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Juan Álvarez, el muchacho que se fue al cielo con los bolsillos llenos de frijoles

Juan vuelve a casa y hoy, 14 de enero, está ya junto a Dios y a Calasanz pidiéndoles que se pongan las pilas, se dejen de mandangas, y echen una mano a los pueblos más sufrientes del mundo, especialmente al pueblo de Nicaragua, sometido hoy a una situación insoportable.

Conocí a Juan el primer día que llegó a Salamanca, hace un año y algo. Venía de Getafe, tras las muertes de Gabino y Jesús, con ganas de pasar estos años en su tierra natal, la salmantina. No fue una bienvenida efusiva porque Juan era poco dado a excesos y algaradas. Al menos el tiempo en que nosotros compartimos vida con él, Juan destacó por su sobriedad en el trato, el agudo sentido de justicia, propio de aquellos que han vivido lo contrario, y un particular sentido del humor, socarrón, que le permitía reírse de todo aquello que le «sobraba».

Compartir este pequeño tramo de vida con Juan ha sido un privilegio y cuidarle en sus últimos días, también. Poder compartir la mesa con una persona como él, con una historia como la suya, gastada, entregada, comprometida… me ha convertido en testigo privilegiado de lo que significa ser Escuelas Pías, de qué va esto de ser escolapio. En este momento de tantas oscuridades, disputas, cansancios y enredos… el valor de los testimonios claros, sencillos, llenos de esencia, que han descubierto de qué va el Evangelio y lo han intentado poner en práctica… es todo un tesoro. Juan se va y, una vez más, me deja un gran sentimiento de orfandad en esta Provincia nuestra despistada y desunida.

El trato con Juan no era sencillo en esta última etapa de su vida. Lo veíamos sobre todo en las comidas compartidas y, en ellas, Juan prefería guardar silencio y escuchar las conversaciones de unos y otros. Sólo cuando nombrabas Nicaragua o le preguntabas por sus años en Costa Rica… reaccionaba y contaba lo vivido allí, las personas a las que conoció y con las que todavía tenía trato. Pese a sus parcas palabras, también en la oración compartida, cuando hablaba solía ir a lo esencial: el amor al prójimo, la persona, el amor y la justicia de Cristo, que debíamos imitar. Todo lo que entorpeciera ese núcleo evangélico, debía ser mirado de reojo. El P. Jesús Merino centró a la comunidad en la ALEGRÍA del Evangelio. El P. Gabino Vinuesa la centró en la TERNURA ESPERANZADA. Juan la centró, sin duda, en la JUSTICIA. Vivió este último tiempo, sufriendo junto a la sufriente Iglesia nicaragüense, perseguida por el régimen y, con ella, el pueblo humilde, las familias sencillas, los niños. Pegado a su teléfono y a su reloj digital, dormía poco para cuidar a los que allí había dejado estos pasados años, a su familia de Nicaragua y Costa Rica.

Huía del clericalismo y, sin duda, olía a oveja, como diría el Papa Francisco. Sus sandalias, gastadas, estaban llenas del barro en el que quiso meterse toda su vida; más preocupado por el Evangelio que por la burocracia institucional. Desprendía esa sensación de que todo aquello que le despistaba de la urgente misión de ayudar a las personas… le sobraba. Costaba entenderlo a veces pero, posiblemente, los que vivimos cómodamente, rodeados de bienestar, protegidos, no éramos capaces de «ver» aquello que él vio y vivió.

Fue un bisabuelo más para mis hijos y también un abuelo para mi mujer, con la que mantuvo una relación especial. Tras la nube que desprendía su incesante consumo de tabaco, guardaba detalles, gestos llenos de ternura, generosos y cómplices. Siempre vio en nosotros a escolapios, laicos, hermanos en la misión. Siempre nos reconoció y nos miró y trató con cariño, con respeto. Siempre supo que estábamos juntos para sumar y que, lejos de estorbarnos y entorpecernos en nuestras respectivas vocaciones, éramos más ricos unos y otros.

Especialmente tierno fue cuidarlo en sus últimas estancias hospitalarias en Salamanca. Su fragilidad emocionaba y, aún así, conservaba su espíritu combativo, pese a la cama y su evidente debilidad. Supo ganarse el cariño de celadores, enfermeras y médicos y con él, a su lado, pudimos tocar al mismo Jesús sufriente. El oxígeno empezaba a escasear en sus pulmones, tal vez porque había regalado siempre el que tenía a todos los que se habían cruzado con él buscando sostén, abrazo, ánimo y fe. Fue apagándose y su cuerpo empezó a no reaccionar con las fuerzas necesarias.

Querido Juan, ya estás con el Padre. Cuida desde allí al pueblo, a la gente, a los niños. Ilumínanos a todos con tu sabiduría y saluda de nuestra parte a Monseñor Romero, a Ellacuría y a tantos misioneros entregados a la paz y el progreso de esas tierras a las que tanto has querido y amado. Muchos te llorarán hoy. A muchos has dejado sin un «padrecito». Pasarse por tu página de Facebook hoy es formar parte de un homenaje incesante de todos tus «hijos» e «hijas» que, agradecidos, se despiden de ti como te mereces. Te toca descansar y cocinar frijoles para celebrar el Amor Eterno que ya disfrutas.

¡Hasta que volvamos a vernos, muchacho!

¡Nueva página web!

Esto que estás viendo es un proyecto personal que viene de lejos, una idea que, por fin, se hace realidad.

Convencido de que internet es un lugar en el que hay que estar, y pensando la mejor manera de hacerlo, he decidido dar este paso con el objetivo de centralizar en un solo lugar todo lo que llevo años aportando y todo lo que está por venir. Creo que una de las maravillas de este mundo que nos ha tocado vivir es esta cultura del «sharing» que nos posibilite poner a disposición de todos aquello que pensamos, que vivimos, que creamos… ¿Para venderse? No. Al menos no en mi caso. El fundamento es una disposición real a relacionarme con todo el que quiera pasarse por aquí. Ofrecer mis opiniones, mis sentimientos, mis proyectos, mis escritos, mis reflexiones y entrar en conversación. Y si simplemente quieres mirar, o coger… pues todo tuyo.

Ojalá este lugar sea de tu agrado. Ojalá respires un poquito de alegría, de confianza, de optimismo. Si es así, me conformo. Estamos en contacto.

Peter Pan, la nueva aventura de Escolatrio

Una vez más, la música rompió el silencio que precedía al aplauso. Los acordes de la famosa sintonía de Los Piratas del Caribe comenzaba a inundar cada uno de los corazones de los que, durante más de una hora, compartimos escenario y butaca, alma y piel. Nuevamente, lo habíamos vuelto a hacer.

Cristina me decía por la tarde si ya manejaba mejor mi tensión… Creo que sí, que estoy aprendiendo a disfrutar. Tal vez sea la tranquilidad de comprobar que, obra tras obra, tras el trabajo, el sufrimiento, el esfuerzo, siempre somos capaces de dar lo mejor de nosotros mismos y bordarlo. Es verdad, podemos sacarle detalles, mejoras… sin duda, pero eso no debe oscurecer lo que tenemos entre manos.

Peter Pan no quiso hacerse mayor y nosotros, los Escolatrios, hemos descubierto que hay maneras de hacerse mayor tremendamente bellas y hermosas. Los Escolatrios hemos decidido hacernos mayores, claro que sí, pero sin lapidar al niño que cada uno de nosotros lleva dentro. Hemos encontrado una manera preciosa de recordarnos a nosotros mismos que todavía nos queda mucho por crecer y por dar, que todavía nos queda mucho por jugar, por divertirnos, por crear, por imaginar… Hemos descubierto que hacer teatro hace felices a los pequeños y que, también nosotros, encontramos, tras el telón, un lugar privilegiado donde encontrarnos con lo mejor de nosotros.

No es un secreto lo que nos ha costado esta obra. El comienzo fue estresante, agobiante y desorganizado. Mucho del caos por culpa de un servidor que, a veces, no encuentra la manera de servir como se requiere. Y entonces se puso en marcha una maquinaria asombrosa y, sin duda, privilegiada. La maquinaria que hace que la suma de los esfuerzos de cada uno consiga asombrosos milagros. Una maquinaria que permite cubrir carencias de unos con dotes de otros, que permite llegar a hoy con el orgullo intacto.

Tener a Manel aquí es muy importante para mí. Poder compartir con un hermano como él esto… es un regalo. Y verle ahí, dándolo todo, actuando lleno de pasión… No tiene precio… ¡Y lo guapetón que estaba hoy!

Qué bien quedó reflejada la casa de los Darling. Con sus camas, con sus edredones, sus estanterías llenas, su ventana decorada al detalle, su mesita y su jarrón… con una Nana que cautivó a los niños desde el comienzo, como sólo sabe hacer Rosana, ese manojo de rizos que nos lleva a todos a Nunca Jamás cada vez que se acerca. Una pareja sencilla, con un padre frío y calculador y una madre bella y dulce a la que Susana supo cargar también del dramatismo necesario. Con una Teresa magistral en el papel de Liza, demostrándose a sí misma que la vergüenza puede ir buscando nueva casa, que con ella tiene la batalla perdida. Y con tres niños, niños. Geniales en pijama John y Michael, que supieron complementarse a la perfección. Rocío, que sabe sacar siempre una energía vital que llena allí por donde pasa, y Sarai, que supo sacar al mejor John, mezcla de sobriedad y de sonrisa pícara al verse volar.

Los Niños Perdidos, enfundados en sus pieles, supieron encarnar muy bien esas infancias perdidas, esos «huérfanos» con padres de los que tanto hay por el mundo. Con un Poquito al que Javi dotó de una capacidad brutal para seguirse queriendo y salir adelante. Con un Lelo lleno de dulzura, con una Estíbaliz con más voz que nunca; con un Plumífero que me robó varias sonrisas a lo largo de la obra, con una Begoña desatada por el escenario, suelta, libre y con un desparpajo que ha ido creciendo obra tras obra; unos Gemelos sencillos y que en su sencillez no cometieron fallo, con una Elena que es capaz de sacar adelante lo que le echen y con Sandra, comedida, sensible y llena de ternura. Y Rizos… al que Belén supo sacar adelante con una serenidad envidiable, teniendo en cuenta que el humo pendía de la misma mano…

Que a Casandra le pegaba Tigridia estaba claro pero era difícil imaginarse una interpretación tan genial como la de hoy. India y jefa. Rebelde. Peleona. Hermosa y misteriosa a la par. Y a su lado Pantera. ¡Qué maquillaje Jenny! ¡Me encantó! Poco papel, poco texto, pero una presencia impactante. Los niños, como siempre, a gran altura. Creo que están viviendo una experiencia fantástica que ya se llevan en su diario vital. La experiencia de participar junto a personas maravillosas, padres incluidos, de un proyecto que les está ayudando a soltarse, a interpretar, a trabajar en equipo, a asumir compromisos, a darse a los demás…

Pero nadie llenó el escenario de estar tarde como el grupo de piratas. Sus apariciones garantizaron momentos trepidantes, simpáticos, llenos de detalles y guiños auténticos. ¿Seguro que estabais interpretando? Yo creo que algo de vosotros salió ahí a pasear… Cris Mullins sobrada, desatada, en su salsa, con piercing incluido. Qué grande eres. Sonsoles, Rosa, Vicky y Dori… a lo Iniesta… haciendo que pareciera fácil lo que no lo es: llenar el escenario de vida, de naturalidad, de piratas de verdad, con una imagen absolutamente brutal. Cris y Mª Ángeles… magistrales, con el loro Manolo incluido. Qué bien llevasteis los textos y los tiempos y qué bien os compenetrasteis con el jefe… ¡Y el cocodrilo! ¡Cuánto esperamos para ver ese cocodrilo! ¡Cuánto esperamos…. y cómo mereció la pena! ¡Genial Laura!

