¿Es posible la relación personal con Dios sin la comunidad? (Jn 20,24-29)

Es difícil tener experiencia de Jesús Resucitado apartado de la comunidad creyente. Eso es lo que le pasó a Tomás y lo que, hoy, le pasa a tantos que, alejados de la Iglesia, pretenden mantener su fe firme y sus convicciones inquebrantables. Pues no es posible. Cuanto más te alejas de la Iglesia, más fácil es que dejes de tener al Señor en tu vida, más difícil sostener una relación.

En una época como la que vivimos, caracterizada por la dictadura del individualismo y del «yo puedo» por encima de todo, conviene recalcar la idea de que detrás de todo ello hay una trampa ciertamente sutil. Claro que Dios establece una relación personal con cada uno de nosotros. En el Evangelio de hoy también se ve: Jesús hace proceso con Tomás y la manera en la que se tratan es diferente al resto, porque Jesús sabe que Tomás es único y que necesita de una relación diferente a la que tiene con Pedro o con Santiago o con Juan. Pero esa relación personal no debe llevarnos a pensar que es posible vivir al Resucitado al margen de la comunidad.

Es en la comunidad donde somos capaces de «ver» y «oír» al Maestro. Es en la comunidad donde le reconocemos en medio de nuestra vida. Es en la comunidad donde encontramos respuestas que calman nuestra sed, donde encontramos la paz que nos regala Cristo.

No son tiempos para francotiradores creyentes. Son tiempos de Iglesia, con sus defectos y sus carencias. Construyamos auténticas comunidades eclesiales de fe y el Señor iluminará nuestra existencia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Seguridades (Mt 8,18-22)

Seguridades las justas. La respuesta de Jesús ante los que quieren seguirle, manteniendo sus seguridades, es contundente.

Seguir a Jesús obliga a asumir riesgos. Esto va de amor y quien ama, arriesga.

Lejos de los romanticismos más dañinos, de los colores rosas, de los nenúfares, los violines y las mariposas en el estómago, amar implica salir, abrir las puertas de lo sagrado, exponer lo mejor de uno, apostar por un camino poco transitado.

¿Seguridades? Sólo Jesús.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Cristianos, ¡más generosidad! (II Cor 8,7.9.13-15)

Más generosidad. Ojalá estén hoy atentos muchos de los que se están manifestando en contra de la ayuda a los refugiados e inmigrantes y, a la par, se presentan como católicos. Ojalá estén atentos a las palabras de Pablo muchos de los que infunden miedo y rechazo a los que nos necesitan y, a la par, se presentan como creyentes. Ojalá estén atentos los que acudan a misa hoy, como cada domingo, pensando que la Eucaristía es una banquete reservado para gente como ellos, seguidores en nómina, cristianitos sin Cristo.

«Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar.
En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen;
y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad.
Es lo que dice la Escritura: «Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba.»»

Se puede decir más alto pero no más claro. Nosotros, en cambio, lo podemos manipular, silenciar o minimizar. Lo que sea con tal de justificar nuestras propias posiciones, sobre todo si estas sirven para desacreditar y criticar a un gobierno que no me gusta, o si sirven para alimentar mi miedo ante lo desconocido, o si son útiles para no desmontar el bienestar en el que vivimos acomodados.

Yo tomo nota también. Tengo mucho que aprender. Hay espacio de mejora para mi generosidad. Mucho. Intento aprender cada día de aquellos que tengo cerca y que son un ejemplo para mí. Y que el Señor haga el resto.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Cuando el dolor golpea fuerte (Mt 8,5-17)

Cuando el dolor golpea fuerte, cuesta ponerse en pie. Una mezcla de falta de entendimiento, de turbación, de rabia, de tristeza, de fragilidad… lo ocupa todo. Es como si el corazón se tornara negro en un momento y rezumara humo del vacío que se quema adentro. En situaciones así, cuesta dar palabras de aliento. Tal vez el silencio y la mano tendida sean más eficaces que lo que a la boca se le puede ocurrir.

Han sido horas difíciles en el entorno de las Escuelas Pías Betania. Se nos ha ido un joven, un alumno, un hijo, un hermano, un amigo, un compañero. Así, de repente, como una bomba sin piedad que explota y se lo lleva todo a su paso, sin esperarlo. Deja un vacío que no se llenará nunca. En muchos. Y en este momento, recibo el evangelio de hoy y necesito repetirme la última frase: «Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades». La repito una y otra vez. Tal vez para escapar de la tentación de ver en Dios al culpable del sin sentido y, en cambio, ver en Él a aquel que carga en estos momentos con un sufrimiento tan grande. Y la completo: Él habitará los vacíos que el amor nos deja.

Es la hora de la FE. Es momento de creer y de mirar a Jesús cara a cara, de acudir a Él como aquel centurión romano que sabía a quién le pedía ayuda. Es momento de dejarnos sostener, de abandonarnos, de caer. No tengamos miedo de caer. Hay alguien que nos recogerá y cargará con nosotros. Y nos acariciará. Y nos alimentará. Y nos insuflará su Espíritu hasta que seamos capaces de volver a sostenernos en pie de nuevo.

Y tú, que ya estás a su lado, cuídanos. Háblale bien de nosotros. Protégenos. Y prepara la eternidad para cuando volvamos a vernos. Y entonces la alegría no nos cabrá en el pecho.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Has combatido el buen combate? (2 Tm 4,6-8.17-18)

Combatir el buen combate. Llegar a la meta. Haber mantenido la fe. Así se expresa S. Pablo viendo próximo fu final en la carta que le escribe a Timoteo. Quiero llegar al final y poder decir lo mismo.

A veces pienso en la muerte y en cómo me gustaría que fuese. Es una tontería porque nada puedo elegir yo al respecto. Pero pienso si es mejor que sea rápida o si es mejor poder prepararla con tiempo; si es mejor poder despedirse de tus seres queridos o no; con o sin sufrimiento… Pero leo estas palabras de Pablo y en el fondo pienso que la mejor muerte es aquella que se afronta estando feliz por lo vivido.

La felicidad de una vida, cuando llega el final, no creo que se mida por los metros cuadrados de la casa que me he comprado o por los euros de la nómina que he conseguido o por el número de hijos traídos al mundo o por los nombres de personas con las que he entablado relación… Creo que la felicidad de una vida, cuando llega al final, se resume en si esa vida ha sido vivida, a fondo, con pasión, al límite. La vida es un don y también es tarea y, esos dos aspectos creo que son los relevantes al final. ¿He aprovechado el don? ¿He hecho mi tarea?

No sé cuándo llegará mi final pero me gustaría poder afirmar, cuando llegue, lo mismo que Pablo: he combatido el buen combate, he llegado a la meta y he mantenido mi fe. Y simplemente afrontar el último paso hacia Dios, para poder descansar en Él el resto de la eternidad.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Te he visto en un catálogo de inmobiliaria (Mt 7,21-29)

En algún momento, todos pasamos por la experiencia de comprar o alquilar casa. Y son muchos los parámetros y los aspectos que valoramos. Que tenga terraza, que tenga cerca medios de transporte, los metros útiles, el número de habitaciones, el barrio, si hay colegios cerca, los baños, etc. Pero no creo que ninguno alquilemos o compremos una casa que se fuera a caer cuando llegasen las lluvias y los vientos del otoño.

Hay cosas más importantes y otras más accesorias. Los pilares de una casa, la seguridad como construcción, los materiales utilizados… son lo más importante. Porque si todo se viene abajo a la mínima de cambio… ¿de qué nos sirve todo lo demás?

Tú y yo, ¿qué tipo de casa somos? Imagínate que salimos en un catálogo de alguna inmobiliaria. ¿Somos casa luminosas o oscuras? ¿Espacios amplios o justitos? ¿Para familias o para singles? ¿En el centro de la ciudad o retiradas en un barrio tranquilo de las afueras? Y de cimientos y materiales… ¿cómo andamos? ¿Sobre qué nos sustentamos? ¿Cuáles son los principios que nos anclan al terreno? ¿Aguantaremos cuando vengan las embestidas de la vida? ¿Seguro? Llegarán enfermedades, despidos, problemas de pareja o amigos, incomprensiones, sueños frustrados, dudas de fe… ¿Aguantaremos?

Si Cristo está ahí abajo, bien dentro, sosteniéndolo todo, no hay por qué temer. Todo eso llegará, causará algún destrozo, pero la casa resistirá. Si no está Cristo… vayamos contratando un seguro…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Tu voluntad (Sal 118)

«Enséñame a cumplir tu voluntad
y a guardarla de todo corazón.»

 

No es fácil cumplir la voluntad de Dios. Al menos no para mí. Igual tú eres más aventajado o aventajada y rozas ya la santidad. Creo que ni para los santos fue fácil. Por eso resuenan hoy en mí, con especial interés, las palabras del salmista, pidiendo ayuda para tan alto propósito.

Primero, se trata de discernir cuál es la voluntad de Dios. Uno no se levanta una mañana y lo descubre. O lee un ratito el Evangelio y lo ve claro. O llega alguien y se lo dice. Hay que estar a la escucha. Hay que unir los puntos. Hay que querer descubrirlo. Y aún así a veces uno convive con la duda de si habrá acertado.

Segundo, una vez descubierto cuál es la voluntad de Dios, hay que cumplirla. Jesús conocía la voluntad del Padre pero en Getsemaní vivió en sus carnes lo difícil que es muchas veces llevarla a cabo. Porque no es lo que esperabas, porque contradice tu propia voluntad, porque trae consecuencias difíciles, qué se yo…

Y tercero, y me parece muy bonito por parte del salmista, hay que hacer todo este proceso desde el corazón. Es desde el amor desde donde hay que vivir todo esto. No es un mandato. No es una ley. No hay que cumplir bajo pena de muerte. Es otra cosa. Es algo a degustar, a saborear, a reconocer como valioso en mi vida, a descubrir la propia felicidad en ello, a querer y desear estar con el Señor hasta el final.

Yo necesito que Dios me enseñe a hacer todo esto. Soy torpe. A veces escucho mal. A veces escucho pero no quiero cumplir. Y a veces no lo vivo desde el amor. En eso estamos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

El Jesús más ético (Mt 7,6.12-14)

Hemos adoctrinado tanto, tantas veces, haciendo cargar a las personas con normad y principios tan alejados de la realidad, que nos hemos olvidado de lo más elemental de la Ley. Hoy, el Jesús más ético nos lo recuerda: trata a los demás como te gustaría que te trataran a ti. No puede ser más sencillo.

Y es que el núcleo más central e importante del Reino de Dios, que trae Jesús de Nazaret, es algo profundamente natural. Por eso Jesús es un personaje tan aceptado incluso en personas alejadas de la Iglesia católica. Ética de la más básica.

Ahora bien, Jesús conoce el corazón del hombre y la sombra que el pecado siempre siembra en él. Y sabe que algo tan sencillo de entender y de incluso aceptar, no es nada fácil de vivir. Porque si viviéramos de verdad este principio ético tan básico… no pasaría un día sin luchar para que no hubiera hombre ni mujer en la faz de la tierra pasando hambre, o sin una vivienda digna, o sin una sanidad básica, o sin trabajo, o sin libertad, etc. Para todos lo mismo que quiero para mí…

Puerta estrecha. Camino difícil de hacer. Primero, en nuestro corazón. Luego, en nuestra sociedad. Puerta estrecha que estamos invitados a atravesar. Jesús así lo hizo. La respuesta no se hizo esperar…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dios advierte pero nosotros a lo nuestro (II Re 17,5-8.13-15a.18)

Cuando leo fragmentos del Antiguo Testamento, sobre todo los que nos narran historias de «batallitas», como decíamos en mi antigua comunidad, tengo la tentación de pensar que no tienen que ver conmigo. A veces me producen el mismo rechazo que me produjo en su momento, en mi juventud, «El Señor de los Anillos». Muchos nombres de lugares, de personas… hechos que no acabo de entender… En fin, difícil de sacar algo de ahí. Pero con el tiempo me he ido dando cuenta que esas historias son muy parecidas a la mía.

Y es que yo también soy terreno de batalla. Y las victorias y las derrotas acontecen. Y muchas veces no entiendo por qué las cosas no salen y la Palabra me da luz. Y es que cuando desoigo a Dios, cuando me creo más fuerte sin Él que con Él, cuando me expongo a mis propios criterios, normalmente nada sucede como me gustaría. A veces el éxito de una tarea no llega, a veces me veo envuelto en enredos personales con personas a las que quiero, a veces compruebo que hago daño a otros por pensar más en mí que en ellos… Derrotas que llegan y me mandan al exilio.

Dios nos advierte. Nos quiere y nos avisa, como todo padre hace con su hijo. Él ve que juego con fuego, que estoy en la cuerda floja, que estoy desatendiendo mis defensas… me llama a la oración, me llama a los sacramentos, me llama a ser más exigente con mi voluntad, me llama a tener un corazón más generoso con el prójimo… Y yo muchas veces voy a la mía, porque me dejo llevar por el pequeño placer o éxito a corto plazo. Dios avisa y no se equivoca.

Él no envía desastres, ni enfermedades, ni calamidades, ni nada eso. Pero sabe que cuando uno elige una vida en lugar de otra, las consecuencias llegan. Tomemos nota.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¿Qué va a ser este niño? (Lc 1,57-66.80)

Cada niño es un misterio de Dios. Cada niño es creado, conocido y escogido por Él. Cada niño es una voz que resuena en el desierto de los adultos, entretenidos con economías, guerras, dineros, trabajos, poderes y apariencias. Cada niño es una respuesta de Dios al mundo.

Hoy celebramos la festividad de San Juan Bautista y, a poco que leamos despacito su historia y la de sus padres, descubriremos que Juan, como cada uno de nosotros, somos, ante todo, de Dios. Claro que hay unos padres que nos acogen. Claro que crezco en una familia que me acoge y me quiere. Pero no soy de ninguno de ellos. Porque cada uno de nosotros hemos traído una novedad que ha roto los esquemas previstos. He ahí la grandeza de Dios, que nos lleva de la mano.

Yo también soy padre y pienso de cada uno de mis hijos la pregunta que hoy nos plantea el Evangelio: «¿Qué va a ser de este niño?» Sé que no los poseo. No tengo derecho a hacerlos a mi imagen y semejanza porque están hechos a SU imagen y semejanza. Sé que de nada vale intentar imponer mis criterios sobre ellos porque Dios hace con cada uno de ellos una ejercicio de libertad, de recreación. Cada uno tiene su proyecto, su misión, su camino. Personal e intransferible.

Tal vez mi único deseo es no ser obstáculo para que Dios actúe a través de ellos. Ellos, que son profetas, sacerdotes y reyes por su Bautismo, crecen de la mano del Señor. Ojalá haga con ellos maravillas. Como con Juan. Ojalá sean anuncio de Aquel que viene detrás.

Un abrazo fraterno – @scasanovam