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De ciudad en ciudad, de lucha en lucha (Hch 20,17-27)

Hace no mucho que leí una biografía de San Pablo. Maravillosa. Recomendada. Y me ha dejado un profundo poso. Reconozco que eran algunos los prejuicios que, a lo largo de mi vida como cristiano, he ido formándome acerca de Pablo y, leyendo esta biografía, se me fueron cayendo todos, de uno en uno.

Hoy, en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles nos encontramos a un Pablo en modo despedida. Y precioso e impactante es escuchar las palabras con las que él define su misión: «Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios«.

Yo, que pretendo cada día seguir a Jesús, que estoy en la Fraternidad Escolapia, que vivo en una comunidad, que gasto mis días intentando hacer la voluntad de Dios… soy un pringado. Lo soy porque quiero llevar a cabo la misma misión que Pablo; eso sí, sin cárceles, sin luchas, sin saberme forzado ni llevado por el Espíritu… Quiero tenerlo todo bajo control. Quiero que se hagan las cosas a mi manera. Quiero ser valorado. Quiero ver frutos pronto. Quiero contentar a todos. Uf… lo que Pablo fue descubriendo, yo aún lo huelo muy de lejos. Pero el horizonte está claro.

No hay misión sin lucha. No hay misión sin conflicto. No hay misión sin pérdida. No hay misión sin sufrimiento. Pero ¿hay otra posibilidad para los que queremos seguir al Maestro? No la hay. Es una pena. Pero no lo hay. Así que dejémonos en manos del Espíritu, no opongamos resistencia y a caminar, que el camino es largo y la meta nos espera.

Un abrazo fraterno

Salmo para un día de huelga (Salmo 22)

Qué precioso es el Salmo de hoy. Ideal para una jornada complicada, agitada, tensa.

Al final, leyendo la vida de los santos, leyendo un poquito de historia de hace no mucho, uno se da cuenta de lo que toca sufrir. No podemos vivir con la miopía colectiva de pensar que el mundo es happy-flower y que hay que luchar para que así sea. Claro que hay que luchar pero hay que tener muy nítido el objetivo. ¿Por qué lucho? ¿Por qué me movilizo exactamente?

El Salmo de hoy me aporta paz, me hace saborear el cuidado de mi Señor. A veces me cuesta ser capaz de vivir desde ahí… Que el Señor aumente mi fe.

Un abrazo fraterno

El Señor está cerca de los atribulados (Sal 33)

Lo primero que tengo que decir es que la palabra «atribulados» no está recogida en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Como curiosidad. Sí está la palabra «tribulación» de donde podemos deducir la anterior. Atribulado será todo aquel que sufre pena, congoja, tormento, persecución… adversidades.

Las adversidades están ahí. Todos los días. Y la sociedad en la que vivo llena mi vida de tribulación. El concepto del trabajo, la economía y el tiempo me oprimen. Mucho que hacer y poco para disfrutar. «Hay que disfrutar en cada momento con lo que uno tiene» – dicen algunos. Y es verdad. Pero eso no quita para admitir que vivimos a un ritmo frenético e inhumano. Y luchar contra eso cansa, agota, desgasta.

Está siendo una semana difícil. Y acojo el salmo de hoy con alegría. Es un beso del Padre.

Un abrazo fraterno

Págales por ti y por mi (Mt 17,22-27)

Tal como me ha llegado esta Palabra de Jesús hoy es, sin duda, una lección a mi afán de polemizar que muestro de manera tan usual en mi día a día.

Jesús, sabiamente, sabe elegir las batallas en las que vale la pena luchar. Hoy no quiere escandalizar. En otras ocasiones escandaliza sin pudor. ¿Qué diferencia hay pues? Pues tal vez lo que se juega en cada ocasión. No todas las batallas merecen la misma cantidad de sudor y energía; es más, muchas batallas no merecen ni ser afrontadas. Jesús suele dejarse la piel en aquellas batallas en las que está en juego la persona: su dignidad, su libertad, su ser… Lucha contra la opresión, la injusticia, la manipulación… Pero en estas batallitas de impuestos, de «chorraditas» oficiales no parece gastar ni un ápice de su fuerza.

Elegir bien aquello en lo que merece la pena escandalizar, gritar, sublevarse, etc. es algo importante que yo no acabo de descubrir. Me meto en mil charcos y en mil discusiones inútiles que no ganan metros para el Reino. A ver si poco a poco y con la ayuda de Dios voy ganando en sabiduría.

Un abrazo fraterno

He combatido bien mi combate (2Tim 4, 6-8.17-18)

No suelo escribir en el blog en domingos, no suelo hacerlo los fines de semana. Pero acaba de comenzar una semana de vacaciones después de varias de mucho trabajo, de muchos cambios, de mucho esfuerzo… y me apetecía reaparecer para mi mismo.

Elegir el buen combate es un tema recurrente en ese libro de Paulo Coelho que tanto me gusta: «Manual del guerrero de la luz». Elegir el buen combate… No todas las batallas son para mi. No estoy llamado a todas las luchas ni los dones que me han sido regalados sirven con utilidad al Reino en todos los frentes y ante todos los enemigos.

¿Cuál es el gran combate al que soy llamado a luchar? Todavía estoy en tiempo de preparación y aún estoy afilando mis armas. Todavía creo que el Señor no ha enseñado todas su cartas para mi. Pero desde luego voy intuyendo cosas. Y lo que un día se intuye no se puede olvidar…

Un abrazo fraterno