Mi paz os doy (Jn 14, 27-31a)

¡Cuántas veces he escuchado eso de «cuando nos damos la paz en la Eucaristía, es la paz de Jesús la que nos estamos deseando»! Lo que no acabo de tener tan claro es que tengamos claro, yo entre ellos, qué es eso de «la paz de Jesús». Lo que creo que el Señor viene a decirme es que «la paz de Jesús» irradia de dentro hacia afuera, proviene de un estado interior y provoca una reacción en el exterior… Jesús es capaz de generar paz porque Él está en paz… Difícil trabajar por la paz en mi familia, en mi trabajo, en mi ciudad, en el mundo, etc. si antes no me he preocupado de terminar con las guerras fraticidas que tienen lugar en mi corazón, en mi mente, en mi voluntad, en mi espíritu.
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Creo que para llegar a la «paz de Jesús» hay que escuchar mucho a Jesús. Creo que hay que descubrir quién soy. Creo que tengo que ser valiente ¡y amarme! Creo que debo reconciliarme conmigo mismo. Creo que debo descubrir para qué y para quién Dios me ha creado, mi vocación, y llevarlo a cabo. Creo que debo ser fiel a lo que creo y luchar por ellos asumiendo las consecuencias, con miedo pero con determinación.

La «paz de Jesús resucitado» no es algo trivial que se consiga con un chasquido de dedos. Es una conquista.

Un abrazo fraterno

Nosotros, los vivos… (Sal 113B)

Al contrario de otros dioses…
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nuestro Dios tiene boca,
nuestro Dios tiene ojos,
nuestro Dios tiene oídos,
nuestro Dios tiene nariz,
nuestro Dios tiene manos,
nuestro Dios tiene pies.

Nuestro Dios nos habita. Nuestro Dios permanece en nosotros. Y siente a través de nuestros sentidos. Y ama a través de nuestro cuerpo y nuestro corazón. Y sufre con nosotros. Y siente la oscuridad y la luz. Y es capaz de sanar con sonrisas, de acompañar con lágrimas. ¡Qué grande eres Señor mío! ¡Qué grandes nos has hecho!

Un abrazo fraterno

Que no tiemble vuestro corazón (Jn 14, 1-6)

AMAR es una palabra tremendamente usada y, a la par, manoseada. tal vez es el verbo favorito de Jesús y aquel que indica el único camino marcado por Él para llegar al Padre. Pero AMAr compromete enormemente. Por eso entiendo hoy esa frase de Jesús como frase para mí: «Santi, que no tiemble tu corazón».
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Que no tiemble mi corazón para AMAR. Amar hace sufrir. Que no tiemble mi corazón. Amar me complica la vida. Que no tiemble mi corazón. Amar compromete mi autonomía. Que no tiemble mi corazón. Amar, sobre todo, a aquellos que no me van. Que no tiemble mi corazón. Amarme a mi mismo, aceptarme como soy, conocer lo que soy. Que no tiemble mi corazón. Amar me hace vulnerable. Que no tiemble mi corazón. Amar cuestiona mi compartir, mi manera de vivir, mi manera de colaborar por un mundo mejor. Que no tiemble mi corazón. Amar me llama a luchar por la justicia. Que no tiemble mi corazón. Amar me pide estar disponible para el que lo necesite. Que no tiemble mi corazón. Amar me hace ser sencillo, transparente. Que no tiemble mi corazón.

La vida es más complicado. Sé que me temblará el corazón muchas veces. Pero cada vez debo irme configurando en una capacidad de amar más grande. En ello estamos…

Un abrazo fraterno

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6-14)

Esta frase está ya tan manida que, a veces, la decimos de carrerilla sin enterarnos bien de lo que es, de lo que dice.

