Entradas

Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Martes 2º Ciclo B

Dejad de hacer el mal,
aprended a hacer el bien.
Buscad la justicia,
socorred al oprimido,
proteged el derecho del huérfano,
defended a la viuda.
Venid entonces, y discutiremos
—dice el Señor—.
Aunque vuestros pecados sean como escarlata,
quedarán blancos como nieve;
aunque sean rojos como la púrpura,
quedarán como lana.
Is 1,10.16-20

Te has acostumbrado a algunas cosas que no te hacen bien. Llevas tanto tiempo aguantando y optando por esas cosas que piensas que ya no te hacen daño. Toca aprender a funcionar de otra manera. Y toca hacerlo en positivo. Es posible todavía ser mejor, sentirte mejor, ser feliz, sentirte más plena. Es posible. Pero tienes que dar un paso. Decir cada día «voy a dejar de hacer esto» no te ha funcionado, porque ahí sigues. ¿Y si cambias el foco? ¿Y si en lugar de empeñarte en quitar lo que está tan arraigado, pones el foco en ponerte a servir; pones el foco en otros?

Mira a tu alrededor. Puedes ayudar. Puedes dedicar tiempo. Puedes escuchar. Puedes acompañar. Puedes cuidar. Puedes denunciar. Puedes proteger. Si el amor y la entrega gana espacio en tu corazón… poco a poco irá echando fuera a lo que te deja tan insatisfecho, tan insatisfecha. Al pecado se le combate con amor.

Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Sábado 1º Ciclo B

Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?
Mt 5,43-48

Seguimos con el prójimo, pero subimos la apuesta. No se trata de amar «a los nuestros» sino a los enemigos, a aquellos que nos odian, nos persiguen, nos envidian, nos traicionan… Se trata de querer a las personas que te han hecho daño y que siguen haciéndotelo. Suena a locura.

Pero esta locura es el Evangelio de Cristo. Yo estoy lejos, Señor. Sólo puedo mirarte a Ti y pedir que me hagas capaz de esto.

Evangelio para jóvenes – Domingo 30º del Tiempo Ordinario Ciclo A

¿Se puede obligar a querer? De pequeños, nuestros padres, en general, nos enseñan a querer a los demás. A veces, si somos sinceros, a base de mandamientos: «Dale un beso a la abuela», «pídele perdón a José», «dile a papá cuánto le quieres»… Es curioso comprobar que aprendemos a amar, a perdonar, a respetar… a base de indicaciones que nos ayudan a crear un hábito del amor. Cuando luego vamos creciendo, obviamente, reprocesamos todo eso, lo ponemos en duda, tomamos nuestras decisiones y purificamos las intenciones. Leamos el Evangelio de hoy [Mt 22,34-40]:

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»
Él le dijo: «»Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Dentro de unos días celebraremos la festividad de Todos lo Santos y parece que hoy nos vamos metiendo en harina. Y es que Jesús va a trazar una línea que va del cielo a la tierra, va a dibujar un espacio donde Dios y el hombre se asemejan, va a poner cimientos a una Ley que no se sostiene a base de cumplimientos. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Mandamientos» – Parece que sí, que Dios manda. No sólo anima o sugiere. No sólo recomienda. Manda. Nuestra soberbia nos lleva a pensar muchas veces que Dios no es quién para decirnos lo que tenemos que hacer. En esta época en la que hemos eliminado la autoridad de jueces, profesores, policías, mayores… también hemos despojado a Dios de su autoridad divina. Tú, que eres criatura, te atreves a decirle (o a pensar) a Dios qué te puede pedir y qué no. ¿De qué vas? ¿De qué voy? Dios es Padre y te dice que ames, que lo ames, que les ames. ¿A qué darle tantas vueltas a esto? ¿Y no es el mandamiento la forma que tenemos todos los padres de proteger, de encauzar, de educar, de enseñar… para que nuestros hijos lleguen a ser felices? Lo demás es humo…
  • «El amor como sostén» – Como decía Meryl Streep en la película «Secretos compartidos», «el amor no es suficiente». A veces te quedas con el romanticismo y la bondad de la palabra amor. Y te crees que con pronunciarla el mundo se va a convertir en un portento de buenos deseos. El amor debe ser llenado de contenido. Ese contenido es la ley, los mandamientos, la doctrina de la Iglesia. Y todo mandamiento, toda ley, toda indicación… debe tener debajo, sosteniéndola, el amor. Sin amor, sólo hay cumplimiento. Y el cumplimiento no salva, sólo salva el amor. Por tanto, si tu fe es «flower-power», ponte a cumplir todo eso que has dejado de lado, que has relativizado. Por contra, si eres de los que apela continuamente a las normas… háztelo mirar, te faltará amor.
  • «Dios-Prójimo» – Son como dos polos de una misma fuente de energía. Y entre ellos fluye la electricidad. El amor por uno brota, sale de, lleva a, nutre, el amor por el otro. ¿Cómo llevas la primera parte? ¿El amor a Dios? Concreta. No digas que Dios es muy importante en tu vida y ya. ¿Le hablas? ¿Le vas a ver? ¿Rezas? ¿Frecuentas los sacramentos? ¿Sigues sus mandamientos? ¿Lees su Palabra? ¿Y al prójimo? ¿Estás atento, atenta, a las necesidades ajena? ¿Pones paz donde hay conflicto? ¿Eres capaz de consolar al pobre, al enfermo, al solo? ¿Dedicas tiempo y dinero a aquellos que viven indignamente? Si uno de los dos polos falla, el otro está en riesgo de muerte, cojo, falto de vida. Revísalo. Y, nunca mejor dicho, «ponte las pilas».

