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A la mesa conmigo (Mt 9,9-13)

El Señor entra en mi casa y se sienta a la mesa conmigo. No le importa mi fama ni mi reputación. No le importan mis equivocaciones. No le importan mis pequeñas y grandes traiciones. No le importa mi pecado. Al revés. Me conoce. Sabe de mis debilidades. Sabe de mis soberbias cotidianas y de mis ansias de grandeza. Sabe de mis miedos y prejuicios. Sabe de mi dureza, a veces, con mi prójimo. Pero también sabe de mi corazón, que a veces se cierra, pero que quiere amar mejor.

El Señor me pide que le siga. Y yo lo hago. Pero antes de la misión, sellamos el pacto alrededor de una mesa apasionada donde se cuece la realidad de mi vida. Y Él, ahí, se sabe en casa. Y yo también. El resto, que murmure.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Miércoles I Adviento 2019 (Is 25,6-10a)

No seamos cutres. Con el corazón, digo. Dios no lo es. Dios es sobreadundante, derrochador, espléndido cuando se trata de regalarse, de donarse, de amarnos.

Nos invita a una mesa donde no falta de nada, donde todos nuestros sentidos se sacian y donde nuestra sed y nuestro hambre quedan calmados. Una mesa bien puesta, preparada con cariño, que no con lujo.

No seamos cutres. Con el corazón, digo. Aceptemos. ¿O el orgullo nos puede? ¿O no nos sentimos merecedores? ¿O no queremos ceder protagonismo? ¿O es que te crees el anfitrión de algo?

¿La mesa? Bonita. ¿Comida? Deliciosa. Y la compañía real de los otros, y de nuestras miserias, y de nuestras pobrezas, y de nuestros pobres, y de las necesidades tuyas y mías. Todos y todo. Hasta que quedemos saciados.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Jesucristo gana la última edición de MasterChef – I Miércoles Adviento 2018 – (Mt 15,29-37)

Pues sí señores, como lo han leído. Tenemos nuevo ganador en MasterChef: ni más ni menos que el mismísimo Jesucristo. También conocido como Jesús el Nazareno, este hombre sorprendió a todos sacándose de la chistera un plato final a base de panes y peces. El escenario era, sin duda, inigualable. El programa lo había preparado todo en un monte cercano al Mar de Galilea. La florinata del país estaba invitada y poblaba los lugares dispuestos para degustar el menú. Allí estaban los lisiados, los tullidos, los ciegos, los sordomudos… En sus manos estaba la decisión más importante de la temporada y, sin duda, no defraudaron. Muchos de ellos comentaron, al abandonar la grabación, que se sentían diferentes a como entraron.

Jesucristo fue entrevistado nada más conocerse su victoria y sus palabras no pudieron ser más clarificadoras:

– Hay gente que opina que la cocina de altura debe ser sofisticada y que el gran chef debe ser alguien escogido, distante y misterioso. Yo no lo creo. El plato que hoy he preparado lo aprendí de pequeño. En casa pude ver siempre la facilidad con la que mi madre tenía siempre un sitio en la mesa para todo aquel que lo necesitara. Nunca había mucha comida pero todos se iban contentos, y volvían. Llegué a entender que lo que más les alimentaba no era la humilde comida que mi madre les ofrecía sino el amor que ella ponía al hacerlo. Ese es el secreto de mi cocina: el amor. Siete panes y varios peces pueden ser cocinados de muchas maneras, sin duda. No parecen ingredientes de altura pero ya ven, a toda esta gente parece que les ha gustado. Algo habrán notado.

Muchos califican la victoria de Jesucristo como un auténtico milagro. No es para menos. Los favoritos eran otros. Pero ya ven, lo inexplicable sucede a veces… ¡y de qué manera! Habrá que sentarse a esa mesa y probar lo que este hombre de mediana edad, tenga a bien ofrecernos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

 

A la mesa, en su casa (Marcos 2, 13-17)

Jesús va a su casa. Jesús se sienta a su mesa. Jesús se mete en su ambiente. Jesús conoce a su gente. Jesús se acerca a su realidad. Jesús escucha sus vidas. Jesús llama a Mateo a seguirle pero sustenta el poder de su palabra en las actitudes y en los hechos que acompaña. Jesús, lejos de presentarse como alguien importantísimo, sabio sobremanera, digno del mayor de los respetos, alejado de los placeres mortales y de las pequeñeces diarias; se presenta como alguien totalmente dispuesto a conocer, a escuchar y a acompañar. Sin juicios previos. Sin comentarios arrogantes ni soberbios. Sin mirar por encima del hombro a aquellos en los que ve sed de Dios.

¡Cuánto que aprender todavía Padre si quiero, si queremos, evangelizar el mundo…!

Un abrazo fraterno