Vosotros seréis mi pueblo… sí, vosotros…

Os recogeré…
os reuniré… 
os llevaré…
Derramaré…
os purificaré…
Os daré…
os infundiré…
arrancaré…
haré…
Habitaréis…

Una tierra nueva, un agua pura, un corazón nuevo, un espíritu nuevo, un corazón de carne, su mismo espíritu…

Tremenda generosidad la de Dios con nosotros. Tremenda generosidad. Tremendo derroche de amor, cada día, cada minuto… ¿Nos hemos enterado de verdad? Pero… ¿de verdad que nos hemos enterado? Yo creo que no…

VOSOTROS SOIS MI PUEBLO Y YO VUESTRO DIOS, DICE EL SEÑOR

¡Pastores! (Ezequiel 34, 1-11)

Tremendamente dura la primera lectura de hoy. El profeta Ezequiel, dando voz al Señor, carga contra los pastores que han dejado de pastorear y que han dejado a sus ovejas a expensas de las fieras y de sus desgracias.

Hoy pongo en la oración, delante del Señor, al Papa, cardenales, obispos, presbíteros, párrocos, catequistas… pastores con diferentes grados de responsabilidad. Fueron elegidos por el Señor para cuidar al rebaño encomendado, para conocer a sus ovejas, quererlas, cuidarlas, sanarlas, guiarlas… Que el Señor les dé luz y sabiduría para realizar esta misión.

Como en todo grupo humano, hay personas que realizan su misión bien y otras mal. No soy yo quién para juzgar. Dios pedirá cuentas. Pero la responsabilidad de algunos es elevada. Más allá de posicionamientos políticos y de intereses económicos o institucionales; más alla de una imagen exterior y del prestigio; más allá del poder… están las personas, el pueblo de Dios, cada hombre y mujer con nombre y apellidos. Hoy más que nunca, necesitamos pastores que sean Cristo en medio del rebaño, que se impliquen, que sean valientes, profetas, audaces, cercanos y accesibles, sencillos… que amen mucho y se preocupen con amor de madre de las almas que les han sido encomendadas.

Amén.

Un abrazo fraterno

Los últimos y los primeros (Mateo 19, 23-30)

Cada vez que leo este pasaje del Evangelio me viene a la mente un trocito de Paulo Coelho en su libro «Manual del Guerrero de la Luz»:

Un grupo muy grande de personas está en medio de la carretera, impidiendo cruzar el camino que lleva al Paraíso.
El puritano pregunta:
– ¿Por qué los pecadores?
Y el moralista clama:
– ¡La prostituta quiere tomar parte en el banquete!
Grita el guardián de los valores sociales:
– ¡Cómo perdonar a la mujer adúltera, si ella pecó!
El penitente rasga sus ropas:
– ¿Por  qué curar a un ciego que sólo  piensa en su enfermedad y ni siquiera lo agradece?
Se subleva el asceta:
– ¿Cómo dejas que la mujer derrame en tus cabellos una esencia tan cara? ¿Por qué no venderla y comprar comida?

Sonriendo, Jesús aguanta la puerta abierta. Y los guerreros de la luz entran, independientemente de la gritería histérica.

Hoy los últimos siguen siendo los niños, los pobres, los enfermos, los ancianos… los que han querido ser libres, los que se han abajado y han vivido cerca de los últimos haciéndose como ellos… los que sufren moralmente, psíquicamente… los que han dejado…

Jesús habla de «dejar», de «dejar por Él»… de ser como aquellos apóstoles que lo dejaron todo y lo siguieron; como María Magdalena, que una vez lo conoce ya no tiene otro amor…

Es el juego del revés: EL ÚLTIMO ¡GANA!

Les esconderé mi rostro (Dt 32, 18-19. 20. 21)

La lectura de Ezequiel de hoy y los versículos de Deuteronomio son tremendamente duros. Me cuesta imaginarme a Dios en ese papel, con esa dureza. Y me surge una pregunta que me inquieta: ¿Dios castiga?

Si uno lee el AT la respuesta a esta pregunta es obvia: sí. Si ya nos vamos al NT… no queda tan claro. Jesús parece superar con el amor esa visión de un Dios castigador, justiciero y ejecutor con un pueblo pecador e infiel. Pero el castigo entra dentro de lo imaginable en un Dios Padre. No es incompatible con el amor sino más bien, como hacemos todos los que somos padres, puede ser usado de manera pedagógica. No sé. Estoy confuso en este punto.