Nos vamos de cabeza a noviembre. Llegan los santos y difuntos. Amor, amor y amor a raudales. Dios y prójimo al máximo exponente. esa es la santidad de la Iglesia. ¿Llegaremos a ser como ellos? Por lo de pronto, vivamos esta semana con esperanza.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 29º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Hoy celebramos el domingo del Dómund, la Jornada Mundial por las Misiones. «Corazones ardientes, pies en camino«, ese es el lema. Me parece muy acertado. ¿O es que es posible ponerse en camino sin que antes haya antes que haga arder el corazón? ¿Cómo vas a seguir a Jesucristo, como vas a ponerte al servicio de Dios, si antes no has sentido ni un poquito en el corazón? ¿Cómo seguirle sin conocerle? ¿Cómo seguirle sin enamorarse de él? ¿Cómo seguirle sin que haya habido un poquito de roce? Leamos el Evangelio [Mt 22,15-21]:

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es licito pagar impuesto al César o no?»
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: «Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.»
Le presentaron un denario. Él les preguntó: «¿De quién son esta cara y esta inscripción?»
Le respondieron: «Del César.»
Entonces les replicó: «Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.»

Dios y el César. Curiosa respuesta de Jesús, que no entra en grandes discusiones en este punto, evitando la trampa que le estaban tendiendo. Los cristianos somos en buena medida como los demás: vivimos en un mundo, en un tiempo concreto. En el pueblo o en la ciudad. Tenemos preocupaciones. Trabajamos o estudiamos o hacemos lo que podemos. Pagamos nuestros impuestos. Votamos a este partido o al otro. Nos gusta el fútbol o algún deporte o el ocio, la fiesta, los ratos con los amigos. Nos casamos, tenemos relaciones, vienen los hijos… o no. Pero entonces, ¿qué nos diferencia? ¿Qué nos hace ir más allá del César? Te dejo tres ideas para hoy:

  • «Nos hemos encontrado con alguien» – Es así. Un encuentro que hace que todo cambie. Pudo ser antes o después. Igual piensas que ni lo has tenido. Pero es el comienzo de todo. No es una idea. Ni una buena palabra. Ni son los valores que te inculcan. Es encontrarle. Cuando Jesucristo te sale al paso te das cuenta de que nadie más allá de Él salva tu vida. No son los políticos, ni el equipo de fútbol, ni el trabajo, ni la familia, ni tu pareja… no. Tu vida la salva Él. Él le da sentido. Él la plenifica. Él la orienta. Así que estate a tiro, ponte en sintonía. Búscale o déjate encontrar. Sin encuentro, no arde el corazón…
  • «Sólo el amor lo explica» – Seguro que a veces te has mirado a ti mismo o has visto creyentes cercanos a ti y has pensado… «¿cómo puede hacer eso? o ¿cómo puede privarse de eso?«. Los que seguimos a Cristo a veces somos muy poco razonables, según los criterios de otros, claro. Poco razonables porque hay actitudes, opciones, decisiones, apuestas… que sólo se explican por el amor y el amor, se explica dificultosamente. Gastar la vida por amor, perder la vida en otros, dejarse la piel sin esperar nada a cambio… ¡¿en qué cabeza cabe?! Los parámetros de ningún César venderían todo ello como concepto de éxito y, sin embargo… los misioneros son ejemplo de felicidad. ¿Por qué? ¿Por qué esa gente que lo ha dejado todo y que vive peor que lo que podría… es más feliz que tú y que yo?
  • «Eres esperado» – Eso de ser misionero no es para otros. Es para ti y es para mí. Tal vez ya lo eres. Lo eres si eres capaz de salir de ti mismo, de ti misma, de vez en cuando para poner luz, palabra, esperanza en otros cuando lo necesitan. Lo eres si eres capaz de abandonar seguridades y pones tu confianza en el Señor y te la juegas… Lo eres si sonríes con poco, si caes rendido cada día por lo mucho que te has dado… Lo eres si hoy estás aquí dispuesto a estar mañana allá… Tú también tienes una misión. Escucha y ponte en camino.

