Pecado = Rechazar el don de Dios (Nm 13,1-2.25–14,1.26-30.34-35)

Y llegaron los israelitas a la Tierra Prometida y… ¡decidieron no entrar! Pese a sus bondades, pese a sus frutos, pese a su vegetación, pese a su leche y su miel… ¡No entraron! ¡Porque había que pelear! ¿Conclusión? 40 años vagando por el desierto.

A veces nos pensamos que a Dios le ofenden nuestros errores, nuestras debilidades… y no voy a ser yo quién diga lo contrario. Pero de lo que cada día estoy más seguro es de que el mayor de los pecados, la mayor de las ofensas, es rechazar el don de Dios, su regalo, lo que nos da, la tierra prometida que nos ofrece. No es tanto el amor imperfecto que practicamos cuanto el amor inmenso que dejamos de acoger…

Dios hace historia contigo. Es una historia de liberación, de descubrimiento, de comunicación, de amor, de confianza… la tierra prometida llega en algún momento… cuidado… no vaya a ser que decidas darte la vuelta,

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El miedo de escuchar (Mt 17,1-9)

No soy la persona adecuada para comentar las lecturas del día de la Transfiguración. Hay personas más preparadas que yo para ello. Pero si me gustaría comentar algo que me ha llamado la atención del evangelio de hoy: el miedo de los discípulos ante la voz de Dios.

Escuchar a veces da miedo, porque oyes cosas, y a personas, que provocan en ti un vuelco interior difícil de manejar. Todos hemos escuchado alguna vez alguna canción, o alguna conferencia, o alguna película, o a algún amigo, o a papá o a mamá, o a un cura en su homilía… y se nos han puesto los pelos de punta. Hay palabras que llegan en el momento justo o que tocan la fibra más interna de nuestra alma. Y nos sobrecogen.

Muchas personas prefieren no escuchar. Mientras uno no escucha, puede vivir sin la consciencia necesaria, tirar para adelante, hacer lo que le parezca. Con Dios esto es más evidente. Hemos decidido escucharle poco. Y nos llenamos de excusas. Sabemos que si un día nos paramos, en silencio, con la Palabra en la mano y con disposición de escuchar… lo que escuchemos nos tocará el corazón y nos pondrá patas arriba la vida. ¿Estamos dispuestos?

El que quiera oír, que oiga.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hasta las narices de evangelizar (Nm 11,4b-15)

¡Venga hombre! ¡Ya vale! ¡Estoy hasta las narices de dar la vida intentando mejorar las cosas y sólo recibir sopapos de vuelta! ¿Por qué tenías que llamarme a mí, Dios?

La gente no cambia. Años intentándolo por todos los medios. Nada. Cada uno va a la suya. Cada uno piensa en sí. Les propones una cosa y la otra y la otra… Y nada. Todo son reproches y problemas y quejas. Y, mientras, por detrás, un corifeo que grita que hay que cambiarlo todo. Que el lenguaje hay que cambiarlo, las formas, la doctrina, la manera, el medio para comunicarlo… Y venga youtubers y tuiteros y instagrammers y de todo… ¡Ya uno no sabe lo que hacer para hacerles entender que te necesitan, Padre! Nos hemos quedado sin ti, el mundo se oscurece pero… ¡bah! Nada.

Yo estoy cansado. Estoy cansado de luchar, de trabajar, de guiar, de proponer, de rezar, de compartir, de sacrificar mucho para nada… ¿Por qué no un poco de aliento? ¿Un pequeño éxito que me anime a seguir? Sí, de vez en cuando alguien te dice que gracias, que qué majo eres… pero su vida sigue igual. Se olvidan rápido.