Andrés… me mola ese caminar de Garfio. Al final te lo creíste y salió un auténtico Garfio, mezcla de autoridad, de maldad y de ridícula torpeza. Con un papel muy bien aprendido tras haberlo ido haciendo mejor ensayo tras ensayo. Y qué quieres que te diga… con ese cuerpo y ese traje… imponente.

Lucía… qué miedo teníamos eh… qué miedo y qué bien al final. ¡Cuánto creciste del primer ensayo, de la primera lectura, a hoy! ¡Hasta te permitiste el lujo de hacer cosas que no te habían salido en ningún ensayo! Enhorabuena por el trabajo y el esfuerzo. Fuiste la mamá de todos los niños del escenario y de las butacas por un buen rato… y el orgullo de tu hija no tiene precio.

Y qué voy a decir de Peter… Peter… difícil el Peter que queríamos, difícil el Peter original… difícil pero conseguido. Un Peter bribón, chulito, desafiante, desagradable, juguetón, héroe, valiente y cobarde a la vez… ¡Qué difícil y qué bien lo hiciste! Se te veía el brillo en los ojos. El brillo de saber que había magia… el brillo de quien es un hada en sí misma….

No todos estábamos en escenario. Porque hay historias que se quedan de este lado del telón. Una iluminación espectacular la conseguida por Luis. Gracias maestro. Una música ejecutada a la perfección por Mario, nuevo fichaje Escolatrio. Esther dando a vida a Campanilla. Loreto poniendo la imagen y su creatividad al servicio. Noe, Raúl, Ángeles… apoyando en primera fila… ¡Cómo os echamos de menos! ¡Qué bonito es echaros de menos! Y Cou siempre a pie de palco, y Quique y el resto de parejas que ponen mucho de su parte para que nosotros podamos llegar aquí…

Orgulloso. Feliz. Contento. Agradecido. Y con ganas de irme a cenar con vosotros. Así termino el día. Y con ganas de seguir caminando a vuestro lado. Dejando que los años se caigan del calendario mientras nosotros, sencillamente, ponemos nuestro granito de arena para dejar a nuestros hijos un horizonte que valga la pena. Lo estamos consiguiendo.

Muchos besos y abrazos

 

 

#Rezar con los niños, un privilegio

Ha hecho un mes ya desde que comencé mi tarea en la Oración Continua, acompañando a los niños y niñas, desde 3º de Infantil (5 años) hasta 6º de Primaria (11 años), una vez a la semana, al oratorio del cole.

El oratorio del cole de Salamanca es un oratorio acogedor, que invita a compartir un rato con el Señor. Es amplio y toda una clase cabe sin agobios, lo que es importante. Los días previos a octubre me dediqué, con mis hermanos de comunidad, a «redecorarlo» un poquito para hacerlo, además de acogedor, alegre y, además de alegre, flexible.Es un oratorio en el que, ahora, puedo hacer muchas cosas con los chavales en el ratito de oración que comparto con ellos.

Después de un mes puedo decir que la experiencia está siendo muy gratificante. Creo que los niños y niñas perciben en mí a alguien distinto a un profesor, que a la vez es profesor, pero que no les enseña lo que les enseña el profesor en los lugares habituales del profesor. Ellos se entienden y yo también. El simple acto de salir de clase y venir al oratorio no deja de ser una pequeña «peregrinación» que, cada semana, cada clase realiza. Es algo que simboliza muy bien lo que es la oración, en el fondo: hacer una pausa en mis quehaceres cotidianos para dedicar un rato al Señor en exclusividad.

El rato de oración comienza siempre con un saludo, igual que el arcángel se presento a María. Ellos entran al oratorio y saludan al Señor, normalmente con un gesto corporal. Es emocionante ver el saludo de algunos, más digno y sentido que el de muchos eclesiásticos de alto copete. Ellos saben que el Señor está en el Sagrario y, a su manera, no pasan de largo. Luego soy yo el que les saluda a ellos y les intenta situar en un ambiente de cercanía y confianza, que creo que es propio de los lugares en los que Jesús se hace presente. Desde el principio, cuando me visualicé en estos ratos, deseé que el oratorio fuera una pequeña «Betania» y no un lugar de instrucción religiosa. Los niños y niñas deben sentirse en casa, con Jesús, y deben permitirse ser lo que son, con los límites lógicos del respeto pero sin necesidad de estar rígidos, temerosos o abrumados por una autoridad que les acobarda.

Todos los días tenemos un primer rato de silencio, de oración personal. Buscamos una postura cómoda, cerramos los ojos y hacemos silencio para contarle a Jesús, desde el corazón, cómo estamos, qué nos preocupa, qué planes tenemos, cómo nos ha ido la semana… Jesús es un amigo que escucha sin reparos ni condiciones. Luego de ese minuto o dos, también roto a veces por risas, ruidos o vocecillas, ponemos en común cómo nos hemos sentido. Es importante saborear y ser consciente de cómo nos hace sentir y las emociones que nos provoca estar delante del Señor a solas y en silencio. Saber si me agrada, si me relaja, si me trae paz, si me cuesta, si me pone nervioso… ¡Qué importante poner delante de Jesús también las dificultades que tenemos para orar!

Y se hace la luz y se enciende la vela, como previo paso a escuchar la Palabra. La luz… qué fácil es ver para qué sirve la luz… Es Dios entrando por nuestros sentidos… Toca escuchar. Noé, Moisés, Abrahám, Jesús, parábolas como la perla, el tesoro escondido… Muchas cosas han ido saliendo y, en cada ocasión, yo he buscado la ayuda de Dios para saber cómo ayudarles a interiorizar lo que Jesús hoy nos dice. Algunas cosas se repiten: Jesús te quiere, Jesús en el centro, Jesús siempre contigo, confianza en Jesús, Jesús te llama… la felicidad, tu felicidad… en Jesús.

Con los pequeñines de Infantil todo es un reto. Ellos vienen, saludan y ven al Señor en el centro. Por ahora es suficiente. Comparten y piden y dan gracias por lo más básico y concreto de nuestras vidas… ¡Cuánto que aprender los adultos, que rezamos sin poner palabras y pedimos sin poner nombres, que nos perdemos en conceptos, raciocinios y deseos…!

Los mayores de 6º ya son capaces de compartir mucho de ellos, de sus preocupaciones y de una visión del mundo que les rodea más compleja. A a vez, ya me encuentro con personas que no son capaces de no interrumpir, de no molestar, de disfrutar y aprovechar el rato que les regalan. Sigo pensando si algo debo cambiar. Tal vez sólo deba incrementar mi oración y ponerlos delante del Señor… no sé. Estas cosas me generan dudas.

Yo estoy feliz, contento, satisfecho y muy lleno de Dios por pasarme con todos ellos horas y horas rezando. Ojalá todos pudiéramos hacer lo mismo.

Un abrazo fraterno

Salamanca: primeras vísperas de la comunidad conjunta

Ya estamos todos, bueno, menos los niños. El día grande de Calasanz se comienza juntos, en comunidad. ¿Hay otra manera mejor que celebrar una fiesta en casa, en familia, con los hermanos que Dios te ha regalado? Probablemente no.

Mi mujer y yo ya nos hemos incorporado a nuestra nueva comunidad, una nueva aventura a la que nos llama el Señor a religiosos y laicos de esta Provincia nuestra llamada Betania. Ayer, comentando en la cena, el rector contaba las innumerables preguntas que le habían hecho durante el verano acerca de esta realidad de comunidad escolapia conjunta (religiosos y laicos) y nos reíamos intentando encontrar una respuesta que, todavía, no tenemos ninguno.

El sol ha salido ya en Salamanca y en unas horas celebraremos la Eucaristía con parte de la comunidad educativa de la presencia escolapia aquí. Miro atrás y me deleito recordando el día de ayer, cuando Esther y yo aterrizamos juntos en esta nueva realidad, en esta nueva ciudad, en esta nueva casa, con esta nueva familia. Me deleito y doy gracias por los primeros momentos, siempre importantes, de andadura juntos. Fue algo especial ver la sonrisa de Antonio y Jesús cuando bajaron del tren y nos vieron esperándoles en el andén. Fue algo especial el ratito que compartimos por la tarde viendo la tele y echándonos unas risas con el «Ahora Caigo» de Antena 3. Fue algo especial rezar las vísperas de Calasanz, juntos por primera vez, en la capilla de comunidad. Y algo especial compartir la cena, contar anécdotas, abrazar a Manel y a Lluis cuando llegaron, cargar su equipaje y meterlo en casa, acompañarles en la cena y programar un poquito el día de hoy. Y hablar de niños y jóvenes y misiones y escuelas y viajes y … y… y… ¡Y escuchar a Jesús valorando la posibilidad de que los niños le llamen «abuelito»!

La acogida no ha podido ser mejor por parte de todos. También conocimos a los que yo llamo «las fuerzas vivas» de toda obra humana. Fue un placer conocer a Jesús el de mantenimiento, a Pepín el cocinero, a Juan el de portería, a Noelia la de secretaría, a Vanesa la de administración, a Pilar la de la limpieza… Personas cada una con sus nombres y apellidos y con un trabajo fundamental para que todo salga adelante. Darnos un abrazo, estrecharnos las manos, escucharnos por primera vez y compartir brevemente, y a vuelapluma, las primeras inquietudes y preocupaciones del trabajo que desarrollan y del que se viene encima en este curso que nace. Mucho nos tendremos que escuchar y mucho nos tendremos que querer todos…

Los niños están todavía con los abuelos. Ellos todavía pueden disfrutar unos días más de sus vacaciones pero en una semana los tendremos aquí, ya, formando parte de esta casa tan bonita. Los esperamos con ganas todos. Ellos van a ser el alma de esta comunidad, como lo son de cualquier sitio en el que están. Por ellos, por los niños, nació la Escuela Pía. Por ellos, por los niños, Calasanz se acercó más a Dios sirviendo a los más pobres. A ellos les debe su santidad.

Las mañanas ya son frías en la capital charra y, aunque el sol luego calienta con fuerza, empezamos a acostumbrarnos a esta tierra, ya nuestra, que tan bien nos ha recibido. Pedimos a nuestros hermanos religiosos y a todos nuestros hermanos fraternos que se acuerden de nosotros en sus oraciones y nos encomienden en este día del Fundador. Que sepamos, con nuestras debilidades y pobrezas, dar continuidad a su obra y dar mayor gloria a Dios con nuestras vidas.

Un abrazo fraterno

P.D.: La comunidad escolapia de Salamanca la forman el P. Jesús, el P. Manel, el P. Antonio, el P. Eloy, el P. Lluís y la familia Casanova-Morales (Santi, Esther, Álvaro, Inés y Juan). Para servirles… 🙂

Dejo mi trabajo. Por delante, la llamada del Señor…

Ha sido la primera vez que me despedía de mis compañeros de trabajo. Es lo que tiene haber tenido sólo un trabajo en esta vida. Y, aunque todavía me quedan unos días y esto no ha terminado, puedo decir que, si ya me iba contento, ahora me voy también en paz. Alegría y paz, sí, son las palabras que mejor definen los sentimientos de mi marcha.

Cuando la opción de irnos a Salamanca se puso encima de la mesa, tal vez ninguno pensábamos que yo pudiera dejar mi empresa y empezar ya a trabajar para la escuela o para la Escuela Pía. Sólo el transcurrir de los días y los milagros que el Señor iba realizando empezaron a llenar mi corazón con la esperanza real de esta posibilidad. Si la posibilidad se presentaba en unos términos razonables, yo no la iba a dejar escapar. Fueron muchos años de espera, de esfuerzo, de tensa calma… y algo me decía que el momento había llegado.

Me voy con la cabeza alta de GEHC. Me voy sabiéndome valorado y querido. Me voy sorprendido en parte y tremendamente agradecido.

La cabeza alta es fruto de 15 años de trabajo y de esfuerzo por hacer mi labor lo mejor que he podido, con mis defectos, mis carencias y mis errores. No sólo eso. Han sido 15 años viendo crecer un negocio y viendo crecer un equipo, viendo llegar a unos y marchar a otros, viendo pasar jefes, managers, estilos, apuestas y propuestas por parte de la compañía. Han sido 15 años en los que creo no haber acumulado enemigos sino más bien todo lo contrario. Un tiempo largo donde crear relaciones de cariño incluso con los clientes y donde he intentado, sin hacerlo muy conscientemente, llevar la paz del Evangelio allí donde estaba. Me voy satisfecho por lo realizado, por la fidelidad y el compromiso que he intentado demostrar y por la honestidad de mi carrera aquí.

Otros no se hubieran ido con una mano delante y la otra detrás. El dinero no me sobra. Pero la opción tomada y acordada, me parece justa y, al final, la real. Me voy por propia voluntad, sin más. Me siento valorado y querido en mi despedida más allá de su traducción en euros. Suena tópico pero el cariño no se mide en euros. Y en este momento, esta apuesta de desaparecer por propia voluntad es también un signo de esto. Me sé valorado y querido por la reacción de mis compañeros más cercanos y por las palabras de mis managers directos. Me voy valorado y querido porque así se me está haciendo saber estos últimos días. Apreciado por personas de la compañía con las que comparto pasillos desde hace 15 años y que me han visto «crecer» aquí. Me voy con el corazón cargado de reconocimiento, alimentado también por los innumerables correos recibidos de clientes que, tras todos estos años, son más que eso.

Soprendido también. ¡Cuánta gente me ha dicho la envidia que les doy por apostar por mis sueños y mi vocación y ser capaz de dar un giro a mi vida! Tremendo. Ojalá todos lo hiciéramos. El mundo iría mejor, sin duda, si todos apostáramos por hacer aquello a lo que nos sentimos llamados, aquello en lo que somos plenamente felices. Haríamos más felices a los de nuestro alrededor y aportaríamos un valor incalculable a la humanidad.

No puedo terminar sin dar las gracias, a las personas y a Dios. Estos 15 años en GEHC me han dado la oportunidad de ser mejor persona, de crecer profesionalmente, de formarme con calidad, de viajar y conocer ¡tantos lugares de España, de Europa y de USA! ¡Viajar! Tal vez sea una de las cosas que más eche de menos. Lo que he disfrutado y aprendido paseando por Chicago, asistiendo a la St. Joseph Parish in Waukesha, acariciando el Danubio en Ulm, enamorándome apasionadamente de París… Todo lo vivido ya forma parte de mí y, como decía un hermano de comunidad, es algo que se llevarán mis futuros alumnos y también la Escuela Pía.

Nada se vive en balde. No han sido 15 años «tirados» pese al dolor de muchos momentos. Creo que tenía que llegar aquí y ahora, ni antes ni después. El Señor sabrá por qué. Yo, como Samuel, sólo puedo decir: «Aquí estoy, Señor».

Un abrazo