Estás a tiempo y, aún así, lo mejor que puedes hacer no es ponerte a correr ya hacia algún sitio. Vive, tú vive. Frecuenta algún lugar donde puede que el Señor salga a caminar contigo. Reza. Vete a misa. Pisa la Iglesia. Vete a un retiro. Dedica tiempo a otros. Lee la Palabra. Habla con personas que creen y son buscadores como tú. Y sucederá, aún en medio de decepciones y desesperanzas. Como en el camino de Emaús. Sucederá. Y tu corazón explotará y ya no habrá vuelta atrás.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 23º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Esta semana que entra empieza el cole para los chavales de ESO, Bachillerato y FP de Castilla y León. Los profes estamos preparándolo todo y estamos empezando a recibir una formación para mejorar el clima escolar y prevenir problemas de convivencia, acoso y agresiones en el centro. Si me quedo con algo de estas primera sesiones es con la importancia de la fuerza del grupo. No somos islas. Necesitamos a los demás. Impactamos en la vida de los demás, para bien o para mal. Por eso, cuando escucho el evangelio de hoy, lo tomo como una palabra importante hoy para mí [Mt 18,15-20]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

Hermanos, dos, tres testigos, la comunidad… ¡Jesús conjuga la vida en plural! Es cierto que los actos de cada uno importan, y mucho, pero Jesús nos insiste en la idea de que el Padre nos ve y nos ama en plural, uno a uno junto a otros. Somos pueblo. Somos familia. Somos hijos, hermanos. El tejido que hay entre todos, invisible, es más fuerte de lo que piensas, pese a la filosofía individualista de este mundo en el que vives. El «sálvese quién pueda» no entra dentro de los planes de Cristo. ¿Y de los tuyos? Te dejo tres ideas:

  • «Amar también es corregir» – El amor entrelaza nuestras vidas. El amor de madre, de padre, de hijo, de hermano… El amor de amigo, el amor de pareja, el amor desinteresado… conecta los corazones. Es imposible amar y mirar para otro lado si el amado, o la amada, no es feliz o va camino de no serlo. Porque amar es desear que el otro sea lo que es en plenitud, sea feliz de verdad. Por eso la corrección fraterna entra en juego. ¡¿Cómo no decir nada a aquel, a aquella, que está sumiendo su vida en la oscuridad?! Jesús corrigió muchas veces a los suyos y a las personas con las que se encontraba. Y Pedro ¡se atrevió a corregir a Jesús! ¿Te involucras en la vida de aquellos a los que amas? ¿Y tú, te dejas? ¿Cómo te sienta que te corrijan?
  • «Qué difícil es corregir bien y ser corregido» – La corrección fraterna es una de las cosas más difíciles que puede vivir una comunidad, una familia, un grupo de personas, de compañeros. Corregir en el momento adecuado, con la intensidad justa y con el espíritu purificado… ¡es algo complejo! Por eso es bueno intentar que Dios esté presente en todo ese proceso. Lo primero, para que el corazón de la persona que va a recibir la corrección sea dócil, no esté endurecido, no se arrugue ni se agrie. Lo segundo, para que la persona que corrige busque el bien del otro y empiece por hablar con él a solas y luego lo ponga en manos de la comunidad, en oración, si la cosa no va bien. Nada de imponer. Nada de gritos. Nada de excusas. Nada de juicios. Mucha humildad. Mucha bondad. Mucha paciencia.
  • «Dios se hace presente en la comunidad» – Como diría mi profesor Serafín Béjar, mírate el ombligo. Tu ombligo es la señal inequívoca de que tu vida no es posible sin depender de otra. No es posible vivir sin otro. Estamos conectados. Dios ha diseñado una vida que, lo es, si se vive en comunidad. En este marco comunitario, las relaciones de amor que construya será las que sostengan y animen mi existencia y, con ella, la de otros. La salvación no es algo tuyo. Nos salvamos juntos. Creemos juntos. Crecemos juntos. Nos perdonamos. Nos hacemos daño. Nos sostenemos en la dificultad. Nos damos la mano cuando la vida se pone cuesta arriba. Celebramos juntos la alegría y los regalos de la vida. Somos uno.

