El evangelio del maestro (Mt 5,43-48)

A un maestro le viene muy bien leer el evangelio de hoy de vez en cuando. Porque estamos llamados a ser como Dios en el aula, a dar amor a todos, a querer a todos, a cuidar a todos, a sanar a todos, a educar a todos; como el sol, que sale para buenos y malos o la lluvia, que cae sobre justos e injustos. Así es el amor de Dios y así debe ser el amor de maestro.

Esto no es fácil. Lo que nos pide Jesús es dar más allá de lo esperado. Evidentemente. Es una vueltecita de tuerca. Es ser transformadores de la realidad y no meros repetidores de lo que nos encontramos. Estamos llamados a dedicarle más tiempo al que menos ganas tiene, a rezar más por el alumno que nos complica más, a buscar más a aquel que parece querer deshacerse de nosotros. Es una proporcionalidad inversa la que nos plantea el Señor. A menos, más. Bien pensado es la única manera de cambiar las cosas.

Nuestros alumnos deben ser mirados con la misericordia con la que Jesús miraba a aquellos que acudían a Él por los caminos de Galilea. Nuestros alumnos deben ser buscados como la mujer que, acudiendo al pozo un día, se topó con un Jesús que la estaba esperando. Nuestros alumnos deben saberse dignos de participar en «nuestra mesa» hagan lo que hagan, pese a todo. Ese amor será el motor que cambie sus vidas verdaderamente y, además, la semilla mayor de evangelización en sus corazones alejados.

¿Lo dudas? Pongámoslo en práctica.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

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