El pacto (Génesis 17,3-9) – Jueves V de Cuaresma

En medio de las conversaciones para ver quién gobernará en Asturias y en Andalucía, y después de una jornada de huelga general, me encuentro el VERDADERO PACTO. El pacto de Dios conmigo.

Dios es un tipo extraño, permitidme las confianzas. No se ha pedido ni la Presidencia, ni Educación, ni Urbanismo, ni Sanidad… No ha pedido la independencia fiscal ni el AVE a sus capitales de provincia… Ha pactado POR AMOR, CON AMOR, DESDE EL AMOR. He aquí la auténtica revolución que haría del mundo un lugar mucho más justo y pacífico. Dar sin pedir a cambio. Amar hasta el extremo.

Me voy a la cama convencido de que es así cómo empiezan las revoluciones que cambian el mundo a mejor: desde uno mismo, dándose.

Un abrazo fraterno

¿Por qué nos has sacado de Egipto? (Números 21,4-9) – Martes V de Cuaresma

Hoy hablaba con una amiga de cómo entiendo yo que hay que vivir la vida. Siempre entendí que la vida es de los valientes, de los que juegan al ataque, de los van a ganar y jugando bonito. Hay que arriesgar. Y salir del Egipto particular de cada uno.

Mi Egipto particular es mi realidad actual cotidiana. No me plenifica, no me llena, me esclaviza… pero es lo que conozco y ya me he acostumbrado a ello. Me quejo, me revuelvo pero no hago nada por cambiarlo. Dejar ese Egipto atrás no es tan fácil porque, aunque el destino nuevo sea mejor y prometedor, el camino no es sencillo. Pero es el precio a pagar por la auténtica felicidad, por la verdadera liberación.

Quedarse en Egipto es de cobardes. Así de claro.

Un abrazo fraterno

Hacer tu voluntad (Salmo 39) – Lunes V de Cuaresma

La verdad es que se me hace un poco raro celebrar y leer las lecturas de la Anunciación en plena cuaresma. Es como si me quitaran el sitio y lo cierto es que no he conseguido hacer oración desde la Palabra como otros dias. Sí me quedo con el Salmo, precioso y, para mi, balsámico, una vez más.

Intento vivir atento a la voluntad del Señor para hacerla. Intento mostrarme disponible a sus mandatos y construir aquello que me pide en el lugar donde le es preciso. Él, mientras, es roca que me sostiene.

Un abrazo fraterno

Si muere, da mucho fruto (Juan 12,20-33) – Domingo V de Cuaresma

La lectura de Juan de hoy viene al pelo de lo que he vivido esta tarde.

Esta tarde estuve en una celebración. Otros le llamarían funeral pero lo cierto es que no me pega nada lo que implica esa palabra con lo vivido, on lo escuchado, con lo compartido hoy. A ella la conozco desde hace muchos años, cuando, todavía en el cole, se empezaba a asomar a los grupos de Caminando, a las Pascuas juveniles, a los encuentros en los que yo estaba de monitor, de coordinador… La vi crecer en su fe y descubrí en su adultez a una mujer auténtica, luchadora, valiente… A él lo conozco poco. Lo vi una vez, en Cercedilla, pero entiendo que si supo ver en ella a alguien valiosísimo, con quien querer compartir la vida, es porque su mirada era también especial. Él se fue hace unos días después de un largo y doloroso cáncer.

Seguí un poco todo este proceso desde la distancia cercana, gracias a los email que ella mandaba contando cómo iba el asunto. Eran correos llenos de Dios, escritos por el Espíritu. Dios se había propuesto hacer algo grande con ellos y su matrimonio, con su testimonio, con su verdad. Y creo que lo ha conseguido.

La noche de hoy sólo puede terminarse con un GRACIAS con mayúsculas. GRACIAS por ser un afortunado y poder ver y escuchar esta historia de amor. GRACIAS por sentirme parte. GRACIAS porque Dios, el Señor, ha venido a visitarnos esta Cuaresma.

Un abrazo fraterno

Corazón endurecido (Sabiduría 2,1a.12-22) – Viernes IV de Cuaresma

El corazón se endurece a menos de que uno esté por la labor de mantenerlo esponjoso y flexible. Cuando uno deja de ejercitarse en el amor, el músculo del corazón se pone duro y luego, cuando llega el momento de amar, no responde a las expectativas. Se queda pronto sin oxígeno y no permite hacer lo necesario para llegar a buen puerto. Por eso hay que amar mucho todos los días.

Hay que empezar por amar a Dios a diario. Por cuidar la oración. Dialogar con Él, ponerlo en el centro y dedicarle un tiempo. Hay que seguir con nuestro prójimo más cercano: nuestra familia, las personas que nos rodean, nuestros amigos, aquellos que necesitan de nuestro cariño aunque nosotros pensemos que no se lo merecen… Y luego hay que mirarse y quererse también, aceptarse como uno es y descubrir la huella de Dios que nos creó.

