guardería y en la Escuela de Música. Tanto uno como otro expresaron con sus gestos, sus bailes, sus cantos, sus miradas, sus manos… lo que llevan dentro y lo que van aprendiendo y creciendo. Cada uno distinto. Cada uno con sus dificultades y sus facilidades, con su manera de entender el mundo en el momento concreto que les toca vivir. Y a nosotros, como padres, no nos queda más que observar, acoger y aplaudir con cariño. Es un mágico misterio descubrir que cada uno de ellos está pleno de una forma de ser moldeable todavía pero distinta a cada uno de la familia. Sensibilidades diversas, miedos distintos, formas de expresar cariño divergentes… Cada uno es sagrado. Con ellos, por ellos… sólo queda postrarse ante el Padre, agradecer, adorar…

Ojalá Dios conserve en Esther y en mi el cuidado de no pisotear ese terreno sagrado y de sorprendernos con el color que las flores van tomando aunque no sea el color que uno hubiera elegido. Poco a poco aprendiendo a ser padres también. Adviento también es un tiempo de aprendizaje para los papás y mamás que, como María y José, se enfrentan a una nueva realidad que cambia sus vidas día a día, que los transforma, que nos transforma.

Un abrazo fraterno

Él es mi auxilio y mi escudo (Sal 32)

En la línea de mis sentimientos de estos días recibo hoy con gozo el salmo 32. Ese final lleno de confianza en el Padre y en sus proyectos me anima a buscar la verdad de mi vida y a no tener miedo de apostar por aquello qu discierna «de Dios para mi». Sé que toda mi fuerza radica en Él y que mi vida está en sus manos. No porque Él la manoje a su antojo sino porque la sostiene en las consecuencias de mi libertad.

Estamos ya en la semana de Navidad y la espero con ganas. El domingo ya está en el horizonte. Tengo ganas de ir a Coruña con los míos.

Un abrazo fraterno