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Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Miércoles 3º Ciclo B

Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?
Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?
Pero, ten cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos.
Dt 4,1.5-9

Hoy la Palabra te anima a ser agradecido, agradecida. Por el Dios en el que crees. Porque se ha comunicado contigo. Porque te ha marcado un camino de felicidad. Porque te ha dado dones maravillosos para seguirlo y conseguirlo.

No es un Dios lejano. No es un Dios caprichoso. No es un Dios injusto. No es un Dios sin memoria.

Has recibido una fe. Tu labor es transmitirla, con tu vida, con tus palabras, con tus acciones.

Carta en el último día del año 2022

Ha llegado el día. Parece un día más y, en el fondo, lo es. Pero lo hemos etiquetado en el calendario como «el último día del año» y eso lo convierte en el momento ideal para mirar atrás y revisar la vida que uno tiene entre sus manos. Toca ponerse una música sugerente, pararse y recordar; ser rumiante de los instantes, artesano del corazón, para atrapar, para siempre, aquello que vale la pena guardar en la memoria a largo plazo.

Cada vez soy menos amigo de las balanzas. Eso de poner en un lado lo bueno y en el otro lado lo malo, para dar aprobado o suspenso a un año. Todos los años tienen buenas noticias, momentos alegres, razones para agradecer… y, a la vez, aires de oscuridad, decepciones, tristezas, pérdidas y sinsabores. El mundo, en su conjunto, cambia poco y, aunque haya años excepcionales, como el pasado 2020 de la pandemia inesperada, el resto, suele ser una buena ensalada de locuras, desatinos, pobrezas, guerras y, en silencio, gestos de anónimos buenos que salvan la historia.

Yo me veo un año más mayor. He cumplido 46 años y voy viendo cómo se acerca el 50 a mi agenda. Si ya los 40 parecieron un hito importante de adultez en su momento, acercarse a los 50 va dimensionando el paso del tiempo. Pero todavía queda mucho para eso. La que cumplirá 50 en este 2023 será mi mujer, así que… ¡ya hemos llegado de una forma u otra! Lo que queda por delante empieza a ser menor de lo que uno deja por detrás. No sabes lo que eso significa hasta que empiezas a llegar. Me descubro  degustando con cariño recuerdos de mi infancia, lugares con significado, canciones que me marcaron… Los aromas de la nostalgia afloran de vez en cuando y yo no les hago ascos, pese a disfrutar como nadie de cada «ahora», de cada día que se me regala. Rememoro como si fuera hoy las carreras con mi padre, camino del portal, cuando éramos pequeños, los partiditos en el garaje mientras mi padre revisaba las luces del coche, los días de la Inmaculada con olor a canelones y música de los 3 tenores, los veranos de playa admirando mis primeros topless y masticando con ilusionada novedad los McPollo que disfrutábamos sólo una vez al año… También recuerdo mis primeros amores, la maravillosa sensación que uno tiene cuando está enamorado, los primeros roces y miradas con la chica que te gusta, aunque te haya rechazado, los primeros escarceos, los primeros besos con Lorena, las primeras noches de Fin de Año a su lado, aquel primer Camino de Santiago en el 93 que lo cambió todo… Y el pijama a rayas azules y blancas de Esther cuando dormí en su casa por primera vez, en el sofá, la certeza de que había encontrado a la mujer de mi vida, la decisión a los pies de la Torre de Hércules, la promesa ante a Virxe da Barca de Muxía, las canciones de Shakira en la carretera de Guadalix a Madrid, los primeros días de trabajo, los primeros viajes al extranjero… El lloro de Álvaro recién nacido, en el paritorio, a las 3 AM, los lloros incesantes de una Inés que quería chupete y la pequeñez de un Juan que se ha convertido ya en un grande.

Hay muchas cosas de mi vida que no me satisfacen, muchas mediocridades de las que soy plenamente consciente. No me gustan muchas de mis «cadaunadas», me inquietan, me hacen llorar, me avergüenzan por no saber cambiarlas. Mis errores me han ido modelando con el tiempo y, pese a mi aparente soberbia, me han ayudado a saberme pequeño, imperfecto, inconstante en tanto, abandonado en algunas cosas… Es el pecado que me redime, que me recuerda que Dios es amor infinito y que sólo su amor me salvará… Yo solo, sencillamente, no llego, no puedo, no doy la talla.

Ha sido un año más de mucho diálogo en la pareja, de mucho perdón mutuo, de muchas conversaciones en casa, de mucho apoyo de todos, de muchos estudios, de nueva Universidad, de innumerables partidos de balonmano, de las primeras fiestas de verano… Ha sido el año para volver y regresar a Cercedilla, a una Pascua, a una convivencia, a un verano en Badalona, a los cumpleaños sin mascarilla, a los regalos, abrazos y miradas en el cole. Año de Vivarium. Y de Escolatrio, de vuelta al escenario. ¡Cuánto te anhelamos para esto, 2022!

Horas, minutos, segundos, eternidades gastadas en el aula, con mis alumnos, con mis amados jóvenes, que me ayudan a seguir joven, esperanzado y despierto. Con mis alumnos sale mi mejor yo, pese a mis errores y faltas de claridad tantas veces. Sus gestos de cariño, sus dificultades, sus incoherencias, sus chulerías, sus alegrías, sus tristezas y cabezas bajas, sus fracasos y éxitos, su presente lleno de futuro… A su lado me siento ya tocando el paraíso. Amo ser profesor, amo mi profesión porque les amo a ellos. No sé enseñar sin amar. No sé enseñar sin poner toda la carne en el asador, sin jugármela día sí y día también, sin abrirme de par en par y exponerme a una burla, a un comentario, a una puñalada, a un desprecio… Pero no sé hacerlo de otra manera. Sufro a veces, soy feliz casi siempre. Disfruto en el claustro y procuro estar pendiente de mis compañeros, cuidarnos mutuamente, querernos, entendernos y ayudarnos, aunque no siempre estemos de acuerdo. La mayoría de ellos son maestros para mí, maestros de una vida entregada a sus clases, a sus chicos. No me imagino ya de otra manera. Estoy en mi lugar del mundo.

La guerra entre Rusia y Ucrania ha traído también miedo a mi corazón. Miedo de que mucho de lo conocido de venga abajo, miedo al sufrimiento, a las bombas, a la pobreza, a la muerte, a la violencia. Ha traído también oración en familia y en comunidad. Ha traído la sabiduría de saber vivir pese a todo, agradecido por una parte y consciente del daño y dolor ajenos, por otra.

Se va un año que me deja un precioso viaje con mis padres y mi hermano, que se me hacen mayores. Se va un año que me deja un viaje a Sevilla. Se va un año que me deja un hijo ya en la Facultad. Mis padres, mi mujer, mis hijos… la familia… el gran tesoro, el mejor país, el hogar permanente, estemos donde estemos, vivamos donde vivamos. Juntos vivimos aventuras, etapas, compromisos, apuestas… Juntos intentamos ser buena gente, aprovechar al máximo el regalo de la vida, seguir a Jesús de Nazaret. Seguiremos en ello. Sempre no camino. Avanti.

Ya te vas 2022, te vas a bombo y platillo, arrogante y cuestionado. Pero déjame decirte una cosa más: has sido el elegido para llevarte a Stella. No sé por qué tuviste que ser tú y no tus hermanos que vendrán más tarde. Mucho 2 en tu nombre para una persona que, recuerdo, tenía mucho de 2, siempre atenta a las necesidades de todos, feliz viendo a todos felices, amante de lo pequeño y funambulista en planetas llenos de baobabs. El jardín se ha quedado sin una de sus rosas más bonitas. Sigue habiendo rosas, siempre, pese a todo. Y ella es ahora la que nos cubre a nosotros con un biombo, con cariño de madre, con amor de hermana.

Adiós 2022. Adiós y gracias. ¡Bienvenido 2023!

Santi

 

 

 

Evangelio para jóvenes – Domingo 28º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Esta pasada semana, en clase, comencé con una oración muy sencilla en los grupos en los que me tocó a primera hora. Les propuse que hicieran unos segundos de silencio y pensaran en algo por lo que están agradecidos y, una vez en la mente y en el corazón, dieran gracias a Dios por ello. El agradecimiento nos hace mejores personas. La mirada se afina para reconocer todo lo que nos ha sido dado. El que agradece, es consciente de todo lo que tiene y eso le permite afrontar el día a día desde otra perspectiva. Pero leamos el evangelio de hoy [Lc 17,11-19]:

Una vez, yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:
«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».
Al verlos, les dijo:
«Id a presentaros a los sacerdotes».
Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias.
Este era un samaritano.
Jesús, tomó la palabra y dijo:
«¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?».
Y le dijo:
«Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Diez leprosos que se reconocen enfermos. Diez enfermos que gritan buscando la ayuda de Jesús. Diez curaciones. Un agradecimiento. ¡Cómo se cotiza el agradecimiento! Es tan descriptivo el Evangelio de hoy… Gritos al principio y ensordecedor silencio al final. Desesperación inicial para terminar en jolgorio. Vidas que cambian por la fe. Y una fe que cambia vidas. Te dejo tres pistas para este domingo:

  • «A gritos» – No sé tú cómo te sientes pero vivimos tiempos donde es fácil sentirse herido. La pandemia, la guerra, el coste de la vida, la enfermedad, el paro, los problemas de salud mental, el cambio climático… pintan un panorama que nos afecta, nos exprime, nos agobia, nos hace muchas veces caminar desganados, sin fuerzas, sin ganas de mirar adelante. ¿Te suena? Y ahí, en medio de todo esto, hay que reconocer a Jesús y acudir a Él «a gritos». Esos gritos son el signo de la certeza de que sólo Él puede sanar nuestro corazón, de que sólo Él puede curarte, saciarte, redimirte. Grítale. Pídele. Acude a Él.
  • «Viendo… se volvió» – ¿Miras a menudo a tu alrededor? ¿Te das cuenta de todo lo que se te ha regalado? Seguramente no todo es perfecto bajo tus criterios pero… aún así, eres afortunada, afortunado. ¿Eres consciente de la acción de Dios en tu vida? ¿Eres consciente de las oportunidades que se te han dado, de las personas, lugares, experiencias… que han posibilitado que hoy seas lo que eres? Aunque haya dolor en tu vida, y oscuridad, también hay dicha, gracia, amor. ¿Por qué permites que quede en un segundo plano? A veces te falta la fe… ¿No será que no eres capaz de reconocer nada de todo esto?
  • «Tu fe te ha curado» – La confianza en que Dios actúa en tu vida, en que te cuida, te conoce, te quiere y te quiere bien… cura cicatrices y te otorga la paz necesaria para vivir tu vida. Es la fe, tu fe, que no se puede tocar ni es materia ni tecnología. No es «algo», ni se posee, no es tuya. Es acoger a una persona, a Jesucristo, mirarle, amarle, confiarle tus cosas, poner tu vida en sus manos aún sin entenderlo todo y creer que Él, sencillamente, te devolverá lo que necesitas. Y en ese camino, te descubrirás ya curado, curada. Pruébalo. No te defraudará.

Un nuevo domingo para crecer en la fe, para pedirle a Dios que acoja tu corazón inquieto y, tantas veces, pobre, herido, pecador. Vuelve a Él, como el leproso, reconócelo, vete a su lado, búscalo, grítale, atrae su atención. Y Él hará lo necesario para que vivas en amor, feliz.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Vestirse de fiesta (Mt 22,1-14)

Es una obligación. Vestirse de fiesta. No es vestirse con lujo, ni de marca, ni con excesos prescindibles. Es, sencillamente, ser consciente de que el lugar al que uno ha sido invitado merece lo mejor. ¡Eso es! ¡Vestirse con lo mejor que uno tiene! El Reino de Dios, el Banquete al que hemos sido invitados, la vida que se nos invita a vivir, el Amor que se nos entrega, pide que correspondamos con un corazón «de etiqueta», no con un corazón en bermuda y chanclas, recién levantado de la cama, despeinado y dejado.

Esa exigencia de Dios es, en realidad, maravillosa. Es bueno que nos exija dar lo mejor, sacar lo mejor. Exigiéndonos eso, nos ayuda a tomar conciencia de lo agradecidos que debemos estar, de lo «especial» de la ofrenda, del derroche de misericordia que nos vamos a encontrar.

Nuestro Dios es un Dios de y para los pobres, enfermos, descartados, pecadores… pero no un Dios de pasotas, dejados, desagradecidos e indignos.

¿Qué es vestirse de fiesta en el Banquete de la Vida? Pues dar lo mejor de ti, mirar con esperanza al mundo, sentir el dolor del mundo pero no dejar que la oscuridad te arrolle, ofrecer tus dones a los otros, estar alegre, orar, dar gracias y confiar, cuidar tu alma y tu cuerpo, saborear los placeres pequeños del día a día, saberse elegido o elegida, amado, amada. Y corresponder.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

A diez minutos de terminar el 1 de enero de 2021…

Sólo quiero repetir mi acción de gracias por el año que nos dejó y esperar un 2021 lleno de gracia y bondad.

Cautivo y agradecido (Tb 13,2.3-4.6)

Ser agradecido hasta en el propio cautiverio. Reconocer a Dios en la vida aún en los momentos en los que su mano parece no alcanzarte. Sentir su compasión y su fuerza, aún cuando las piernas flaquean y se encoge el corazón.

Es la experiencia de la persona que hoy nos regala el salmo. Es la experiencia humana de todos aquellos que no dejaron de confiar cuando las cosas eran propensas para ello.

Es la hora de la confianza. Es la hora del silencio. Es la hora de la espera esperanzada. Cautiverio con olor a flor.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Mucho (Lc 12,39-48)

Puede que sea la mayor falta, el mayor pecado. Incluso alguien no creyente, clamaría al cielo si alguien desaprovechara lo mucho que se le ha dado. Porque la escasez justifica muchas cosas. Pero la abundancia nos exige responsabilidad, agradecimiento y generosidad.

Cuanto más tengo, más. Cuánto más se me ha dado, más. ¿Dinero? ¿Capacidad? ¿Inteligencia? ¿Tiempo? ¿Posición? ¿Familia? ¿Cómo tirar todo eso por la borda y vivir como miserables, como si pasáramos penurias? Pecado.

Yo miro a mi alrededor y me siento afortunado. Y ese sentimiento que me llega al corazón no es para colocar en un florero y admirarlo. Es para gastarlo, para darlo de vuelta, para producir más fortuna en otros.

Ojalá mi mirada nunca sea desagradecida, despreocupada, torpe e injusta.

Un abrazo fraterno – @scasanovam