Entradas

Orar es algo más (Mateo 7, 7-11)

Leo las lecturas de hoy después de haber disfrutado ayer con este vídeo presentación de May Feelings. Y me encuentro con el «pedid y se os dará» del Evangelio y pienso que no es casualidad…

Yo rezo de muchas maneras- Hay veces en las que siento simplemente que me pongo en presencia del señor, que me pongo delante de Él, me presento ante Él para que me acaricie, me vea, me acoja… Hay veces en que mi oración es una auténtica conversación, hablando, diciendo, pidiendo, contando, compartiendo con el Padre todo: lo que me preocupa, lo que anhelo, mis preocupaciones, mis inseguridades… A veces pido con fuerza por cosas o personas concretas y pienso que ese «estar en comunión», ese «unirme a muchos en oración por algo» es efectivo… Creo que esa fuerte voz llega al Padre con fuerza. Me encantó oír al Papa Francisco comentar que hay que orar incesantemente hasta «incomodar al mismo Dios».

Pero orar además tiene un tremendo efecto preventivo que yo, cada día noto más: previene del engreimiento, de la soberbia, de la autocomplacencia y la suficiencia. Me encantan las palabras de Moisés a su pueblo de la primera lectura. ¡Qué fácil es olvidarse de Dios cuando todo va bien! ¿No es esto tremendamente actual? El hombre ha dado de lado a Dios, le ha vuelto la espalda, se ha creído todopoderoso y ha olvidado toda una historia de salvación para la humanidad…

Recemos, recemos por y para otros y por y para nosotros mismos. La oración es alimento y medicación.

Un abrazo fraterno

Jesús, ideal para tu dieta (Mateo 14, 13-21)

Hoy es de esos días en los que la primera lectura y el Evangelio van tan íntimamente relacionados que es precioso hacer oración con ambas.

Me sorprenden las palabras que Moisés le dirige a Dios. Son palabras de un hombre extenuado, cansado, que soporta un peso tremendo y que, a veces, llega a su límite. Carga con un pueblo desagradecido y protestón, que parece que no es capaz de agradecer a Yahvé su salida de Egipto, su protección, su maná…  Moisés es también, como ya comenté en días previos, un hombre que habla cara a cara con Dios. Sin miedo. Sin tapujos, Con plena confianza. Quejándose cuando lo considera oportuno, pidiendo fuerzas, soluciones, salidas, perdón… Su actitud me hace reflexionar sobre mi manera de dirigirme al Padre, posiblemente no tan confiada, sí más respetuosa.cuerpodecristo

Israel está cansado del maná y pide carne y pescado. Israel quiere comer otra cosa. El maná ya no le sacia. El Evangelio da la solución. Jesús es el verdadero alimento, Jesús es el Pan que sacia, el Pan que colma, el Pan que se derrama y se reparte a manos llenas.

Yo, tan preocupado por mi alimentación y mi dieta… ¿tengo esto claro? ¿Tengo claro que Jesús es el alimento perfecto? Jesús no engorda. Jesús no sube el colesterol. Jesús no da hambre. Jesús no acumula grasa en las arterias. Jesús se puede repartir. Jesús llega para todos. Jesús es calma en mis días de ansiedad, es lujo para una cena especial, es amor para el que no tiene nada que llevarse a la boca. ¿Por qué como tantas cosas que no me sacian y frecuento tan poco el alimento que va directo a mi alma, a mi corazón, a todo mi ser?

Cuando incorporo a Jesús a mi dieta, y lo hago la base de mi pirámide alimenticia, la vida se convierte en un auténtico milagro.

Un abrazo fraterno

Yo soy el pan de la vida (Jn 6, 30-35)

Soy de los que no saben comer sin pan. Me falta algo. No sé cómo acompañar los platos. Es algo absolutamente imprescindible en mi «dieta». Cuando Jesús viene y se equipara con el pan, a mi no hace otra cosa que surgirme hasta qué punto no se vivir sin Jesús. Hasta qué punto me falta algo. Hasta qué punto no se acompañar las circunstancias que me rodean. Hasta que punto, Jesús, es imprescindible.

Jesús, alimenta mi vida.

Un abrazo fraterno