Paz a vosotros (Lc 24, 35-48)

Señor, Tú sabes lo difícil que es para mi acoger esta Palabra tuya. Tal vez el problema es que no acabe de encontrarme con el Resucitado y no acabe de oír de su boca estas palabras.

Mi vida está llena de miedos. Miedo a la muerte, a la enfermedad, al sufrimiento de mis seres queridos, a las catástrofes naturales, a no ser capaz de llevar a cabo mi vocación educadora en plenitud… ¡a tantas cosas! ¿Cómo alguien con tantos miedos puede recibir tu paz? Lo veo complicado Padre. Pero sé que Tú conoces mis miedos y me siento querido en estas debilidades mías.

Yo iré dando pasos para integrar ese miedo en mi vida, canalizarlo, mirarle a la cara. Iré dando pasos hacia tu cruz, hacia tu sepulcro. Sólo el que llega a morir de veras logra encontrarse contigo resucitado.

Un abrazo fraterno

Lo reconocieron (Lc 24, 13-35)

emaus.jpgMe es inevitable recordar los momentos de la celebración de la Pascua recientemente vividos. Hoy tengo ante mi el relato de Emaús, un relato conocido. Este año, el sábado por la tarde, propusimos a los chicos que tuvieran su experiencia de Emaús (a baja escala claro) para acabar con una catequesis pequeña para dar sentido a la tarde y disponernos ya para la Vigilia Pascual. Esa catequesis la di yo y giraba en torno a este verbo: «reconocer». No era una catequesis muy enjundiosa en cuanto a profundidad o complejidad.

¿Qué diferencia hay entre «ver» y «reconocer»? Esa era la clave de la catequesis que los mismos chicos fueron desgranando. Eso es lo que me ha interpelado en el relato de Emaús esta vez.

Dios sale al encuentro de los caminantes, de los que en algún momento de su vida han salido en su busca, de los que quieren algo más, de los enamorados del mensaje. Dios sale al encuentro de los que no se han quedado parados pese a las decepciones, frustaciones y lamentos. No entienden nada pero andan, aunque sea de vuelta a casa. Dios nos busca ahí. Y nos invita a mirar atrás y a intentar darle sentido a todo lo vivido, a descubrir nuestro camino personal. Y lo hace a través de personas, acontecimientos, palabras, sacramentos… Y si estamos atentos y abrimos bien los ojos… ¡ahí le reconoceremos!

Tal vez nunca veamos a Dios. Tal vez nuestros ojos deban estar preparados para reconocerle.

Un abrazo fraterno 

¡María! ¡Santi! (Jn 20, 11-18)

resucitado.jpgTal vez sea esa la experiencia del Resucitado. Tal vez sea ese el momento clave.

 Saberte llamado por tu nombre. Saberte conocido por Él. Saberte amado en lo que eres. Cuando sientes eso, cuando lo sientes y lo experimentas y no sólo lo sabes, es cuando algo cambia.

A mi no me resulta sencilla experimentarlo pero, a baja escala, lo voy viviendo. Es difícil dejarse «lavar los pies». En esta Pascua, con los chicos, previamente a la celebración del Jueves una pregunta golpeaba todos los corazones en la catequesis previa: ¿te dejarías lavar los pies por Jesús? ¿Cómo reaccionarías? Yo lo tuve claro: sí me dejaría. Mi cabeza me diría que es lo que tengo que hacer. Sé que hay que hacerlo. A nivel de sentimientos el tema va por otro lado… Me dejaría lavar pero, como dije, estoy convencido de que rompería a llorar…

Un abrazo fraterno

Mi cuerpo descansa sereno (Sal 15)

Después de varios días sin compartir mi oración, hoy me vuelvo a sentar frente a la Palabra del día.

¡Estamos en tiempo de Pascua! ¡Cristo ha pasado! Y yo me he dado cuenta. Sé que pasa cada día, en cada persona que me encuentro, en la naturaleza, en los acontecimientos, en mi comunidad… pero celebrar la Pascua es como una inyección experiencial de paso de Dios, de presencia, tremenda.

Es mi cuerpo el que más ha notado todo esto. Para una persona tremendamente racional como yo, tanto tiempo desconectada de sus sentidos y de su cuerpo, de sus sentimientos… es muy importante ser consciente de que mi cuerpo acompaña a mi corázón y a mi cabeza. Es importante saborear estos sentimientos agradables, de paz… Es importante comprobar que la Resurrección huele a las flores de la Vigilia…

Sigue pasando Señor… para que yo pueda seguir dando pasos.