Desde luego, viendo cómo está el mundo… a veces tengo la sensación de que se están cumpliendo esos versículos de hoy: «Les esconderé mi rostro y veré en qué acaban, porque son una generación depravada«.

Con castigo o sin él, lo que tengo claro es que Dios me ama por encima de todas las cosas, a mi y a todas sus criaturas. Y eso me llena de paz.

Un abrazo fraterno

Habita en mí y yo en él (Juan 6,51-58)

Quien come su carne y bebe su sangre…

¡Qué importante la vivencia de la Eucaristía! ¡Qué importancia comerse al Señor! ¡Qué vital tenerlo bien adentro y comulgar con Él!

Hacerse uno con el Señor, estar dispuesto a cargar con su cruz, asumir su misión como propia y amar al prójimo y al mundo como Él lo hizo. Juntarse con el resto de la comunidad y sentirse hermano e hijo del mismo Padre.

Desde pequeñito me enseñaron a comulgar y tener luego unas breves palabras con el Señor. Pedirle por mi y por los demás. Contarle al oído lo que quisiera. Susurrarle y dejarme acariciar por su voz de amor. Eso voy a hacer hoy también.

Un abrazo fraterno

Estrenad un corazón nuevo (Ezequiel 18, 1-10. 13b. 30-32)

Estos días, después de Sta. María, le estuve dando vueltas al tema del sacramento de la reconciliación.

Desde que pude, al prepararme para la Primera Comunión, es un sacramento que yo frecuenté con asiduidad. Cada 15 días, más o menos, me plantaba delante de D. Nicolás y allí le contaba todo aquello que me apartaba de la gracia de Dios. Siempre salí nuevo de la confesión, alegre, esperanzado. Siempre encontré en D. Nicolás un magnífico confesor: con capacidad de escucha, ternura, exigencia y mucho amor.

Venirme para Madrid fue el fin de esta vivencia. En ninguna de las iglesias cercanas a mi casa hay un cura confesando durante la Eucaristía. Y lo fui dejando… Tal vez es el momento de volver a tomármelo en serio, igual que he vuelto al Rosario y a otros aspectos de mi vivencia eclesial de siempre.

Hoy, desde luego, leo la lectura de Ezequiel y recibo sus palabras como dirigidas a mi: «Quitaos de encima los delitos que habéis perpetrado y estrenad un corazón nuevo y un espíritu nuevo; y así no moriréis«.

Un abrazo fraterno

Celebrando a María…

Siempre he crecido con una imagen de María cerca. En la casa de mis abuelos de Badalona, una preciosa imagen de María preside el salón, siempre con una flor al lado y una vela encendida. Haciéndose presente de manera bella y sutil en la realidad y los trasiegos familiares.

Hoy fui a misa a S. Jorge, en Coruña, y pude celebrar la Asunción adecuadamenbte. Escuchando una preciosa homilía sobre la fidelidad de María y, luego, acudiendo al sacramento de la reconciliación. ¿Hay mejor manera?
Hoy rezo por alcanzar yo también esa fidelidad de María, por sentimre acompañado por ella en los momentos de dolor, siempre mirando al cielo. Rezo por personas a las que quiero y por las que pido a María. Rezo para que mis hijos descubran en ella una madre.
Un abrazo fraterno

La siembra y la cosecha (Corintios 9,6-10)

¿Qué se me pide en plena crisis? Siempre, pero ahora más… Pablo nos da hoy la respuesta exigente que se espera de un seguidor de Jesús:

Hermanos:

El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará. Cada uno dé como haya decidido su conciencia: no a disgusto ni por compromiso; porque al que da de buena gana lo ama Dios. Tiene Dios poder para colmaros de toda clase de favores, de modo que, teniendo siempre lo suficiente, os sobre para obras buenas. Como dice la Escritura: «Reparte limosna a los pobres, su justicia es constante, sin falta.»

El que proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra justicia.

Más claro agua. El que quiera oir, que oiga.

Un abrazo fraterno

Los perros y las migajas (Mateo 15, 21-28)

Cuando leí este Evangelio me invadió una tremenda desazón: no había entendido nada. Así que me puse a buscar por internet alguna reflexión al respecto para entender este pasaje. Os dejo lo que he encontrado en la web de los Carmelitas:

Contexto. El pan de los hijos y la gran fe de una mujer cananea es el tema que presenta este pasaje del cap.15 de Mateo, que propone al lector de su evangelio una ulterior profundización de la fe en Cristo. El episodio va precedido de una iniciativa de los escribas y fariseos llagados de Jerusalén, que provocan un encontronazo de poca duración con Jesús, hasta que se alejó con sus discípulos para retirarse a la región de Tiro y de Sidón.
Mientras va de camino, lo alcanza una mujer que viene de lugares paganos. Mateo presenta a esta mujer con el apelativo de “cananea”, el cual aparece en el AT con toda su dureza. En el Deuteronomio, los habitantes de Canaán son considerados una gente llena de pecados por antonomasia, un pueblo malo e idolátrico.
Dinámica del relato. Mientras Jesús desarrolla su actividad en Galilea y está en camino hacia Toro y Sidón, una mujer se le acerca y empieza a importunarlo con una petición de ayuda a favor de su hija enferma. La mujer se dirige a Jesús con el título de “hijo de David”, un título que suena a extraño en boca de una pagana y que podría encontrar justificación en la extrema necesidad que vive la mujer. Podría pensarse que esta mujer ya cree de algún modo en la persona de Jesús como el salvador final, pero esto se excluye puesto que sólo en el v.28 aparece reconocido su acto de fe, justamente por parte de Jesús. En el diálogo con la mujer, parece que Jesús muestra la misma distancia y desconfianza que había entre el pueblo de Israel y los paganos. Por un lado, Jesús manifiesta a la mujer la prioridad de Israel en acceder a la salvación y, ante la insistente demanda de su interlocutora, Jesús parece tomar distancias, una actitud incomprensible para el lector, pero en la intención de Jesús expresa un alto valor pedagógico. A la súplica primera “Ten piedad de mi, Señor, hijo de David”, no responde Jesús. A la segunda intervención, esta vez por parte de los discípulos que lo invitan a atender a la mujer, sólo expresa un rechazo que subraya aquella secular distancia entre el pueblo elegido y los pueblos paganos (vv.23b-24). Pero a la insistencia del ruego de la mujer que se postra ante Jesús, sigue una respuesta dura y misteriosa: “no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos” (v.26). La mujer va más allá de la dureza de las palabras de Jesús y se acoge a un pequeño signo de esperanza: la mujer reconoce que el plan de Dios que Jesús lleva adelante afecta inicialmente al pueblo elegido y Jesús pide a la mujer el reconocimiento de esta prioridad; la mujer explota esta prioridad con el fin de presentar un motivo fuerte para obtener el milagro: ”También los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (v.27). La mujer ha superado la prueba de la fe: “Mujer, grande es tu fe” (v.28); de hecho, a la humilde insistencia de su fe, Jesús responde con un gesto de salvación.
Este episodio dirige a todo lector del Evangelio una invitación a tener una actitud de “apertura” hacia todos, creyentes o no, es decir, una disponibilidad y acogida sin reserva hacia cualquier hombre.
Para la reflexión personal
• La palabra escrutadora de Dios te invita a romper tu cerrazón y tus pequeños esquemas. ¿Eres capaz de acoger a todos los hermanos que se acercan a ti?
• ¿Eres consciente de tu pobreza para ser capaz, como la cananea, de confiarte a la palabra salvífica de Jesús?

Pedro bajó de la barca (Mateo 14, 22-36)

Cuando la tormenta, la tempestad y los fuertes vientos nos pillan sin Jesús en la barca… todo lo que somos parece tambalearse. Los vientos parecen huracanes, las olas, feroces monstruos marinos y la tensión y el desánimo, el miedo, toma posesión de nuestro cuerpo, de nuestra mente y de nuestro espíritu. El naugrafio y la muerte pasan a ser una posibilidad plausible.

Por eso es tan importante la decisión que toma Pedro: salir a por Jesús. Abandonar la barca, asumir riesgos, desmarcarse de un colectivo atenazado, andar aún sin saber muy bien si eso va a solucionar su problema o si, definitivamente, va a terminar con él pero con la certeza de que sólo Jesús puede salvarle. Y resulta que Pedro no es un prodigio de fe; como yo, como tú. No nos presenta el Evangelio a un hombre de espíritu inquebrantable, que controla su miedo… Nos presenta a alguien que DECIDE IR EN BUSCA DE JESÚS, CAE EN EL CAMINO Y ES SALVADO POR EL MAESTRO. Tal vez es un camino en el que tienen que darse las tres etapas.

La calma regresa cuando Jesús pisa la barca junto a Pedro. A veces, la determinación y la clarividencia, el saber qué es lo importante, de una sola persona puede salvar a todo un grupo.

Un abrazo fraterno