Entradas

Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Viernes 3º Ciclo B

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre».

Sal 80

Esta Cuaresma es tiempo para que pienses en todos esos dioses a los que adoras. ¿Qué dioses? Es dios todo aquello a lo que rindes culto, todo aquello a lo que le das las riendas de tu vida, todo aquello que te gobierna, que mueve tus decisiones y tus elecciones, todo aquello en lo que confías. ¿Tu cuerpo? ¿El bienestar físico? ¿La diversión? ¿Una religión vacía de fe? ¿Los estudios? ¿El dinero? ¿El sexo? ¿Tu aspecto? ¿El móvil? ¿La popularidad? ¿La política? Tú sabrás.

El Dios de Abrahán y Jacob, el Dios de Jesús de Nazaret, viene hoy a decirte que te equivocas adorando a todos esos falsos dioses. La prueba es que no acaban de darte la felicidad de verdad, y lo sabes. Ojalá escuchases. Ojalá te giraras hacia el el Señor. Quedarías lleno, saciado, a gusto. ¿No te lo crees? Prueba.

Evangelio para jóvenes – #Cuaresma2024 – Miércoles 3º Ciclo B

Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos?
Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?
Pero, ten cuidado y guárdate bien de olvidar las cosas que han visto tus ojos y que no se aparten de tu corazón mientras vivas; cuéntaselas a tus hijos y a tus nietos.
Dt 4,1.5-9

Hoy la Palabra te anima a ser agradecido, agradecida. Por el Dios en el que crees. Porque se ha comunicado contigo. Porque te ha marcado un camino de felicidad. Porque te ha dado dones maravillosos para seguirlo y conseguirlo.

No es un Dios lejano. No es un Dios caprichoso. No es un Dios injusto. No es un Dios sin memoria.

Has recibido una fe. Tu labor es transmitirla, con tu vida, con tus palabras, con tus acciones.

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Adviento Ciclo B

Hay voces que vale la pena escuchar y seguir. Este pasado viernes, en la eucaristía de la Inmaculada Concepción, escuché con gusto la homilía de Julio, el obispo retirado que tenemos la suerte de acoger en la iglesia de la urbanización donde vivo. Sus palabras, de cadencia lenta, son proféticas: denuncian, confrontan, acarician y reconfortan. Todo a la vez. Su voz es débil en un mundo lleno de ruido. Pero, aunque él se piense que a veces es como predicar en el desierto, su palabra dispone el corazón para el encuentro con Cristo. Escuchemos el evangelio de hoy [Mc 1,1-8]:

Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»

Estamos en el segundo domingo de Adviento. Seguimos en tiempo de preparación. Leyendo el evangelio de hoy me surgen tres pistas que pueden servirte en estos días:

  • «Un desierto para encontrarse» – Los esenios se iban al desierto porque buscaban la soledad. Su camino de purificación exigía abandonar el mundo y, retirados, buscar la perfección y a Dios. Juan también se sitúa en el desierto pero de una manera muy diferente. No es un desierto «para él», para retirarse y salvarse, sino que es un desierto para encontrarse con otros, con aquellos a los que anuncia la llegada del Señor y, posteriormente, con el Señor mismo. Te animo a ti también a que busques en este tiempo de Adviento ratos de silencio, a que te alejes un poco de lo mundano (tele. móvil, internet, compras…) y a que te encuentres, en tu desierto, con una espera que tiene nombre y nombres propios.
  • «El pecado molesta» – No es tanto que si llevas pecado encima Dios te rechace. ¡No! Jesucristo viene al mundo por ti y por mí porque somos pecadores, imperfectos e infelices. Jesús nos busca con nuestro pecado. Pero ciertamente, en este tiempo de espera, el pecado es un obstáculo para encontrarle. El pecado, el tuyo, apaga la sed. El pecado aplaca la espera. El pecado te da la sensación de que no necesitas más, te envuelve en su telaraña y no te deja ni recibir el anuncio ni correr, libre, hacia el Dios que nace. Por eso te invito a que te reconcilies estos días, a que acudas al sacramento y te saques esa piedra con la que cargas encima. Tu deseo debe estar vivo, tu mirada limpia, tus oídos finos y tus pies prestos para correr. Pide perdón y prepárate.
  • «Dios cumple sus promesas» – Así empieza el evangelio de hoy: «Comienzo del Evangelio». Dios quiere comenzar contigo también un nuevo capítulo de tu historia. Empezar de cero. Renovarlo todo. Abrasar lo viejo y germinar algo distinto. ¿Cómo lo ves? Evangelio es una buena noticia, pero no genérica sino concreta: Dios viene a tu vida y al mundo para que el Reino de Dios sea una realidad, para cambiarlo todo, para que el amor se haga fuerte. Es una promesa de felicidad, de plenitud. Es eso que añora aunque no sabes ponerle nombre. Esa eso que viene a saciar el vacío que sientes tantas veces. Dios ya viene.