Un abrazo fraterno

91.jpg

Oía el cuchicheo de la gente (Jr 20, 10-13)

cuchichear.

(De cuchichiar).

 

1. intr. Hablar en voz baja o al oído a alguien, de modo que otros no se enteren.

Este es el significado que la palabra cuchichear tiene según la Real Academia Española de la Lengua. Yo creo que el Señor me pide no cuchichear. Me pide hablar alto y claro y más en el tiempo en el que vivimos: un tiempo en el que hay demasiado cuchicheo  y pocas voces, demasiada gente y pocas personas. Vivimos en una sociedad que nos invita a perder nuestra individualidad, a callarnos, a sumarnos a mensajes de otros… Vivo continuamente el cuchicheo, el hablar de todo y de todos, el criticarlo todo, el ponerle pegas a todo sin aportar nada, la queja quejicosa… Pero pocas veces me encuentro con opiniones propias, con criterio. Pocas veces me encuentro con personas que hablan claro, que tienen claro su pensamiento y sus sentimientos. Pocas veces me encuentro con soluciones, con propuestas de crecimiento reales…

Yo no quiero cuchichear. Yo no quiero ser «gente». Gracias por ponerme personas al lado, Padre, que me ayudan a ser más yo.

Un abrazo fraterno

kiss_from_a_rose_by_prismes1.jpg

Éste es mi pacto contigo (Gn 17, 3-9)

Hace ya unos años que lei «Dios vuelve en una Harley» de Joan Brady. De aquella reconozco haber apreciado menos el mensaje principal del libro ya que mi fe estaba todavía un poco inmadura y no acababa de aceptar que la relación de cada uno con Dios es una relación personal y que, a veces, no tienen sentido los caminos «para todos» en lo que a Dios se refiere.

Hoy la Palabra vuelve a incidir de manera clara, o al menos así lo escucho yo, en este aspecto. Dios ha hecho un pacto conmigo. Un pacto personal. Él me conoce y me ama, me ama como soy. Sabe cuáles son mis dones y cuáles mis enredos. Conoce mis heridas y mis circunstancias. Sabe de mis sueños y de mis temores. Y, lo que es más importante, sabe (porque Él así lo quiso) que yo soy único e irrepetible. Su pacto conmigo está escrito en parámetros personales, no generales. Dios no usa el «café para todos» porque sabe que cada uno anda su camino en función de lo que es. No nos pide a todos lo mismo porque no somos todos iguales. No nos da a todos lo mismo tampoco. El camino hacia mi felicidad es un camino único. Si recorro otro me equivocaré. Si otros recorren el mío se equivocarán.

«Éste es mi pacto contigo… y sólo contigo».

Un abrazo fraterno

pas_dels_lladres.jpg

Desobedecieron el decreto real (Dn 3, 14-20.91-92.95)

Tremenda la historia que nos cuenta hoy el pasaje de Daniel. Es la historia de unos hombres que desobedecieron un decreto real asumiendo plenamente las consecuencias.

 Creo firmemente que hoy el mundo también nos quiere imponer una serie de «decretos reales»:
     – Relativismo generalizado. Parece que todo sirve, que depende…
     – Que la imagen es más importante que el interior…
     – Que hay que ser una persona exitosa laboralmente, tener un buen sueldo, un buen puesto y ser ambicioso como sea…
     – Que es más importante el tener que el ser, que hay que estar a la última y disponer de lo que sale al mercado…
     – Que no podemos elegir libremente el colegio de nuestros hijos…

Y a nivel de Iglesia ese decreto no escrito de «no pienses, no sientas… sigue la norma, déjate guiar» en lugar de enseñar a la gente a ser libre, de proveerle de herramientas para ser capaces de crecer, discernir, elegir y buscar su camino a Dios…
pilares.jpg
Hoy me miro en los hombres de los que habla Daniel. Sin violencia. Sin tumulto. Sin revolverse. Sin aspavientos. Desobedecieron el decreto real con firmeza, confianza en el Padre, seguridad, coherencia. Esto es lo que queda. Menos volutas en el capitel y más firmeza en la estructura. Menos ladrillos vistosos y elementos decorativos y más pilares. El mundo hoy necesita pilares, cimientos. Que otros hagan el papel de minaretes o campanarios.