Sal ahí afuera y disfruta de las relaciones que has tejido hasta hoy. Reza algún rato con otros. Habla con alguien. Comparte tu vida. Busca alguien con quién alegrarte y alguien a quién sostener con una palabra, un gesto, una mirada… Y si alguien lo necesita, ponte en manos de Dios y corrígele con misericordia. Que te importe su vida como para arriesgarte por él, por ella. Y así siempre.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 7º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Esta pasada semana celebramos San Valentín, una fiesta que se ha instalado entre nosotros como el Día de los Enamorados, el día del amor. Mis alumnos estuvieron preparando, aplicando sus conocimientos algebraicos, una fórmula que intentaba predecir el éxito en una relación de amor de pareja. Salieron cosas muy curiosas y, en general, muy serias y acertadas. Pero en ninguna de ellas apareció algo que creo que es importantísimo: el PERDÓN. Acoger el mal de la persona amada, el daño realizado, la ofensa recibida… y ser capaz de perdonarla y seguir amando. ¿Es posible una relación sin eso? Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 5, 38-48]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”.
Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

Jesús vuelve hoy a «redefinir», a «perfeccionar», a «plenificar» la ley judía. No le sirve quedarse con lo que dice sino que pretende darle sentido a la luz de lo que Dios quiere para ti y para mí. Y en esa redefinición, descarta la venganza, por muy justa que sea, y nos propone la humildad, el amor y el perdón en aquellas situaciones y con aquellas personas que más nos cuestan, que más daño nos hacen, que más esfuerzo nos requieren. Tres ideas para hoy:

  • «No midas tanto» – Que como ella me ha hecho esto, tengo derecho a hacerle lo mismo… que como yo le he hecho un regalo bueno, cómo se le ocurre regalarme esta mierda… Que si me ha puesto los cuernos, va a recibir lo mismo… Que tienes derecho a responder a una ofensa o a un daño vamos, es lo justo. Pero la justicia, Dios la mide con amor. Por eso te dice: «no midas tanto». Ni el bien ni el mal. Estás llamado, llamada, a darte por completo, a amar desproporcionadamente. En el fondo, te está diciendo: «mírame a mí, cómo amo… sin medir, sin medirte…». Porque si aplicaran tanta medida contigo, tus padres, tus profesores, tus amigos, tu pareja… Si midieran con exactitud y te devolvieran siempre la misma moneda, ¿qué? El amor no es eso. Y Dios te ha hecho capaz de amar. Lo justo es amar. Lo otro tiene otro nombre. Parece que te deja satisfecho si lo haces pero… no es así.
  • «El Dios asimétrico» – Creemos en un Dios que, en palabras de mi profesor de Cristología, Serafín Béjar, es asimétrico. ¿Qué quiere decir eso? Que no te ama en función de lo que tú le ames. No te ama por tus méritos. No se trata de ganar puntos y así comprar su amor. Dios «hace salir el sol sobre malos y buenos«. «¡Qué injusto!» dirás. Bueno… Puede parecerlo bajo esta idea tuya de justicia. Pero en el fondo, Dios funciona de otra manera… ¡y menos mal! Porque si Dios nos tuviera que amar y salvar en función de lo que tú y yo hacemos en esta vida… mejor ni pensarlo. ¡Pero si no damos ni una! ¡Somos una buena panda de mediocres, de tibios, de amantes a medias! Tú también estás llamado a ser asimétrico: amar, amar y amar… sin importar a quién, cómo ni cuándo.
  • «¿Qué haces de extraordinario?» – No se trata de ponerse galones e ir por el mundo como si fueras alguien especial pero si eres creyente… si sigues a Jesús… en algo se te tiene que notar, ¿no? Y Jesús te propone que se te note en cosas que marcan la diferencia. Querer a tus padres, querer a tus amigos, respetar a tus superiores, echar una mano si te lo piden… ¡Todo está fenomenal! Pero… ¡para eso no hay que ser creyente! Cualquier persona, con un buen corazón y una pizca de humanidad, lo hace. Pero rezar por esa persona que te ha traicionado, amar a ese compañero que te hace la vida imposible, pedir por ese familiar que tiene unos valores tan diferentes a los tuyos… No se trata de dejarse machacar por las personas tóxicas pero sí de incluirlas en tu lista de destinatarios de amor. Y amar a veces se traduce en perdonar, en rezar por ellos, pedir para que su corazón cambie y para que un día sean felices amando también. ¿Te parece poco?

