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¡Venid a la luz! #cuaresma

La lectura de Isaías de hoy es el núcleo de mi fe, el núcleo de mi esperanza, el núcleo de todo aquello que resulta incomprensible en la tiniebla y que, la oscuridad intenta ocultar cuando nos acecha.

Ese es mi Dios. Un Dios que no se olvida de mí, que está siempre, que sale a mi camino para auxiliarme, que me llena de gracia y bendiciones aún en el mayor de los sufrimientos. Ese es mi Dios.

Jesús así lo confirma: un Padre que viene a llevarnos a la Vida y que nos grita ¡Venid!

Un abrazo fraterno

La medida sí importa #cuaresma

Sí importa. No lo que tú mides sino cómo usas la regla para tomar las medidas de los que te rodean.

Cuando leo esto me doy cuenta de lo exigente que soy con tanta gente, de la lupa que uso con muchos de los que más me quieren y a los que más adoro. Exijo, exijo, exijo… no paso una, me molesto si no dan la talla, me enfado si no llegan a la medida mínima de mis aspiraciones.

El Señor me anima a echarme un vistazo a mí mismo y a aprender a ser igual de laxo con los demás, que me quieren, probablemente, sin tampoco dar la talla en su escala de medición.

La medida sí importa. Yo no soy feliz midiendo con tanta exigencia. Ni los demás. Como siempre, toca girar la cara a Dios y dejarse amar por su medida colmada y generosa. Olvidarme de mí y sólo tener ojos para el amor.

Un abrazo fraterno

Prisiones, cerrojos, cepos, hambrientos, pobres, desnudos… #cuaresma

La lectura de hoy de Isaías no puede ser comentada. Cualquier palabra sobra.

Así dice el Señor Dios:

«Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados.

Consultan mi oráculo a diario, muestran deseo de conocer mi camino, como un pueblo que practicara la justicia y no abandonase el mandato de Dios.

Me piden sentencias justas, desean tener cerca a Dios.

«¿Para qué ayunar, si no haces caso?; ¿mortificarnos, si tú no te fijas?»

Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad.

No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces.

¿Es ése el ayuno que el Señor desea, para el día en que el hombre se mortifica?, mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?

El ayuno que yo quiero es éste:

Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo, y no cerrarte a tu propia carne.

Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: «Aquí estoy.»»

Programa electoral de Jesús: la cruz de cada día #cuaresma

Perder la vida.

Perder… ¡A mí no me gusta perder ni a las canicas! Y el Señor me llama a perder la vida por Él… Me cuesta tragar aunque, curiosamente, algo de mi vida la estoy dando ya por Él…

No me gusta el sufrimiento. Me da miedo sufrir. Me da miedo que los míos sufran… Él me dice que no tenga miedo.

Y cargar con la cruz cada día… ¿Qué pasa con el Estado del Bienestar? ¿Qué pasa con el relax? ¿Qué pasa con la felicidad? ¿Qué pasa con la tranquilidad? ¿Qué pasa con el éxito? ¿Qué pasa con el dinero? ¡Cruz! ¡Cada día!

Esta es la propuesta de seguimiento que nos hace el Señor Jesús. Con este programa, no gana las elecciones… pero yo quiero ir con Él. Yo le quiero a Él.

Un abrazo fraterno

Un Salmo para la Cuaresma (Salmo 50) #cuaresma

Hoy comienza la Cuaresma y, tras leer las lecturas del día, creo firmemente que este Salmo que se nos propone hoy, con el que el Rey David y multitud de santos a lo largo de la historia pidieron perdón a Dios, debe ser un Salmo de cabecera para cada día de nuestra vida.

1. Implora la misericordia y el perdón de Dios Padre.

2. Nos hace conscientes de nuestro pecado.

3. Pide la presencia permanente del Espíritu.

4. Reconoce la capacidad de Dios de obrar el milagro en nosotros.

Porque así es. Sin Él, poco o nada somos, ceniza. Nos desviamos de su Palabra y de su Deseo tantas veces… Somos tan volubles, tan débiles ante el poder, el placer, la comodidad… Pedir perdón nos cura y sabemos que Él siempre perdona. Su Misericordia es infinita.

La vida es una lucha continua, una auténtica guerra personal y colectiva entre el bien y el mal. Necesitamos al Espíritu, la mayor de nuestras armas. Con Él, la esperanza no desaparece. Con Él, el milagro se obra aún cuando todo parece perdido.

Un abrazo fraterno

¿En quién se fija el Señor? (Génesis 4, 1-15. 25) #

Es curioso. La lectura de Caín y Abel, tan conocida, del Génesis, no habla de buenos y malos. No describe especialmente a ninguno de los hermanos aunque podemos sacar alguna conclusión de las conversaciones y del texto.

Caín está dolido con Dios, o más bien, está dolido consigo mismo. Caín sufre eso que muchos conocemos: la desazón y la insatisfacción de no dirigir su vida al Bien. Y la paga con su hermano. Toda la «movida» explota cuando el Señor Dios se fija en Abel y no se fija en Caín.

La relación con Dios es una relación de amor y, como en toda relación de amor, Dios (que no cierra las puertas a nadie) reacciona fija su mirada en aquellos que le aman, que le rondan, que hacen lo que a Él le agrada. ¡Como cualquier enamorado! No es culpa de Abel. Ni siquiera de Dios. La desgracia de Caín es consecuencia únicamente de sus actos, de su egoísmo, de no amar al amado.

¡Cuántas veces culpamos a Dios de todas nuestras desgracias, de todo lo malo que nos pasa! ¡Cuántas veces pagamos la frustración propia con los demás! Caín es el Judas del AT. En su pecado, no se vuelve hacia Dios sino que su culpa, llena de orgullo y soberbia, lo lleva a la muerte. ¡Cuántas veces entramos en esa espiral de pecado y orgullo que nos aleja cada vez más de Dios!

Un abrazo fraterno

#esNavidad – La escucha y el discernimiento

Creo que no me ha sido regalado el don de la escucha o, a lo mejor, lo tengo tan abandonado o tan mal entrenado que pienso que no dispongo de él. Me va más hablar que escuchar. Soy testigo de palabra fácil y de escucha difícil. Y no me gusta, ¿para qué decir otra cosa?

Hoy leo la lectura de Pablo y me sobrecojo al leer cómo pone la escucha como lugar y medio privilegiado de discernimiento y de unión con Dios. Y no lo aplico tanto a «los otros», a los que escuchan o no lo que tengo que decir sobre Dios. Lo aplico a mí mismo: ¿Escucho? ¿Escucho la Palabra de Dios cotidianamente? ¿Escucho a Dios a través de la Iglesia, de sus ministros, de sus pastores? ¿Escucho a Dios a través de los hermanos que tengo más cerca? ¿Escucho a Dios a través de aquellos que pienso que nada dicen sobre Él?

Señor, ayúdame a escuchar mejor, a escucharte mejor. Lo necesito.

Un abrazo fraterni

Sin Espíritu no nos entendemos… #mioracióndehoy

Supongo que habéis tenido también estas conversaciones sobre Dios y la Iglesia que, al rato, ves que no van a acabar en ningún sitio. No tienen por qué ser conversaciones con ateos, agnósticos o pasotas obligatoriamente. Pueden ser conversaciones con personas de Iglesia, católicos, como uno, pero con diferencias en la manera de seguir a Jesús. Hay momentos en que llegas a un punto en el que sabes que no va a haber entendimiento.

La primera lectura de hoy me ha dado mucha luz al respecto. A veces, sin darnos cuenta, nos ponemos a hablar de «cosas del Espíritu» como si fuera un tema de gobierno, de política, de universidades, de empresa… Con la lógica que usamos para todo lo demás, con la manera de razonar que usamos para todo lo demás, con la manera de pensar y el lenguaje con el que afrontamos otras cosas de la vida. Y así se hace complicado. Porque «las cosas del Espíritu» requieren que las personas las miren, las contemplen y las valoren y asuman desde el Espíritu. Sin ese Espíritu «habitando» en las personas difícilmente se pueden «ver» determinadas realidades.

Orando sobre esto también he caído en la cuenta lo fácil que es juzgar a otros que no invocan ni desean que el Espíritu les habite. Sin esa perspectiva, ¿cómo vamos a actuar de la misma manera? ¿Cómo vamos a percibir al otro como hermano de la misma manera? ¿Cómo vamos a afrontar las dificultades de la misma manera? ¿Cómo vivir nuestros dones?

Un abrazo fraterno

¿X-Men? No, profetas #mioracióndehoy

En aquellos días, recibí esta palabra del Señor:
«Cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando.
No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos.
Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo.
Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor.

No quiero comentar mucho esta Palabra del profeta de hoy. Es tan clara, tan limpia, tan afilada… Cualquier comentario la estropearía. Simplemente reparar en lo que me provoca:

– «Diles…» ¿A quién Señor? ¿Quiénes son esos a los que les tengo que hablar?
– «No les tengas miedo…» ¿Cómo se hace eso Señor? Dame fe, Padre, porque sí, tengo miedo.
– «Yo te convierto…» Todo está de tu mano Padre. Yo solo no puedo. Necesito esa conversión. ¿Cuándo sentiré tu fuerza? ¿Debo lanzarme cuando la sienta? ¿Debo lanzarme desde mi debilidad y luego me sabré fuerte?
– «Lucharán contra ti…» Qué sinceridad Padre… cualquiera se anima ante esta perspectiva… aunque si sigo leyendo… Tengo que creerme tu promesa, tu Palabra. Tantos santos pasaron por esto antes… Tantas personas de buena voluntad que decidieron seguirte siendo nada…

Parece que es tiempo de profetas… Todos lo somos pero… ¿cómo quieres que lo sea yo Señor? Aquí estoy, muéstrame tu voluntad.

Un abrazo fraterno

La espera del enamorado #mioracióndehoy

Esther y yo, casados desde hace 12 años, vivíamos en lugares distintos cuando comenzamos la relación. Ella vivía en Madrid y yo vivía en A Coruña. Nos habíamos conocido en una Pascua juvenil a la que ambos asistimos como catequistas de nuestros respectivos grupos y, desde entonces, nuestra amistad había ido «in crescendo». Recuerdo que llegó un momento en el que, tras una serie de circunstancias y tras entender que Esther podía ser la persona que Dios quería para mí, decidí pasar a la acción. Le preparé desde la distancia una sorpresa para su 27º cumpleaños, con la colaboración de una amiga común de Madrid y de su madre, a la que no conocía. El 18 de mayo, día en el que ella cumplía, su casa estaba llena de globos y con un juego de pistas preparado… Yo era el final del juego, esperando agazapado en su habitación con un precioso ramo de margaritas blancas. Recuerdo la tensión de esa tarde, en su casa. Ninguno sabíamos cuándo podría llegar de trabajar. Allí fue llegando toda su familia menos ella… Podía llegar en cualquier momento.

Leo el Evangelio de hoy y me viene a la mente mi propia historia. En mi vida he comprobado que los tiempos del Señor, la brisa del Espíritu sopla cuando quiere, y hay que estar alerta. La palabra alerta siempre me aporta una connotación negativa. Es sinónimo de peligro, de miedo, de precaución… Leyendo el Evangelio, debo reconocer, no desaparece esa sensación. El tono de Jesús me resulta amenazante. Pero haciendo el paralelo con la historia que ya os he contado, creo que lo que el Señor quiere es que se le espere. ¿Qué hubiera sentido Esther si, el día de su cumpleaños, hubiese llegado a casa y ésta estuviera vacía, sin nadie esperándola? ¿Se hubiera sentido querida, amada, mimada?

Jesús quiere que le esperemos, que le esperemos con la misma ansia de enamorado con la que yo me comía las uñas la tarde de aquel 18 de mayo. El Señor es así. Quiere que le quieran. 

Un abrazo fratero