Evangelio para jóvenes – Domingo 20º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Desde que nos hemos comprado la casita en Salamanca a la que vamos los fines de semana, una de las actividades que nos provoca más placer, en invierno se entiende, es encender la chimenea. Es todo un ritual que hemos ido aprendiendo y que, ahora, ya dominamos sin esfuerzo. La chimenea cumple la función de dar calor, luz, y de generar un ambiente que invite a acercarse a ella y a compartir vida sin muchas pretensiones más. ¿Hay algo más necesario y recomendable que una buena fogata en una noche de frío invierno? . Leamos el evangelio de hoy [Lc 12,49-53]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Cuesta recibir este evangelio en estas fechas. Estamos tan hasta las narices del calor, de las altas temperaturas, de los incendios forestales y de la sequía, que nos produce cierto rechazo eso de que Jesús quiera «prender fuego a la tierra». Pero si hacemos un esfuerzo, podemos entender que un corazón que vive, que late y que siente, es un corazón «caliente», «encendido», y que un corazón frío es, sencillamente, un corazón muerto. Te doy tres pistas para hoy:

  • «Fuego» – El fuego es un elemento regenerador en la naturaleza. Lo estudiamos, también, como uno de los grandes avances de la Prehistoria: aprender a prender fuego permitió a la humanidad avanzar en su desarrollo. El fuego calienta, el fuego ilumina, el fuego convierte el combustible es generador de vida y energía. Ojalá nuestro corazón, nuestra vida, sea un buen combustible. Yo quiero ayudar a Jesús a hacer de mi vida una gran antorcha. ¿Crees que tu corazón prende rápidamente con el mensaje de Jesús? ¿Te cuesta encenderlo? ¿Se habrá humedecido con tristezas, desesperanzas, deseos banales…? ¿Lo tendrás demasiado protegido con una vida llena de comodidades y apetencias?
  • «Paz» – ¿Qué entenderá Jesús por PAZ para decir que él no ha venido a traer paz a la tierra sino división? Suena raro. Pero tal vez es más real que lo que te crees. Hay que gente que afirma que Jesús, la religión, le da paz y eleva la paz como el bien supremo. «Lo importante es estar en paz, vivir con paz…» dicen muchos… ¿Y si no fuera así? ¿Y si seguir Jesús no es tan «idílico»? ¿Y si su mensaje y sus propuestas chocan de frente con algunas cosas que quieres o deseas? ¿Y si su manera de entender la vida choca con la tuya? ¿Y si te pide cosas a las que no estás dispuesto, dispuesta, a renunciar? ¿Y si seguirle y ser fiel a su mensaje te trae problemas, de separa de personas queridas, te genera tensiones, distancia e incomprensiones?
  • «División y familia» – Jesús elige un ejemplo de división bastante duro: la división en tu propia familia. Toca otro de nuestros «bienes supremos»: la familia. «La familia es intocable, la familia es lo más importante, la familia…» dicen otros tantos. ¿Y si no fuera así? Todos los discípulos que siguieron a Jesús aquellos tres años tuvieron que dejar sus casas y separarse de familias, trabajos y amigos. ¿Y si Jesús lo que te está diciendo es: YO SOY EL BIEN SUPREMO? ¿Y si Jesús quiere ser sencillamente EL NÚMERO UNO en ese corazón que tienes tan dividido y repartido?

Evangelio tenso el de hoy, inquietante, carente de dulzura y cargado de exigencia. Nos deja revueltos, a mí al menos. Nos dejan pensando y sintiendo. Nos genera emociones diversas y contrapuestas. Bienvenida sea esa intranquilidad. Ojalá más veces nos pasara eso de acudir a la Palabra y salir removidos. Jesús calma a veces y remueve otras. Siempre toca el corazón… ¿Siempre? Ojalá. Ponte delante de él y cuéntale cómo recibes esta palabra. Confianza absoluta. Nada hay que disimular.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 19º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Desde pequeño he pasado muchos tiempos hablando con mi madre. Mi padre siempre ha sido más reservado y, además, en temas de fe y moral nunca ha metido mucha baza. Recuerdo con nitidez varias «enseñanzas» de mi madre a lo largo de mi vida que se han ido quedando y que, madurándolas, ha ido descubriendo como de gran valor. Una de ellas nos la trae el evangelio de hoy: «Santi, no a todos se nos pedirá lo mismo», decía mi madre. A quién más se ha formado, a quién está más cerca del Señor, a quién ha tenido más posibilidades… se le pedirá más. Y aunque a veces algunos entienden que la justicia es tratar a todos por igual, mi madre siempre se ha alineado con esta visión de la justicia, más evangélica, más humana. Leamos el evangelio de hoy [Lc 12,32-48]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Estar en alerta… estar listos… estar preparados… ¡Qué tono más apocalíptico! Pareciera que esto habla del fin del mundo, del juicio final, de que una guillotina está sobre nuestra cabeza y que nos la cortará de cuajo como nos pille a pie cambiado. Bueno, es una manera de verlo un tanto «dramática». Yo te propongo una lectura más cotidiana: Dios llega a tu vida cada día y si no estás «al loro», te lo pierdes. Dios te pregunta cada día qué estás haciendo con lo que él te ha dado y si no estás haciendo nada, te lo pierdes. Tres pistas te dejo para hoy:

  • «El tesoro» – Es la clave de todo este evangelio, del evangelio: el Reino que Jesucristo viene a ofrecerte es un tesoro. Encaminar tu vida tras sus pasos es un tesoro. Poner tu vida al servicio, como Él hizo, es un tesoro. Responder a tu vocación es un tesoro. Amar como Él te ama a ti, es un tesoro. Los mandamientos, la doctrina, «las normas»… no son más que guías para que no dejes escapar el gran tesoro. No se trata de vivir así o asá porque lo dicen los libros, porque lo manda la Iglesia, porque me mandan mis padres… Se trata de descubrir que puedes vivir la vida como un tesoro o como un castigo. Dios vale la pena.
  • «El castigo» – Dios no es un castigador. Dios es amor y sólo sabe amar. Pero Dios permite que tu vida pueda ser un castigo, porque la vida puede ser un auténtico castigo, un infierno… si así lo decides. A veces ponemos demasiado el foco en un castigo, en un infierno, eterno, que vendrá al fin de los tiempos… sin darnos cuenta de que vivir sin amor es vivir de espaldas al tesoro de Dios, al regalo de Dios. ¿Hay mayor castigo que ese? Seguro que ya has experimentado algunas dosis de esta «vida en llamas»: el rechazo, el dolor, la culpa, las heridas… Por eso hoy Jesús te recuerda que, como administrador de tu vida, tienes que decidir qué tipo de vida quieres tener.
  • «Lámparas encendidas» – Buscar el tesoro de Dios en tu vida requiere estar atento, encender «tus luces», adaptar la mirada, tener el oído atento. Porque Dios te habla, Dios te escucha, Dios te busca, Dios se acerca, Dios te llama. Muchas veces te equivocarás. Muchas veces elegirás mal. Muchas veces tendrás que volver al camino. Muchas veces tendrás que pedir perdón. Pero todo eso es estar preparado. Porque estar preparado con Jesús es estar embarrado en el amor, en la búsqueda, en la misión, en la vida. Así que no tengas miedo y vive, vive con pasión, acepta tus flaquezas, ¡busca!, habla con Él, confía en Él y sigue caminando. Siempre «ON FIRE».

Que el calor de agosto no nos haga olvidarnos de aquel que realmente es fuego en nuestra vida, aquel que viene a encender nuestro corazón para que arda y dé luz y calor al que lo necesite.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 18º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Al menos una vez al año, algún diario (y la famosa revista Forbes) publica la lista de las personas más ricas del planeta o de las más influyentes en tal o cual ámbito. La leemos, nos sorprendemos, nos escandalizamos o caemos en la tentación de mirarla con cierta envidia. «¡Ay si yo tuviera…!» nos decimos y, por momentos, soñamos con un futuro donde el dinero nos salga por las orejas. Está también el mito de casarse con alguien rico y, así, solucionar de un plumazo nuestra vida aunque fuera a costa del amor. El dinero… ¡qué poderoso es! Y aún así, no es garantía de felicidad. Mira lo que trae el evangelio de hoy [Lc 12,13-21]:

En aquel tiempo, dijo uno de entre la gente a Jesús:
«Maestro, dije a mi hermano que reparta conmigo la herencia».
Él le dijo:
«Hombre, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre vosotros?».
Y les dijo:
«Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes».
Y les propuso una parábola:
«Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos, diciéndose:
“¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha”. Y se dijo:
“Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el trigo y mis bienes. Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.
Pero Dios le dijo:
“Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”.
Así es el que atesora para SÍ y no es rico ante Dios».

Un tema de herencias, eso es lo que le plantean a Jesús hoy. ¡A cuántas familias han dividido los asuntos de herencias! ¡Cómo nos dejamos llevar cuando se trata de asuntos económicos! ¡¿Qué tendrá el dinero que somos capaces de romper con nuestro hermano, con nuestra hermana, por una supuesta justicia dineraria?! Jesús, como siempre, coge un asunto humano y lo lleva más allá. No entra al problema concreto de la persona que le pregunta sino que aprovecha para meterse dentro y tocar el corazón. Tres pistas:

  • «La cosecha» – ¿Qué produce tu «tierra»? Tu «tierra» es lo mejor que tienes, tus dones, tus capacidades, tus virtudes… tu corazón. ¿Cuál es tu «cosecha»? ¿Has pensado alguna vez qué es aquello que dejas a tu paso? ¿A qué huele tu vida? ¿Qué se llevan los que se cruzan contigo, los que te conocen, tu familia, tus amigos? ¿Produces algo o, tal vez, tienes la «tierra» abandonada al sol, sin sembrar, sin trabajar? También puedes entender la siembra como lo que te esfuerzas, lo que trabajas, lo que estudias… aquello que un día te llevará a tener resultados: un trabajo, una oportunidad, un dinero, un modo de ganarte la vida… ¿Estás sembrando? ¡Estás llamado a ello! ¡Estás llamada a ello!
  • «Los tesoros» – Si tuvieras que hacer una lista de lo más valioso que tienes en la vida… ¿qué saldría? Estoy seguro de que saldrían personas, nombres, experiencias, momentos vividos, lugares… Seguramente saldrán pocas cosas materiales. Y esos son los tesoros que vienen de fuera. ¿Y los de dentro? ¿Qué es lo más valioso que tienes? ¿Sabes mirar? ¿Eres sensible? ¿Estás pendiente de los demás? ¿Sabes escuchar? ¿Eres bueno? ¿Eres comprometida? Tesoro es todo aquello que tiene valor, que vale la pena «atesorar»: cuánto más mejor, siempre a buen recaudo…
  • «Los graneros» – Seguro que recuerdas alguna escena de película donde un pirata, un aventurero, un buscador de tesoros… encontraban la fortuna codiciada y se bañaban entre monedas de oro, riendo felices por un hallazgo que les convertía en poderosos. Y es que hay personas que encuentran el tesoro, lo guardan, lo protegen… y nada más. Y cuánto más tesoros tienen, más quieren; cuánto más ricos son, más ricos quieren ser. Guardar los tesoros en los «graneros» de la vida no es lo que nos propone Jesús. Jesús nos recuerda que la vida es efímera y que todos, algún día, moriremos y que lo que hayamos guardado en vida… habrá sido inútil. La propuesta es «atesorar» para «regalar», «atesorar» para «gastar». ¿Para quién? ¿Cuándo gastar tus tesoros? ¿Cómo hacerlo? Esas son preguntas que tú tienes que responder. Ponlo en oración y déjate interpelar. Dios te traerá personas, momentos, lugares… que van a necesitar lo mejor que tienes. Ojalá estés listo, lista, para darlo todo.