Es difícil hacer vida lo que hoy nos propone el Evangelio. Puedes pensar que es una utopía maravillosa pero irrealizable. Tal vez ahora mismo te sientes incapaz. No te preocupes. Tu corazón también tiene que «cristificarse». Poco a poco. Cada día, un poquito más parecido a Él. Y lo conseguirás, con su ayuda.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 6º del Tiempo Ordinario Ciclo A

El verbo «obedecer» está pasado de moda. Y el verbo «cumplir» también. Suenan feo. Suenan a hipocresía, a que estás siendo infiel a ti mismo, a ti misma. Ahora se lleva el amor a uno mismo, el quererse a uno mismo. Ya lo ha dicho Shakira en su canción y nos lo ha recordado Miley Cirus en la suya. Ciertamente, el trasfondo es irreprochable: soy valioso, valiosa, y no debo permitir que nadie me trate como una piltrafa, me hiera, me falte el respeto, juegue conmigo. Pero cuidado con la conclusión: vivir como si sólo existiera yo, como si no necesitara a nadie, como si no hubiera un Otro al que amar y al que dejar que me ame… puede llevarme a una perdición igual de dolorosa. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 5, 17-37]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”.
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”.
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».

Jesús nos remite a la Ley. Porque hay Ley. Hay principios. Hay mandamientos. Son normas que, como en toda sociedad, regulan lo necesario para estar a buenas con Dios, con el prójimo y conmigo mismo. La norma no es un invento para esclavos sino un camino de libertad para aquellos que aspiramos a ser felices. ¿Tú cómo lo ves? ¿Sientes los mandamientos, las normas… como una losa? ¿Tienes una percepción negativa sobre ellos? Entonces… ¿de qué se trata? ¿De que tú seas el que marca la frontera entre el bien y el mal, de qué nadie te marque el camino? No sé si es la mejor opción. Piénsalo. Te dejo tres pistas más:

  • «Pero yo os digo…» – ¡Qué frontera tan fina entre ser escrupuloso con la «letra» de la ley, olvidando su espíritu, y aligerar demasiado su sentido para acabar adaptándola a lo que nos conviene! ¡Qué importante es discernir! El Evangelio de de hoy está lleno de ejemplos de Jesús acerca de normas concretas y de la plenitud del amor que debe garantizar cada una de ellas. La plenitud de toda norma es el amor pero… ¡qué fácil es que tú y yo nos equivoquemos en esto! Solemos «amar» a nuestra manera y con eso nos quedamos tranquilos. Equilibrio. La norma también está para ayudarte a amar mejor. Piénsalo. No es cumplir por cumplir, por miedo; es cumplir por amar.
  • «Reconcíliate con tu hermano» – Déjate de rollos. Difícil amar a Dios estando a malas con tu hermano, con tu vecino, con tu madre, con tu amigo, con tu pareja, con tu jefe, con tu hermano de comunidad… ¡Tienes un sacramento que es maravilla a tu disposición! Vete, busca un sacerdote, ponte de rodillas y pide perdón. El perdón es de justicia y, también, repara tu herida, sana tu corazón, ilumina con la gracia aquello que has dejado pudrir. No esperes ni un minuto más. ¡Y que la penitencia sea buscar a aquellos a los que has dañado para abrazarlos, volverlos a sentir hermanos, volver a tender puentes con ellos!
  • «Si te induce a pecar…» – Tentaciones. Siempre están ahí. Eres débil, frágil, lleno de agujeros y de fugas. Y tiran de ti, te hacen propicia para volver a apostar por aquello que te hace mal, que hace mal a otros, que ofende al Señor. Situaciones, personas, lugares… que te ponen en bandeja un placer momentáneo, un calmante instantáneo a tu sed de amor, pero que luego… te dejan vacío, vacía. Ponles nombre, conócelas, reconócelas… e intenta evitarlas, gírales tu rostro. Y si flaqueas, pide ayuda a Tu Madre, a tu Padre, al Espíritu que te acompaña siempre. Y si caes, levántate, vuelve a casa y a seguir intentándolo. El amor siempre vence.