JESÚS

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Observemos a Jesús. Escuchemos a Jesús. Conozcamos a Jesús. ¿Cómo era? ¿Qué hacía? ¿Qué decía? ¿Cómo trataba a los demás? ¿Cómo se ganaba a la gente? ¿Por qué los niños iban tras él? ¿Por qué generaba intranquilidad en las esferas de poder? ¿Por qué lo mataron? ¿Cuáles eran sus preocupaciones? ¿Qué Buena Noticia llevaba a la gente? ¿Entre quién se movía? ¿Quiénes eran sus amigos? ¿Qué imagen de Dios tenía y compartía?

No nos desviemos. No manipulemos. No nos equivoquemos. Jesús de Nazaret. Ahí está mi felicidad. Ahí está Dios. Ahí está mi verdad. Ahí está mi vida. Jesús de Nazaret.

Un abrazo fraterno

El que me ve a mí, ve a quien me ha enviado (Jn 12, 44-50)

¿El que me ve a mí, ve a quien me ha enviado? Hay preguntas que son definitivas… Creo que ésta es una de ellas.

La respuesta es muy importante. Requiere estar centrado, tener un alto grado de análisis de la realidad tanto de uno mismo como de lo que le rodea. Hace falta mucha valentía y mucha humildad.
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Lo que tengo claro es que en la mediocridad no se encuentra Dios, en el «ni frío ni caliente» no se encuentra Dios. Cada vez que soy mediocre, que me conformo, que me adapto, que asumo, que integro, que relativizo ciertos aspectos de mi vida en esta sociedad no estoy siendo fiel imagen de Dios. ¿Cómo actúo frente a la injusticia, frente a los pobres, frente a los sin voz, frente a los oprimidos y angustiados? ¿Soy capaz de buscarme problemas por la Verdad? Creo que muchas veces no. Pero también tengo que ser valiente en reconocer que sí soy imagen de Dios. Cuando me la juego con mis hermanos de comunidad, cuando tomo decisiones arriesgadas por apostar por la felicidad real que Dios quiere para mí, cuando abro las puertas de mi casa al que se acerca buscando algo, cuando afronto la vida con esperanza y optimismo, cuando soy capaz de disfrutar, de degustar, de saborear, de valorar cada día como un regalo y una ilusión…

Esta pregunta es compleja de responder. Debería ponerla en la cabecera de mi cama para que cada día, al levantarme, afronte mis horas con la idea de: «Hoy, quien me vea, debe ver al Dios que me ha enviado».

Un abrazo fraterno

Alabad al Señor (Sal 86)

He leído las lecturas de hoy, Padre, y no consigo descubrir qué quieres decirme hoy. A veces me pasa. Tal vez el cansancio, tal vez la la dispersión, tal vez las interferencias que yo mismo provoco… A veces me pasa. Y hoy es uno de esos días. Las leo y las vuelvo a releer y me gusta lo que dicen pero no logro extraer nada valioso para mi vida. ¡No porque no digan nada! Los pasajes del Evangelio referentes al pastor y sus ovejas son hermosos y cargados de gran mensaje pero hoy, a mi, no me está resultando fácil orar.

Así que prefiero no darle muchas más vueltas. La oración no se puede forzar. Me presento humilde ante ti y te alabo, Padre. Te doy gracias por el día vivido, por Esther y por Álvaro. Te doy gracias por las pequeñeces que hoy me han hecho feliz.

Poco más. Mañana será otro día.

Un abrazo fraterno

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¿Quién soy yo para oponerme a Dios? (Hc 11, 1-18)

Siempre pensando en mis planes, siempre intentando llevar a cabo mis ideas, siempre desarrollando mis proyectos, siempre temiendo mis fracasos, siempre temiendo a mis miedos, siempre argumentando mis decisiones… ¿Y Dios? ¿Qué dice Dios de todo esto? ¿Qué planes tiene? ¿Qué ideas tiene para mi? ¿Qué proyectos tiene para mi familia o para mi comunidad? ¿No acoge Él mis fracasos? ¿No me calma Él en mis miedos? ¿No desbarata continuamente mis argumentaciones?
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¿QUIÉN SOY YO PARA OPONERME A DIOS?