Paradójicamente, todo lo que estés dispuesto a entregar en esta vida te hará rico en felicidad, en dicha, en sentido y eso es lo más parecido al cielo que te puedas imaginar. La eternidad nos espera a la vuelta de la esquina pero puedes ya tocar un poquito con tus dedos. Todo depende de cómo estés dispuesto a vivir. ¿Qué? ¿Cómo lo ves? Mírate. Tu vida está llena de valor. ¿Qué vas a hacer con ello?

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 13º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Están siendo días de mucho trabajo. Estoy cansado y todavía falta mucho por hacer hasta las auténticas vacaciones. Son días, además, de gran tentación. ¿Por qué? Porque me surge el juicio fácil ante una situación de escasez de catequistas-monitores en el campamento de chicos de 1º de Bachillerato que me toca coordinar en unos días. He llamado a mucha gente y en todos los casos he recibido un NO por respuesta. Cada uno tiene sus razones y algunas son muy sensatas pero… yo me siento solo e , incluso, un poco tonto al responder de una manera diferente a la del resto. Y juzgo su compromiso, su entrega, su lealtad… su manera de desentenderse a la hora de atender una necesidad. Y en ese juicio desaparece todo rastro de Dios en mí. Este es el evangelio de hoy [Lc 9,51-62]:

Cuando se completaron los días en que iba a ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros delante de él.
Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno:
«Te seguiré adondequiera que vayas».
Jesús le respondió:
«Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
A otro le dijo:
«Sígueme».
El respondió:
«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».
Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».
Otro le dijo:
«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».
Jesús le contestó:
«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Seguir a Jesús exige gran disponibilidad y un nivel de libertad muy alto. Todo aquello que te tenga enganchado, por muy bueno que sea, te dificulta ante la tarea de seguir al Maestro. Yo lo veo en mí mismo y también en los hermanos que me rodean. Porque es muy difícil renunciar a aquello que gusta, que hace sentir bien, que uno necesita. Llegan las excusas razonables, las justificaciones, las explicaciones bien argumentadas… Llega todo eso y la realidad es que es a Jesús a quién le toca esperar sentado. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Dios, lo primero» – Es difícil afirmar esto cuando eres joven. ¿Es Dios lo primero en mi vida? Sin duda que si pensamos en abstracto, conceptualmente, seguramente digamos que no. Pero puedo traducirlo: ¿Cómo vivo mis amistades? ¿Cómo vivo mis relaciones de pareja? ¿Cómo me acerco al dolor y las necesidades de aquellos que se me cruzan en el camino? ¿Soy de los que miran a otro lado o de los que se ofrecen a echar una mano, aún sin saber bien qué pueden aportar? ¿Soy de los que sólo piensan en ellos o de aquellos que intentan salir de sí mismos y atender y cuidar a conocidos y desconocidos que comparten mi vida? ¿Es Dios-prójimo lo primero?
  • «Seguimientos vacíos» – Ese «te seguiré adondequiera que vayas» del evangelio suena fenomenal. Jesús sabe que detrás de las palabras, importan los hechos. Es bonito decir que somos cristianos. Es bonito decir que seguimos a Jesús. Es bonito decir que tenemos valores, que cuidamos a nuestros amigos, que queremos un mundo mejor y más justo… Pero ¿se corresponde mi vida con mis palabras? Desde que comienzo el día hasta que se acaba, ¿soy honesto con lo que predico? Los caminos de Jesús le llevaron a Jerusalén, a la persecución, al compromiso, a la cruz… ¿Ahí también Señor tenemos que seguirte? ¿Estás en disposición de afirmar eso? Tal vez sea mejor expresar dudas, hablar de tu pequeñez, de tus inseguridades y en tu oración decirle claramente al Señor que… ¡buf! ¡A veces se te hace difícil! Tal vez eso sea más honesto…
  • «¿Y los enganches afectivos?» – ¿Cómo es eso de que Jesús no permite enterrar a un padre o despedirse de una familia? ¡Debe de ser una manera de hablar, una metáfora! ¿Y si no es así? ¿Y si Jesús dice exactamente lo que quiere decir? ¿Y si realmente Jesús nos pide estar por delante de amores humanos buenos y razonables? ¿Debo querer más a Dios que a mis padres? ¿Debo querer más a Dios que a mis hijos? ¿Debo querer más a Dios que a mis amigos, que a mi pareja, que a mis proyectos, que a mi bienestar? ¿Tú qué crees?

