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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Domingo 1º Ciclo B

Con esto del cambio climático, vamos entendiendo mejor lo que significa que la sequía llegue a nuestras vidas, que la desertización acabe con nuestros campos y nuestros bosques, que el calor nos asfixie y acabe con los más vulnerables. El desierto es pobreza, hambre, muerte. Por eso cuando leemos el evangelio de hoy debemos de intentar entender qué es el desierto para una vida como la de Jesús, como la tuya o la mía. Lee Mc 1,12-15:

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Dios no es desierto. Dios no es tentación. Pero sí parece que, al menos, permite que Jesús se enfrente a ese vacío, a esa soledad, a ese silencio. Tú y yo, lo mismo. Si no llegado, llegará. El desierto es un paraje que toda vida atraviesa. Lo atraviesa tu matrimonio, lo atraviesa tu ser sacerdote, lo atraviesa tu fe, lo atraviesa tu realidad laboral, lo atraviesa tu amistad con éste o aquél, lo atraviesas tú mismo, sin más… Es el momento en el que pierdes referencias, el momento en el que te sientes perdida y agotada, es el momento en el que te sientes solo, es el momento en el que te sientes desprotegido, a la intemperie, es el momento en el que no encuentras sentido a mucho de lo que te ha tocado vivir. Tres pistas para hoy:

  • «Hay que prepararse» – 40 días duró el diluvio con Noé. 40 años vagó el pueblo de Israel por el desierto. 40 días estuvo Jesús solo, siendo tentado. 40 parece significar algo: cambio, purificación, conversión… sobre todo en lo que se refiere a la relación con Dios. Difícilmente lo vemos así cuando nos toca vivirlo. Querríamos evitarlo a toda costa pero posiblemente, si miramos atrás, podremos comprobar que esas épocas de dificultad han sacado de nosotros aspectos que ni imaginábamos. La prueba que permite Dios no es para hundirte sino para pulirte.
  • «La tentación» – Normalmente llega en los momentos de desolación. Cuanto más solos nos sentimos, cuanto más abandonados por Dios, cuanto más fracasados, culpables, hambrientos y vencidos estamos. Porque la tentación busca justificación. Porque el tentador tiene que tener algo que ofrecer cuanto más desesperado estás, cuanta mayor es tu desconfianza. Y te va a buscar allí donde eres más débil. Aprender a reconocer la tentación es importante: saber distinguir la voz de aquel que pretende hacerte creer que no estás a la altura, que eres digno, que Dios no te merece.
  • «El Reino está cerca» – Dios no quiere que te conviertas para amarte. Dios ya te ama. Con todo. Sin reproches. Convertirse es justamente darse cuenta de este amor y responder. ¿Tú eres consciente de lo mucho que te quiere Dios? En esta pregunta te juegas toda tu Cuaresma, tu vida.

Comienza la primera semana de Cuaresma. Todo te lo juegas en el amor. Tal vez tu mayor propósito cuaresmal es intentar descubrir los gestos de Dios contigo, las huellas de su cariño, las caricias cotidianas. Esto es lo único que transformará tu existencia. Saberte amado, saberte amada. No andamos sobrados en el amor, ni tú ni yo. A por ello.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 5º del Tiempo Ordinario Ciclo B

Empecé el fin de semana deseoso de descanso y desconexión. Están siendo semanas intensas y difíciles en el cole. ¿La cabeza? Dando vueltas sobre algo que toca discernir. A ti te pasará lo mismo. Siempre hay decisiones a tomar. Siempre hay preocupaciones. Siempre se asoman abismos y, a veces, despiertan alegres sorpresas. No estamos solos aunque sintamos que hay momentos que solo se pueden vivir en soledad. Tú y yo necesitamos parar, mirar a Dios y hablarle, conversar con Él. La vida cuesta. Vamos a leer el Evangelio de hoy [Mc 1,29-39]:

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Jesús sigue adelante con su misión. Predica el Reino, cura enfermos, atiende al que lo necesita, expulsa demonios. Sigue entregándose. Muchos le necesitan. Me pregunto qué hago yo con mis días. ¿Y tú? ¿Qué haces tú? ¿Nos quejamos del cansancio pero… para qué estamos aquí? ¿Cómo descansar mientras haya personas cerca que nos necesitan, amigos que piden ser escuchados, abuelos que anhelan compañía, estudios que deben ser atendidos, pobres que se sienten invisibles, niños que me esperan para alegrar su día…? Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Cerca y lejos» – Fíjate en el Evangelio. Jesús combina a la perfección el «cerca y lejos». Cura a la suegra de su querido discípulo Pedro. Les conoce, les quiere, son casi familia. Luego atiende a miles que no sabe ni quiénes son. Cerca y lejos. Eso nos pide el Señor, a ti y a mí. Porque la misión no justifica desatender a aquellos que la vida nos ha regalado. ¿Qué hay de tus padres? ¿Y tu marido? ¿Y tu esposa? ¿Y tus hijos? ¿Y tus amigos? ¿Y tus compañeros de clase o trabajo? ¿Sabes lo que necesitan? ¿Te preocupas por ellos? ¿Les dedicas tiempo? Y, al contrario, la familia y los cercanos no se acaban en sí mismos. Dios te pide salir ahí afuera porque ¡el mundo te necesita! ¡Muchos, que ni conoces, necesitan de tu tiempo, de tus dones, de tu energía, de tu entrega! ¿Qué haces con eso?
  • «Agotamiento» – No sé si alguna vez has pensado en si es posible seguir a Jesucristo y vivir «de puta madre», con perdón. Difícil. Cuando entregas tu vida, cuando decides vivir en «modo misión», es complejo sacar un gran tiempo de ocio, para ti, para tus «cositas». Esto te echa para atrás. Y a mí. A todos. Es una lucha de todos los días que se libra en tu corazón: ¿seguir sirviendo o dedicarme a mí y a mi disfrute? Cada uno debe encontrar, con el Señor, su equilibrio, pero está claro que el agotamiento, el cansancio, la sensación de no poder más, de estar sin fuerzas, el anochecer… llega inevitablemente. Pero Dios no abandona. La felicidad no decae. La mirada no se enturbia, sino más bien lo contrario. Prueba.
  • «Retirarse a orar» – La oración en Jesús es como el caldero mágico que Panorámix preparaba a sus compañeros de aldea en las aventuras de Astérix y Obélix. Orar es nuestro descanso. Es más efectivo que el sofá, que una cerveza con los colegas, que el sexo con tu pareja, que una tarde de cine o una mañana de deporte. Entiéndeme. ¿Todo eso es necesario? ¡Por supuesto! Cada cosa en su medida. Nos tenemos que cuidar. Tenemos que disfrutar de la vida también, que es un regalo. Pero lo que nos permite seguir es sabernos sostenidos, amados, enviados y escuchados por el Padre. No hay otra fórmula. A más cansancio, más oración. A más noche, más oración. Hasta que amanezca de nuevo. Reza, lo que puedas, como sepas. Cógele el gusto. Y adelante.

El apóstol Pablo habla de «siendo libre, hacerse esclavo de todos». Suena fuerte. Pero esta es la propuesta. En mi boda, Esther y yo terminamos nuestros consentimientos diciendo: «Quiero regalarte mi libertad». No hay poder más grande que entregar tu vida libremente. Esto es ser cristiano. Esto es predicar el Reino. Esta es la receta de la felicidad, de la de verdad. Buen domingo.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 4º del Tiempo Ordinario Ciclo B

Ha sido un fin de semana entre amigos y, ahora, me siento a meditar y encontrarme con la Palabra de Dios, de nuevo. Jesús llega a nuestras vidas para darles plenitud, para ensancharlas, ampliarlas, engrandecerlas, para dar voz a todo lo que las hace mejores y para liberarnos de todo aquello que las limita y las empequeñece. La amistad, sin duda, es uno de estos regalos de Dios que nos hace mejores y dedicar tiempo a disfrutar y cultivar tiempo con los amigos es algo que nos hace humanos, divinos. Vamos a leer el Evangelio de hoy [Mc 1,21-28]:

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»
Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él.»
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.»
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Jesús entra en Cafarnaún. Entra en nuestra vida. Jesús va a la sinagoga a enseñar. Trae para ti, para mí, una Buena Noticia que cambia la vida, trae un anuncio aquí, ahora, en medio de tanto ruido, de tanta publicidad, de tanta promesa de bienestar y eternidad, de tanto placer que deja poso amargo. Jesús viene a ti hoy a decirte que lo que tiene que ofrecer es más importante y más sanador que la locura en la que te sume el alcohol de fin de semana, que el bienestar engañoso del porro, o el cigarro, que te fumas con ahínco, que el placer que te produce el sexo sin compromiso, libre y alocado, como si pudiera uno entregar lo mejor que tiene sin pagar ningún precio. Viene a ofrecerte un viaje a su lado, un viaje para el que no necesitas ni un gran equipaje, ni pagar aviones, ni reservar resorts… Te dejo tres pistas para hoy:

  • «¿Qué quieres de nosotros, Jesús?» – El mal se revuelve, como se revuelve una parte de ti cuando sientes que Dios viene a cuestionar parte de la vida que llevas. Sí, crees en Él. Sí, lo aceptas. Sí, te parece un buen tipo. Pero no soportas que venga a decirte que cambies de vida, que abandones algunas cosas. Y te cabrea. Te cabrea y te llenas de justificaciones y de excusas y de argumentos y reproches. En el fondo de tu corazón, cuando Dios se acerca un poco, tú también preguntas: ¿Qué quieres de mí, Jesús? Porque sabes que su poder puede cambiarlo todo y eso… te da miedo.
  • «¡Cállate!» – Jesús viene a acallar a todo aquello que controla tu vida, que te llena de miedo, que te empuja a la oscuridad. Esos impulsos que sientes que no puedes controlar, esa necesidad de sentirte valorado y querido que te lleva a sobrepasar ciertos límites, ese terror a sentirte solo, sola, no aceptado por la mayoría, esas ideas que tienes sobre ti en las que te recuerdas que no vales, que no puedes, que no sirves, que no te lo mereces, que eres una mierda… Jesús hace callar todo eso. Jesús tiene poder para sumir en el silencio a los demonios que no te dejan ser feliz. ¿Por qué no confías en Él?
  • «¿Qué es esto?» – Contempla la vida de tantas personas que, antes que tú, también fueron tocadas por Cristo. Personas, hombres y mujeres, que estaban presos de los mismos demonios, perdidos, sin esperanza, buscando una felicidad que parecía lejana. Acércate a ellos, a ellas. Pregúntales. Mira cómo su vida ha cambiado. Es cierto. No hay fraude. Jesucristo trae un Reino nuevo para ti, un Reino para reinar junto a Él sin cambiar un ápice de tu fragilidad, de tu pequeñez. Asómate. Déjate tocar. Sorpréndete y di como aquellos: ¿qué es esto? ¡Era posible!

Tienes toda la semana para contemplar este evangelio, para ponerte en el lugar de esa persona llena de demonios, asustada, esclava, que reconoce a Jesús y que es liberada por su Palabra. Tal vez sea un buen deseo para rezar estos días.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 3º del Tiempo Ordinario Ciclo B

Hoy celebramos el Domingo de la Palabra de Dios, tercer domingo del tiempo ordinario, instituido por el Papa Francisco en 2019.  Acercarnos unos minutos al día a la Palabra nos permite meter nuestra vida en la historia de la salvación y descubrir que somos un poco Pedro, un poco Tomás, un poco la Magdalena, un poco Samuel, un poco Moisés, un poco el pueblo de Israel, un poco el salmista que cuenta su desgracia o da gracias por la acción de Dios en su vida. La Palabra es eterna y sirve a todos, hoy y ahora. Leamos el Evangelio de hoy [Mc 1,14-20]:

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

Estamos en el comienzo de la misión de Jesús. ¡Y fíjate! Jesús lo primero que hace es buscar a personas que participen de su misión, llamar a personas concretas, como tú y como yo, para ayudarle en la tarea de anunciar la llegada del Reino de Dios. La historia está llena de llamadas particulares: a Abraham, a Moisés, a Samuel, a Jonás, a Ezequiel, a Daniel… ¡a tantos! Dios quiere compartir con nosotros lo que es y lo que hace. ¡Cuenta contigo! ¡Cuenta contigo! Te dejo tres pistas para que le des una vuelta a esta llamada:

  • «No por méritos» – Jesús llama a cuatro pescadores. ¿Por qué a ellos? Desde luego por méritos objetivos, no. O no por los méritos que el mundo establecería: no estaban formados, no eran de la casta de los sacerdotes, no estaban bien considerados, enfangados en mil historias… Por eso, cuando te digo que Jesús te llama a ti también, no debes pensar en que no eres digno o que no estás preparada o que eres un desastre… Ya… Como ellos… Jesús elige con criterios que no son los nuestros. Te elige pese a tu pecado, a tus flaquezas, a tus incoherencias, a tus fragilidades. Él hará lo que a ti te falte, llegará donde tú no llegues. Confía.
  • «Pescadores de hombres» – Para eso llama Jesús. Para sacar del fondo a aquellos que viven «bajo el agua», sin luz, sin el oxígeno necesario para poder respirar y vivir en paz. Para eso te llama a ti: para que rescates a aquellos que viven en la oscuridad, en la tristeza, asfixiados, sin esperanza, llenos de demonios. Seguro que si piensas un poco, se te ocurren ahora mismo nombres de personas concretas que hoy pueden necesitarte, pueden estar sedientos del amor que salva. Di que sí. Sigue al Maestro. Vete con él a llevar la Buena Noticia a quién lo necesite.
  • «Dejar» – ¿Por qué nos cuesta seguir a Jesús? Porque exige «dejar». Todo lo anterior suena romántico para algunos, también para ti, seguro: ir detrás de Jesús, ayudar, echar una mano aquí y allá… Lo que echa para atrás es la condición: dejar algo. No se puede todo. No es posible optar por Jesús sin abandonar otros caminos, otras opciones. Hay que dejar personas, hay que dejar tiempo, hay que dejar energías, hay que dejar una vida diferente a la que tendré si sigo a Jesús. Aquí ya, muchos nos damos contra el muro. ¿Jesús? Sí. ¿Dejar? ¡No! Y así nos debatimos eternamente en un tira y afloja que no nos lleva a la felicidad plena. Piénsalo. ¿A medias? ¿De verdad?

