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El Señor deshace planes (Sal 32)

Ayer, en el campamento en el que estoy con chicos y chicas de 1º Bachillerato, ante varios testimonios de personas que habían optado por abandonar sus planes y seguir la voluntad de Dios, ellos se cuestionaban y preguntaban: ¿Por qué? ¿Por qué si tú tienes unos planes, los abandonas para seguir la voluntad de Dios? ¿Y cómo sabes que esa era la voluntad de Dios? ¿Cómo estar seguro de que no te estás equivocando?

A veces ni siquiera las cosas son tan sutiles y Dios, de manera misteriosa, respetando tu libertad y, a la vez, adentrándose en la historia, deshace tus planes, frustra tus proyectos. Eso que tenías pensado, que tú pensabas que era bueno y que te haría feliz, de repente, se tuerce. Y clamas a Dios por no entender nada…

Probablemente, esos planes maravillosos no eran los mejores; probablemente estabas traicionando algo de lo que eres y a alguien en quien crees; probablemente estabas silenciando tu vocación o funcionando de espaldas a tus dones. Y lloras, y te mueres de rabia, y pataleas, y te enfadas… y, a la vez, mientras, una puerta se abre en todo ese vacío. Porque cuando uno consigue vaciarse de «sus» planes, de «sus» intereses, de «sus» proyectos, de «sus» ideas… Dios tiene sitio para entrar con todo el amor del que es capaz.

Dios nunca deshace un plan sin lanzar una promesa. así nos lo dice el salmo, más adelante: «para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre«. Porque de eso se trata. De que Dios nos amar, nos conoce, nos cuida y nos protege. Bajo esta convicción, confiemos. Y nos irá mejor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Cuando parece que Dios duerme (Mt 8,23-27)

Paso unos días de estos de no entender casi nada. El desconcierto preside mucha de la realidad que me rodea y me cuesta situarme. Es la misma sensación que la de aquellos discípulos que, subidos a la barca con Jesús, empiezan a sentir que el temporal llega… y Jesús duerme.

A veces me pregunto qué es lo que realmente querrá el Señor de mí. Es como un continuo responder a una fuerte llamada y darme de bruces con la realidad. Una mezcla de aspiración y fracaso, de energía y frustración, de expectativa y decepción… que me resulta terrible. Y silencio.

Haciendo caso a Jesús sólo me toca pedir fe. Fe porque el Padre me conoce. Fe porque el Padre me salva. Fe porque, aunque los planes y las seguridades caigan a cada paso, Él sostiene mi vida y me encamina hacia nuevos senderos. Aunque todo esto yo lo diga ahora con mi cabeza…

Un abrazo fraterno – @scasanovam