La Palabra de hoy es provocadora, nos remueve, nos inquieta y nos incomoda. ¡Maravilloso! En el momento en que eso no suceda, estaremos sencillamente no escuchando nada, estaremos sordos, insensibles y fríos a la acción de Dios en nuestra vida. Déjate hoy inquietar. Rézalo. Dale una vuelta. Y poco a poco, sigue caminando.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de la Solemnidad de la Santísima Trinidad

.Este pasado viernes, mi hijo mayor se graduó en Bachillerato. Fue un acto emotivo donde celebrar el camino recorrido y lo que está por venir. Se acaba una etapa y comienza otra preciosa. Y ahí estuvimos la familia entera apoyándole, celebrando a su lado y sintiéndonos orgullosos de él. La familia es el lugar privilegiado para aprender que lo de uno nos afecta a todos y que la vida es más bonita si es compartida. La familia es un circuito abierto donde el amor viaja de manera circular entre todos sus miembros y donde lo que uno necesita hoy, puede darlo a otro mañana. Dios también es familia. Leamos el evangelio de hoy [Jn 16,12-15]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

Hoy celebramos la Santísima Trinidad. Eso que nos enseñaron de pequeños de que Dios es uno y tres a la vez no deja de ser un misterio. Pero no nos han enseñado a creer en la Trinidad. Creemos muchos en Jesucristo, en la Virgen, tenemos piedad por los santos o vete tú a saber… pero a la Trinidad la tenemos abandonada. ¡Y es un misterio precioso y un tesoro de nuestra fe, de tu fe! ¡Crees en un Dios-familia, en un Dios-comunidad, en un Dios-amor, en un Dios-comunicación!

  • «Mucha verdad por descubrir» – Jesús es un buen maestro y sabe de que nos cuesta entender algunas cosas. Va poco a poco. Y con cada uno, al ritmo que necesita. Jesús, como buen pedagogo y educador, ofrece atención personalizada. Contigo va a tu ritmo, así que no te apures si hoy todavía no entiendes muchas cosas. Las irás descubriendo. Es importante que te des cuenta de esto: la fe, el descubrimiento de la verdad, es también algo progresivo. Así que modera tu impaciencia, esa que tantas veces te traiciona y te hace sufrir queriendo saberlo todo ya. Pausa. Dios sabe más que tú. Déjale hacer a su manera.
  • «Padre, Hijo y Espíritu» – Lee bien el fragmento del evangelio de hoy. Es muy bonito descubrir la comunicación íntima de las tres personas. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu están comunicados, son familia, comunidad y entre ellos circula la verdad, el amor, la paz. Entre las tres personas nos conducen, nos cuidan, nos guían. Hoy vives en el tiempo del Espíritu. Habla con él, con el Espíritu. Es tal vez lo que muchos de tus amigos pueden entender mejor de nuestro Dios. Cuando muchos hablan de una fuerza, de una energía, de un «algo» en lo que creen… tú puedes hablarles de ese Espíritu que te sostiene a ti, que procede del Padre y del Hijo y que actúa de ancho de banda entre los ellos y entre nosotros.
  • «Si Dios es comunidad…» – ¿Qué haces tú entonces intentando creer solo? ¿Qué haces tú intentando ser cristiano, cristiana, sin una comunidad de fe, sin una comunidad en la que celebrar, sin personas junto a las que crecer, a las que escuchar, a las que mirar, a las que ofrecerte… Si Dios es participación en sí mismo, ¿qué hacen estos cristianos intentando ser islotes en el océano? Piénsalo.

Hace mucho calor. La temperatura sube por momentos. Ojalá tu fe y la mía suban también sus grados, ojalá no nos conformemos con un clima suave y templado. Ojalá participemos del amor trinitario hasta que nuestro corazón arda y dé luz a los que lo necesitan.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de Pentecostés

El martes pasado recibí un whatsapp inesperado. Era de una de mis grandes amigas, a la que hace tiempo que ni veía ni escuchaba. La distancia que nos separa nos impide estar más cerca y, ciertamente, podríamos estar más en contacto pero… el caso es que no es así. Y pese a todo nos seguimos queriendo mucho. Me llamaba para ponerme al día. Le habían diagnosticado un cáncer de mama y la operan este próximo viernes. Otro cáncer más golpeando en una persona querida. Fue una conversación preciosa. Al colgar, sentí cómo su valentía me llenaba de esperanza. Una valentía difícil de explicar. El evangelio de hoy tiene algo que ver… [Jn 20,19-23]:

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

¡Cuántas cosas tiene este relato y qué parecido más grande con cualquiera de las vidas de los que lo leemos! Vidas llenas de miedos, vidas escondidas, que escapan al dolor… vidas necesitadas de un Jesús que venga y traiga la paz necesaria para afrontar lo que venga. Te dejo tres pistas:

  • «El miedo te consume» – Las puertas estaban cerradas por miedo a… ¡Cuántas puertas cierras tú también por miedo a…! Miedo al rechazo. Miedo al fracaso. Miedo al ridículo. Miedo a defraudar. Miedo a perderte. Miedo a que te hagan daño. Miedo a morir. Incluso, a veces, miedo al amor. Cuando uno se acostumbra a las puertas cerradas, no tiene la sensación de vivir encerrado. Se hace a su vida de interior, la llena de costumbres y seguridades y cada día que pasa, es un día de vida perdido. Pero mejor eso que salir ahí afuera, ¿verdad? Piénsalo. ¿Qué miedo tienes y que estás sacrificando por ellos? El miedo lo siembra el diablo porque quiere que no respondas, que mires a otro lado, que no te permitas ser feliz. Y te lo vende bien, lleno de seguridad.
  • «La paz es condición, no consecuencia» – Muchas veces seguro que has escuchado a personas que expresan que quieren vivir una vida en paz. También, religiosamente hablando, parece que uno alcanza la paz cuando es capaz de encontrarse con Jesús Resucitado y éste es el cúlmen de la vida. Pero ¡qué equivocados estamos! El evangelio nos lo deja muy claro: uno no sale ahí afuera para encontrar la paz. La paz no es una consecuencia, sino una condición sin la cual es difícil salir ahí afuera. Para responder a tu vocación, para encontrar tu lugar en el mundo, para ser cristiano y testigo y llevar una vida tras Jesús… ¡hay que llenarse de paz ANTES! Por eso Jesús les ofrece la paz estando todavía encerrados. La necesitan para salir. ¿Y cómo les ofrece la paz? A través de sus heridas. Jesús no ofrece una paz romántica, hippie, adormecida e infantil. Jesús ofrece la paz del Resucitado, aquella que se consigue al descubrir que Dios siempre vence y que pese a la dureza del camino, al dolor, a la dificultad, a la muerte… el amor y la luz prevalecen. Cuando uno es capaz de vivir en paz esto… pierde el miedo. Porque ya no hay nada que temer. Ya es posible vivir ligero, libre. Ya se puede salir.
  • «Un Espíritu para el envío» – El Espíritu llega para dotarte de fuerza, de sabiduría, de fe, de valentía, de bondad, de tenacidad, de luz… porque lo vas a necesitar. Te espera una misión. Sí, a ti también. Puedes pensar hoy en ello: ¿qué me estará pidiendo Dios a mí? No tengas miedo a responder. Llénate del Espíritu que se te ofrece y sal al mundo. Es un Espíritu que se nutre de la comunidad, de los sacramentos, de la fe y que, además, anima todo ello. Es el CEO de la economía circular.

Termina el tiempo de Pascua y llega la normalidad, la rutina del tiempo ordinario, del maravilloso tiempo ordinario. Lejos de las fiestas, de los momentos clave, de los lugares especiales y las palabras importantes… nos jugamos la vida en el día a día cotidiano. No te olvides de ello. Mañana empieza la batalla. Mañana empieza el paraíso. Mañana ya debes dar respuesta. Y así, cada día.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de la Ascensión del Señor

Ayer el Real Madrid ganó su 14ª Copa de Europa-Champions League. Aunque no soy madridista, reconozco el hito y el mérito de un club que es admirado y envidiado en todo el planeta. Viendo la trayectoria del Real Madrid en esta temporada de Champions, no debe pasar desapercibido el sufrimiento por el que ha tenido que transitar. Se ha enfrentado contra los mejores equipos, ha sido inferior a ellos en muchos momentos, ha estado contra las cuerdas en todas las eliminatorias y sólo ha conocido el sabor de la victoria al final. Así se construye una historia, una leyenda. En este día de la Ascensión de Jesús, que también huele a victoria definitiva, así nos lo cuenta el evangelista [Lc 24,46-53]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.»
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Ya no vivimos con Jesús al lado. Hace mucho de eso. Aquellos que comieron y bebieron a su lado también tuvieron que experimentar la orfandad de quedarse sin Él, el vacío y la dureza al tener que seguir sin su presencia. Tú también te sientes solo muchas veces. ¡Cuánto pagarías, como yo, por saber qué opina Jesús de esto o de aquello, qué haría Él o, sencillamente, qué pretende de ti! Pero que no le tengamos a Él no implica que estemos solos. Te dejo tres pistas:

  • «Testigos» – ¡Estás rodeado de testigos! ¡Eres testigo de aquello que viviste y descubriste! ¡El Espíritu consigue hacer a Jesucristo presente a través de las personas! ¡Y de los sacramentos! ¡Y de la oración! Fíjate bien: conocer a Jesús no deja a nadie indiferente. Todos aquellos que han sido tocados en su corazón, están llamados a hablar y a vivir desde ese enamoramiento arrebatador. ¡Tú también estás llamado a eso! ¿Quién mejor que tú para que otros jóvenes descubran quién es ese Dios del que tú hablas, al que tú sigues, que te llena la vida y te empuja a hacer locuras! Jesús ya no está pero estás tú. Acércate a esos compañeros que no le conocen, acércate a aquellos que se burlan de Él, acércate a los que han perdido la esperanza, a los que viven con miedo, a los que están perdidos, a los que no saben qué hacer con su vida… acércate y vive desde el amor. Y nada más.
  • «Hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto» – El paso de ser «seguidor» a ser «testigo» no es ni puede ser automático. Aunque muchas veces tengas ganas de comerte el mundo y de salir a convencer a todos, me gusta mucho este detalle de Jesús de hoy. Entre su Resurrección y Pentecostés, cuando los apóstoles reciben al Espíritu, pasa un tiempo. Porque se necesita hacer proceso también de la victoria. Porque en todo lo humano, y también en lo espiritual, hay que hacer camino. Nada es magia. Casi nada es instantáneo, pese a los que a muchos les gustaría. En ti tampoco. Necesitas acoger la fuerza que te será dada y hay momentos en los que toca «esperar». Esa es una espera activa, una espera basada en la escucha, una espera acompañada: tiempo de comunidad, tiempo de grupo, tiempo de oración, tiempo de Iglesia. Ser testigo de Jesús es difícil y, tantas veces, doloroso. Hay que estar preparados. Y no hay que fiarse sólo de las fuerzas de uno.
  • «Dios te bendice» – Siempre nos explican que bendecir es «hablar bien de» y es algo precioso. Pero los hebreros entendían el «ser bendecidos», también, de otra manera que me parece, hoy, más rica, plástica y cautivadora. ¿Qué significa que Dios te bendice a ti, hoy, aquí? Significa que Dios te hace capaz, te capacita, te hace fecundo, fecunda, te otorga la capacidad de dar vida, de conseguir frutos, de multiplicar dones. Dios te llena de vida para que des vida. Dios te colma de bienes para que hagas el bien a todos. ¡Qué maravilla! «No soy capaz» nos decimos muchas veces. Hoy Dios te dice lo contrario: «Eres capaz porque yo te hago capaz, porque veo en ti todas las posibilidades para colaborar conmigo en la preciosa labor de seguir creando, de seguir amando».

Buen domingo de la Ascensión. Ojalá sepas vivir la paradoja de que justamente el Cristo que se va es el Cristo que se ha quedado entre nosotros para siempre; de que el Cristo que sube el cielo es justamente el Cristo que se hace el encontradizo en cada rincón de esta tierra.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 6º de Pascua

Mi hijo está a punto de terminar 2º de Bachillerato. Esta semana ha terminado los exámenes, está esperando las notas y en dos semanas se enfrentará a la EBAU. Llega el final de una etapa colegial que empezó con tres años o, incluso, con los años de escuela infantil donde aprendió destrezas básicas y comenzó a experimentar con el mundo que le rodeaba. La semana pasada estuve revisando con él fotos antiguas, ya que tiene que enviar una foto de pequeño para una presentación que van a hacer en la graduación. Y revisando, fotos y vídeos, me encontré con momentos, personas, experiencias… que me hicieron recordar muchas cosas vividas, muchos ratos compartidos, muchas personas queridas que forman parte de mi historia. Recordar es volver a pasar por el corazón aquello que queremos. Así nos lo cuenta el Evangelio de hoy [Jn14,23-29]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: «Me voy y vuelvo a vuestro lado.» Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.»

A veces dudas de que Jesús camine a tu lado y, sin embargo, Él nos ha dicho cuáles son las maneras en las que iba a hacerse presente tras su Resurrección y que, hoy, siguen vigentes. Son maneras que, a los ojos del mundo, sin duda son poco «determinantes». ¡Por eso te toca afinar los ojos de la fe! Tú eres especialista en creer, ¿o no es cierto? Estás lleno, llena, de creencias. De otra manera, no podrías vivir. Y aún así, ¡cuánto te cuesta hacer presente a Jesucristo aquí y ahora, a tu lado! Te dejo tres pistas:

  • «Jesús se hace presente en tu corazón» – Pero, ¿cómo descubrir lo que habita tu corazón? ¿Cómo saber que está ahí y que te sigue hablando? RECORDANDO. Recordar no es otra cosa que volver a pasar por el corazón. Es querer mantener vivo ese «amor» que un día descubrí, que un día acaricié y me acarició, que un día me hizo vibrar y me cambió la vida. Mira atrás y vuelve a aquellas experiencias clave en tu existencia. Vuelve atrás y visualiza el rostros de las personas  que fueron testigos de Dios en tu vida. Vuelve atrás y escucha aquellas palabras que un día Dios te dirigió a ti y sólo a ti, y que cambiaron el rumbo de tu vida. Gírate y redescubre todo el camino recorrido. Mientras lo andabas, ¡tantas cosas no entendías! Sin embargo, ahora, muchas de ellas cobran sentido y seguro que eres capaz de ver cómo Dios va guiando tu vida de manera misteriosa, porque te habita, porque vive en ti, porque está a tu lado.
  • «Jesús se hace presente a través del Espíritu» – ¡El Defensor lo llama Él! ¡Toma ya! ¿Sabías que tenías un Defensor? ¡Pero si vives todo el rato como si estuvieras sola y abandonada, solo y desatendido! Jesucristo nació, vivió, padeció, murió, resucitó y se fue junto al Padre, ciertamente. Pero tras Él vino el Espíritu. ¡Vives en tiempos del Espíritu! Es un Espíritu que se mueve y te mueve, que impulsa, que sugiere, que marca tendencias y senderos, que te conduce y te sostiene. Es la voz que te aconseja y te ayuda a tomar decisiones, que te recuerda quién eres, que despierta tu conciencia y te anima a optar por lo mejor. Es la brisa que te permite combatir el calor asfixiante de tu vida y es la hoguera que te da calor cuando ahí afuera sientes frío y soledad. ¡No lo ves, pero está! Es la corriente que mantiene tu corazón alimentado permanentemente para que puedas acudir a Él y recordar quién eres y quién te ha creado.
  • «Jesús se hace presente en la paz» – Pero, ¿qué es la paz? ¿De qué paz estamos hablando? ¿Ausencia de guerra, de violencia, de abusos, de insultos? ¿Ausencia de dolor, de disgustos, de dificultades, de contrariedades? ¿Qué pasa entonces con aquellos que dicen vivir en paz aún en medio del dolor, la guerra, la enfermedad…? ¿Qué tipo de paz nos regala Jesús? ¿Cómo saber que es Él mismo cuando llega? Yo te diría dos cosas: Primero, la paz de Jesucristo es un regalo y, como tal, no tiene sentido, es sorprendente y no responde a la lógica. Todo regalo sólo se explica desde el amor. Todo regalo es inmerecido e inexplicable. Esta paz es así: llega y no la puedes explicar, se percibe regalada y sobrenatural. Y segundo, es una paz «Pikolín«, te procura descanso, te permite vivir desde la confianza de saber que tu vida está en manos de Dios y que, por tanto, nada hay que temer. Y ahí, aún cuando sea grande la fragilidad que te rodea, es cuando te sentirás más fuerte.