Un abrazo fraterno

¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? (Num 21, 4-9)

gaviota.jpgEn estos días pasados me he encontrado dos o tres veces con una reflexión parecida a la que hoy me surge leyendo el Libro de los Números. Tomar el camino de Jesús es tomar el camino estrecho, el complicado, el de la soledad. Y lo peor es que NO HAY MARCHA ATRÁS. Es mucho más sencillo ser como todos, decir lo que se espera que digamos, hacer lo que más o menos hace todo el mundo, asumir que el mundo es así y que vivimos esclavos de una sociedad que nos abruma. Es insano, destructivo, injusto y egoista pero… mucho más sencillo.

Cuando decides seguir a Jesús, crecer en lo personal, formarte, asumir riesgos, compartir la fe en comunidad, limpiar la conciencia, pulirla, sensibilizarte ante la rutina dolorosa, decir lo que no es grato pero sí verdadero, ser consecuente con lo que eres… el tema se complica pero uno ya no puede salir. Es la droga de la libertad. ¡Qué paradoja! Cuando empieza a olfatear la felicidad de la libertad, del Jesús liberador y misericordioso, se engancha.

Un abrazo fraterno

El Señor está contigo (Lc 1, 26-38)

Lejos de pararme hoy en la ya tantas veces interiorizada disponibilidad de María, su inmaculada concepción o su virginidad… hoy la Palabra me ha llevado por caminos obvios aunque muchas veces desatendidos.

Viendo a María, y teniendo claro que ningún ángel bajó del cielo con sus alas y se le apareció por la ventana, la escena nos propone algo tremendamente importante: ¿Cómo era María, cómo vivía y en qué disposición estaba para haber podido ESCUCHAR lo que Dios quería de ella, para saber reconocer el sello del Padre en sus intuiciones? Esto, hoy, me interpela tremendamente y me llama a crecer un poquito más.

María pudo escuchar, supo escuchar. María descubrió a Dios tras esa brisa suave que le llamaba a cambiar de vida, que le presentaba una vocación irrenunciable, la suya. María nos invita a «ser vírgenes» también hoy. María nos enseña que a Dios se le escucha en el silencio, interior y exterior. María nos enseña que para sintonizar con Dios hay que vaciar el interior, la mente y el corazón, de ruidos, de distracciones superfluas, de cosas, de planes… María nos enseña que Dios habla siempre y que, tal vez, cuando sólo oímos su silencio se deba a nuestra incapacidad personal para ESCUCHAR. María vive abandonada en el Padre. Eso le permite escucharle de manera privilegiada.

Hoy María vería muy poquito la televisión. Opinaría poco y escucharía mucho. Se saldría de los debates políticos y mundanos de la sociedad y pasaría más tiempo con ella, en silencio, o con su prójimo más inmediato, al servicio. Hoy María no llamaría la atención, ni pensaría en cómo planificar su vida alrededor de su vida laboral. Hoy María visitaría más la iglesia o pasaría tiempo en su comunidad. Compraría pocas cosas y no tendría ni la Tarjeta Iberia ni la Tarjeta Vips Club ni la Travel… María hoy priorizaría su oración, su crecimiento.

Yo también estoy llamado a traer a Jesús al mundo cada día… ¿Estoy preparado para escuchar, interiorizar y aceptar la llamada? Creo, Padre, que puedo dar un poquito más…

Un abrazo fraterno

marr-116.JPG

No les hará daño el bochorno ni el sol (Is 49, 8-15)

sed.jpgCreo que la lectura de Isaías de hoy, Padre, es de las más hermosas que ha orado mi corazón.

¡Salid! ¡Venid a la luz! ¡Qué exhortación más hermosa, más motivadora para los que todavía encontramos penumbra en algunos rincones de nuestra existencia! Es una invitación a celebrar la Pascua con absoluta profundidad, guardando y disfrutando en nuestro corazón de esa Luz que va a inundar nuestras vidas, de esa presencia del Resucitado.

Tu nos conduces con compasión. Nos amas. Nos conoces. Pero hay una frase de tu Palabra de hoy que resuena constantemente en mis oidos: «En tiempo propicio…». Esto que hoy me dices no pasa cualquier día ni de cualquier manera. La semilla no crece en cualquier terreno. Tiene que haber tiempo propicio, tengo que haber puesto medios, tengo que estar predispuesto y preparado para escucharte… Recuerdo lo reflexionado en comunidad en la Pascua del año pasado y la ya sabida (y pocas veces asumida) conclusión de que para resucitar hay que morir. Ese es tiempo propicio… Hay que pasar por ahí: por el silencio, por la soledad, por la muerte de uno mismo, por el desierto, por el dolor… Ese es tiempo propicio para ti… Te ruego, Padre, que el miedo no evite todo esto.

Un abrazo fraterno