Voy a irme, con Moisés, a escuchar un ratito a Fito Páez. Tenemos que recordar que esto no compensa. Que nunca volveremos a la Comarca. Que cuando la vida se da… es a fondo perdido… Dame fuerzas, Señor, para seguir ofreciendo el corazón.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Para quién vives? ¿Para qué guardas? – Domingo XVIII TO Ciclo C

Es una pregunta muy directa que cada uno debemos afrontar. Se nos ha regalado una vida, más corta o más larga. A veces anhelamos con no morir pronto pero lo más importante es decidir cómo vamos a afrontar los días que se nos ha dado.

Ninguno sabemos cuándo abandonaremos este mundo. Todos moriremos. Entonces… ¿para quién vivimos?

Tú, ¿vives sólo para ti? Seguro que has oído, o has dicho, alguna vez eso de «piensa en ti», «te lo mereces», «no te agobies», «¿para qué meterme en líos?», «tu familia es lo primero»… Y no dejan de tener sentido en algún momento, por supuesto, porque nos tenemos que cuidar y querer. Pero pueden esconder también esa llamada universal y eterna que nos lanza Jesús: ¿para quién? ¿Para quién estudias? ¿Para quién trabajas? ¿Para quién te esfuerzas? ¿Para quién es tu tiempo? ¿Para quién es tu dinero? ¿Y tus energías? ¿Y tus dones? ¿Y tus capacidades? Incluso… ¿para quién es tu sufrimiento?

¿Para quién eres?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Tu casa… el lugar donde te hacen menos caso (Mt 13,54-58)

Que sí, que en tu casa es donde menos caso te hacen. Los tuyos. Esos que te vieron crecer, que te conocen y que, sin duda te quieren. Tu familia, la institución en la que has crecido y llevas media vida, la parroquia en la que estás desde que naciste… Lo que se dice «tu casa» en sentido amplio.

Es desgarrador comprobar que aquellos que debieran tener una mirada real hace ti, son precisamente los que desconfían. Desgarra y hace daño. Jesús debió salir desgarrado de su pueblo, al que debió volver con ilusión de predicar el Reino como en otros lugares de Galilea. Debió salir dolido, mucho. Me lo imagino porque de una manera u otra, también lo he sentido. Seguro que tú también.

Y no hay mucho que hacer. Sólo se puede seguir camino y pensar… «qué pena que justamente sean ellos los que se lo pierdan…». Qué pena. Toca seguir camino. Donde hay prejuicio, donde no hay fe, no hay milagro.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dichosos los que viven en tu casa (Sal 83)

Cada uno tiene una idea del juicio final, del cielo y del infierno. Muchos creyentes siguen pensando que el cielo se toma al asalto, es decir, que se gana, como si esto fuera una clasificación de méritos. Y el infierno, para los malos, que suelen muchos de los que están ahí afuera.

A veces perdemos de vista que el cielo es estar cerca del Señor y el infierno es vivir sin Él. Y que para empezar a saborear eso, no hay que esperar a la eternidad. Ya aquí, en nuestra vida, rozamos con la punta de los dedos el Reino de Dios. Al menos a eso estamos invitados.

Dichoso aquel que descubra lo feliz que le hace vivir cerca de Dios. Dichoso a aquel que no actúe de una manera sólo porque la ley lo dice, sólo para ganar galones. Dichoso aquel que descubra que ser bueno es amar mucho y que eso incluye equivocaciones y errores que son perdonados. Dichoso aquel que huye del infierno que es vivir pendiente sólo de uno mismo, del poder, del dinero, del placer, de la comodidad, del tener, del aparentar.

El infierno no es postureo. El infierno es real y comienza aquí. Como el cielo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Tiendas del encuentro (Ex 33,7-11;34,5b-9.28)

Que sí, que Dios está en todas partes, lo sé. Pero hay lugares, momentos y personas en los que se nos regala la capacidad de hacerlo presente de otra manera. Esto creo que todos lo experimentamos en nuestra historia de fe. También el pueblo de Israel era consciente de ello. Por eso el relato del Éxodo, que nos habla de la Tienda del Encuentro es tan hermoso.