Te deseo una semana provechosa. Sé dócil al Espíritu. Y nada más. Déjate hacer.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 5º de Pascua

Ayer se celebró en Turín una nueva edición del archiconocido Festival de Eurovisión. Terminó con las habladurías de siempre, los tejemanejes de siempre y la sospecha del politiqueo en la sombra. Chanel, nuestra representante española, volvió a hacernos vibrar y consiguió un resultado inimaginable en los últimos años. El caso es que, cada vez que vas a Eurovisión, te preguntas: «¿Qué percibirá la audiencia? ¿Qué lenguaje hablar en el escenario para poner de acuerdo a italianos, finlandeses, suecos, armenios y australianos? ¿Cómo hacerse entender, qué mostrar? Y esto me viene muy al cuento del evangelio de hoy [Jn 13,31-33a.34-35]:

Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en si mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»

El Señor nos habla de un concepto muy moderno y, a la vez, muy antiguo: la identidad. Lo identitario está de moda. Toda empresa necesita de su política y de su imagen corporativa, de sus valores. Todo pueblo necesita de su bandera y de su himno, para aglutinar sentimientos, historia y convicciones. Identidad, eso que te hace ser lo que eres, que te distingue de los demás. Te dejo tres pistas:

  • «Amar es un mandamiento» – Hemos convertido todo en algo tan romántico que nos olvidamos que para un cristiano, AMAR es un imperativo, no es una sugerencia. Todo aquel que quiera seguir a Jesús, que esté dispuesto a llamarse cristiano, debe amar. Amar no como sentimiento, no como emoción, sujeta a circunstancias e intensidades variables. Amar como acto de voluntad. Amar porque decides amar. ¿Te lo has planteado? ¡Qué frío suena esto! ¡Me acabo de cargar esa idea tuya de «amor» pastelosa, chupipiruli, rosita y… tan frágil que acaba por romperse! El Señor te llama a optar por AMAR. ¿A quién? Pon tu los nombres y apellidos. Porque el amor que no se concreta no es amor, es idea, deseo, sueño inabarcable. Nombres y apellidos. A ese que están pensando… sí, y a la otra que te cuesta tanto… también. ¿Y no pierde calidad este amor «obligatorio»? Buena pregunta… ¿Entonces por qué Jesús le ha llamado «mandamiento»?
  • «Amar es novedad» – Es el mandamiento nuevo porque es el mandamiento que te hace nuevo, que lo hace todo nuevo. El amor lo cambia todo. No es el dinero. No es el maquillaje. No es la influencia. No es el número de seguidores, ni los títulos que tengas, ni el sueldo que cobres, ni los sueños que tengas… Es el amor. El amor convierte tu rutina en sorpresa. El amor germina en tu corazón y hace brotar de él una nueva manera de afrontar la vida. El amor cambia tus relaciones, elimina el interés, la envidia, la soberbia. El amor hace que el sexo cobre una nueva dimensión. El amor cura todo lo que te resulta insoportable de ti mismo, de los demás, del mundo.
  • «Amar no de cualquier manera» – Amar como Él lo hizo. ¿Cómo se hace eso? Dándose. Entregando la vida. No hay otra manera ni otra receta. Da tu tiempo. Da tu energía. Da tu corazón. Da tu libertad, Da tus fuerzas. Pon tus dones al servicio de los demás. Párate en tu camino y cura al que encuentres herido. Párate en tu camino y libera a la que va a ser lapidada. Párate en un pozo y conversa con los que están perdidos y atormentados. No tienes que ser perfecto, ni perfecta. Nadie te lo pide. Esto no va de perfección sino de entrega, de donación, de corazón. No te conformes con amores mediocres. Estás llamada a más. Estás llamado a dar más y a más personas. ¡Cuántos están esperando que te cruces con ellos!