Ojalá la semana que comienza traiga a tu vida una buena dosis de perdón, de amor, de plenitud. Tienes ganas de ser mejor, lo sé. Tienes ganas de ser feliz, lo sé. Tienes ganas de Dios, aunque a veces no lo sientas, no lo veas, no lo entiendas. Ama y déjate amar. Y la paz irá llegando. Y la luz.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 5º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Esta semana la terminé con una conversación reparadora. Fue uno de estos momentos en los que estás a gusto y puedes charlar con otra persona, compartiendo desde lo profundo y poniendo el foco en aspectos que, normalmente, dejas pasar. Hablamos de la historia de cada uno, de los gustos, de cómo gastamos la vida y, también, de las heridas que el camino va dejando. Heridas… ¡todos salimos heridos del combate, por muy bueno que este sea! Aún así, no nos gusta sabernos débiles y diezmados y nos revolvemos con tal de que nadie vea nuestras cicatrices. Hoy la Palabra tiene algo que decirnos [Mt 5, 13-16]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Siempre he creído que el Señor me había elegido. Y esta lectura siempre ha sido fuente de inspiración, llamada vocacional, base de una sana autoestima y faro que da sentido a un horizonte vital que he intentado mantener: hay mucha oscuridad en el mundo y yo estoy llamado a poner un poquito de luz. Cuando compartía esta lectura con los niños, en el oratorio infantil del cole, hablábamos de para qué sirve la luz y llegábamos siempre a tres conclusiones: espanta los miedos, ilumina el camino para no perdernos y nos permite reconocernos. ¡Qué bonita vocación, ¿no?! Espantar los miedos del otro, iluminar su camino y reconocerlo. ¿Y la sal? Conserva las mejores propiedades, aporta sabor y cicatriza heridas. ¡Buf! Tremendo. Pero te dejo alguna pista más:

  • «¿Por qué soy luz? ¿Por qué sal?» – Una conversación con un amigo ateo, hace años, me dejó mosca: «Santi, dejad ya de decir que sois la luz del mundo como si los demás, por no creer, fuéramos la oscuridad. Eso no es así. Qué clase de prepotencia es esa…«. Me dio que pensar. Y hoy, leyendo el evangelio y la primera lectura de Isaías, lo tengo más claro: La luz es una manera de vivir. La sal es una manera de relacionarnos. Somos sal y luz en la medida en que le damos al prójimo el centro, en la medida en que entregamos la vida al otro, en la medida en la que vivimos al estilo de Jesús. No son galones ni méritos. Y la prueba está en que Jesús deja claro que la sal puede volverse sosa y la luz puede estar escondida. Nos ha sido dada toda la potencialidad para serlo pero de nosotros depende encender el interruptor, esparcir la sal por donde pasamos. Y eso es una vocación universal, aunque no poseas el don de la fe todavía.
  • «Jesús es la luz» – Jesús es el Amor hecho hombre. Él fue capaz de dar todo, su vida, por sus hermanos, por todos los hombres. Por eso es la LUZ y la SAL por antonomasia. De Él sí podemos decir todo lo que hemos dicho. Por eso, fijarnos en Él, seguirle, imitarle, quererle… nos hace parecernos más a Él. No es que la fe me conceda un privilegio sin más, ser luz o sal, sino que, si es fe verdadera que me lleva a seguir a Cristo, inevitablemente me asemejará a su persona. Sin Él todo es más confuso, todo se vuelve oscuro, el mundo es más frío, estoy más perdido, me siento más solo, afloran los miedos, nada parece valer la pena…
  • «Se curarán tus heridas» – Esto es lo que dice Isaías en la primera lectura de hoy. Deja de buscar remedios que no funcionan. Deja de medicar tu corazón con calmantes que simplemente adormecen los síntomas. Estás herido, herida, y muchas veces no sabes qué hacer con eso. ¡Entrega tu vida! ¡Pon al otro en el centro! ¡Sé fiel a tu vocación! ¡No escatimes en generosidad, en amor, en donación! Si lo haces, esa luz y esa sal que brotarán de tu corazón servirán también para sanarte. El camino te ha dejado heridas y es el amor el que las va a sanar. ¡Mira Cristo! ¿Caben más heridas en ese cuerpo flagelado y destrozado pendiendo de una cruz, en esa alma rota, traicionada, burlada y decepcionada? Pero Él sabía que la única manera era llegar hasta el final, seguir confiando en su Padre. La luz de la Resurrección lo convirtió en un hombre nuevo, en el Hombre para siempre.

Empieza otra semana y puedes hacer de ella un tiempo apasionante. Dios te ha dado la materia prima necesaria para ser luz y sal en el mundo. Estás cansado, cansada, herido, herida, y, aún así, se te invita a seguir entregando tu corazón. Mira a Jesús en la cruz y adelante. Ojalá brille tu luz delante de todos esta semana porque eso querrá decir que estás amando y mucho.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo de Año Nuevo (Sta. María Madre de Dios)

Esta entrada de hoy llega tarde. Es de noche y prácticamente el día ha terminado. El 1 de enero, día de Año Nuevo, siempre es un día extraño, resacoso. La mayoría de vosotros habréis celebrado la noche por todo lo alto y la mayoría habréis amanecido tarde. Yo he dejado también la misa para la tarde porque la mañana necesitó de sosiego, reposo, valses y palmas para empezar el 2023 con esperanza. Porque esperanza es algo que siempre se necesita, ¿o no? Escuchad lo que cuenta hoy el evangelista [Lc 2, 16-21]:

En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción.

Estamos en tiempo de Navidad y hoy celebramos a María, Madre de Dios. María es presentada hoy como la mujer que conserva todo lo que vive y lo «medita en su corazón». María, una joven que, de manera sencilla, te enseña hoy el bonito arte de discernir, de escudriñar tu realidad, de profundizar y dar hondura a todo lo que vives y experimentas, de buscar la huella de Dios en cada giro inesperado de tu día a día. Te dejo tres pistas, las primeras del año:

  • «Correr… para encontrar» – Te urge encontrar la felicidad. Te urge encontrar paz para tu espíritu lastimado. Te urge sanar las heridas pasadas. Te urge llenar tu corazón de nuevo de esperanza. Te urge volver a quererte, a creer en ti. Te urge rodearte de personas nutricias. Te urge mirar la vida con optimismo y abandonar ya ese tono trágico con el que te veo a menudo. Te urge recuperar a Dios. Te urge volver a casa, adentro de ti y volverte a mirar con ternura. Corre, como los pastores. Corre, con prisa, sí, hacia donde vas intuyendo que puedes encontrar esto. Ya lo has buscado. Ya lo has intentado. Ya has corrido. Pero muchas veces no has encontrado. ¿Será Dios la respuesta? ¿Será este niño, pequeño y frágil como tú, el que tiene la llave que necesitas? Ve a buscarle. Corriendo. No hay tiempo que perder.
  • «Escuchar, encontrar, alabar» – ¡Qué bonita rutina para tu vida! Tres pasos. No te puedes saltar ninguno. Ya lo dijimos antes: anhelas encontrar… ¡pues escucha a los que ya han encontrado! ¡Pon la oreja! ¡Afina el oído! ¡Y confía! Confía en aquellos que te hablan de Dios, desde la fe, desde la paz, desde la felicidad que sólo tiene quién lo ha encontrado. ¿Por qué crees mierdas que escuchas en todas partes y, en cambio, dudas de esta gente que te rodea? Y tras escuchar, apuesta, arriésgate… y encontrarás. Lo verás si eres capaz de reconocerle en lo pequeño… Y cuando lo hayas hecho y hayas comprobado que ¡era verdad!… da gracias, alaba a Dios por su amor contigo, por su generosidad, por no olvidarse de ti… y sal a los caminos a continuar la rueda… para que otros la empiecen.
  • «Meditar en el corazón» – A veces usas demasiado la cabeza, la razón o la sinrazón. Demasiada cabeza. Demasiados cálculos. Demasiadas balanzas y equilibrios, argumentos, justificaciones y excusas. Demasiadas quejas. Demasiada cordura o demasiada locura. ¿Y el corazón? ¿Qué haces con él? El corazón es eso que te habita, que guarda lo mejor de ti, el ADN de tu yo auténtico, los sueños que esperan hacerse realidad, la vocación adormecida, la energía necesaria para cambiarlo todo… ¿Por qué no das más juego a tu corazón? Deja que la decisión la tome el amor, de vez en cuando. Sólo el que ama y confía sabe que detrás de muchas intuiciones están la respuestas a muchas preguntas.

Te deseo lo mejor para este 2023. Te deseo un año lleno de Dios, de corazón, de riesgo, de libertad y justicia. Te deseo un año 2023 lleno de alegrías y dolores, de heridas forjadas en el caminar, de horizontes bellos dispuestos a ser alcanzados. Te deseo que seas tú.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 26º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Han sido días de fiesta en casa. Ayer mismo cumplí 46 años y lo celebramos con mucha gente. Primero, una merienda con jóvenes exalumnos de Movimiento Calasanz que, con los años, son ya familia. Por la noche, con amigos que nos hacen los días más bonitos. Y hoy, tras la Eucaristía, con la familia y la comunidad. Banquete tras banquete, que diría aquel. El caso es que me paro a mirar hacia atrás y compruebo que siempre he intentado celebrar la vida y disfrutarla como un regalo y, además, siempre he intentado que otros se sumaran a esta celebración. Leamos el evangelio de hoy [Lc 16,19-31]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:
“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo:
«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo:
“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice:
“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”. Pero él le dijo:
“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo:
«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».

¿Cuántas personas viven cerca de mí que claman por mi ayuda? ¿Cuántos chicos y chicas del cole se acercan a recibir algo de lo que yo puedo ofrecerles? ¿Cuántos necesitan de nosotros, de ti y de mí? ¿Qué podemos ofrecerles? Porque tal vez ni tú ni yo vestimos «lino» ni «banqueteamos» cada día como comenta el Evangelio. Y aún así, la Palabra llega hoy a mí como un dardo. Te dejo tres pistas:

  • «Lázaro» – Lázaro se postraba a la mesa del rico y se saciaba con las migajas que caían. El rico necesariamente sabía de su existencia y nunca le invitó a participar. Tú y yo tenemos nuestras propias riquezas y ofrecemos nuestros propios banquetes. Tenemos tiempo. Tenemos dones y capacidades. Tenemos lo mejor de nosotros mismos. ¿Qué hacemos con ello? ¿Sólo para nosotros? ¿Sólo para nuestro propio beneficio? ¿Has identificado alguna vez qué personas te ha puesto Dios cerca que necesitan de ti, de ese tiempo, de esos donde, de lo mejor de ti? Están ahí, en tu día a día, esperando que te des cuenta de que existen. Ponles nombre y actúa. La salvación está en lo pobres, no en la letra de la Ley.
  • «Un abismo inmenso» – Es el abismo del egoísmo, que te aleja de todos. Ese es el infierno. Un infierno que puede comenzar ya aquí, en la tierra, escondido tras los flashes de una vida aparentemente envidiable, pero llena de insatisfacción, soledad, frialdad, superficialidad, derroche que no alimenta. Es el infierno del que vive sin Dios porque no le necesita. Es el infierno del que mira, sin ver al prójimo. Es el infierno del que descubre demasiado tarde la tragedia. Es el infierno del que, ya en el infierno, sigue pensando sólo en él mismo.
  • «Los profetas» – Dios habla. A veces guarda silencio, pero no siempre. Se sirve de personas que lo escuchan y, a través de ellos, nos hace llegar su voz, su caricia, su consejo, su advertencia, su disgusto. No sé cómo andas tú de oído. ¡Cuántas veces esperamos que Dios nos hable y estamos sordos ante su voz, una voz que nos llega a través de personas que se acercan a nuestra vida y que nos interpelan, directa o indirectamente! Hazte sensible a la voz de los profetas. Quítate ya la cera de tus oídos y ¡escucha al Señor!

Termina el domingo, un fin de semana lleno de vida y cariño. Lo termino con la conciencia de que todo lo bueno que Dios me ha regalado, que es mucho, no es sólo para mí. Mi vida ha sido hecha para ser compartida, entregada. Mi vida ha sido hecha para dar vida. Ojalá el Señor me ayude y me siga interpelando con su palabra.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova