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¿Cumplimiento o enamoramiento? (Mt 19,16-22)

Si sólo fuera cumplir una serie de normas, sería más fácil ser cristiano, aunque tal vez menos apasionante. No es buena hora para los cumplidores. No lo ha sido desde la llegada de Jesús de Nazaret.

Jesús me invita a seguirle, a vincular mi vida a la suya, a «casarme» con Él. La fe que me propone es más de enamorado que de CEO manager. Seguirle se parece más a un matrimonio que a un club privado. Porque lo que Jesús me propone es utilizar mi libertad para elegirle, sin medias tintas. Porque no hay medias tintas en el amor.

Mi vida de creyente todavía huele a cumplimiento en muchos aspectos. La doctrina, las leyes y guías de Nuestra Madre Iglesia, a veces siguen siendo vividas como un «checklist» que hay que cumplir para ganarse el cielo y, lo que es más importante, no caer en el olvido de un infierno venido a menos pero que todavía pesa mucho. ¿Cuál es el problema? Que si la salvación fuera cumplir un checklist no hubiéramos necesitado a Cristo para nada. Cada uno sabría lo que tiene que hacer y sabría que, si cumple, se salva. Nos salvaríamos por nuestros méritos y no por el amor de Dios. Pero esto no va a así.

Méritos tengo pocos, cada vez tengo menos. Por eso, en el fondo, la exigencia al joven rico, que le hace marcharse triste y apenado, es, en el fondo, una liberación para mí. ¿Por qué? Porque no se trata de cumplir. Si fuera por eso, estaría suspenso. No cumplo muchas cosas. Fallo en muchas otras, me quedo a medias, soy mediocre. Pero no va de eso. Va de hacer vida con Cristo, de enamorarse de Él, de dejar «a mi padre y a mi madre» para unirme a Él, de tenerle en el centro, de construir mi vida con Él, de mirar como Él lo hace, de educar el corazón para que se parezca al suyo. En esto soy también mediocre a ratos pero el aroma es otro. Espero que el Señor, en su misericordia, me vea con buenos ojos. Intento cada día quererlo mejor y dejarme querer más por Él.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El gasto genera riqueza (Lc 19,11-28)

Dicen los economistas que en época de dificultades, se gasta menos, por precaución, y la recesión aumenta. Para que la economía crezca, debe haber movimiento de dinero. El gasto es bueno para el mercado, produce riqueza.

En lo espiritual, podemos decir que la dinámica es parecida. Nos han sido regalados dones, cualidades, capacidades. ¿Qué hacemos con ellas? Sólo gastarlas garantiza que la riqueza crece. Una riqueza que no es para uno sino para todos. Riqueza de la buena. Sólo el don que se entrega sirve para el fin para el que fue creado.

No hay amor que lo sea si se guarda. El amor, o se gasta, o caduca y echa moho. Yo prefiero gastarlo. Es la manera de asegurarse una eternidad de bienestar.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Pensaban y sentían lo mismo (Hechos 4,32-37)

A veces cuando leía esto me daba la sensación de que esto de pensar y sentir lo mismo era intentar unificar e igualar aquello que, de por sí, es distinto y, en esa riqueza, rico y valioso. Y es verdad que la diversidad es buena, valiosa y digna de protección pero algo hay en estas palabras de Hechos que voy entendiendo poco a poco y que vivo día a día en mi vivencia comunitaria. Y es que pese a ser distintos y no tener todos el mismo camino hacia Dios y hacia la Verdad siento que mis hermanos de comunidad y yo cada vez pensamos y sentimos más de la misma manera porque nos vamos cultivando y confrontando juntos con la Palabra; porque vamos educando juntos el corazón; porque miramos juntos hacia los mismos horizontes; porque vamos entrelazando las vidas; porque todo es de todos y porque acaba creándose una unidad difícil ya de separar.

Es complicado explicarlo pero siento que la lectura de Hechos es un hermoso espejo donde ponerse delante para ver cómo estamos siendo testigos de la resurrección.

Un abrazo fraterno

Carta a propósito de un nombre

He pensado mucho escribir esta carta y, finalmente, he decicido hacerlo. Da la casualidad de que no me encuentro en España sino que estoy de curso en la encantadora Freiburg, al sur de Alemania. ¿Me permitirá eso salirme un poco de mi España para hablar sobre uno de los problemas que no damos acabado de solucionar? Ojalá. Este frío continental aclara las ideas y alejado uno del calor sureño piensa mejor: una mente abierta al mundo y en el mundo es medicina que a más de uno le tendrían que recetar.

Hace unos días tres políticos se «dejaron preguntar» en un programa de la TV pública española. Uno de ellos era Josep-Lluís Carod-Rovira, máximo dirigente de Esquerra Republicana de Catalunya y, actualmente, vicepresidente de la Generalitat de Catalunya. ¡La que armó! Yo no vi el programa en directo pero fueron tantas las referencias surgidas en los diferentes periódicos nacionales al día siguiente que la curiosidad fue mayor que mi desinterés. Busqué el vídeo en YouTube y allí encontrá la media hora, más o menos, en la que Carod responde las preguntas de los ciudadanos seleccionados. Carod no es una persona que me provoque simpatía y no comparto la mayoría de sus ideas políticas. Pero esta apreciación personal no puede hacerme perder de vista que Carod tiene sus ideas, su visión de España, sus argumentos y que todo ello es perfectamente respetable. Para mi, en esa media hora, no dijo ninguna barbaridad ni cometió ningún improperio. Expuso su visión y sus opiniones. Ya está. ¿Por qué esto debe causar tanto revuelo? ¿Por qué nos escandalizamos de que alguien plantee la república, la autodeterminación, la independencia…? Son ideas políticas como sus contrarias. Yo puedo no estar de acuerdo pero eso no criminaliza las opiniones de una persona. Hecho de menos que este país sepamos debatir con un mínimo de educación, equilibrio, sosiego y calidad argumental… ¿Qué le vamos a hacer?
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La polémica principal pareció desatarse por la insistencia de Carod ante dos espectadores explicándoles que él no se llamaba «José Luis» sino «Josep Lluís». ¿Qué incorreción hay en esto? Yo no la veo. Creo que el nombre es algo personal y absolutamente inmutable. Y lo peor es la pobre excusa: no saber catalán. La segunda señora fue un poco más allá y dijo que ni lo sabía ni le interesaba conocerlo… Desde Freiburg, Europa, y mirando con perspectiva… ¡Qué incultura! ¡Qué cortedad de mente, de horizonte!

Los nacionalismos (español, catalán, vasco, gallego y otros) están perdiendo la gran oportunidad de saber valorar la riqueza lingüística y cultural que abunda en España. Las incoherencias de unos y otros, las malas políticas, el ansia de poder y pasar a la historia… están llevando a confrontar en unos temas que otros en el mundo han sabido vivir como riqueza. Me entristece comprobar la falta de equidad en este tema y la apuesta por la venda en los ojos para defender cada uno su parcela. Como si no nos bastara con una Historia complicada como para intentar complicar el presente enredando más y más… Yo hablo gallego, catalán, castellano e inglés. Y me enorgullezco de ello. Y me enorgullezco de conocer dos de las lenguas que son oficiales en territorios que forman España. Eso es también España. Y me enorgullezco de conocer el castellano y de presumir de una cultura común a todos milenaria y universal. No veo razón para la incompatibilidad.

Sé que es un tema complicado pero escribo esta carta no tanto como apoyo a Carod (que a veces no hace lo que predica) sino como llamada a la reflexión. Los treinta minutos fueron reflejo de una España que no se acepta a si misma, de unos nacionalismos que no aceptan a España y de unos ciudadanos tremendamente pobres, pobres, pobres… Carod es igual de problemático en este país que esa señora que despreció el catalán. Así lo veo.

Yo, mientras, seguiré llamando a cada uno por su nombre. Paco, Juan, Jordi, Txema, Xurxo, Alberto o Idaira. No es un esfuerzo, es un placer.

Un saludo