¡Qué pasada esto del amor! Vale la pena embarcarse en este proyecto. Vale la pena responder a esta llamada. Vivir la vida desde el amor es vivirla con pasión. Alguien que ama es alguien que no quiere pasar por aquí con indiferencia, como si nada fuera con él. Alguien que ama es alguien que ha entendido qué es lo importante y que quiere jugárselo todo a esa ficha, asumir riesgos. Tu Señor te pide que ames. Ese será tu sello de identidad. No hay otro mejor. ¡A por ello!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 4º de Pascua

Ayer hablaba con la mamá de una alumna de los sinsabores de toda labor educativa. En un momento de la conversación, ella me agradecía mi atención personal hacia ellas y yo, a la vez, me mostraba agradecido por su confianza. La palabra «reciprocidad» apareció en la conversación y ella la resaltó de manera especial, diciéndome que era una de las palabras, de los conceptos, más importantes en la vida. ¡Y cuánto más el amor necesita de esta palabra! Es verdad que podemos amar sin que nos amen, pero no es lo deseable. Todo amado necesita ser amante y todo amante necesita ser amado. Así nos lo cuenta también hoy el evangelista: [Jn 10, 27-30]:

En aquel tiempo, dijo Jesús: «Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.»

Hoy es el Domingo del Buen Pastor, figura usada por Jesús para mostrar de manera plástica cómo es la relación con sus amigos, con aquellos que le siguen… con todo hombre y mujer abiertos a su amor. Esta figura puede parecer a priori muy asimétrica y más considerando qué tipo de animal es la oveja, un animal que se deja llevar y conducir. Aún así te doy tres ideas:

  • «Dios te conoce» – Hay una máxima que reza: «sólo se ama lo que se conoce». Ciertamente. Dios te ama y, por tanto, podríamos decir que te conoce. «¡¿Cómo puede ser?!» podrías gritar sorprendido, sorprendida. Cómo puede ser que Dios te ame conociéndote como te conoce… Nada de ti permanece oculto a sus ojos. Sí, sabe de tus defectos. Sí, sabe de tus pecados. Sí, sabe de tus errores. Sí, sabe de tus olvidos y de tus traiciones. Conoce también tu fragilidad, tus inseguridades, tus complejos, tu realidad… todo eso que a ti, a veces, te hace mirarte a ti mismo, a ti misma, con tanta dureza, con tanta exigencia. Como tú no encuentras motivos para quererte demasiado, te piensas que Dios usa la misma mirada que tú. Pero te equivocas. Porque Él también conoce la luz que te habita, tus dones, tus capacidades, tus aciertos, tu vocación de servicio, tus gestos de amor a los que te rodean… Donde tu ves incapacidad y fracaso, Él ve oportunidad y futuro. Eres criatura suya, llevas su firma, te inunda su Espíritu… Dios te conoce. Y te ama. Y te espera. Y, como buen pastor, conoce aquello que es mejor para ti, que te conviene. Y te intenta llevar ahí, y cuidarte, y procurarte lo que necesitas para vivir…
  • «Oveja que escucha» – A ti te ha tocado la parte de oveja. ¡Y parece que nada tuvieras que hacer más que dejarte llevar! Pero el Evangelio trae un verbo que, seguro, no llevas bien: escuchar. Escuchar, hoy, es una de las tareas más difíciles que tenemos por delante. Vives pegada al móvil, conectado permanentemente. Te cuesta estar solo y en silencio; te incomoda pensar sobre ti; no sabes qué hacer cuando toca pararse y pensar, reflexionar. En clase cuesta mantener un ambiente de trabajo. En casa tampoco es fácil. Nos hemos acostumbrado a estar permanentemente en un estado de sobreexcitación que nos impide ESCUCHAR. Pero ahí está la reciprocidad que te pide Dios. Él te conoce, te ama, te guía, busca para ti lo mejor… pero ¿tú escuchas? Es fácil decir que Dios no está presente en tu vida pero… ¿pones los medios para escuchar? ¿Haces algún ratito de silencio en casa? ¿Dejas el móvil en silencio un buen rato? ¿Rezas? ¿Participas de la Eucaristía dominical? ¿Tienes un grupo con el que poder compartir la fe y escuchar juntos? ¿Buscas acompañamiento en personas que puedan ayudarte a afinar el oído?
  • «Un amor que da vida» – A veces yo me voy a la cama insatisfecho. Son esos días en los que me dejo llevar por lo que me apetece, días en los que decido buscar mi «felicidad» en momentos, acciones, personas… que, definitivamente, no me llenan, sólo me entretienen. Seguro que sabes de qué hablo. Seguro que tienes la misma sed de felicidad y de amor que yo. Todos la tenemos. Y todos conocemos la sensación de sequedad en la boca del corazón cuando no alcanzamos ese «agua». Jesús nos promete la Vida, la vida de verdad, una vida plena. Y nos promete su compañía, su guía, su cuidado, su fidelidad, hasta el final. Nada ni nadie te ofrecen algo similar y, sin embargo, ¿cuánto tiempo sigues gastando dejando a Dios al margen, pensando que sin Él vas a conseguir eso que anhelas? ¿No será el momento de apostar realmente por Él, de apostar por ti?

Yo soy oveja que se pierde muchas veces porque olvida la voz de su pastor o, más bien, porque decide seguir su propia voz, como si yo supiera mejor que Dios lo que me conviene. Cuando hago eso, mi vida se nubla. En cambio, cuando me centro, cuando decido responder a aquello que ha sido Palabra de Dios para mí, cuando me vuelco con los jóvenes, con mis alumnos, con sus familias; cuando bajo la cabeza y me pliego a sus planes, aunque no siempre me entusiasmen… llego cansado pero feliz al final del día. Porque descubro que Dios es fiel a la Palabra dada. Conmigo lo es. Nunca me ha defraudado en aquello que me ha prometido, en aquellos lugares a los que Él me ha conducido. Te lo recomiendo. Confía. Escucha… y déjate llevar.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova