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Dios hace historia contigo (Jos 24,1-13)

La primera lectura de hoy me parece preciosa. Josué habló al pueblo y, mirando atrás, les recordó la historia que su Dios había hecho con ellos. Desde las personas que los guiaron, los lugares por los que caminaron, las batallas que enfrentaron, los favores que recibieron…

Hay momentos en los que es conveniente que nos paremos y recordemos. La vida se nos va tan rápido que uno puede tener la sensación de que va sin frenos y, muchas veces, sin una dirección clara. Pero si hay fe, seguro que al recordar, uno puede descubrir cómo Dios ha ido tejiendo una historia a su lado. Las personas que nos cuidaron, las que se han ido cruzando en nuestro camino… ¡qué importantes! ¡Qué maravillosas casualidades han traído a nombres concretos a nuestra vida! Personas que conocimos desde siempre, como nuestra familia, y otras que han ido llegando de manera misteriosa. También lugares… la geografía de nuestra existencia. Ciudades, pueblos, casas, rincones… que podríamos calificar de importantes por razones diversas. Lugares a los que siempre se vuelve o a los que vale la pena volver. Y batallas y favores, claro. Milagros que reconocemos, caricias de Dios que nos han sostenido en el tiempo. Y luchas que nos han dejado heridas, guerras en las que ha valido la pena pelear y que muestran que hemos vivido a pleno pulmón.

Hoy presento a Dios mi propia historia. Y le reconozco en ella. Un Dios que camina conmigo aunque a veces yo mismo no tenga claro hacia dónde.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Roma II – El Coliseum, vivo recuerdo de una fe viva

Es uno de los símbolos de Roma, tal vez porque es sorprendente que siga en pie, tal vez porque es un signo vivo del circo del antiguo Imperio. Los coches lo rodean y la gente lo atosiga. Y fotos y flashes, y más fotos y posados… Todo el mundo quiere llevarse un recuerdo del Coliseum.

Pero plantarse allí delante, frente a esas piedras milenarias, es también un ejercicio para el recuerdo. El recuerdo de que la Iglesia fue perseguida desde el comienzo de los tiempos. El recuerdo de lo que tenían que hacer aquellos primeros cristianos para profesar su fe. El recuerdo de las consecuencias sufridas por no ceder y mantener firme su adhesión a Jesús de Nazaret. Un recuerdo que sobrecoge.

Jesús no era un ingenuo cuando dedicó una de las Bienaventuranzas a los «perseguidos por causa mía». Tal vez somos nosotros los ingenuos, creyéndonos que podemos ser cristianos y católicos sin tener que mojarnos ni una sola vez en nuestra vida. No es así. El recuerdo vivo del Coliseum es el recuerdo vivo de todos los creyentes que nos precedieron y que se tuvieron que enfrentar, incluso con su propia vida, a la intolerancia y la violencia.

Salí lleno y reforzado del Coliseum. No corren buenos tiempos para la Iglesia y uno tiene que estar forjado por lo que pueda venir. Los santos y los mártires  son, sin duda, un testimonio purificador para la Iglesia del siglo XXI.

Un abrazo fraterno