Sigue caminando a Belén. A veces con las fuerzas justas. A veces con la esperanza en mínimos. A veces desviado del camino y atravesando baches. A veces despistado, despistada. A veces haciendo pausas porque no tienes claro que quieras ir… Pero sigue caminando. Escucha esas voces que te animan a recomponer tu vida, a abandonarte en sus manos, a dejarte querer por la Ternura.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 26º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Los que tenemos varios hijos sabemos que cada uno es distinto y se sitúa de manera diferente en la familia. Mi madre me contaba que, cuando era pequeña, sucedía algo parecido a lo que hoy leemos en el Evangelio. Cuando mi abuela pedía algo, mi madre reaccionaba protestando, mientras uno de sus hermanos decía que sí sin rechistar. A la postre, era mi madre la que hacía lo que mi abuela pedía, aunque se llevaba la bronca también por la protesta. Episodios familiares y conocidos en cada una de nuestras casas, ¿a que sí? Leamos el Evangelio de hoy [Mt 21,28-32]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» Él le contestó: «No quiero.» Pero después recapacitó y fue. Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: «Voy, señor.» Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron: «El primero.»
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.»

Seguro que tú también has dicho que no muchas veces a algo que Jesús te propone, que la Iglesia te sugiere, a algo a lo que tu fe te invita. A veces habrás dicho que no por miedo, otras por no entenderlo, otras porque te supone un sacrificio, otras porque no te crees capaz… El caso es que tú también eres de los del no. ¿O eres de los del sí? Seguro que tú también has dicho sí muchas veces. Porque te dejaste enamorar, por el flechazo del momento, por la emoción de saberte elegido, por los valores recibidos y la fe heredada… Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Vaya zasca» – «Esos» te llevan la delantera en el camino del Reino. «Esos», los que viven su sexualidad con libertad, los que votan a ese partido que odias, los drogadictos y los borrachos que echan su vida a perder cada fin de semana, los inmigrantes de otra religión, los creyentes que según tú no son fieles a lo que la Iglesia enseña, los amigos inseguros que piensas que no llegarán a nada… «Esos» van por delante de ti, que tan cerca de Dios te sientes, que tan bien hablas de Él, que tanto criticas a los que le dan la espalda, que tan puro te crees… ¿Lo has oído bien? Las putas y los perdidos entrarán antes en el Reino que tú. ¿Cómo te sientes? ¿Cómo te suena?
  • «Menos hablar y más amar» – A Jesús no le van los títulos, las etiquetas, los carnets de club, los bonitos deseos. Jesús quiere vidas concretas que hablen de Él, vidas concretas que testimonien amor, entregado y recibido, vidas concretas que, aunque malheridas, anhelan eternidad. A Cristo no le convences con tu palabrería y tu «imagen de». Cristo pasa de selfies, de filtros, de bellezas vacías, de vidas de escaparate, de «síes» sin amor, como el del hermano mayor del hijo pródigo… Así que pasa ya de aparentar. Abandona ya ese postureo de buen cristiano al que le falta tanto, tanto…
  • «Tu no puede ser un sí» – Y si te crees que ya no es posible cambiar de opinión… ¡te equivocas! Ese no que llevas tantos años diciendo, pensando que te aleja definitivamente del amor de Dios, puede ser un grito rebosante de fe si lo llenas de amor. Te revuelves por tus heridas, te asusta volver y tu orgullo, o tu culpa, te atenaza pero… mírate. Tus manos acarician, tus ojos miran con ternura, estás disponible siempre para echar una mano y tu corazón, maltrecho, está abierto a la acción de un Dios al que sientes lejos, pero que siempre te tiene a la vista. Sigue caminando. No vas mal, al revés. Sigue caminando… y amando a tientas.

Ya digas sí o no… fíjate esta semana en los hechos concretos que llenan tu día a día. Son éstos, y no las palabras, los que van dejando huellas en el camino hacia Dios. Y si un día dudas… mira la cruz. La cruz es el recuerdo permanente de que lo que te lleva a la eternidad es una vida entregada, aunque esté llena de silencios poco deslumbrantes y convincentes.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 3º de Pascua Ciclo A

Leo todos los días en twitter historias de desamor de mis alumnos y de jóvenes conocidos. Aquella persona en la que uno ha depositado su atención, aquella de la que se ha enamorado, aquel que le gusta… se ha evaporado, le ha fallado o traicionado o, simplemente, no le ha correspondido. Leo historias de corazones que se quedan rotos al no poder conseguir aquello que deseaban: un amor que le diera sentido a su vida. De esto va también el evangelio de hoy. Escuchemos [Lc 24,13-35]:

Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
Iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

A veces te inunda la tristeza, la sensación de haber perdido el tiempo, de haber fracasado, de haber puesto tus ilusiones, una vez más, en algo que no sale. Tu cabeza y tu corazón tienen la tentación de dejar de creer y te dicen, repetidamente: «No lo vuelvas a intentar. No vale la pena. ¿Ves como ha pasado otra vez? Ya te dije que no te ilusionaras. No puedes confiar en nadie. No puedes esperanzarte con nada. Lo mejor es volver a lo de antes, a lo de siempre, a lo tuyo… y sobrevivir«. Y cuando estás así, no aceptas que nadie te ayude, no aceptas que nadie se acerque, no crees en la palabra de ánimo de nadie… justamente cuando más solo, más sola, te encuentras y cuando más mierda te sientes… justamente en ese momento, es cuando menos dispuesto estás a dejar «entrar» a otro en ti. Pero Jesús sorprende. Tres pistas:

  • «Poner palabra al desamor» – Con la pregunta de «qué conversación es esa que traéis…«, Jesús quiere que esos caminantes pongan palabra a aquello que les duele, a la raíz de su sentimiento de abandono, a la herida con la que vuelven a casa. ¿Y tú? ¿Empiezas por ahí? ¿Te cuentas y le cuentas aquello que te ha herido? ¿Pones palabra a tu dolor? ¿O te escapas, miras a otro lado, evitas tomar conciencia de lo hecho polvo que te encuentras? Ya no te digo que busques a alguien con quién hablar, que está genial, pero, al menos, deja que quién se te acerca, te ayude a poner palabra y nombre al desamor. Tal vez es el mismo Jesús, aunque en ese momento no seas capaz de reconocerlo. Tal vez es él, con ganas de devolverte la vida. Métete dentro, aunque duela, y cuéntate lo que es en tu corazón herido.
  • «Jesús da sentido a tu historia» – Cierto es que muchas veces no eliges lo que te pasa. Es más, ¡hay tantas veces que no entiendes por qué te ha tocado esta familia, o estos amigos, o por qué eres de una manera o de otra, o por qué ese fracaso inesperado, o ese desgarro, o por qué esta guerra, o este terremoto, o estas enfermedad impredecible e inesperada…? Jesucristo no ha venido al mundo para que tu vida sea de color de rosa. ¡Ni la suya pudo cambiar! Pero lo que sí hizo fue darle sentido. Y puede hacer lo mismo con la tuya, si le dejas, si le escuchas. Nada de tu pasado cambiará pero releer tu historia a los pies del Señor puede ayudarte a dar sentido a quién eres, a tu presente, y ayudarte a afrontar un camino que se ponía cuesta arriba.
  • «Lo reconocieron en la Eucaristía» – Sí, ahí está. En el altar, en el sagrario, en esos lugares que tan poco frecuentas pese a querer encontrarle. Pero vamos a ampliar la mirada. Aquellos hombres le reconocieron al partir el pan y tú puedes también reconocerlo allí donde alguien «se parte y se reparte», puedes reconocerlo en ese familiar, en ese compañero, en esa profesora, en ese cura o religiosa, en ese voluntario, en esa catequista, en ese médico… cuya vida es entregada cada día para el bien de otros. Revisa en qué personas pones el foco. Revisa con quién te juntas,, a quién admiras, a quién sigues…. y contrástalo con el deseo que anhela tu corazón. El mundo está lleno de Cristo pero, a veces, tú no lo ves… ¡Déjale entrar a tu casa y fliparás!