Padre, dame sabiduría para discernir tu voluntad, humildad para aceptarla y valentía para llevarla a cabo. Que te deje hacer, que no ocupe tu espacio, que no quiera tapar tu boca, que no pretenda ser Tú, que no pretenda ser Tú…

Un abrazo fraterno

Aunque tenía los ojos abiertos, no veía (Hc 9, 1-20)

Cuántas veces me ufano de ver. Cuántas veces me creo que estoy más allá que otros en mi capacidad de análisis y de percepción de lo que me rodea. Cuántas veces creo descubrir y conocer lo que mueve a las personas a hacer lo que hacen. Cuántas veces al día me repito que tengo que estar con los ojos bien abiertos…

Aún así, VER no es tener los ojos abiertos. Sobre todo VER a Dios en cada persona. Sobre todo VER al hermano que cada uno es. Es difícil. Es más fácil quedarse en lo que nos muestran, en lo que percibimos. Es más fácil quedarnos en la armadura, en la máscara y no ir más allá. ¡Y VER dentro de uno! Eso ya es muy complicado… abrir la puerta y echar un vistazo…
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Cuando uno es ciego asume que no ve. El peligro de tener los ojos abiertos es creerse que eso ya lo es todo, es creerse que uno ve a la perfección. Yo he recibido muchos dones y capacidades. Ojalá Padre sean camino hacia la verdad y la sabiduría y no, por mi falta de humildad, impedimento para mi verdadera felicidad.

Un abrazo fraterno

Ponte en camino… cruza el desierto (Hc 8, 26-40)

hdearena01.jpgAyer le dedicaba un libro a una persona muy cercana a la que se lo voy a regalar. El libro versa sobre el Camino de Santiago y mi dedicatoria aprovecha esta imagen para recordar que somos caminantes…

A veces hacemos parones en nuestra travesía. A veces no nos damos ni cuenta pero perdemos el rumbo. A veces cuánto más en marcha nos parece que estamos, más parados nos encontramos en el camino. Porque queremos evitar el desierto y buscamos un rodeo que nos consume pero que no nos hace avanzar.

Ponerse en camino es una actitud, una forma de ser y de hacer, una manera de creer. El camino nos hace personas. El camino nos hace mejores. El camino nos hace felices. El camino nos enseña a amar. El camino desentumece nuestra alma. El camino trae a nuestra vida a otros caminantes. El camino nos hace sufrir y, a veces, morir.

Gracias por el camino, por MI camino. Gracias por los caminantes que me acompañan.

Un abrazo fraterno

Hablarán lenguas nuevas (Mc 16, 15-20)

Este es uno de los signos que acompañarán a los que crean. hablar lenguas nuevas. Expresarse en un lenguaje diferente al de ahora. Una nueva manera de comunicarse, de expresarse, de llegar a las personas y a Dios.
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Es una Palabra muy apropiada para el día de hoy en el que la Iglesia se pregunta cómo evangelizar, cómo llegar a las personas, cómo convocar a los jóvenes, cómo anunciar el mensaje… lenguas nuevas. Y yo entiendo aquí que hay cosas que deberán ser absolutamente nuevas porque nueva es la sociedad en la que vivimos, nuevos los retos, nuevas las heridas, nuevas las familias, nuevas las herramientas… el mensaje es lo único que no ha cambiado. Pero estoy convencido de que hoy Dios ni siquiera volvería montado en una Harley, como reza el título del libro de Joan Brady… ni siquiera eso porque eso, hoy, ya está anticuado…

El mensaje es invariable pero SE NOS PIDE NUEVAS MANERAS DE LLEGAR AL OTRO, DE ACOGERLO, DE TRATARLO, DE ACOMPAÑARLO, DE PROPONERLE… ¡Qué el Padre nos dé sabiduría y valentía para llevar esto a cabo!

Un abrazo fraterno