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Jesús, ideal para tu dieta (Mateo 14, 13-21)

Hoy es de esos días en los que la primera lectura y el Evangelio van tan íntimamente relacionados que es precioso hacer oración con ambas.

Me sorprenden las palabras que Moisés le dirige a Dios. Son palabras de un hombre extenuado, cansado, que soporta un peso tremendo y que, a veces, llega a su límite. Carga con un pueblo desagradecido y protestón, que parece que no es capaz de agradecer a Yahvé su salida de Egipto, su protección, su maná…  Moisés es también, como ya comenté en días previos, un hombre que habla cara a cara con Dios. Sin miedo. Sin tapujos, Con plena confianza. Quejándose cuando lo considera oportuno, pidiendo fuerzas, soluciones, salidas, perdón… Su actitud me hace reflexionar sobre mi manera de dirigirme al Padre, posiblemente no tan confiada, sí más respetuosa.cuerpodecristo

Israel está cansado del maná y pide carne y pescado. Israel quiere comer otra cosa. El maná ya no le sacia. El Evangelio da la solución. Jesús es el verdadero alimento, Jesús es el Pan que sacia, el Pan que colma, el Pan que se derrama y se reparte a manos llenas.

Yo, tan preocupado por mi alimentación y mi dieta… ¿tengo esto claro? ¿Tengo claro que Jesús es el alimento perfecto? Jesús no engorda. Jesús no sube el colesterol. Jesús no da hambre. Jesús no acumula grasa en las arterias. Jesús se puede repartir. Jesús llega para todos. Jesús es calma en mis días de ansiedad, es lujo para una cena especial, es amor para el que no tiene nada que llevarse a la boca. ¿Por qué como tantas cosas que no me sacian y frecuento tan poco el alimento que va directo a mi alma, a mi corazón, a todo mi ser?

Cuando incorporo a Jesús a mi dieta, y lo hago la base de mi pirámide alimenticia, la vida se convierte en un auténtico milagro.

Un abrazo fraterno

No me pierdo este festín por nada del mundo (Isaías 25,6-10a)

Ýa lo dijo Isaías… Y luego vino Jesús y dio de comer a todos los que habían ido aquel día a aquel monte.

Fíjaos en los términos de Isaías: festín, manjares suculentos, vinos de solera, enjundiosos, generosos… ¡Éste es nuestro Dios! El que nos sacia, en el enjuga nuestras lágrimas, el que nos prepara un banquete inigualable… el que convierte nuestra vida en una fiesta cuando nos decidimos a ponerla a sus pies, bajo su manto…

te amo

¿Quién no quiere esto? ¡Yo no me lo pierdo por nada del mundo! ¡A ésto soy llamado! ¡A ésto soy convocado! ¡A ésto soy invitado! La escena es brutal… Mi Dios preparando un gran banquete para mi, para ti, para todos… ¡Es brutal!

Yo voy a ducharme, a arreglarme, a perfumarme y a ir saliendo. No quiero faltar.

Un abrazo fraterno

¿Por qué comentáis que no tenéis pan? (Marcos 8,14-21)

Este pasado fin de semana fue muy rico en muchos aspectos. Asistí al II Simposium Educativo de las Escolapi

as en Cullera y la experiencia valió la pena. Primero por el factor humano, social y relacional. Conocí a gente maravillosa y entregada a la educación con los que también pude charlar, reir y compartir las horas juntos. Y luego el factor

intelectual, pastoral… escuchando a ponentes y a comunicadores hablar de los nuevos retos que se nos estaban presentando así como las nuevas respuestas que se estaban empezando a poner en marcha en los distintos colegios. Pero tal vez lo mejor fue terminar el fin de semana con el convencimiento de que «hay pan», de que podemos dar de comer a los hambrientos si miramos a través de los ojos de Jesús y cada uno está dispuesto a poner lo que tiene, que es mucho. Ése fue el milagro de la multiplicación: generar las actitudes necesarias para que cada uno esté dispuesto a poner lo que tiene.

Y sobrará con la ayuda del Padre…

Un abrazo fraterno

Yo soy el pan de la vida (Jn 6, 30-35)

Soy de los que no saben comer sin pan. Me falta algo. No sé cómo acompañar los platos. Es algo absolutamente imprescindible en mi «dieta». Cuando Jesús viene y se equipara con el pan, a mi no hace otra cosa que surgirme hasta qué punto no se vivir sin Jesús. Hasta qué punto me falta algo. Hasta qué punto no se acompañar las circunstancias que me rodean. Hasta que punto, Jesús, es imprescindible.

Jesús, alimenta mi vida.

Un abrazo fraterno