Hay que estar en forma!!! Un abrazo fraterno

Por eso no tememos (Salmo 45) – Martes IV de Cuaresma

Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R.

El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R.

Precioso salmo que me infunde esperanza y paz. Yo vivo con Dios en medio. Dios cuenta en mi vida. Dios está en mis decisiones, en mis opciones, en mis pilares, en mis tiempos, en mis compromisos, en mi familia…

Un paso más en el aprendizaje de vivir descansando en el Padre…

Un abrazo fraterno

Ellos no comprendieron (Lucas 2,41-51a) – Lunes IV de Cuaresma

A mi me pasa lo que a los padres de Jesús: no comprendo. Reconozco que este pasaje del Evangelio es costoso de orar para mi porque no comprendo lo que sucede en él realmente. Desde que empiezo hasta el final me parecen unos hechos un tanto surrealistas y no consigo entender cómo los padres no se dan cuenta de que falta su hijo en todo un día de camino, cómo Jesús es capaz de quedarse sin avisar y cómo es capaz de hablar a su madre preocupada en esos términos. No comprendo. Tal vez sea eso lo que tenga que orar: no todo lo referente a Dios, a Jesús, es capaz de ser abordado por mi entendimiento, por mis criterios, por mis actitudes, por mis sentimientos. Debo estar abierto a lo incomprensible del Señor.  Difícil tarea.

Un abrazo fraterno

Vale más (Marcos 12,28b-34) – Viernes III de Cuaresma

Muchas personas tienen el sacrificio doloroso como algo fundamental en su experiencia religiosa, en su relación con el Padre. Le ofrecen al Padre un dolor buscado, una flagelación elegida, para elevar al cielo un presente valioso para el Señor. En pocos días veremos las imágenes en el Telediario de cada año: esos penitentes, esos hombres y mujeres sangrando, flagelándose, haciendo kilómetros de rodillas o cargando grandes pesos inhumanos. Desde el respeto y con amor, creo que se equivocan. ¿No leen acaso estos pasajes claros y meridianos del Evangelio? ¿No leen las lecturas de Isaías de estos días de Cuaresma?

El Señor no quiere holocaustos ni sacrificios. Nos pide lo más difícil: amarle a Él sobre todas las cosas y amar al prójimo que vive a nuestro lado: nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo, nuestras familias, los pobres de nuestros barrios, los enfermos cercanos, aquellos a los que ya les hemos puesto una cruz… ¿Por qué nos empeñamos en lo otro? ¿Es madura nuestra fe y nuestra relación con el Padre? Sin duda que lo que nos pide es infinitamente más difícil. Muchas veces, es en la casa de uno donde a uno más le cuesta escuchar, amar, respetar, consolar, abajarse, lavar pies, ceñirse la toalla… ¡Uf! A mi me cuesta mucho…

¿No usaremos esos sacrificios como un mero calmador de conciencia? ¡Cambiemos!

Un abrazo fraterno

Caminaban según sus ideas (Jeremías 7,23-28) – Jueves III de Cuaresma

Pertenecer a la Iglesia es un regalo, una responsabilidad y, a veces, un fastidio. Como en cualquier familia que se precie. Yo no siempre comparto lo que se vive, lo que se predica… A veces siento que, en conciencia, debo ser fiel a aquello que pienso y siento. Y lo hago con la certeza de que me dirige el Espíritu y el amor.

Pero también pienso muchas veces, y hoy me lo recuerda la lectura de Jeremías, que es muy difícil mantenerse en la Iglesia y en la fidelidad al Señor yendo por libre y no teniendo en cuenta lo que los pastores tienen que decirnos. Es fácil equivocarse, es fácil desviarse, es fácil sucumbir a lo que se lleva en el tiempo que a uno le ha tocado vivir…

Por eso creo que ambas posturas y actitudes son necesarias y deben ser manejadas desde la oración y el recogimiento. Desde el amor. Desde la humildad. Desde la valentía.

Un abrazo fraterno

En la sinagoga de Nazaret (Lucas 4,24-30) – Lunes III de Cuaresma

Hay que tenerlos bien puestos, con perdón. Ir a predicar a la misma sinagoga de tu pueblo y decir esas cosas es algo, como mínimo, imprudente. Pero auténtico. Algo temerario. Ciertamente provocador. Así acaba la historia: intento de asesinato de todo el pueblo contra Jesús.

¿Cuál es mi Nazaret? ¿Cuál ese elugar, esa persona, ese ambiente… donde no soy capaz de permanecer auténtico, donde cambio el discurso, la actitud… por miedo a las consecuencias? ¿Cuál es? Es algo muy interesante a profundizar de cara a esta Cuaresma.

Un abrazo fraterno