Y cuando lo hayas visto, escuchado, descubierto… cuando te hayas dejado tocar por Él y sientas que tu corazón arde de amor, ¡vete a contarlo! ¡Cristo vive! ¡Verdaderamente ha resucitado! ¡Y tú lo sabes!

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Cuaresma Ciclo A

Mis alumnos de Bachillerato están agotados. El ritmo del estudio que llevan, la presión de la nota que tienen que sacar, el miedo a no alcanzar sus objetivos, la dureza de descubrirse falibles y frágiles y la angustia por no estar a la altura de lo que otros esperan de ellos, tensa tanto la cuerda que a veces se rompen. Ciertamente el camino tiene tramos de extrema dureza, cualquier camino hacia algún sitio. La vida misma, sin más, incorpora cuestas, caídas, raspones y ampollas que convierten el trayecto en una prueba de supervivencia. Por eso es importante saber dónde fijar la mirada. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 17, 1-9]:

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: «Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»

Montañas. La vida trae consigo montañas. La vida en pareja, la vida laboral, las opciones vocacionales, los estudios, la salud… ¡nada de esto transita permanentemente por valles floridos bajo un cielo azul! Todo lo que vale la pena, cuesta. Y en la vida de fe pasa exactamente lo mismo. Descubrir la voluntad de Dios, elegirla y cumplirla, implica desierto, montaña, marejada, huracán, fuego. Jesús lo sabía. Lo estaba experimentando en sus propias carnes y estaba seguro que lo experimentarían todos aquellos que decidieran seguirle. Por eso los apartó y les mostró algo importante. Tres pistas te dejo:

  • «Trans» –  La figura de Jesús cambió. Ese Jesús humano, al que conocían Pedro, Santiago y Juan, al que seguían; ese Jesús que había nacido niño en una gruta de Belén, ese Jesús que había ayudado en la carpintería a su padre, ese Jesús que había aprendido a rezar con su madre, ese Jesús que se paraba en los caminos a hablar con la gente, ese Jesús que a veces estaba agotado y necesitaba parar, ese Jesús al que seguían los niños, y los enfermos, y las mujeres… ese Jesús se mostró como Hijo de Dios. No es sólo un hombre, un amigo, un maestro… Jesucristo es la segunda persona de la Trinidad, el Hijo. Su palabra es palabra de Dios y su modo de ser y actuar nos muestra el modo de ser y actuar de Dios mismo. Era necesario que sus amigos supieran a quién seguían, que lo experimentaran, que lo sintieran y lo supieran. Es necesario que tú también lo sepas. Ese, al que sigue, al que no siempre conoces, ese… es Dios.
  • «Spoiler» – Jesús sabía que Jerusalén iba a ser su última parada. Su llegada causaría turbulencias en el seno del poder político, religioso y social de la época. No porque él fuera un revolucionario llamado a levantar al pueblo contra sus gobernantes, sino porque la Palabra de Dios y el Reino siempre buscan la justicia, la paz, la igualdad, el amor. No hay nada más revolucionario que eso, más molesto. Por eso era necesario que, ante la cruz que aparecía en el horizonte, sus amigos fortalecieran su fe. Aquellos que iban a ver a su maestro escupido, ultrajado y asesinado… debían experimentar y saber que ese no iba a ser el final, que el cielo vencería, que Dios siempre vence. Tú tienes que saberlo también en estos momentos de cansancio, dudas, fracaso, tensión… ¡Dios siempre vence! ¡La luz siempre triunfa! ¡La vida siempre pasa por encima de la muerte!
  • «No temáis» – Vivir sabiendo que Dios nunca te deja de la mano, que siempre cuida tus pasos, que salvará tu vida pase lo que pase… es una garantía de felicidad. Haz lo que tengas que hacer, toma las decisiones que tengas que tomar, triunfa y fracasa, cáete y levántate, peca y pide perdón y sigue caminando… El cielo te está reservado si tú quieres, si has optado por el Reino, si has intentado vivir en él y por él. Vive sin miedo. No hay nada que Dios no pueda.