Ojalá vivas esta semana que empieza desde esta perspectiva de saberte llamado, llamada. Jesucristo cuenta contigo. Quiere que hagas milagros en su nombre, que anuncies su nombre, que cures enfermos, que expulses demonios, que toques vidas concretas con los dedos del amor.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º del Tiempo Ordinario Ciclo B

Este fin de semana estuve de convivencia con el grupo de jóvenes al que acompaño. Era una convivencia sin mayores pretensiones que convivir, disfrutar juntos, cargar pilas, conocernos mejor, orar juntos, pensar en presente y futuro… El caso es que surgieron muchas, y bonitas, conversaciones acerca del amor, la pareja, el enamoramiento, el compromiso, el noviazgo… y todos los miedos, reparos, precauciones y sensaciones que tiene aquel que siente que una oportunidad se ha presentado en su vida. ¿Hay que coger el tren o esperar al siguiente? Leamos el Evangelio de hoy [Jn 1,35-42]:

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: «Éste es el Cordero de Dios.»
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: «¿Qué buscáis?»
Ellos le contestaron: «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: «Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»
Y lo llevó a Jesús.
Jesús se le quedó mirando y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»

Juan el Bautista charlando con dos de sus discípulos. Pasa Jesús. Juan suelta la cuerda, abre la puerta, deja volar… ha llegado el momento de subirse a otro tren. Ha llegado la oportunidad. Y sus discípulos no se lo piensan demasiado. Hacen caso a su maestro. Dan un paso. Es el primero. Se fían de aquel que los conoce y los quiere. Te dejo tres pistas para que pienses un poquito qué puede decirte a ti este evangelio:

  • «Le reconoce» – El Evangelio comienza con algo que marca todo el desarrollo y que habla claramente de quién es Juan. Juan reconoce a Jesús, que pasaba por allí. Jesús no se acerca. Jesús no va a buscarle. Juan no le interrumpe su camino. Simplemente lo ve pasar y le reconoce. ¡Qué importante reconocer a Dios cuando pase por tu vida! ¿Qué es necesario para ello? Seguro que te preguntas eso a veces. Pues mira, no tengo la solución definitiva pero hay intuiciones que sí tengo claras: hay que esperarle y hay que saber mirar, educar deseo y mirada. Desearle porque consideras que lo necesitas en tu vida. Y practicar la mirada: liturgia, oración, entrega a los demás, un poco de silencio, y dejar de mirarte a ti mismo todo el rato.
  •  «Se fían» – Los discípulos se fían de Juan. ¡Qué valentía! ¿Y si Juan se equivocara de intuición? ¿Y si te equivocas cuando piensas que es Dios quién pasa y luego no es así? ¿Y si…? ¡Cuántas cosas dejas de hacer por ese miedo, por esas dudas, por necesitar tenerlo todo claro! Ellos se fían de lo que su corazón siente en ese momento y de aquél que los conoce y les acompaña. No se trata de ser un «cabezaloca» pero tampoco de dejarse atenazar permanentemente por el miedo a equivocarse. Así que piénsalo: las grandes y mejores aventuras comienzan dando un paso en el precipicio.
  • «¿Qué buscas?» – ¡Vaya preguntita! ¡Top! Es una pregunta para cada día, para cada etapa de tu vida, para cada plan y proyecto que estés valorando, para cada paso que estés a punto de dar, para tener siempre presente en tu oración… Es una pregunta que Dios te hace a ti. Es una pregunta que va directa a lo profundo de tu existencia. ¿Qué buscas? ¿Qué anhelas? ¿Qué necesitas? ¿Qué deseas? ¿Qué sueñas? ¿Qué te falta? Pero si no lo tienes claro, tranquilo: ellos tampoco supieron responder al Señor. Sólo tras pasar tiempo con Él, tras conocerle, tras ver «dónde vivía», se dieron cuenta que eso era, Jesús era, Él era lo que buscaban. Prueba… y verás.

Te deseo una buena semana con estas cuestiones de fondo. Dale una oportunidad a Cristo. Estate atento por si pasa por tu lado, practica tu mirada, déjate llevar por la intuición de tu corazón y atrévete a ir donde te lleve, aunque no tengas claro al principio si es eso lo que anhelas. No es un camino de seguridades sino de amor, y el amor siempre camina a la intemperie.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo del Bautismo del Señor Ciclo B

Con la resaca de la noche y la mañana de Reyes, llegamos al último día de estas fiestas. El Bautismo del Señor marca el final del tiempo de Navidad y uno ya se descubre pensando en cuándo retirar toda la decoración de casa. Se van las luces, el árbol y las bolas y regresan las múltiples rutinas a las que siempre despreciamos. Es como si necesitáramos, para ser felices, una eterna sucesión de «momentos especiales». Pero la Navidad no es más que el comienzo de toda una historia de Dios con cada uno, ¿o no? Escuchemos el evangelio de hoy [Mc 1,7-11]:

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma.
Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.»

Con este fragmento comienza Marcos su evangelio. Es un hito temporal en la vida de Jesús en el que la comunidad cristiana reconoce desde antiguo el comienzo de su misión, el comienzo de su vida pública. Hasta entonces, a Jesús sólo lo conocían sus padres, sus familiares, sus vecinos… y lo conocían, no como el Salvador, sino como uno más. Pero hay momentos donde todo cambia. Seguro que  a lo largo de tu vida, tú también eres capaz de reconocer los momentos donde Cristo se te hizo presente, donde pasó de ser uno más a ser Él, al que vale la pena seguir. ¿Por qué no dedicas cinco minutos a recordar? Yo te dejo tres pistas más:

  • «Desde Nazaret hasta el Jordán» – De la nada al escenario. Del desconocimiento a las multitudes. Del silencio a la Palabra. Del vacío al sentido. Un viaje que hace Jesús en aquel momento y que ha hecho, o quiere hacer, también en tu propia vida. Jesús quiere llegar a ti, quiere aparecer para sanarte, para enseñarte, para acompañarte, para conocerte, para que le conozcas, para mostrarte un camino nuevo de vivir, para perdonar todo aquello de lo que te arrepientes, para dar la vida por Ti. ¿Eres capaz, como Juan, de esperarle, de reconocerle, de dejarle hacer?
  • «De hacer a dejar hacer» – Fíjate en esto último. Juan llevaba tiempo anunciando el Reino de Dios. Vivía en el desierto, esperando, anunciando, anhelando para su vida y para los demás algo parecido. Seguro que tú, en tu corazón, también esperas, anhelas felicidad, plenitud, sentido. Él era el protagonista de su tiempo. Pero cuando llega Jesús, Juan entiende que su «hacer» debe dejar paso a un «dejarse hacer». Ya no es él el protagonista, ya no es él el que va a cambiar las cosas. Es Jesús. Él lo hará todo con su amor. Él es. ¿Esto cómo lo llevas? Lo de dejarte hacer en lugar de hacer todo el rato. No estamos educados para ello. Parar para dejar que Él sea, que Él haga. ¿Y si la felicidad hay que desearla más que buscarla, recibirla más que construirla?
  • «Dios es el regalo» – Ayer estabas abriendo paquetes y rompiendo papeles de regalo. Él es el regalo. Lee el texto. ¡Qué bueno que venga después de Reyes! ¿No? Ese Jesús, todavía en una caja, envuelto en papel de regalo, sin ser descubierto, de repente ¡zas! ¡Queda a la vista! Dios es el regalo, el Dios-Trinidad. Habla el Padre, hace el Hijo y anima el Espíritu. Dios es el regalo: ¡ya nos lo han enseñado! Un Dios que es relación, que es familia, que es comunidad, que es grupo, pandilla, equipo o como quieras imaginártelo. Un Dios que se da y se entrega a Ti.

Termina el tiempo de Navidad. Comienza el tiempo de «usar» este regalo que se te ha dado, de «conocerlo», de entender cómo funciona. Dios se ha hecho uno de los nuestros para relacionarse contigo, y conmigo, y salvar nuestra vida aunque ninguno pensemos que necesitamos ser salvados. Ya lo descubriremos algún día. Aprovecha. No pierdas el tiempo. Ponte en camino con Él. Hacia Jerusalén.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de la Sagrada Familia Ciclo B

Hace unos días fueron los retiros en el cole. Los chicos de 4º ESO y 1º y 2º de Bachillerato marcharon unos días a hacer silencio, mirar hacia adentro, reflexionar sobre su propia vida, acoger su verdad y su realidad y poner el amor de Dios en todo. La experiencia dice que la familia suele ser uno de los temas estrella: realidades familiares complejas, desencuentros, expectativas, silencios, poco diálogo, maltrato… Es, sin lugar a dudas, el espacio vital donde nos jugamos mucho de lo que somos, para bien y para mal. Escuchemos el evangelio de hoy [Lc 2,22-40]:

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor»), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Un día leí en un libro la frase «la familia es el lugar donde no funcionan las cosas». Sinceramente fue todo un bálsamo, un tranquilizante, viendo los defectos de mi familia, los «quiero y no puedo», los constantes intentos para que algunas cosas fueran de otra manera sin conseguirlo. Al final, justamente por todas las cosas que no funcionan y no salen como a uno le gustaría, la familia se convierte en el lugar privilegiado para el perdón, la caridad, la misericordia, la corrección fraterna, el amor sin condiciones. Suena mucho a Dios, ¿o no? Te dejo tres pistas sobre la Palabra de hoy:

  • «Dios en la familia» – María y José van a Jerusalén a cumplir un precepto judío, a presentar a su hijo al Señor. Dios forma parte de su «ser familia». Yo no sé si tú haces algo parecido. ¿Cuentas con Dios para vivir tu realidad familiar? ¿Pones delante de él lo que es cada uno de los miembros de tu familia? ¿Le hablas de tu padre? ¿Y de tu madre? ¿Y de tus hermanos? ¿Pides por ellos? ¿Le cuentas a Dios lo que te cuesta de cada uno? ¿Y sobre ti? El hogar, la familia, suele ser fuente de seguridad, de cariño, de certezas… pero, a la vez, es un tejido frágil que hay que cuidar y mimar. Dios te puede ayudar. En este final de año, presenta tu familia al Señor.
  • «Una familia abierta» – María y José salen de su casa. Otros entran en contacto con su Jesús. Se sorprenden de lo que dicen de su niño, un Niño llamado a cambiar la vida de muchos, de todos. Ojalá tú también, y tu familia, sepáis ser una familia abierta al mundo, a los otros. ¡Claro que hay que dedicar tiempo a la familia! ¡Claro que tus padres, tus hermanos, tu pareja… son muy importantes! Pero una familia estufa, autorreferencial, que empieza y termina en sí misma, ni crece ni da vida. ¡Ojalá en este año que comienza te animes a salir de tu casa, a regalar y a ofrecer todo lo que has aprendido y recibido dentro! Ojalá tu familia crezca con otros nombres, con otros lugares, con otros amores, como hizo el mismo Jesucristo en su vida.
  • «Crecer en tamaño y en sabiduría» – Bien por el deporte. Bien por una buena alimentación. Bien por el inglés, el máster y la carrera. Bien por intentar crecer en tu trabajo. Pero ¿qué tal tu corazón? ¿Y tu espíritu? ¿Han crecido también? ¿Les das de comer? ¿Los alimentas? ¿Y el espacio de Dios en tu vida, la sabiduría? ¿Crece también? ¿Qué tal vamos de lectura, de reflexión, de oración, de silencio, de encuentros, de tiempos de calidad con tus amigos, de conversaciones profundas, de vida compartida, de compromisos adquiridos, de vivencia de los sacramentos, de entrega a los demás? ¿Crecen?

El calendario ha querido que el año se termine con este evangelio. Presentamos el 2024 ante el Señor y le pedimos que sea un año lleno de familia, de inquietudes, de encuentros, de verdad y de justicia… y de paz, paz en el corazón de cada uno, paz en tu familia y en la mía, paz en el mundo. ¡Feliz 2024!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Adviento Ciclo B

Hay voces que vale la pena escuchar y seguir. Este pasado viernes, en la eucaristía de la Inmaculada Concepción, escuché con gusto la homilía de Julio, el obispo retirado que tenemos la suerte de acoger en la iglesia de la urbanización donde vivo. Sus palabras, de cadencia lenta, son proféticas: denuncian, confrontan, acarician y reconfortan. Todo a la vez. Su voz es débil en un mundo lleno de ruido. Pero, aunque él se piense que a veces es como predicar en el desierto, su palabra dispone el corazón para el encuentro con Cristo. Escuchemos el evangelio de hoy [Mc 1,1-8]:

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

Estamos en el segundo domingo de Adviento. Seguimos en tiempo de preparación. Leyendo el evangelio de hoy me surgen tres pistas que pueden servirte en estos días:

  • «Un desierto para encontrarse» – Los esenios se iban al desierto porque buscaban la soledad. Su camino de purificación exigía abandonar el mundo y, retirados, buscar la perfección y a Dios. Juan también se sitúa en el desierto pero de una manera muy diferente. No es un desierto «para él», para retirarse y salvarse, sino que es un desierto para encontrarse con otros, con aquellos a los que anuncia la llegada del Señor y, posteriormente, con el Señor mismo. Te animo a ti también a que busques en este tiempo de Adviento ratos de silencio, a que te alejes un poco de lo mundano (tele. móvil, internet, compras…) y a que te encuentres, en tu desierto, con una espera que tiene nombre y nombres propios.
  • «El pecado molesta» – No es tanto que si llevas pecado encima Dios te rechace. ¡No! Jesucristo viene al mundo por ti y por mí porque somos pecadores, imperfectos e infelices. Jesús nos busca con nuestro pecado. Pero ciertamente, en este tiempo de espera, el pecado es un obstáculo para encontrarle. El pecado, el tuyo, apaga la sed. El pecado aplaca la espera. El pecado te da la sensación de que no necesitas más, te envuelve en su telaraña y no te deja ni recibir el anuncio ni correr, libre, hacia el Dios que nace. Por eso te invito a que te reconcilies estos días, a que acudas al sacramento y te saques esa piedra con la que cargas encima. Tu deseo debe estar vivo, tu mirada limpia, tus oídos finos y tus pies prestos para correr. Pide perdón y prepárate.
  • «Dios cumple sus promesas» – Así empieza el evangelio de hoy: «Comienzo del Evangelio». Dios quiere comenzar contigo también un nuevo capítulo de tu historia. Empezar de cero. Renovarlo todo. Abrasar lo viejo y germinar algo distinto. ¿Cómo lo ves? Evangelio es una buena noticia, pero no genérica sino concreta: Dios viene a tu vida y al mundo para que el Reino de Dios sea una realidad, para cambiarlo todo, para que el amor se haga fuerte. Es una promesa de felicidad, de plenitud. Es eso que añora aunque no sabes ponerle nombre. Esa eso que viene a saciar el vacío que sientes tantas veces. Dios ya viene.

Sigue caminando a Belén. A veces con las fuerzas justas. A veces con la esperanza en mínimos. A veces desviado del camino y atravesando baches. A veces despistado, despistada. A veces haciendo pausas porque no tienes claro que quieras ir… Pero sigue caminando. Escucha esas voces que te animan a recomponer tu vida, a abandonarte en sus manos, a dejarte querer por la Ternura.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 1º de Adviento Ciclo B

Comienza un nuevo tiempo litúrgico. ¡Feliz año a todos! Un nueva etapa. Una nueva oportunidad para soñar, para mirar hacia adelante, para bajar a lo profundo del corazón y descubrir nuestros anhelos. No sé tú cómo llegas. Yo llego inquieto, con una mezcla emocional de paz y guerra. Siempre igual. ¿Será que no puede ser de otra manera? Vamos a acercarnos al evangelio de hoy [Mc 13,33-37]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Velad. Así comienza este Adviento. Dios me mira de frente y me dice «- Santi, vela. No tienes ni idea de cuándo saldré a tu encuentro de nuevo». Me vienen a la mente momentos intensos de vela en mi vida: recuerdo la noche en vela esperando el nacimiento de mi primer hijo, solo, en la sala de espera del paritorio del Hospital de Alcorcón; recuerdo los días en vela ante la decisión de dar un paso hacia el ministerio de pastoral en la Escuela Pía, lleno de dudas, en plena tormenta interior; recuerdo la noche en vela, acompañando a los jóvenes, en nuestra experiencia de Horizonte; recuerdo la noche en vela en uno de los retiros más importantes de mi vida… Tres pistas de lo que significa velar, tres pistas sobre a lo que somos invitados hoy:

  • «Estar despierto» – Velar es no rendirse al cansancio, al sueño, a la tardanza de aquello que esperas. Velar es no sucumbir a lo razonable. Velar es esperar a quién amo. Velar es vivir consciente. Y es que no hay nada peor que dejarte llevar, vivir llevado por lo que otros deciden, por el devenir de los tiempos, por lo que te apetece. Comienza el Adviento despierto. Lávate la cara con agua fría y mírate al espejo. Mírate y dite lo que hay, lo que ves, sí, sé realista. Di lo que hay en tu familia. Di lo que hay en tu relación de pareja o en la ausencia de la misma. Di lo que hay en tus amistades, en la universidad o en tu trabajo. Di lo que hay en el mundo. Verbaliza la mucha mierda que te asquea, verbaliza el fracaso que te llena de desesperanza. Verbaliza también el amor recibido y aquello por lo que vale la pena que sigas luchando. Y, al final, verbaliza aquello que esperas, que anhelas, que sueñas. Verbalízaselo a Dios. ¿Le necesitas? Díselo. Díselo. Acoge la verdad de tu vida y espera que, en sus manos, dé fruto.
  • «¿A quién esperas?» – Velar es esperar al dueño de la casa. Esto es el Adviento. Adviento no es esperar algo sino a Alguien. Y no a Alguien cualquiera sino a alguien que te conoce, que te mira, que te busca, que te quiere, que sabe más de ti mismo, de ti misma, que tú. Velar es esperar a Aquél ante el cual no hay postureo posible, ante el cual no cabe la vergüenza, ante el cual no hay espacio ni aspecto de tu vida que merezca su reproche. ¡No me digas que no vale la pena esperar a este Jesús que mira tu vida con amor, sin culpa, sin juicio! ¡No me digas que no vale la pena esperar a este Jesús que conoce perfectamente el pecado, la perdición, la traición, el egoísmo, la oscuridad, la muerte, el sinsentido, la envidia, la miseria… tu pecado, tu perdición, tu traición, tu egoísmo, tu oscuridad y muerte, tu sinsentido, tu miseria…! Espérale, sí. Espérale. En su abrazo está tu descanso.
  • «Inesperadamente» – ¿Lo peor? Dios no envía un whatsapp para avisarte de cuándo ni cómo va a hacerse presente en tu vida. Aquel a quiénes todos esperaban en Israel nació inesperadamente una noche oscura de invierno, a las afueras de un pueblo perdido, entre animales y con olor a podredumbre, sólo arropado por el amor de sus padres. Dios hablar y se manifiesta en lo inesperado. Allí donde nunca dirías… Allí con quién nunca dirías… Allí de la manera menos ortodoxa y preparada… ¿Quién es capaz de reconocer lo inesperado? Los pastores: aquellos que frecuentan la oscuridad, la soledad, el frío, la intemperie, la pobreza, la fragilidad. Así que tú también estás invitado si aprovechas este tiempo de Adviento para despojarte de tantas capas de seguridad, de fortaleza y de valor que has construído para sentirte «alguien».

Comienza Adviento. Es el tiempo de los «sin nada», de los «don nadie», de los que esperan. Salí afuera, al frío, a esperar la luz que caliente tu corazón para siempre.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 30º del Tiempo Ordinario Ciclo A

¿Se puede obligar a querer? De pequeños, nuestros padres, en general, nos enseñan a querer a los demás. A veces, si somos sinceros, a base de mandamientos: «Dale un beso a la abuela», «pídele perdón a José», «dile a papá cuánto le quieres»… Es curioso comprobar que aprendemos a amar, a perdonar, a respetar… a base de indicaciones que nos ayudan a crear un hábito del amor. Cuando luego vamos creciendo, obviamente, reprocesamos todo eso, lo ponemos en duda, tomamos nuestras decisiones y purificamos las intenciones. Leamos el Evangelio de hoy [Mt 22,34-40]:

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «»Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Dentro de unos días celebraremos la festividad de Todos lo Santos y parece que hoy nos vamos metiendo en harina. Y es que Jesús va a trazar una línea que va del cielo a la tierra, va a dibujar un espacio donde Dios y el hombre se asemejan, va a poner cimientos a una Ley que no se sostiene a base de cumplimientos. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Mandamientos» – Parece que sí, que Dios manda. No sólo anima o sugiere. No sólo recomienda. Manda. Nuestra soberbia nos lleva a pensar muchas veces que Dios no es quién para decirnos lo que tenemos que hacer. En esta época en la que hemos eliminado la autoridad de jueces, profesores, policías, mayores… también hemos despojado a Dios de su autoridad divina. Tú, que eres criatura, te atreves a decirle (o a pensar) a Dios qué te puede pedir y qué no. ¿De qué vas? ¿De qué voy? Dios es Padre y te dice que ames, que lo ames, que les ames. ¿A qué darle tantas vueltas a esto? ¿Y no es el mandamiento la forma que tenemos todos los padres de proteger, de encauzar, de educar, de enseñar… para que nuestros hijos lleguen a ser felices? Lo demás es humo…
  • «El amor como sostén» – Como decía Meryl Streep en la película «Secretos compartidos», «el amor no es suficiente». A veces te quedas con el romanticismo y la bondad de la palabra amor. Y te crees que con pronunciarla el mundo se va a convertir en un portento de buenos deseos. El amor debe ser llenado de contenido. Ese contenido es la ley, los mandamientos, la doctrina de la Iglesia. Y todo mandamiento, toda ley, toda indicación… debe tener debajo, sosteniéndola, el amor. Sin amor, sólo hay cumplimiento. Y el cumplimiento no salva, sólo salva el amor. Por tanto, si tu fe es «flower-power», ponte a cumplir todo eso que has dejado de lado, que has relativizado. Por contra, si eres de los que apela continuamente a las normas… háztelo mirar, te faltará amor.
  • «Dios-Prójimo» – Son como dos polos de una misma fuente de energía. Y entre ellos fluye la electricidad. El amor por uno brota, sale de, lleva a, nutre, el amor por el otro. ¿Cómo llevas la primera parte? ¿El amor a Dios? Concreta. No digas que Dios es muy importante en tu vida y ya. ¿Le hablas? ¿Le vas a ver? ¿Rezas? ¿Frecuentas los sacramentos? ¿Sigues sus mandamientos? ¿Lees su Palabra? ¿Y al prójimo? ¿Estás atento, atenta, a las necesidades ajena? ¿Pones paz donde hay conflicto? ¿Eres capaz de consolar al pobre, al enfermo, al solo? ¿Dedicas tiempo y dinero a aquellos que viven indignamente? Si uno de los dos polos falla, el otro está en riesgo de muerte, cojo, falto de vida. Revísalo. Y, nunca mejor dicho, «ponte las pilas».

Nos vamos de cabeza a noviembre. Llegan los santos y difuntos. Amor, amor y amor a raudales. Dios y prójimo al máximo exponente. esa es la santidad de la Iglesia. ¿Llegaremos a ser como ellos? Por lo de pronto, vivamos esta semana con esperanza.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova