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Jesús, el sanador – #buenanoticia

Veo a la gente necesitada de esperanza y veo cómo nos la van quitando, poco a poco. Y veo gente movilizándose, exigiendo derechos, reclamando libertades, apelando a la unidad y a la dignidad. Todo eso es necesario, al menos para los que necesitan gritar para que sentir que el grito sigue perteneciéndoles. La sociedad está herida. Las personas estamos heridas. Nos han hecho daño. A veces nos lo hacemos nosotros solitos. La pregunta es ¿dónde voy a curarme? ¿A mí quién me cura?

Si me hago esa pregunta en primera persona… debo decir que muchas veces me equivoco de médico, o de planta, o de centro de salud. No rezo suficiente, no frecuento suficiente los sacramentos, no me arrodillo suficiente delante del Señor en el sagrario… Y quiero curarme… leo la lectura de hoy y siento que yo no soy uno de esos que corren a «poner al enfermo» delante de Jesús. ¡Pese a saber que Él me curaría!

Si escucho esa pregunta en otros, en hermanos, en amigos, en cualquiera con el que me cruzo, ¿cómo la recibo? ¿Llevo a la gente a Jesús? ¿Soy el mismo Jesús que escucha, que cura, que sana? ¿Puede un herido sanar a otro herido? ¿Juego a ser doctor de almas? ¿Cuándo y dónde me saqué ese título?

Que el Señor reciba mi oración y me ayude en el camino. Que haga de mí su Voluntad. Que sea yo, al menos, agua que calma la sed del enfermo; que corra hacia la fuente que calmará mi propia sed y lavará mis heridas.

Un abrazo fraterno

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¿Defenderse o aceptar? #buenapregunta

Ayer las chicas FEMEN asaltaron al arzobispo de Madrid a la entrada de una iglesia, le llamaron Toño, le increparon, le tiraron bragas rojas y le mostraron sus pechos desnudos… Todo ello con gran virulencia y agresividad y, curiosamente, fotografiado y filmado por varios medios que allí estaban presentes.

La respuesta no se ha hecho esperar y hoy he podido leer múltiples comentarios al respecto en tuits, blogs y muros de muchos hermanos míos. Estoy de acuerdo con mucho de lo leído y comparto inquietud y rechazo ante estas actitudes totalitarias y que niegan toda posibilidad de encuentro. Pero reconozco que no tengo clara la respuesta que, como seguidor de Jesús, estoy llamado a dar. Y aquí es cuando me encuentro con la primera lectura de hoy y mis dudas se acrecientan.

¿Debo defenderme, reclamar mis derechos, revolverme, responder…? ¿O debo más bien aceptar esa humillación, aceptar la persecución y la ofensa y ofrecerla al Padre? ¿Pueden hacerse ambas cosas o no? No lo tengo nada claro. David acepta humildemente acusaciones. ¿Estoy llamado a lo mismo? Aceptar no es lo mismo que resignarse. No se trata de tragar infructuosamente con lo que venga sino de dar gracias por esa persecución, ofrecerla al crucificado, aportarla en la balanza por el bien de otros muchos hermanos perseguidos que siguen dando su vida por su fe…

Tal vez algunos piensen que es de mediocres lo que planteo, de tibios… pero yo no lo creo. Hoy rezaré por esas chicas de FEMEN y daré gracias por la oportunidad que tenemos de testimoniar nuestra fe en medio del temporal.

Un abrazo fraterno

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¿Puedo afirmar que yo soy "luz"? #buenapregunta

Os dejo esta foto, a la luz del Evangelio y sin más comentarios… Comentad… ¿qué os sugiere?

Luz y oscuridad

¿Sembrar o preparar el terreno? #buenapregunta

Leo el Evangelio de hoy y algo se me queda en el aire, en el corazón, dando vueltas. ¿Dios me llama a sembrar? ¿Y qué pasa con esos terrenos llenos de zarzas, de piedras, qué pasa con esa tierra que nunca recibirá la semilla como debe? ¿Quién se encarga de esos terrenos?

Me queda la duda de si, como evangelizador y testigo, debo asumir que eso no es parte de mi tarea y de que lo que yo tengo que hacer es sembrar y Dios dirá o si, por el contrario, otro debe sembrar y yo estoy llamado a coger azadón, guantes y herramientas varias para quitar piedras, limpiar hierbajos y procurar fertilidad en terrenos muertos.

¿Se pueden hacer ambas cosas? ¿Sobre el mismo terreno?

Tengo que reconocer que me inquieta esta pregunta… Que el Señor me dé luz.

Un abrazo fraterno

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¿Demonios o Espíritu? #buenapregunta

Unos veían en Jesús el poder del Mal. Él les llamó blasfemos y advirtió sobre blasfemar sobre el Espíritu.

Tal vez la respuesta está en el propio Evangelio: por sus frutos les conoceréis. Los de Jesucristo son palpables más de 2000 años después. Quién hace de Él el centro de su vida y del Evangelio su mandamiento… es feliz y hace felices al resto.

No ver esto es tal vez fruto de otros más oscuros…

Un abrazo fraterno

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¿Me llamas a mí, Jesús? #buenapregunta

¿Qué debieron sentir y pensar aquellos doce pobres pescadores cuando Jesús pronunció sus nombres y les invitó a subir con Él a la montaña para luego seguir a su lado? ¿Qué debieron sentir y pensar? Supongo que el batiburrillo de emociones y pensamientos sería como para contarlo en todas las cenas en familia de la Historia…

El caso es que Jesús sigue llamando. Jesús sigue convocando a su alrededor personas destinadas a predicar y expulsar demonios. Doble acción salvadora a la que nos invita Jesús? Podríamos decir algo así como «apóstoles de doble acción» como alguno de los dentífricos más usados. Predicar y expulsar demonios. Tarea ardua: ir por el mundo anunciando la Buena Noticia de Jesús y, a la par, ir combatiendo el mal que ahoga la existencia de tantos.

Me da miedo que me llames a mí, Señor. También siento un batiburrillo de emociones. Por un lado, me siento orgulloso, por un lado me iría contigo al fin del mundo, por un lado te amo, por un lado me veo capaz, por un lado… Y por otro, freno para elegirte y descartar otros caminos más cómodos, miedo a la separación, miedo al mal al que me enfrento, miedo a no poder… ¿Me llamas a mí, Jesús? ¿Estás seguro?

Y la montaña… La montaña es protagonista del pasaje. No se puede predicar ni expulsar demonios si antes no hemos pasado un ratito en la montaña con Jesús, si no hemos tenido la experiencia personal de elegirle, de seguirle, de orar con Él, de conocerlo en la intimidad, de subir las cuestas de su mano… La montaña es el comienzo

Un abrazo fraterno

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¿Puedo meterme en la vida de los demás? #buenapregunta

En el mundo hay de todo: desde aquellos entrometidos cuya diversión principal es meterse donde nadie les llama, hasta aquellos otros que, prudentemente o por principios, no mueven un dedo hasta que se les solicita. Yo me pregunto: ¿dónde está la medida?

La medida, como siempre, es el amor. Y sí, hay que meterse en la vida de aquellos que están confusos, heridos… de aquellos que viven en la tiniebla y que, poco a poco, gota a gota, o de golpe, pueden mandar su existencia a pique. Yo me meto en la vida del otro porque le amo, porque le quiero y porque ese amor me obliga a abrazarle, a acariciarle, a mirarle a los ojos, a decirle, a contarle, a estar a su lado… ¡No puedo permitir que caiga por el precipicio! Lo que hace Jonatán con David y Saúl, vamos… Jonatán se entromete para salvar a ambos: a David, de la muerte, a Saúl de una decisión que le condenaría eternamente.

Meterse, entrometerse por amor, en la vida del otro significa jugarse la vida propia. Uno también se la juega en esta decisión. La vida se me puede complicar e incluso puedo perder al otro definitivamente. Es arriesgado. Pero no hay opción. No puede haberla. No hacer nada… nos condenaría a nosotros mismos. Pero también significa desplegar toda la escucha de la que soy capaz, toda la ternura, todo el tiempo, toda la empatía, todo el respeto… Significa desterrar el juicio sobre el otro y sólo amar.

Un abrazo fraterno

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¿Por qué tanta ansia de ser lo más? #buenapregunta

A veces me impongo a mí mismo losas que no vienen de Dios. Me atrevería a decir que ni siquiera llevan a Él. Quiero ser el mejor padre, el que más tiempo pasa con sus hijos, el que mejor les entiende, el marido que mejor cuida una casa, el irreprochable a los ojos del mundo. Quiero hacer muchas cosas y hacerlas todas bien. Y quiero que la gente sepa lo que hago. Y quiero ser creativo e inventar y darle otra vuelta más de tuerca. Y ser el más sensato y el más prudente y el más listo y el más atractivo… Y quiero ser un buen cristiano, el que más se da, el que mejor reza, el más profundo, el que mejor hablar, el que mejores microrrelatos escribe…

Y llega la primera lectura de hoy y todo se me cae al suelo. Y se rompe. Y hace ruido. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué el más pequeño? ¿Por qué David, que estaba pastando con las ovejas? ¿Por qué?

Me empeño en ser lo más, en engrandecer, en ser la bomba… porque me cuesta aceptar que tu elijas a los pequeños, a los poca-cosa. Vas al corazón… ¡y eso es una puñeta Señor! Vas al pequeño de corazón grande y dices: «Éste».

Padre, déjame que me postre ante Ti y llore. Libérame del peso, abrázame y seca mis lágrimas. Soy débil y tengo miedo. Miedo de fallar, miedo de pifiarla, miedo de no saber, miedo de no poder. Soy pequeño, Señor. Soy pequeño.

Un abrazo fraterno

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¿Obediencia o sacrificios? #buenapregunta

Pienso que ni obedecer ni sacrificarse es malo en sí mismo ni tiene por qué ser excluyente. Todos hemos experimentado, yo el primero, en la vida, que a veces hay que obedecer y que a veces hay que sacrificarse y, además, hemos experimentado lo bueno que había en ello al hacerlo.

He obedecido a mis padres siendo niño. Tenía que hacer lo que ellos me dijeran, incluso a veces, muchas veces, sin estar de acuerdo. El hijo debe obedecer al padre, al profesor, al párroco, al agente… a todo aquel que tiene cierta autoridad. El niño no entiende el por qué de esa autoridad pero el acto de obedecer le ha protegido, le ha conducido, le ha enseñado, le ha formado, le ha pulido… Ahora obedezco a mi jefe cuando me manda hacer algo y sigo obedeciendo, de otra manera tal vez, a las autoridades que sigue habiendo en mi vida. También obedezco a la Iglesia, a veces también sin entender.

Me he sacrificado, y lo sigo haciendo. Haciendo, no lo que me apetece, sino lo que desean mis hijos. A veces veo el programa que mi mujer quiere o compro aquello que a otro le gusta. Me sacrifico cuando decido trabajar yo en lugar de otro compañero. Me sacrifico cuando resisto y me esfuerzo y no tiro la toalla al primer atisbo de sufrimiento.

Pero la Palabra hoy nos plantea esta disyuntiva para que nos definamos como creyentes. ¿Qué estilo de creer tengo yo? ¿Soy de los piensan «comprar su parcela en el cielo» a base de sacrificios y ya? ¿Soy de los que eliminan al Espíritu de la ecuación y me quedo sólo con la ley y sigo su letra y nada más? ¿Soy de los que va a misa porque hay que ir, de los que da limosna porque hay que dar, de los que reza 30 porque es mejor que 20? ¿Soy de los que cumplen pero no viven? ¿O soy de los que ponen a Jesús en el centro de su vida? ¿O soy de los que decide vivir pobre para compartir con otros? ¿O soy de los que confían y ponen sus talentos al servicio de todo el que los necesite? ¿O soy de los que ven el rostro de Jesús en el otro y salen a su encuentro y dan la vida por él?

Hay que elegir. Yo elijo lo segundo. Intento obedecer al Señor Jesús y vivir como Él vivió. Lo primero, subyace también. Que el Espíritu me asista continuamente para no tener miedo. El Cielo no se gana. El Cielo se me regala.

Un abrazo fraterno

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¿Hago cumplir aquello que se me encarga? #buenapregunta

No sé cuáles son las motivaciones que tienen las personas a la hora de ir tomando decisiones en su vida. En la niñez y pubertad, nuestros padres son quienes, casi por completo, toman decisiones por nosotros pero llega un momento en que uno tiene que ir decidiendo su camino en los estudios, si va a estudiar o a trabajar, qué estado de vida se plantea, etc. He conocido personas que, desde muy chiquitos, tienen claro cuál es su destino. Otros, en cambio, van respondiendo según estén las circunstancias y muchos valoran posibilidades de trabajo futuro, dinero, éxito, fama, felicidad, aspiraciones personales… Yo mismo puse la carrera de Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos como primera opción en mi solicitud a la Universidad. De segundo puse Ingeniería Informática, que es la que finalmente estudié. Puedo afirmar que ninguna de ellas responde a aquello que soy realmente, ni a mis dones, ni a lo que me gusta en realidad… y, desde luego, no responden a aquello a lo que se me llama.

Todos nacemos con encargos. Un conjunto de tareas que conforman una misión personal, misión que se nos encarga y que, si no llevamos a cabo, quedará sin hacer. Cada misión es única y particular. El vacío que deja su no consecución es sufrido por toda la humanidad. La ejecución satisfactoria de la misma, por contra, hace al mundo mejor, mucho mejor.

Jesús, en el Evangelio de hoy, es ejemplo del que cumple plenamente aquello que se le encarga; ejemplo del que responde a la llamada que se le hace; ejemplo del que lleva a cabo hasta la últimas consecuencias la misión que se le ha encomendado.

Conocer la llamada no es inmediato y requiere estar atento al Espíritu y ser su morada. Ni siquiera se desvela siempre en su totalidad… Yo me pregunto día sí, día también, qué querrá el Señor de mí pese a tener claras varias cosas: se me llama al matrimonio, se me llama a la paternidad, se me llama a la evangelización, se me llama ahora a ser testigo en la red, se me llama a dar salida a mis dones para aprovechamiento de todos… y se me llama a la educación de niños y jóvenes. Éste último punto está pendiente y, puedo decir, genera mucho sufrimiento. Estoy en camino de dar la respuesta definitiva porque cuando uno es llamado por el Padre… o responde o se pierde.

Un abrazo fraterno

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