La esperanza no es el jarabe de los ingenuos – I Viernes Adviento 2018 – (Is 29,17-24)

No es fácil mantener la esperanza. Porque la esperanza no es el jarabe de los ingenuos ante un mundo que decepciona. Es algo mucho más complejo. La esperanza no es la espera en la antesala del teatro, aguardando que la magia del escenario transforme mi tristeza en alegría. La esperanza no es el orfidal de quién no puede dormir, asediado por agobios y preocupaciones. La esperanza no adormece, ni calma. No es la droga de los creyentes.

La esperanza se sustenta en la fe en Jesús, en ese Jesús que nació débil, abandonado y rechazado en Belén; en ese Jesús que se pasó treinta años en su pueblo aguardando su momento; en ese Jesús que se puso en camino y lo dejó todo para llevar la Buena Noticia del Reino a los más pobres y marginados; en ese Jesús que, con su testimonio de amor, puso contra las cuerdas a los poderosos y sabios; en ese Jesús que cuando vislumbró el final que le acechaba decidió mantenerse fiel a su vida; en ese Jesús que abrazó la cruz sin odio. La esperanza se sustenta en la fe de Jesús Resucitado.

«Aquel día, oirán los sordos las palabras del libro;
sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos.
Los oprimidos volverán a alegrarse en el Señor,
y los pobres se llenarán de júbilo en el Santo de Israel;
porque habrá desaparecido el violento, no quedará rastro del cínico;
y serán aniquilados los que traman para hacer el mal»

Llegará el día en el que el hombre, cada hombre y mujer, reconocerá a Dios. Cuando nos atrevamos a mirar alrededor y nos dejemos seducir más por el amor que por el poder, más por la bondad que por la ambición. Llegará ese día. Y el Adviento debe alimentar la esperanza de que el poder de Dios, de que su Encarnación, ha insertado de lleno en la historia la levadura buena que hará fermentar toda la masa. Los tiempos de Dios no son los nuestros. Y seguimos viendo masa a doquier, y mal, y odio, y guerra… Pero no caigamos en la trampa. El marketing del maligno es poderoso pero no puede evitarnos reconocer los pasos que la humanidad ha dado también hacia Dios.

Estamos ciegos. Seguimos ciegos. Y el que llega es el único capaz de sanarnos, de sanarte, de sanarme. Un ciego menos es una victoria. Un ciego menos es un buen rayo de luz para el mundo. Señor, hoy te pido, ¡quiero ver!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Se necesitan buenos arquitectos (Mt 7,21.24-27)

Que la roca es más resistente que la arena es algo obvio. Aún así, hay gente que construye sobre arena. Por eso se necesitan buenos arquitectos, porque sino se nos cae el chiringuito.

Creo que es fácil extraer lo que supone para un estudiante construir sobre roca: estudiar día a día, trabajar con regularidad, practicar el esfuerzo, ejercitar su mente, etc. Para un profesor supongo que es formarse permanentemente, ser respetuoso siempre con las personas que tiene delante, mejorar en sus materias, escuchar a sus alumnos, compartir con sus compañeros… Y para un fontanero será… y para un frutero… y para un médico… Podríamos seguir.

Yo intento llevarlo a mi vida hoy y traducir eso a una pregunta: ¿Sobre qué está construida mi vida? ¿Han llegado ya vientos y mareas y huracanes? ¿O todavía sólo he sufrido pequeños embites? Pues creo que sobre arena no está construida Señor. No es soberbia ni confianza excesiva en mí mismo. Es simplemente ser consciente de lo que me enseñaron, de los valores que han arraigado en mí, de las decisiones tomadas, de mi camino de fe, etc. Tampoco mi matrimonio está construido sobre arena. Ni mi paternidad. Y eso no significa estar exento de problemas. Precisamente por eso, tal vez. Porque la roca no sólo está sino que se hace, se asienta, se pule, para que todo el edificio vital siga subiendo hacia arriba. Tal vez evitar problemas, complicaciones, sufrimientos, dificultades… sea precisamente construir sobre arena.

En el ámbito político también necesitamos buenos arquitectos, que asienten el entramado social en la búsqueda del bien común, en su compromiso por la justicia, en la fidelidad a lo que nos define como sociedad. Y aquí andamos también flirteando con el cortoplacismo y la popularidad.

Ayúdanos Padre. Ayúdanos a construir y elegir el mejor asentamiento. De eso depende un futuro feliz.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesucristo gana la última edición de MasterChef – I Miércoles Adviento 2018 – (Mt 15,29-37)

Pues sí señores, como lo han leído. Tenemos nuevo ganador en MasterChef: ni más ni menos que el mismísimo Jesucristo. También conocido como Jesús el Nazareno, este hombre sorprendió a todos sacándose de la chistera un plato final a base de panes y peces. El escenario era, sin duda, inigualable. El programa lo había preparado todo en un monte cercano al Mar de Galilea. La florinata del país estaba invitada y poblaba los lugares dispuestos para degustar el menú. Allí estaban los lisiados, los tullidos, los ciegos, los sordomudos… En sus manos estaba la decisión más importante de la temporada y, sin duda, no defraudaron. Muchos de ellos comentaron, al abandonar la grabación, que se sentían diferentes a como entraron.

Jesucristo fue entrevistado nada más conocerse su victoria y sus palabras no pudieron ser más clarificadoras:

– Hay gente que opina que la cocina de altura debe ser sofisticada y que el gran chef debe ser alguien escogido, distante y misterioso. Yo no lo creo. El plato que hoy he preparado lo aprendí de pequeño. En casa pude ver siempre la facilidad con la que mi madre tenía siempre un sitio en la mesa para todo aquel que lo necesitara. Nunca había mucha comida pero todos se iban contentos, y volvían. Llegué a entender que lo que más les alimentaba no era la humilde comida que mi madre les ofrecía sino el amor que ella ponía al hacerlo. Ese es el secreto de mi cocina: el amor. Siete panes y varios peces pueden ser cocinados de muchas maneras, sin duda. No parecen ingredientes de altura pero ya ven, a toda esta gente parece que les ha gustado. Algo habrán notado.

Muchos califican la victoria de Jesucristo como un auténtico milagro. No es para menos. Los favoritos eran otros. Pero ya ven, lo inexplicable sucede a veces… ¡y de qué manera! Habrá que sentarse a esa mesa y probar lo que este hombre de mediana edad, tenga a bien ofrecernos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

La sabiduría que no dan los títulos – I Martes Adviento 2018 – (Lc 10,21-24)

Una cosa es estudiar mucho, sacar buenas notas, tener muchos títulos, ser muy culto y frecuentar museos, óperas y tertulias literarias y, otra bien distinta, es ser sabio, gozar de la sabiduría. En la Biblia, hay un libro exclusivo para ella y, curiosamente, habla de cositas bien cotidianas y pequeñas. Seguro que mi amigo y hermano José Fernando tendría mucho que decir y explicar sobre la sabiduría, sobre aquello que tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia han deseado alcanzar y se han atrevido a definir. Pero la sabiduría del Evangelio es diferente y es para todos.

«Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños»

La sabiduría de la pequeñez es la que nos propone Jesús y, sí, tiene que ver con Dios. Pero creo que no tanto a nivel teológico. No es algo reservado a estudiosos y licenciados. Es un horizonte para ti, para mí. Yo he conocido a algunos sabios y sabias en mi vida. Personas que, muy al contrario de lo que pudiera parecer, supieron afrontar su existencia desde el conocimiento de lo que es realmente importante. Un coach de hoy diría que sabio es aquel que saber vivir dando importancia a lo verdaderamente importante. Y para eso no hace falta ser ningún gurú. Simplemente hace falta tener el corazón bien abierto, la mirada afinada y el oído presto.

«¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!»

Sabio es el que reconoce a Dios en su cotidianeidad. El que no espera milagros sino que los reconoce. El que espera salvación porque se sabe salvado. El que celebra el amor pequeño y frágil y, desde ahí, lo hace grande y eterno. El que mira al mundo con cariño y benignidad. El que juzga poco y procura entender y acercarse. El que descubre lo bello de las personas y no se rasga las vestiduras con sus errores. El que tiene las ideas claras pero no necesita imponerlas con el discurso, pues su vida es suficientemente potente en cuanto a testimonio de lo que cree.

Ojalá este tiempo de Adviento nos sumerja en la sabiduría de Dios. Sólo desde ahí contemplaremos el misterio de Nochebuena con esperanza.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Estudiantes y centuriones – I Lunes Adviento 2018 – (Mt 8,5-11)

Todo estudiante es un guerrero de la época moderna. Porque la guerra contra la ignorancia, la manipulación, el analfabetismo, la incultura y el infantilismo mental, es una de las guerras más dignas e importantes que toda persona debe luchar. Sé que estás cansado de estudiar tanto. Sé que muchas veces te preguntas, para qué necesita una chica como tú tanto tostón de datos que acabarán en la basura del olvido. Sé que, muchas veces, minusvaloras lo que esta lucha te está enseñando, más allá de exámenes, asignaturas, carreras y oposiciones.

«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho»

Y en toda guerra hay heridas, sufrimientos, pérdidas y dolor. Lo sabía el centurión del Evangelio y lo sabes tú. A veces algo que consideras imprescindible para poder vivir, se cae, enferma, se resiente. Todos tenemos nuestros criados particulares. Son aquellas personas, aquellas circunstancias, aquellas condiciones… que nos permiten estar por encima del trabajo sucio de cada día, que nos permiten no bajar al barro y seguir en nuestras guerras, en nuestras tareas, en nuestras ocupaciones. Descubrirnos sin ellas, sin ellos, sin ello… nos hace sentir vulnerables. Porque sin criados, las cosas no funcionan. Y eso nos bloquea, nos paraliza, nos asusta; por mucho centurión que seamos, por muchos galones que llevemos, por mucha edad que tengamos, por muchos dieces que saquemos.

«No soy digno de que entres bajo mi techo»

El #Adviento es el tiempo en el que se nos invita a reconocer que necesitamos al criado, al otro, incluso a aquel que está descartado. Es tiempo de reconocer que más allá de nuestros estudios y nuestras batallas, me juego la vida con el otro y que el mundo necesita de todos. Es un tiempo para levantar la mirada de mis libros, de mis apuntes, y fijarla en aquellos que me sostienen, que se esfuerzan porque yo puedo seguir aquí. Es luchar contra la soberbia del buen estudiante, que sólo vive para su éxito; y contra la dejadez del que se piensa que sin disciplina y orden, las cosas pueden salir adelante. Esto trasciende la fe y las creencias. Desde luego, te invito a volver a descubrir en Jesús a alguien a quién acudir cuando la vida se tuerce. No nace para interrogarte ni para juzgarte. Viene a tu vida a sanar lo que ha enfermado, a poner orden en el caos, a propiciar que tú puedas ser lo que eres.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Adviento para un estudiante – I Domingo 2018 – (Lc 21,25-28.34-36)

Muchos de vosotros estáis enfrascados en el final de una evaluación. Algunos ya habéis recibido notas, otros estáis a punto y, aquellos que sois universitarios, aunque os queda todavía un poco, comenzáis a sentir que los días pasan y que las materias avanzan. Y en medio de todo esto, nos llega el Adviento, anunciado ya por aquellos que han convertido la Navidad en un mero escaparate publicitario pero que, a la vez, nos ayudan también, ¿por qué no?, a sentir que estamos en un tiempo especial.

«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo…»

El Adviento es un tiempo para que reconozcas tus angustias y aquello que te da miedo y te genera ansiedad. Creo que, como estudiante, sabes de lo que hablo. Sientes en tus espaldas el peso del deber, de la obligación muchas veces de un estudio que puede que vivas con agradecimiento o, también, que puedes estar viviendo como algo que otros han decidido para ti. Una carga que algunos os pesa un poco y a otros os pesa mucho. ¿Cuánto te pesa a ti? Sentir que hay que cumplir y estudiar y que otros, nuestros profesores, nuestros padres, el entorno, están esperando los resultados. ¡Te decimos que no es lo más importante y, sin embargo, hay gran expectación! Y eso angustia muchas veces. Y el simple hecho de visualizar el fracaso… ¡buf! Aparece la ansiedad. Si han llegado ya los suspensos, la tristeza y la desesperanza. ¡A cuántos he escuchado yo estos días, en bachillerato, decir que lo quieren dejar, que no pueden con ello…! Sopla fuerte el viento de la vida, el oleaje es poderoso y, ahí en medio, tú.

«Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día…»

Estos días, en que somos evaluados, en que se mide nuestro esfuerzo, nuestro conocimiento, nuestra destreza… Estos días ya han llegado o están a punto de llegar. ¿Cómo lo vives? Si miras atrás, ¿cómo los has preparado? ¿Eres de los que se han preparado con tiempo o de los que parece que se encuentran con ellos de repente? Tus exámenes no dejan de ser también una metáfora de los momentos en la vida en la que debemos demostrar todo lo que hemos aprendido, todo lo que nos han enseñado, todos los valores en los que nos sustentamos, toda la madurez que hemos adquirido. Siempre llegan esos momentos. Hoy son exámenes, mañana una enfermedad, pasado una amistad que se rompe, una pareja que se frustra, un trabajo que no llega… ¡Cuidado, nos dice el Evangelio! Cuidado. ¿Están tu corazón y tu mente preparados?

«Alzad la cabeza.[…] Estad, pues, despiertos en todo tiempo. […] Manteneos en pie»

El Adviento llega en medio de todo este siniestro juego de decepciones, tragedias, cansancios, frustraciones, errores, cobardías, malas noticias… Y llega para arroparte, para decirte que no es tiempo de quedarse postrado, lamiéndose las heridas, con la cabeza baja, derrotado. Hay que despertar. Jesús no viene a solucionarte los problemas, no te equivoques. No va a aprobar tus exámenes, ni va a cambiar lo que ya ha pasado. Pero si puede alimentar tu corazón herido. Si puede susurrarte que sigues estando ahí, vivo, querido. Si puede recordarte que eres mucho más que tus tristezas y tus fracasos. Si puede acariciarte y recordarte que en la debilidad, muchas veces; en la oscuridad, muchas veces, está el comienzo de un nuevo tiempo. ¿No sientes tantas veces que necesitas algo más? ¿No me has dicho que buscas ser feliz, que quieres ser tú mismo, que aspiras a jugarte la vida por eso que vale la pena? Pues arriba. Es tiempo de esperanza, una esperanza que sólo brilla cuando la noche ha caído.

#Adviento2015 – Para llegar a Jesús hay que querer estar con Él – Viernes II

Señor, guíame por tus caminos porque quiero estar contigo.

Cada día es una sucesión de decisiones. Cada día tengo multitud de opciones. Muchas de ellas son, para mí, tentaciones, no sé para otros. Tentaciones porque me gustan, me atraen, pero me separan de Ti. Y entonces la batalla está servida. Seguirte no es siempre fácil, elegirte, muchas veces, es tan difícil.

Señor, guíame por tus caminos porque quiero estar contigo.

Qué difícil mantenerse en pie sin ayuda. Creo que soy frágil y débil y que es fácil tentarme porque el que tienta conoce mis puntos débiles. Todos los tenemos. Si la tentación no fuera fuerte, no sería tentación. Me tientan el bienestar, la comodidad, las buenas sensaciones, el placer…

Señor, guíame por tus caminos porque quiero estar contigo.

Este Adviento quiero prepararme para que, cuando vengas, te encuentres a un hombre débil y frágil pero tremendamente deseoso de recibir un anuncio, dispuesto a emprender el camino, sediento de otra cosa y fuerte para vencer la tentación de permanecer en «lo malo conocido». Señor, ayúdame a coger el camino que lleva hacia Ti, quiero estar contigo.

Un abrazo fraterno

¡El Adviento ha muerto! ¡Viva la Navidad!

Esta noche es Nochebuena.

En las afueras del mundo, cerca de la pobreza, envuelto e humildad y pequeñez, Dios es carne entre nosotros.

Jesús viene a ti, sin exigencias ni imposiciones. Jesús viene a darse. Jesús se te regala. Da igual que seas creyente o ateo, hombre o mujer, blanco o negro, occidental o asiático, niño o anciano. Jesús viene a ti sí o sí. No espera nada de ti ni viene a pedirte nada. Viene sólo a quererte.

Yo, pecador y pobre, necesito de Él y grito en mi noche «¡Ven Señor Jesús! ¡Ven y sálvame!».

Camino hacia el Niño, entre bruma y negrura, sin saber muy bien qué pensará de mí ni qué puedo ofrecerle. No camino solo y en ese andar veo la refulgente luz de la estrella en la mirada de tantos y tantas que, como yo, corren hacia el Salvador.

Esta noche es Nochebuena. Para todos. ¡Alégrate!

Adviento en familia – Día 20 – Felicitación navideña familiar

Adviento en familia – Día 19 – El Espíritu obra

El Espíritu… obra. Eso me dice el Evangelio de hoy: el Espíritu obra.

El Espíritu pasa por encima de nuestras fuerzas y de nuestras debilidades. El Espíritu nos supera, nos desborda, nos adelanta, nos abre los ojos.

El Espíritu crea donde no hay nada, enciende una luz donde sólo se percibe oscuridad, derriba el muro del laberinto, deshiela, templa, arde, congela.

El Espíritu es Dios, que nos mira mientras dormimos, nos acurruca bajo su brazo y nos infunde una fuerza con la que nos vemos capaces de renacer día tras día, cada vez más cerca del cielo.

Un abrazo fraterno