Devuélveme la alegría de tu salvación (Sal 50)

Hoy es Miércoles de Ceniza. Hoy comienza la Cuaresma. Esos 40 días de preparación de cara a celebrar de manera cada año más consciente la Pascua, el paso del Señor por mi vida. Las lecturas de hoy nos exhortan al ayuno, a la reconciliación, a la purificación… y en ese tono tantas veces malentendido yo me encuentro con estas palabras del salmo que creo que resumen la actitud a tomar ante la cuaresma y la Pascua.

El Señor nos llama a volvernos hacia Él. En el Evangelio nos exhorta a perfumarnos la cabeza y lavarnos la cara en nuestro ayuno. No son días ni gestos para sacrificarse, para humillarse, para sufrir… No son días para fustigarse, lamentarse, autocompadecerse o autoflagelarse. No se trata de ver «lo malo que soy» y a base de sacrificios ganarme de nuevo la confianza y el amor del Padre. Creo que no se trata de eso. Se trata de coger nuestra vida en nuestros manos. Hacer un esfuerzo por ser consciente de todo eso que me hace infeliz, de todas mis ataduras, de todas mis esclavitudes… Se trata de coger todo eso y girarme hacia el Padre tantas veces manipulado y abandonado. Se trata de caminar hacia Él y llegar a experimentar su acogida amorosa, su abrazo sincero, sus besos liberadores, su perdón infinito, su AMOR… Son cuarenta días para prepararme para ese cara a cara con el AMOR de Dios. Dios no me quiere triste y mediocre. Me quiere perfumado y alegre. Alegre por sentirme querido. Alegre por sentirme salvado… pese a todo, pese a mi. Esa es la Buena Noticia para la que nos tenemos que preparar esta cuaresma…

¡Qué fácil es dejar de comer carne los viernes! ¡Qué fácil llenarse la cabeza de ceniza! ¡Qué fácil no poner música en Viernes Santo! Se nos llama a algo más complicado: dejarnos de chorradas y enfrentarnos de una vez con lo que somos, con lo que hacemos y, con eso, caminar a Dios para, de una vez por todas, dejar que nos ame de verdad. ¡Ojala sea así!

 Un abrazo fraterno

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Prepárate para la prueba (Si 2, 1-13)

Para mi ésta es una de las lecturas más hermosas de la Biblia. Puede ser que su aparición en momentos claves en mi vida, ante decisiones importantes, sea parte de la causa de que me guste tanto. Es una lectura para saborear, palabra a palabra. Saboréala. Te lo recomiendo. Degústala. Es reconfortante, esperanzadora, curativa, sanadora, refrescante.

 Sus palabras cargadas de realismo nos incomodan, al menos a mi… No nos gustan «las pruebas». No nos gustan «las vacas flacas». No me gusta sufrir. El Señor, hoy, nos lo deja claro: prepárate. La prueba siempre llega, antes o después. La prueba es inherente al caminar. No hay camino sin dificultad. No hay búsqueda sin desánimo. Yo no entiendo aquí que sea Dios quien me lanza la prueba, quien viene a auditarme como seguidor suyo, quien quiere probar mi fe. Estoy convencido de que de lo que el Padre me avisa hoy es de que, en el mundo (el de antes y el de ahora), seguirle a Él tiene sus consecuencias, la propia vida sin más trae sus acontecimientos…

Hay veces que la prueba viene en forma de fracaso personal, de miedo paralizante, de oscuridad vital, de pesimismo crónico, de melancolía insana, de impaciencia, de dolor físico, de soledad… La prueba es siempre personal y, posiblemente, sólo la identifica como prueba aquel que la sufre. Por eso cada uno tiene que prepararse, sabiendo que esto va a suceder: mantener el corazón firme, ser valiente pese a mis miedos… seguir aquello que el corazón me dicta, ir allí donde el alma me grita. Estar en sintonía con el Padre, cerca de Él, en contacto total… Corazón, Padre… Corazón, Padre… Estas son las dos palabras claves para prepararse ante la prueba.

Y aún así, ¡qué difícil! Ayúdame Señor… que la prueba es dura y yo débil y pobre… ¡En tus manos me encomiendo!

Un abrazo fraterno 

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Nada hay más seguro que tus palabras (Sal 92)

Como en mi comunidad tenemos la costumbre, buena costumbre, de leer el salmo del día entero (independientemente de los versículos que proponga el calendario litúrgico) hoy me he encontrado con este regalo: «Nada hay más seguro que tus palabras». No está así traducido en todas las biblias. Lo cierto es que la traducción de mi biblia, la Latinoamericana, me entusiasma. ¿Por qué? Porque me refuerza.
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He intentado hacer de la confianza en el Padre uno de los pilares de mi vida, ahora uno de los pilares de mi familia. Estoy convencido de que tengo ese don, el don de confiar. Muchas de las decisiones más importantes de mi vida han sido tomadas después de un buen discernimiento. Una vez descubierto aquello que creo que es de Dios para mi… ¡hasta el final! Estas decisiones a veces van cargadas o traen consigo un sinfín de inseguridades «mundanas». Pérdida de seguridad emocional, afectiva, económica… sé lo que es vivir con esas inseguridades… La Palabra de hoy viene a reforzarme en el convencimiento, en el sentimiento, de que pese a todas esas inseguridades… ¡nada hay más seguro que aquello que es de Dios para mi, que aquello que es Palabra de Dios para mi vida! «Cumple mi voluntad, busca el Reino, y lo demás se te dará por añadidura». ¡Lo creo Señor! ¡Lo creo!

Gracias Padre por este abrazo en forma de palabras, por este empujón, por este soplo de aliento fresco. Gracias por recordármelo por si me había olvidado…

Un abrazo fraterno

… se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra… (Gn 6, 5-8;7, 1-5.10)

Padre,

quiero que no te arrepientas de haberme creado. Quiero hacer de mi vida el motivo de tu creación. Quiero que mis actos justifiquen tu decisión de amor de crearme. Mírame y ayúdame. Ayúdame a saber responder a tu sueño primero. Enséñame tus caminos. Endurece mis músculos para no desfallecer y enternece mi corazón para saber parar ante el que lo necesita.

Padre, ¡que el regalo de la vida que me diste esté siendo agradable a tus ojos! ¡No te fijes en lo malo! ¡Sé condescendiente conmigo!

Gracias, Padre, por haberme creado.

Un abrazo fraterno

… serán los dos una sola carne (Gn 2, 18-25)

¡Qué hermoso es experimentar hoy este encuentro en el Paraiso de hombre y mujer! ¡Qué hermoso es sentirse obra de Dios! ¡Qué bonito descubrir que es Dios quién te ha presentado! ¡Qué apasionante vivir juntos la tarea de colaborar con el Padre en la creación inacabada! ¡Qué importancia cobra hoy y siempre la palabra UNO! ¡Ser UNO!
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A veces es difícil explicar cómo puede uno, sin perder su «ser personal» propio e intransferible, fundirse con otra persona elegida y amada para dar como resultado un nuevo ser. Mi experiencia de pareja, matrimonial, me dice que es posible. Que yo sigo siendo yo, con mis defectos y mis virtudes, con mis enredos, con mi forma de entender el día a día, con mis gustos, mis hobbies… Y ella igual. Ahora bien, hemos creado (y lo seguimos haciendo) un nuevo ser que está por encima de nosotros como personas, que nos sobrepasa. Ese ser «nosotros» es ahora más importante. Imposible negar que ahora no puede uno decidir, vivir y actuar como si sólo estuviera él. Hay que hacerlo pensando y sintiendo en el «nosotros». Pero en contra de lo que algunos «progres» se empeñan en decir eso no me hace dejar de ser yo porque es mi yo el que decide libremente apostar por el «nosotros». Lo que jode, con perdón, es que haya personas que seamos capaces, desde nuestra libertad, de apostar por algo más grande, que nos supera y que nos exige. Otros no están capacitados para hacerlo y venden su cobardía o su eterno escapismo de lo que compromete como muestra de personalidad, de progresismo.

Dios me presentó a mi mujer. Nos pidió ser UNO. Desde ese momento esa es nuestra vocación fundamental. Difícil pero apasionante… y apasionada…

Un abrazo fraterno 

Cuando contemplo el cielo… (Sal 8)

Cuando contemplo el cielo…

     … me siento tremendamente libre y afortunado.
     … te veo Padre en la inmensidad del orbe.
     … tomo conciencia de lo pequeño que soy dentro de la Madre Naturaleza.
     … dejo correr mis sueños en ser fiel a mi vocación verdadera.
     … deseo poder contemplarlo con mis hijos dentro de unos años.
     … siento que tenemos que cuidar el planeta en el que vivimos.
     … traigo momentos especiales de mi pasado en los que el cielo también fue protagonista.
     … pido felicidad para mi familia.
     … me presento ante Ti desnudo, débil y cansado.
     … doy gracias por mis sentidos.
     … me gusta verlo azul, limpio, o negro, con estrellas.
     …

Cuando contemplo el cielo, Padre, te contemplo a Ti.

Un abrazo fraterno
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¡Portones! Alzad los dinteles… (Sal 23)

La reflexión de hoy va a ser un poco distinta… Pero es que según lei el Salmo me vino la música a mi boca y también a mi corazón, la música y la voz de Juan Luis Guerra. Hace poco descubrí el disco de música espiritual que tiene publicado Juan Luis Guerra (desconozco si tiene más de uno es este estilo) y lo cierto es que me encantó. Hay una canción que es este salmo que nos toca hoy. Se entremezclan las trompetas, los tambores, la aterciopelada voz de Juan Luis Guerra, la alegría de una fe viva, la modernidad de unas formas nuevas, la sensibilidad que sólo es capaz de despertar la música.
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Sé que hoy es el día de la presentación del Señor pero sólo quiero darle gracias por esa alegría profunda que desde mis sentidos inunda todo mi ser. Pese a los problemas del día a día, pese a las incertidumbres, pese a los bajones, pese a las decepciones, pese a las dudas, pese a los silencios… mi fe tiene una banda sonora alegre, desgarbada, contagiosa…

¡Portones! ¡Corazones! ¡Mentes! ¡Sentidos! ¡Abrios todos de par en par! ¡¡Llega el Señor!! ¡¡Nuestro Dios!! ¡¡Nuestro Salvador!! Na na nanananana nanana…

Un abrazo fraterno

Te nombré profeta de los gentiles (Jer 1, 4-5.17-19)

elgranprofeta.jpg¡Qué bien hoy tu Palabra Padre!

A veces me agoto de dar testimonio en mi alrededor. A veces pienso que es inútil. Las personas, los jóvenes a los que me dirijo, están rodeados de tantas cosas, de tanto ruido, de tanto… que pienso que van a ser incapaces de hacerte un hueco, que pienso que todo mi testimonio, que toda la energía gastada en proclamar tu Buena Noticia, va a caer en saco roto. Pero hoy renuevas parte de mi vocación.

Sabes Señor que muchas veces expresé mi convencimiento de que no me llamas a evangelizar en el Tercer Mundo. Estoy convencido, y hoy más, que me llamas a evangelizar en este descristianizado y perdido Primer Mundo. Los valores y la fe se pierden rápido, Padre. No hay muchos que alcen la voz. Al que la alza se le calla pronto. Y nos vamos acostumbrando. Tú me nombras profeta. Quieres servirte de mi para gritar al mundo tu Palabra, tu voluntad, tu camino de felicidad. ¡Sírvete de mi Señor! Llévame allí donde hay dinero. LLévame allí donde no hay fe. Llévame allí donde no hay compromiso. Llévame allí donde hay Dios. Llévame allí donde lo tienen todo menos la felicidad. Llévame allí donde no hay silencio. Y ahí, en medio, dame voz y crea palabras a través de mi lengua, palabras que lleguen al corazón y llamen a la conversión.

Lucharán contra mi pero no me podrán porque Tú estás conmigo.

Un abrazo fraterno

Cantad al Señor un cántico nuevo (Sal 97)

A veces seguimos empeñándonos en los mismos esquemas, en las mismas tareas, en las mismas formas, en los mismos ritos, en las mismas tradiciones, en nuestras seguridades. A veces no, muchas veces. Hoy se nos piden dos cosas: cantar y algo nuevo.

Tal vez cantar sea ya algo nuevo. Tal vez haya que presentarse al mundo de otra manera, con menos normas y más cantos, con menos cargas y más abrazos, con menos juicios y más alegría, con Buena Noticia en definitiva. El canto surge espontáneo del corazón, no requiere ni siquiera una letra profunda. ¡Dejemos a nuestro corazón pasearse silbando alegre por el mundo! Dios nos ama. Dios nos acoge y nos acepta sin condiciones. Dios dignifica toda nuestra realidad, todo lo que somos, incluso aquello que ni nosotros mismos estamos dispuestos a aceptar. ¿No es eso motivo de alborozo, de canto, de acción de gracias?el-resucitado.JPG

Y se nos llama a nuevas formas, a nuevas palabras, a nuevas propuestas, a la misma Noticia proclamada de manera nueva. Hemos caido en rutinas, en oraciones que brotan de la mente, en inconsistencias vitales. Necesitamos renacer, volver a nacer. Lo nuevo provoca desconfianza. Le tenemos miedo. Ya nos sabemos manejar tal cual somos. Ya conocemos las situaciones del mundo. Ya nos hemos llenado de razonables excusas para justificarnos en mil y una cosas. ¿Algo nuevo? Uffff… ¡Qué miedo! ¡Qué riesgo! Empezar por uno mismo: desterrar planes y proyectos, autoconocernos y aceptarnos, presentarnos ante el Espíritu para que «le de un cambio a nuestro ser»…

Esto es signo de los tiempos. Yo me apunto pese a todo lo que va a suponer. ¡Que Dios nos pille confesados!

Un abrazo fraterno

Aquí estoy (Sal 39)

Esto es lo que quieres oir de mi boca Señor. «Aquí estoy». Expresión clara de la voluntad de querer hacer tu voluntad. En el Salmo de hoy me recuerdas que no son sacrificios ni ofrendas lo que buscas. No es eso lo que te importa. Lo que te importa es verme feliz, pleno y sabes que eso lo conseguiré a tu lado, haciendo lo que tú has soñado para mi, colaborando en la construcción del Reino desde mi libertad.

Hay muchos días Padre que sólo puedo decirte esto, «aquí estoy». Hay muchos días en los que siento que todavía no he descubierto la misión final para la que me pusiste aquí. Hay muchos días que siento que estoy al 60% de mis capacidades por el Reino, siento que busco algo más, que hay algo que me llama, que me atrae aunque no sé qué es. Voy dando pasitos pequeñitos y apoyándome en una comunidad para intentar discernir qué es lo que quieres de mi. Pero mientras mi «aquí estoy» permanece. A tu disposición.

Un abrazo fraterno

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Foto extraida de: http://flickr.com/photos/jesst