Miro atrás y descubro las tiendas del encuentro donde me encontré con Dios de manera más evidente, donde el Señor acudió a encontrarse conmigo. La casa de los escolapios de Cercedilla, mi comunidad Betania, la iglesia de S. Jorge en Coruña, mi colegio, mi mujer y mis hijos, mi amiga Pau, las Escuelas Pías… Algún retiro espiritual, alguna conversación, la casa abierta de personas que me quieren, mis clases de Ciencias Religiosas y mis compañeros… Siempre que acudo a recibir el sacramento de la Reconciliación también lo siento especialmente presente… ¿Y los tuyos? Es bueno reconocer esas tiendas que ha habido en tu vida, ponerles nombre. Son espacios, personas y momentos sagrados.

Lo siguiente que me surge en esta oración es: ¿soy yo también tienda de encuentro? ¿Facilito que Dios y otra persona se encuentren a través de mí? ¿Soy espacio para que el verdadero encuentro tenga lugar? ¿Soy mediación o estorbo? Ayúdame Señor a ser lo primero. Tienda que acoge, que se abre para que suceda el milagro.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Aprender a rezar – Domingo XVII TO Ciclo C

Estuve acompañando a niños de entre 5 y 12 años en su oración semanal en el oratorio del colegio. Es lo que los escolapios, siguiendo a nuestro Fundador, llamamos Oración Continua. Para mí fue todo un privilegio poder estar con ellos y acompañarlos en su incipiente experiencia orante.

He de decir que lo más importante cada día que me encontraba con ellos era no estorbar. No intentar que los niños vivieran mi propia experiencia de oración, no asumieran siempre mis formas, no acabar siendo yo el camino para acceder a Dios. No hablar demasiado, no pontificar, no moralizar, no intentar convertir en adulta una primera oración de niños, muchos de los cuales sin experiencia de oración en su casa.

Y que vieran a Dios como un papá amoroso que está siempre con ellos, que los ama, que los perdona, que los escucha, que los comprende y que los acepta como son. Un papá al que hay que contarle cómo estamos, al que hay que escuchar, que nos anima a portarnos bien con nuestros hermanos. En definitiva, intentar que esa hora de oración fuera una hora de intimidad agradable, alegre y confiada.

Creo que esa es la esencia del Padrenuestro que Jesús nos enseñó. Más que una serie de palabras, una manera de relacionarse con Dios. Un manera, por cierto, profundamente tierna e infantil.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Hombres y mujeres de bien (Eclo 44,1.10-15)

Hay vidas que merecen la pena ser contadas y recordadas. Porque antes de nosotros, han pasado por el mundo muchos hombres y mujeres de bien. Algunos son parientes nuestros: padres, abuelos, bisabuelos, tíos, tías… personas que con sus decisiones, opciones, legados, valores… han ido conformado un ser familiar que llevamos en la sangre. Otros han sido personas relevantes en la sociedad por motivos diversos: deportistas, políticos, artistas, científicos… personas que han contribuido a que la humanidad haya dado pasos en la buena dirección. Otros muchos son personas anónimas y desconocidas pero que, a la vez, guardan en sus biografías auténticas historias maravillosas de amor, de superación, de entrega, de lealtad, de fortaleza…

Vivimos tiempos sin grandes referentes. No porque no los haya, sino porque hemos ideologizado tanto las cosas que es difícil hoy ser referente de algo. Y aún así, nuestros niños y nuestros jóvenes necesitan de personas a las que mirar. No por ser superhéroes, o famosos, o instagramers, sino por haber vivido vidas, más largas o más cortas, que han valido la pena. ¡Contemos esas vidas! Los que somos creyentes, tenemos en los santos grandes ejemplos y también en otras personas fuera de la Iglesia. Los que no son creyentes, lo mismo.

No perdamos el tiempo con personas que han decidido que sus vidas no valgan más que para ser escaparates, cacharros rotos. No endiosemos a quién no se debe sino, más bien, busquemos y encontremos a Dios en quienes lo han transparentado antes que nosotros.

Un abrazo fraterno – @scasanovam