La Cuaresma sigue avanzando. Tú vida también. Dios está en ella, aunque sientas el sudor y el cansancio, aunque creas que no vas a poder más, que todo se derrumba muchas veces. Jesucristo, ese al que rezas, al que sigues, del que hablas, al que intentas conocer y amar… es Dios. Y con Él, vencerás.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 5º del Tiempo Ordinario Ciclo A

Esta semana la terminé con una conversación reparadora. Fue uno de estos momentos en los que estás a gusto y puedes charlar con otra persona, compartiendo desde lo profundo y poniendo el foco en aspectos que, normalmente, dejas pasar. Hablamos de la historia de cada uno, de los gustos, de cómo gastamos la vida y, también, de las heridas que el camino va dejando. Heridas… ¡todos salimos heridos del combate, por muy bueno que este sea! Aún así, no nos gusta sabernos débiles y diezmados y nos revolvemos con tal de que nadie vea nuestras cicatrices. Hoy la Palabra tiene algo que decirnos [Mt 5, 13-16]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?
No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.
Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.
Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Siempre he creído que el Señor me había elegido. Y esta lectura siempre ha sido fuente de inspiración, llamada vocacional, base de una sana autoestima y faro que da sentido a un horizonte vital que he intentado mantener: hay mucha oscuridad en el mundo y yo estoy llamado a poner un poquito de luz. Cuando compartía esta lectura con los niños, en el oratorio infantil del cole, hablábamos de para qué sirve la luz y llegábamos siempre a tres conclusiones: espanta los miedos, ilumina el camino para no perdernos y nos permite reconocernos. ¡Qué bonita vocación, ¿no?! Espantar los miedos del otro, iluminar su camino y reconocerlo. ¿Y la sal? Conserva las mejores propiedades, aporta sabor y cicatriza heridas. ¡Buf! Tremendo. Pero te dejo alguna pista más:

  • «¿Por qué soy luz? ¿Por qué sal?» – Una conversación con un amigo ateo, hace años, me dejó mosca: «Santi, dejad ya de decir que sois la luz del mundo como si los demás, por no creer, fuéramos la oscuridad. Eso no es así. Qué clase de prepotencia es esa…«. Me dio que pensar. Y hoy, leyendo el evangelio y la primera lectura de Isaías, lo tengo más claro: La luz es una manera de vivir. La sal es una manera de relacionarnos. Somos sal y luz en la medida en que le damos al prójimo el centro, en la medida en que entregamos la vida al otro, en la medida en la que vivimos al estilo de Jesús. No son galones ni méritos. Y la prueba está en que Jesús deja claro que la sal puede volverse sosa y la luz puede estar escondida. Nos ha sido dada toda la potencialidad para serlo pero de nosotros depende encender el interruptor, esparcir la sal por donde pasamos. Y eso es una vocación universal, aunque no poseas el don de la fe todavía.
  • «Jesús es la luz» – Jesús es el Amor hecho hombre. Él fue capaz de dar todo, su vida, por sus hermanos, por todos los hombres. Por eso es la LUZ y la SAL por antonomasia. De Él sí podemos decir todo lo que hemos dicho. Por eso, fijarnos en Él, seguirle, imitarle, quererle… nos hace parecernos más a Él. No es que la fe me conceda un privilegio sin más, ser luz o sal, sino que, si es fe verdadera que me lleva a seguir a Cristo, inevitablemente me asemejará a su persona. Sin Él todo es más confuso, todo se vuelve oscuro, el mundo es más frío, estoy más perdido, me siento más solo, afloran los miedos, nada parece valer la pena…
  • «Se curarán tus heridas» – Esto es lo que dice Isaías en la primera lectura de hoy. Deja de buscar remedios que no funcionan. Deja de medicar tu corazón con calmantes que simplemente adormecen los síntomas. Estás herido, herida, y muchas veces no sabes qué hacer con eso. ¡Entrega tu vida! ¡Pon al otro en el centro! ¡Sé fiel a tu vocación! ¡No escatimes en generosidad, en amor, en donación! Si lo haces, esa luz y esa sal que brotarán de tu corazón servirán también para sanarte. El camino te ha dejado heridas y es el amor el que las va a sanar. ¡Mira Cristo! ¿Caben más heridas en ese cuerpo flagelado y destrozado pendiendo de una cruz, en esa alma rota, traicionada, burlada y decepcionada? Pero Él sabía que la única manera era llegar hasta el final, seguir confiando en su Padre. La luz de la Resurrección lo convirtió en un hombre nuevo, en el Hombre para siempre.

Empieza otra semana y puedes hacer de ella un tiempo apasionante. Dios te ha dado la materia prima necesaria para ser luz y sal en el mundo. Estás cansado, cansada, herido, herida, y, aún así, se te invita a seguir entregando tu corazón. Mira a Jesús en la cruz y adelante. Ojalá brille tu luz delante de todos esta semana porque eso querrá decir que estás amando y mucho.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 2º de Adviento Ciclo A

Han sido días de exámenes. Mucho esfuerzo, mucha tensión, mucho cansancio en mis alumnos… De algunos de ellos brota el sentimiento de rechazo ante una vida aparentemente absorbida por los estudios. Un desierto que pasa, sí, pero un desierto al fin y al cabo. Muchos no ven el momento en el que puedan «refrescar» su existencia y sucumben ante el «sol» de justicia que no afloja ni un instante. Son momentos vitales en los que de poco sirve lo que te digan. Uno se siente solo, incomprendido, incomprendida, y sin saber bien qué rumbo tomar. Leamos, en este contexto, el Evangelio de hoy [Mt 3,1-12]:

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»

El desierto no es sólo un paisaje sino que es también un estado vital que, probablemente, todos transitamos en algún momento. A veces llega antes, a veces después. Es una etapa árida, sufrida, agotadora, anodina, desesperadamente rutinaria, con pocas emociones, con pocos frutos, con poca compañía. A veces lo atravesamos por una exigencia máxima en los estudios o el trabajo, otras veces porque está en crisis la vida que estamos viviendo pero no sabemos qué debemos hacer, otras veces por una pérdida cercana, una crisis afectiva o amorosa o una enfermedad, otras veces porque todo aquello que un día pensamos que era lo correcto, que venía de Dios para nosotros, desaparece, empequeñece, deja de aportar felicidad. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «Un anuncio» – Dios hoy llega a tu vida para anunciarte algo. «Prepárate» te dice el Señor. Dispón tu corazón, tu mente, tu cuerpo… para acoger al Dios que se hace presente en tu vida. Prepárate porque Dios llega para cambiarlo todo, para sacarte del desierto en el que estás metido, para poner luz en este momento de oscuridad, para darte vida y hacerte feliz. ¿Qué tienes que preparar? Te tienes que preparar tú. El grito del Bautista «¡convertíos!» es un despertador para tu corazón embotado, anestesiado, adormilado. Conviértete, cambia, deja de mirar donde estás mirando y fija tu mirada en Dios. Dedícale algo más de tiempo, vuelve a rezar un poquito, lee de vez en cuando el Evangelio del día, céntrate en los que te necesitan y descéntrate de ti mismo. Olvida tus sueños de éxito y pon tus pasos en dirección a un humilde pesebre… a lo más pobre de tu corazón.
  • «Dad fruto» – ¿Quiere Dios que seas agricultor, campesina? ¿Está hablando de manzanas, peras, cerezas? Ni mucho menos. Está hablando de que tengas una vida fructífera. Para que un árbol dé fruto, el árbol tiene que ser podado a tiempo, tiene que tener buen sustrato del que alimentarse, tiene que recibir luz y agua. La primera parte es un «poner los medios para dar fruto». Traduzcamos: saca de tu vida «las ramas secas» que te quitan fuerza y te impiden crecer; busca espacios de fe en los que puedas crecer y alimentarte por dentro; ponte a tiro de la luz de Dios con la oración y participa de los sacramentos: vete a misa, comulga, pide perdón… Luego, cuando llegue el momento, brotará el fruto, lo mejor de ti hecho alimento para otros. Cuando llegue el momento, todo lo bueno que tienes dentro servirá para que otros se alimenten. Eso es una vida fructífera.
  • «Espíritu y fuego» – El Espíritu conduce tu vida, lo envuelve todo, te lleva, te empuja, te susurra al oído: «vuelve a Dios». Es un fuego que se va haciendo fuerte en tu interior. ¿No notas todo eso que te quema por dentro? Déjale salir, déjale que haga, que te haga. Dile hoy, conmigo: «Espíritu que eres el fuego de Dios, enséñame a ser un brasa de amor».

Disfruta de este domingo. Seguimos con el Mundial en marcha. Unos se van y otros se quedan. Y mientras el mundo gira con sus pequeñeces, nosotros recibimos una buena noticia. No es momento de hacerse los sordos.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 19º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Desde pequeño he pasado muchos tiempos hablando con mi madre. Mi padre siempre ha sido más reservado y, además, en temas de fe y moral nunca ha metido mucha baza. Recuerdo con nitidez varias «enseñanzas» de mi madre a lo largo de mi vida que se han ido quedando y que, madurándolas, ha ido descubriendo como de gran valor. Una de ellas nos la trae el evangelio de hoy: «Santi, no a todos se nos pedirá lo mismo», decía mi madre. A quién más se ha formado, a quién está más cerca del Señor, a quién ha tenido más posibilidades… se le pedirá más. Y aunque a veces algunos entienden que la justicia es tratar a todos por igual, mi madre siempre se ha alineado con esta visión de la justicia, más evangélica, más humana. Leamos el evangelio de hoy [Lc 12,32-48]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».

Estar en alerta… estar listos… estar preparados… ¡Qué tono más apocalíptico! Pareciera que esto habla del fin del mundo, del juicio final, de que una guillotina está sobre nuestra cabeza y que nos la cortará de cuajo como nos pille a pie cambiado. Bueno, es una manera de verlo un tanto «dramática». Yo te propongo una lectura más cotidiana: Dios llega a tu vida cada día y si no estás «al loro», te lo pierdes. Dios te pregunta cada día qué estás haciendo con lo que él te ha dado y si no estás haciendo nada, te lo pierdes. Tres pistas te dejo para hoy:

  • «El tesoro» – Es la clave de todo este evangelio, del evangelio: el Reino que Jesucristo viene a ofrecerte es un tesoro. Encaminar tu vida tras sus pasos es un tesoro. Poner tu vida al servicio, como Él hizo, es un tesoro. Responder a tu vocación es un tesoro. Amar como Él te ama a ti, es un tesoro. Los mandamientos, la doctrina, «las normas»… no son más que guías para que no dejes escapar el gran tesoro. No se trata de vivir así o asá porque lo dicen los libros, porque lo manda la Iglesia, porque me mandan mis padres… Se trata de descubrir que puedes vivir la vida como un tesoro o como un castigo. Dios vale la pena.
  • «El castigo» – Dios no es un castigador. Dios es amor y sólo sabe amar. Pero Dios permite que tu vida pueda ser un castigo, porque la vida puede ser un auténtico castigo, un infierno… si así lo decides. A veces ponemos demasiado el foco en un castigo, en un infierno, eterno, que vendrá al fin de los tiempos… sin darnos cuenta de que vivir sin amor es vivir de espaldas al tesoro de Dios, al regalo de Dios. ¿Hay mayor castigo que ese? Seguro que ya has experimentado algunas dosis de esta «vida en llamas»: el rechazo, el dolor, la culpa, las heridas… Por eso hoy Jesús te recuerda que, como administrador de tu vida, tienes que decidir qué tipo de vida quieres tener.
  • «Lámparas encendidas» – Buscar el tesoro de Dios en tu vida requiere estar atento, encender «tus luces», adaptar la mirada, tener el oído atento. Porque Dios te habla, Dios te escucha, Dios te busca, Dios se acerca, Dios te llama. Muchas veces te equivocarás. Muchas veces elegirás mal. Muchas veces tendrás que volver al camino. Muchas veces tendrás que pedir perdón. Pero todo eso es estar preparado. Porque estar preparado con Jesús es estar embarrado en el amor, en la búsqueda, en la misión, en la vida. Así que no tengas miedo y vive, vive con pasión, acepta tus flaquezas, ¡busca!, habla con Él, confía en Él y sigue caminando. Siempre «ON FIRE».

Que el calor de agosto no nos haga olvidarnos de aquel que realmente es fuego en nuestra vida, aquel que viene a encender nuestro corazón para que arda y dé luz y calor al que lo necesite.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Evangelio para jóvenes – Domingo 6º del Tiempo Ordinario Ciclo C

Mañana es San Valentín y muchos de vosotros os encontraréis con un regalito de vuestra pareja, de vuestro amigo, de vuestra madre… Otros muchos no tendremos regalo porque, o bien no hacemos nada especial ese día, o bien no tenemos pareja o no hacemos eso con los amigos de la pandilla. El caso es que es un día en el que mucha gente reconoce que el amor le hace feliz, que sus días son mejores amando y siendo amado. Hoy, Jesús, nos plantea un camino de felicidad que rompe esquemas. Escuchemos: Lc [6, 17.20-26].

En aquel tiempo, bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis.
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»

Hoy se te ofrecen múltiples caminos de felicidad, lugares donde se te promete lo mejor, experiencias que te cambiarán la vida. La tecnología, el progreso, el sexo sin tabúes, el éxito laboral, viajar y conocer mundo… ¡Mucha oferta! Nuestros padres y nuestros abuelos no pudieron ni oler mucho del bienestar que hoy disfrutamos. Y aún así, seguro que te sientes solo, frustrada, acomplejada, necesitado, incompleto. Seguro que tienes esa sensación de no haber llegado todavía… Te dejo tres ideas:

  • «Felices» –  Bienaventurados, dichosos… múltiples traducciones para expresar algo que todos buscamos: ser felices. Jesús ofrece aquí una receta de felicidad. Pero leyéndola, despacio, estoy seguro que te dejará algo perplejo y de que sentirás rechazo. «Jesús no puede estar planteando eso«, pensarás. Pero, ¿y si justamente está planteando exactamente eso? Tal vez la cuestión está en qué entiendes tú por felicidad y qué entiende Jesús por felicidad. Plantéatelo. ¿Puedes ser feliz traicionándote a ti mismo? ¿Puedes ser feliz sin desplegar todas tus posibilidades? ¿Puedes ser feliz sin apostar por el amor de verdad? ¿Puedes ser feliz solo con cosas? ¿Puedes ser feliz sin Dios, que te anima a ser libre y te ilumina caminos de libertad? ¿Puedes o no puedes? Busca la verdad de tu corazón.
  • «Luces largas» – El camino de la felicidad no está patrocinado por Nesquik. No es instantáneo ni viaja en fibra óptica. Hay que «poner las largas», dicho en argot automovilístico. ¡Qué difícil eh! Pero hay que intentarlo. La felicidad no es momento, ni instante. La felicidad no es un titular ni es comida rápida. La felicidad no usa gafas para cerca sino que requiere las gafas para lejos. Por eso te cuesta… porque tú te contentas con estar a gustito sólo aquí y ahora y buscas lo que te sacie aquí y ahora. Y te da igual que eso termine y se evapore y vuelvas a estar igual o peor… Por eso tienes que levantar la mirada y mirar horizonte. Jesús habla de una recompensa en el cielo y no debemos perder esto de vista: la vida no se acaba aquí. Lo mejor viene después. Pero el cielo también se toca ya en esta vida, aunque no inmediatamente. ¿Por qué no buscar lugares, personas, experiencias, espacios… que te ayuden a permanecer en ese camino de felicidad?
  • «¡Ay!» – El final del Evangelio no es bonito. Porque Jesús se pone en modo «madre» y nos advierte de lo que puede pasarnos si no hacemos caso. Tú y yo sabemos que pasa. Ya lo hemos probado. Lo hemos sentido en nuestro propio cuerpo y corazón y lo vemos todos los días alrededor. Sabemos lo que es vivir con casi todo y sentirnos casi nada. Sabemos lo que es vivir acomodados y, a la vez, insatisfechos. Sabemos lo que es probarlo todo y no contentarnos con nada. Y sabemos el dolor que produce y el túnel al que nos lleva. ¿No crees que es un precio demasiado elevado? ¿Por qué sigues tragando con la publicidad engañosa, con los vendehumos, con los que entretienen pero no alimentan?

Hoy es un domingo bonito para que apuestes por tu felicidad, pero por la de verdad. Jesús no quiere que vivas debajo de un puente ni que dejes de usar tu móvil o que no aspires a tener un buen trabajo y ganarte bien la vida. Jesús quiere que le dejes espacio, que dejes espacio a otros, que te dejes espacio a ti, que no te conformes, que vivas con menos pero que te sientas más y mejor. Jesús nos propone una manera de vivir que, además, tejerá un mundo diferente, distinto. Vale la pena.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova