¿Me llamas a mí, Jesús? #buenapregunta

¿Qué debieron sentir y pensar aquellos doce pobres pescadores cuando Jesús pronunció sus nombres y les invitó a subir con Él a la montaña para luego seguir a su lado? ¿Qué debieron sentir y pensar? Supongo que el batiburrillo de emociones y pensamientos sería como para contarlo en todas las cenas en familia de la Historia…

El caso es que Jesús sigue llamando. Jesús sigue convocando a su alrededor personas destinadas a predicar y expulsar demonios. Doble acción salvadora a la que nos invita Jesús? Podríamos decir algo así como «apóstoles de doble acción» como alguno de los dentífricos más usados. Predicar y expulsar demonios. Tarea ardua: ir por el mundo anunciando la Buena Noticia de Jesús y, a la par, ir combatiendo el mal que ahoga la existencia de tantos.

Me da miedo que me llames a mí, Señor. También siento un batiburrillo de emociones. Por un lado, me siento orgulloso, por un lado me iría contigo al fin del mundo, por un lado te amo, por un lado me veo capaz, por un lado… Y por otro, freno para elegirte y descartar otros caminos más cómodos, miedo a la separación, miedo al mal al que me enfrento, miedo a no poder… ¿Me llamas a mí, Jesús? ¿Estás seguro?

Y la montaña… La montaña es protagonista del pasaje. No se puede predicar ni expulsar demonios si antes no hemos pasado un ratito en la montaña con Jesús, si no hemos tenido la experiencia personal de elegirle, de seguirle, de orar con Él, de conocerlo en la intimidad, de subir las cuestas de su mano… La montaña es el comienzo

Un abrazo fraterno

canarias 194

1 comentario
  1. Montse Martí
    Montse Martí Dice:

    Intuyo algo de cómo debieron sentirse, aunque seguro que las sensaciones y emociones fueron mucho más fuertes, por la proximidad en el tiempo.
    Tienes toda la razón: miedo, indecisión, no querer perder la comodidad, sentirse sobrepasado… y mucha paz cuando asumes que sí, que es a ti a quien mira y sonríe y no al de al lado. No, no se ha equivocado. Pero… ¿Yo? ¿Por qué yo? ¿Qué puedo aportar yo, en mi insignificancia? ¿Qué quieres de mi?
    Ese tiempo de asombro, en el que te planteas tantas cosas y no dejas de sentir como todo tu yo se desborda porque Él lo habita… y la aceptación. La alegría. Sentirse abrumado por tanta grandeza, por tanto amor.

    Abrazos, Santi.

    Responder

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *