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¿Cómo te podré pagar? (Sal 115)

Ayer recibí la encomiendo del ministerio laico de pastoral, un servicio eclesial para acompañar a los ministros ordenados en su labor de cuidar, acompañar, formar y evangelizar a la comunidad que les es encomendad. Un nuevo paso en mi compromiso con las Escuelas Pías. Un nuevo paso como respuesta a mi vocación.

Os dejo aquí la acción de gracias con la que cerré la Eucaristía de ayer. El Señor me ha hecho mucho bien en mi historia. ¿Cómo podré pagarle?

El Señor es grande. Y por eso quiero darle gracias.

Miro atrás y veo todo lo bueno que ha hecho conmigo. Gracias por mis padres y por mi familia que, desde pequeño, me educaron en la fe y me enseñaron que contigo todo es más bonito y más verdadero, aunque no siempre sea más fácil. Gracias también hoy por Esther, la que más me quiere, por Álvaro, por Inés y por Juan. Gracias por ellos, que me sostienen y que construyen a mi lado una familia auténtica y genial, por lo imperfecta.

Gracias también por los profesores que tuve y que me ayudaron a sacar de mí lo mejor. Me quisieron e hicieron de mí una persona apasionada por la educación. Gracias por el cole de Coruña, donde comenzó a fraguarse mi vocación, donde conocí a Calasanz y comencé a enamorarme de él.

Gracias por las experiencias vividas. Gracias por Cercedilla y por todo lo discernido en sus rincones, por las Pascuas, con sus silencios y sus vigilias, por los retiros, por Caminando y por el Movimiento Calasanz. Gracias por no permitirme abandonar, ni alejarme, ni desfallecer. Gracias por tantos que me animaron a vivir mi fe en comunidad, por los hermanos con los que aprendí a entretejer vida y misión. Gracias por mi comunidad Belén y por mi comunidad actual. Gracias por corregirme, Señor, a través de ellos, por su cariño incondicional.

Gracias por las Escuelas Pías y por nuestra Provincia Betania, en la que sigo dando pasos. Gracias por su generosidad conmigo, por permitirme formar parte de esta maravillosa tarea de acompañar a niños, a jóvenes, a familias. Gracias por toda la confianza que siempre he sentido por su parte. Gracias por la vocación de mis hermanos religiosos y la de tantos laicos que caminan a mi lado. Su ejemplo me cuestiona y me exhorta a ser mejor persona, mejor educador y mejor escolapio.

Gracias Señor por darme la fuerza y la confianza para acoger esta encomienda ministerial. Gracias porque, pese a mis errores, mis fragilidades y mis miserias, sigues creyendo en mí. Gracias por contar con los pequeños, con los imperfectos, con los que fallamos. Gracias por haber depositado en mi corazón la determinación para insistir a tiempo y a destiempo y para creer que vale la pena entregar la vida, arriesgar, y apostar fuerte con los talentos que me has regalado. Y gracias finalmente por esta Presencia. Gracias por Salamanca y por todos los compañeros que cada día me recuerdan que Tú nos quieres juntos, en la misma barca. Gracias por tantos alumnos que me alegran cada día la vida y que me hacen sentir que he encontrado mi lugar en el mundo. Gracias por habernos traído a un lugar magnífico donde seguir creciendo como personas y como escolapios al lado de tantos que son referentes de entrega al estilo de Calasanz. A su lado quiero seguir Padre, tejiendo vida, restaurando senderos, recuperando ternura. Y gracias por todos los que hoy habéis querido estar aquí. Amén.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Mi vasija de barro (2 Cor 4,7-15)

Voy asimilando poco a poco que soy menos de lo que yo me creo de mí mismo. Voy convenciéndome despacito de que no puedo tanto como me gustaría. Voy asimilando que pierdo, que fracaso, que me equivoco, que no consigo lo que desearía. Voy descubriendo, a base de ir acercándome al Señor, mi vasija de barro.

Mi vasija de barro es mi propia fragilidad. No la he aceptado bien. Estoy en ello. Creo que una de las patas de mi autoestima es mi capacidad. Cuando mi capacidad no tiene frutos, mi autoestima quiebra. Como está bien desarrollada, no me caigo, pero trago la vida con dificultad. Y es que me encantaría gustar a todo el mundo. Me encantaría que todo me saliera siempre bien. Me encantaría no ser causa de problema ni verme inmerso en conflictos. Me encantaría que todos me admiraran y dijeran lo bueno, majo y capaz que es Santi.

Dios va haciendo trabajo en mí. Me va acompañando, como padre que sabe que su hijo se la va a dar más pronto que tarde. Dios me conoce y me va moldeando. Le cuesta porque soy muy terco, pero creo que su trabajo va dando su fruto. La soledad de muchos momentos, la incomprensión, el ser cuestionado, reprendido, rechazado, cuestionado… me ha ayudado a irme dando cuenta de que no soy yo el protagonista de esta historia.

Hoy, en el día de Santiago Apóstol, mi patrón, pongo mi ministerio y mi testimonio en manos de Dios. Para que sea Él quién aparezca yo y yo el que desaparezca. Para que Él crezca y yo me haga pequeñito.

Un abrazo fraterno – @scasanovam