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Lidia, una mujer que escucha

En este mes de mayo, mes de María, otra mujer nos sale al paso: Lidia. Hoy nos la presenta la primera lectura. Lidia «estaba escuchando». Y el Espíritu sopló en su corazón. Acogió la Buena Noticia que Pablo le presentaba y luego lo acogió a él y a sus acompañantes en su casa.

Junto con el Evangelio, podemos ver cómo actúa el Espíritu y, a la vez, la condición de posibilidad para que pueda actuar. Estamos en el tiempo del Espíritu y éste sopla y nos susurra y enreda nuestra vida y nos va llevando aquí y allá. Es la manera en la que Dios se nos hace presente hoy. Ya pasó el tiempo del Padre. Ya pasó el tiempo del Hijo. Y ahora estamos en este tiempo. Pero nada sucede, todo se acalla, su acción se bloquea… si no escuchamos. La escucha y la acogida fue lo que permitió a Lidia convertirse y bautizarse.

¿Cómo andamos de escucha? ¿O estamos tan rodeados de tareas, estreses, deseos, ruidos varios, que el Espíritu habla y ni nos enteramos?

Un abrazo fraterno

La gente… vaya con la gente… (Sabiduría 2, 23-3, 9)

Cómo estoy disfrutando las lecturas de estos días del Libro de la Sabiduría. Qué bellas palabras del señor para todos nosotros…

wallly-2La gente… y los justos. La gente… Ese runrún del ambiente con el que cada uno tiene que luchar y convivir. No es fácil ¿verdad? Esas voces, numerosas y molestas, que intentan que vayamos por otro sitio. La gente… ¡qué poco entiende la gente de lo que yo soy y siento! La gente no entiende mi planteamiento de vida. La gente me considera un héroe temerario por tener tres hijos. La gente habla en los pasillos y en las puertas de todo lo que no le gusta pero no dan un paso adelante para cambiar nada. La gente clama justicia mientras se llenan de cosas y más cosas. La gente no entiende de sacrificio, de lucha, de cruz. La gente no va contracorriente porque se ha abandonado a ella hace tiempo. La gente quiere poder, ascensos, altos sueldos y no entiende que otros funcionemos desde otro sitio. La gente acusa pero ama poco. La gente habla de oídas pero, en realidad, no quiere escuchar mi historia ni la tuya. La genteLa gente afronta la muerte con desesperanza porque no creen que seguimos vivos. La gente no entiende mi firmeza o mi serenidad antes momentos duros de la vida. La gente no cree que todavía haya personas buenas que dan sin esperar nada a cambio. La gente… También hay gente dentro de la Iglesia, murmuradores, acusadores, lapidadores, carreristas… También cuesta tenerlos al lado, tantas veces lastre…

Vivo rodeado de esa gente. Soy probado en ellos y por ellos. Soy llamado también a colaborar en su salvación y a amarlos. Pero no es fácil muchas veces. La gente no quiere ser salvada. No me considero mejor que ellos. No me considero menos necesitado del amor y el perdón de Dios. Pero no me considero de ellos. Así de claro. No me considero gente… No creo que sea presunción ni vanidad. Al revés.

Hoy, especialmente, me acuerdo también de mis hermanos filipinos y hago mías las palabras del salmista: «el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos».

Un abrazo fraterno

No sabéis qué día vendrá nuestro Señor (Mt 24, 42-51)

Muchas veces he interpretado esta Palabra desde el miedo a la muerte y a morir en pecado. Esta lectura, válida sin duda, es fruto de la educación recibida y de la importancia de vivir en gracia de Dios. Pero últimamente, y hoy también, la lectura me proporciona otra luz.

Dios vive en el mundo y viene a mi de continuo. Y no sólo a mi sino a todos los hombres y mujeres que poblamos la faz de la tierra. Como no se le ve, muchos no lo perciben y yo, en determinados momentos tampoco. Me como el tarro con las cosas que puedo hacer y con aquello a lo que estoy llamado y me pregunto día y noche cuál será ese sueño de Dios para mi… Pero luego, como el siervo que se queda solo en casa, me distraigo, me rodeo de ruído, me dejo llevar por cosas que no me construyen ni me acercan a Dios… Y el Señor pasa… y, tal vez, yo ni me entero.

Deseo y vela. Tal vez condiciones indispensables para tener cobertura y recibir la llamada del Señor.

Un abrazo fraterno

¿Quién me ha tocado? (Mc 5, 21-43)

Deja de piedra la capacidad de Jesús de percibir lo invisible para otros. Y más impresiona cuando el Evangelio describe el momento como una escena repleta de gente, de alboroto, de ruído, de escaso espacio, de apretujones… Pero entre todo aquel jaleo Jesús capta la emoción, el deseo, la necesidad, el contacto.
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Cualquier día de hoy se parece a esa situación. Vamos en el metro o en el bus, rodeados de gente desconocida; nos agolpamos con los coches en las carreteras de vuelta a casa o camino del trabajo. Corremos porque llegamos tarde a todas partes y vivimos con el corazón acelerado porque todo nos pasa pero nada nos llega. Siempre hay que hacer algo, siempre hay razón para no pararse, para no mirarse, para no sentir, para no observar, para no percibir… Me pasa, me ocurre.

Llega la cuaresma. Buen tiempo para ejercitar el silencio. Buen tiempo para descubrir quién me toca, quién me habla, quién me mira, quién me susurra, quién me solicita, quién me llama, quién me necesita.

Un abrazo fraterno