… y brotó agua (Nm 20, 1-13)

Brotó agua de la roca. En el desierto. Ahí es donde Dios se manifiesta. Y lo que me sugiere hoy esta imagen tiene mucho que ver con lo que soy. Porque parte de mi es roca. Porque parte de mi está deambulando todavía por el desierto sin saber muy bien adónde dirigirse. Y ahí Dios se manifiesta. Dios genera vida con lo poco que yo pongo encima de la mesa. Dios hace brotar agua de mi, por mucha roca y por mucha arena que haya. ¡Esto es magnífico! ¿O no?

Realmente tengo que reconocer que se me polen los pelos de punta si me paro a pensar en lo poco que soy y en lo poco que puedo y lo mucho que hace Dios a través de mi. De mi agua bebe mi mujer y se sacian mis hijos. De mi agua se refrescan mis hermanos de comunidad. Con mi agua aguantan mejor el calor compañeros de trabajo, amigos, conocidos y aquel a quién sólo puedo sonreir o saludar. Eso es lo grande que hace Dios conmigo.

Ese agua que brota no es mía. Y no es mío el poder de hacerla brotar en los peores momentos. Pese a mi desconcierto, pese a mis enredos, pese a mis fracasos, pese a mis insatisfacciones, pese a mis inseguridades, pese a mis fachadas y caretas, pese a mis heridas… ¡pese a todo eso!… ¡El agua brota! ¡Qué grande y bueno eres Padre! Que no cese ese agua de brotar, que no cese de regar, de alimentar, de generar vida, de calmar sed, de humedecer sequedades, de aliviar del calor… ¡Que siga brotando agua!

Un abrazo fraterno

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En este desierto se consumirán… (Nm 13, 1-2.25-14, 1.26-30.34-35)

desierto.jpgA veces se presenta ante nosotros una tierra buena. Se nos enseñan los frutos. Los vemos y… la rechazamos. Se nos hace todo una montaña. Vemos los esfuerzos a realizar. Descubrimos que, pese a ser promesa de Dios, no está exenta de dificultades. Y eso ya no nos sirve. Queremos que Dios nos dé las cosas hechas. Y eso, nuestro Padre que nos ama, nunca lo va a hacer. Porque nos ama. Y preferimos el desierto. Preferimos morir en él que luchar por la vida que hay al otro lado de las montañas… Y Dios, en esa situación, nada puede hacer…

Un abrazo fraterno

El viento era contrario (Mt 14, 22-36)

A nivel eclesial creo que vivimos sin duda en un tiempo donde el viento es contrario a la marcha. Avanzar es complicado y la aventura de la fe es algo que se antoja complicado, dificultoso. Todo va en contra: la situación familiar actual, el relativismo generalizado, el materialismo asfixiante, la descreencia generalizada, los problemas y dificultades dentro de la propia Iglesia… Hay momentos en que, a nivel personal o comunitario, uno siente que navega solo en este amplio y revuelto mar.

La experiencia de Dios en esta situación es confusa. A veces no se percibe su presencia con claridad ni se acaban de interpretar los acontecimientos con suficiente nitidez.En estos tiempos de dificultad hasta la presencia del Señor está falta de certezas y de perfiles definidos. Muchas veces intuyes cosas, vives situaciones, intentas crecer como persona, curar heridas y mirar hacia adelante pero todo se hace duro cuando el mar bate y el viento sopla. Sabernos en medio de esta «tormenta» debe ayudarnos a situarnos también nosotros para no perder energías innecesarias y, a la vez, mantener la esperanza de que cuando la tormenta pase todo volverá a su sitio.
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Los sentimientos contradictorios se agolpan en la epidermis. El miedo a que nuestros proyectos más íntimos se vengan abajo. El miedo de sucumbir en las inclemencias. La tristeza de sentirte y saberte solo, de saber que en tu mano está tu vida. La fortaleza del que quiere vencer, seguir luchando. La esperanza del que ve al Señor detrás de la tormenta, aunque esté en la lejanía. ¡Qué mezcla! ¡Difícil manejarlo!

Pero siempre la palabra del Señor es más fuerte: «ÁNIMO. SOY YO. NO TENGÁIS MIEDO». Cuando Jesús vuelve a ser el centro, cuando su presencia es real, cuando vuelve a la barca… la tempestad amaina. Llegar a ese punto es a lo que nos llama hoy la Palabra pero también nos llama a resistir en la barca, porque es la nuestra, porque es real…

Un abrazo fraterno 

¡Qué bien se está aquí! (Mt 17, 1-9)

Yo he tenido esa experiencia de paz espiritual haciendo un retiro, en una convivencia, apartado de mi cotidianeidad… Es la misma sensación de Pedro en el Evangelio de hoy: ¡Qué bien se está aquí!. Y uno sabe, y experimenta luego, que la vuelta a la realidad nos trae la brusquedad de las complicaciones, la insatisfacción de comprobar que volvemos a estar en lucha continua. De paz, nada de nada.

La Iglesia, nuestros grupos de jóvenes, nuestras comunidades, nuestros entornos… producen buenos frutos pero también están rodeados del peligro de la comodidad, del «hacer tres tiendas», del «estufismo», del estar muy a gustito, muy calentitos… Sin salir al mundo real, sin enfrentarnos con las injusticias, con la boquita callada, sin meternos en problemas, metiditos en nuestros templos, criticando lo de fuera, evitando riesgos, dolores, sufrimientos…

Una voz vino del cielo: «Escuchadlo». Y escuchando a Jesús, viéndole, siguiéndole… podemos concluir que el que le sigue de verdad tendrá difícil encontrar el momento para repetir la frase de Pedro. «No vine a traer la paz sino la espada…» Más claro, agua… A ver qué hacemos ahora con nuestro chiringuito personal tan razonadamente sustentado…

Un abrazo fraterno

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Lienzo extraido de ArteTotal. Pincha aquí para información sobre la autora.

No haréis trabajo alguno (Lev 23, 1.4 – 11.15-16.27.34b – 37)

diesdomini.jpgEsta Palabra del libro del Levítico de hoy me recuerda cuánto hemos «relajado» el sentido del domingo dentro de nuestra vida cristiana. A veces se oyen voces muy críticas con la supuesta rigidez islámica en cuanto a la oración, las peregrinaciones, el Ramadán… pero se echa de menos entre nosotros esa seriedad con respecto a la vivencia del domingo y de otras festividades.

Recuerdo con especial alegría mi lectura de la encíclica de Juan Pablo II «Dies Domini» en la que explicaba y profundizaba en el sentido santo del domingo. El domingo es un día para Dios. Eso no quiere decir que haya que estar en la iglesia y rezando todo el día. Lo más importante tal vez sea disfrutar de la creación y de la propia vida en toda su consciencia y profundidad para lo que es necesario cierto descanso, cierta relajación, ausencia del trabajo, etc.

Hoy hemos perdido el rumbo. No valoramos el tiempo de descando ni el tiempo de ocio. No valoramos la naturaleza ni el tiempo para disfrutarla. No disfrutamos la posibilidad de juntarnos y unirnos en una asamblea que celebra una misma fe. No sabemos poner el trabajo en el lugar que se merece.

Creo que es hora de luchar por recuperar el sentido del domingo…

Un abrazo fraterno

Los buenos en cestos, y los malos los tiran (Mt 13, 47-53)

Es posible que en la hora final haya rechinar de dientes. Reconozco que me cuesta imaginármelo dada mi profunda visión de un Dios misericordioso… Desde luego, si hay rechinar de dientes no será porque Dios quiera… Pero la lectura de hoy me ha llegado por otro sitio: esa imagen del pescador que, después de la faena, se sienta en la orilla y separa lo bueno de lo malo y mete lo bueno en cestos y tira lo malo.

Lo bueno y lo malo coexiste en mi. No hay personas buenas y personas malas. Todos tenemos bueno y malo en nuestro interior. Tal vez sea ese «sentarse en la orilla» y ese «meter en cestos y tirar» lo que marque la diferencia entre unos y otros.

Sentarse en la vida es fundamental. Pararse de vez en cuando y abandonar la rutina y el quehacer diarios para dedicarse a ver qué somos, qué puede querer Dios de nosotros y qué podemos hacer. Hay cosas que no se pueden hacer corriendo, ni siquiera andando. La pausa, la parada es necesaria.

Y luego viene el descubrir qué hay de bueno y de malo en cada uno y decidir qué hacer con ello. Y aquí me voy a remitir a una cita de la última película de Harry Potter. Sirius le dice a Potter: «Todos tenemos luz y sombras en nuestro interior. Lo que decidamos potenciar… ¡eso es lo que somos!»…

Un abrazo fraterno

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… con la piel de la cara radiante (Ex 34, 29-35)

moises10mand.jpgEn cada encuentro con el Señor, Moisés cambia. Él no lo sabe pero a los ojos de los demás algo grande ha sucedido. Nada puede ser igual después de haber experimentado un encuentro real con el Padre. Nada puede ser igual. Ni uno mismo. Es lo que dice el Evangelio: «cuando uno descubre el Reino… va y vende todo lo que tiene…». Descubrir al Padre, conocer el Reino es algo tan grande que uno no puede hacer como si nada hubiera pasado. La mirada no puede ser la misma, ni el habla, ni los gestos, ni las relaciones… Es algo que no se puede ocultar.

Un abrazo fraterno

Tienda del encuentro (Ex 33, 7-11; 34, 5b-9.28)

Me gusta esto de «la tienda del encuentro». Y más en una época tan convulsa para la humanidad donde parece que las diferencias entre nosotros prevalecenmás que las semejanzas. Moisés y Dios están por entenderse, hacen por encontrarse. Y eso nos interpela hoy de manera clara en la manera de entender nuestras relaciones, en la manera de entender el diálogo interreligioso, en la manera de entender el diálogo intercultural, en la manera de entender la integración racial y la inmigración…
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Pienso que poco más puedo decir hoy. Que me encantaría seguir colaborando en esta tarea de levantar este «tienda del encuentro». Que me encantaría seguirme encontrando con personas y con Dios.

Un abrazo fraterno

Es la más pequeña de las semillas (Mt 13, 31-35)

Plantar es un arte. La horticultura no es para todos. No todo el mundo tiene claro qué hay que plantar, cuándo hacerlo y dónde hacerlo. Tres palabras importantísimas: qué, cuándo y dónde. Porque no todo es semilla. Porque no siempre es el tiempo idóneo. Y porque no todo terreno es óptimo para ello. A veces no le damos la suficiente importancia a estos tres importantes vocablos en la tarea del apostolado. Ilusionados con la tarea encomendada salimos alegres a anunciar lo que uno ha descubierto, a proponer lo que le ha sido propuesto. Y, muchas veces, nos llevamos palos. Muchas veces nos decepcionamos. Muchas veces nos desanimamos.
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No todo es semilla. Porque no todo es «de Dios para alguien». Porque mucho de lo que plantamos tiene más de nosotros que de Dios. A veces nos gusta hablar, catequizar, ponernos como ejemplo, hablar sobre nosotros, aconsejar a los demás, arreglar y opinar sobre sus vidas… y no todo es semilla.

No siempre es el momento propicio. No todo el mundo tiene los mismos tiempos. Unos dan pasos pequeños y otros largos. Hay quienes han decidido pararse. Muchas veces las personas se bloquean, otras veces se entusiasman en exceso. No es lo mismo «en caliente» que «en frío». Un guerrero debe saber abandonar la batalla a tiempo. Eso le permitirá no combatir en vano y regresar en el instante oportuno.

No todos los terrenos están preparados. ¡Cuánto nos preocupamos de sembrar y qué poco de preparar antes los terrenos! ¡Cuántas veces queremos hablar de Dios y de compromiso sin ni siquiera valorar si el receptor es capaz de «sintonizar» nuestra emisora! No tengamos tanta prisa. Invirtamos en futuro. Preparemos los terrenos. Así será más fácil que las pequeñas semillas germinen…

¡Cuánto por aprender!

 Un abrazo fraterno

Está embotado el corazón de este pueblo (Mt 13, 10-17)

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(De en- y boto).

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1. tr. Hacer romos filos y puntas de las armas y otros instrumentos cortantes. U. m. c. prnl.

2. tr. Enervar, debilitar, hacer menos activo y eficaz algo. U. t. c. prnl.

 El mundo desactiva su corazón. El corazón del mundo está debilitado. Ha dejado de ser eficaz. Calculamos todos. Medimos riesgos. Planificamos bodas, nacimientos y, casi, muertes. Nos ha calado el mensaje de que el mundo es así, competitivo. Nos están enseñando a rodear el corazón de cosas, a taponar las arterias del amor con posesiones, tecnología, lujos. Los políticos hacen encuestas y planifican sus propuestas en clave de victoria electoral, nos usan, nos manipulan, nos engañan. Dios no está de moda. Ni las normas, ni la autoridad, ni la disciplina. Las familias están rotas y el panorama es desolador. El sexo también está embotado. A corazón embotado, sexo embotado. La gente dice que es feliz pero no lo es realmente. Nadie se conoce ni quiere hacerlo. Somos profesionales de la huida, de taparnos los oidos y no girar la mirada.

Por eso el Padre hoy, con mganífica pedagogía, prefiere hablar en parábolas. Tal vez sea tiempo de hacer lo mismo.

Un abrazo fraterno