Del libro de Ageo…

18 Reflexionen desde hoy en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes en que se pusieron los cimientos del Templo del Señor. Reflexionen:

19 ¿Queda aún semilla en el granero? ¿todavía no han dado nada la vid, la higuera, el granado y el olivo? A partir de este día, yo daré mi bendición.

20 La palabra del Señor llegó por segunda vez a Ageo, el día veinticuatro del mismo mes, en estos términos:

21 Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, y dile: Yo haré estremecer el cielo y la tierra,

22 derribaré el trono de los reinos y destruiré el poder de los reinos de las naciones; derribaré los carros y sus conductores, los caballos y sus jinetes caerán abatidos, cada uno bajo la espada de su hermano.

23 Aquel día –oráculo del Señor de los ejércitos– yo te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Sealtiel, mi servidor –oráculo del Señor– y haré de ti un anillo para sellar, porque yo te he elegido –oráculo del Señor de los ejércitos

Protégeme, Dios mío (Salmo 15)

No me gusta cómo ha empezado la mañana. Ya me sentí raro al levantarme con la cabeza a 100 por hora, como si no hubiera desconectado durante la noche. Me desperté como… ¿pensando? No sé… raro. Y luego siento que vuelvo a tener un día emocionalmente inestable, intenso… y pierdo el control sobre ciertas cosas.

Cuando leo las lecturas de hoy no me siento capaz de ponerme en la piel de Pablo porque no me siento capaz hoy de asumir ninguna misión ni ningún envío… incapaz de predicar, enseñar o iluminar. Leo el Evangelio y me pierdo… No sé si mi atención está dispersa, mi capacidad de concentración limitada… pero no soy capaz. Sólo el salmo ha sido capaz de entrarme por el oído y el corazón y traerme la necesidad de protección por parte del Señor. Pido luz, pido amparo, pido serenidad, pido mesura…

Me he puesto música de Taizé y he encendido una vela. Con eso os digo todo…

Un abrazo fraterno

Estad alerta (Hechos 20,28-38)

Lobos feroces…

Aunque uno viva desde y para Dios no está exento de que los «lobos feroces» aparezcan y destrocen todo lo conseguido. Es más, Pablo da por seguro que aparecerán y por eso pide mucha prudencia y estar alerta.

Esto de vivir alerta no siempre se entiende. Durante mucho tiempo hablando de ésto he percibido que a muchas personas no les gusta esto de prevenir, de hacer sonar las alarmas ante determinadas situaciones. Les parece cenizo, les parece que es tener problemas cuando éstos no existen. Es curioso. Aplicado a todo: los que no quieren ir a hacerse controles médicos de prevención por si le encuentran algo, los que no quieren hablar con su pareja de cómo va el matrimonio ante la sospecha de que no va del todo bien porque parece que la crisis no se le permite a un matrimonio decente, los que no quieren que nadie les acompañe en su camino de fe no va a ser que descubran todas sus incoherencias… No sé… Vivimos en una sociedad a la que no le gusta ESTAR ALERTA. Hay que dar una imagen falsa de seguridad, de perfección… que todo sea muy flowerpower…

Considero que saber disparar las alarmas a tiempo es FUNDAMENTAL, lo contrario es jugar a la ruleta rusa. Las alarmas nos obligan a ser conscientes de lo que vivimos, a observarnos, a conocernos y a poner remedio cuanto antes cuando los lobos feroces aparecen. Construir un gran dique y luego no vigilar si aparecen grietas… suele terminar en catástrofe.

Un abrazo fraterno

Ahora me dirijo a Jerusalén (Hechos 20,17-27)

Precioso el relato de Pablo de la lectura de Hechos de hoy. Es el relato de alguien que se mueve al son del Espíritu, de alguien que no echa el ancla en ningún sitio y que se pone en camino siempre que el Espíritu sopla otro destino. Alguien preocupado por «cumplir con el encargo de Dios», por llegar al final de sus días satisfecho por haber hecho aquello para lo que Dios le hubiera llamado. En definitiva, es el relato de alguien disponible, de alguien atento al Espíritu.

¿Qué puedo aprender yo de Pablo hoy, Señor? Intento plantear mi vida desde esos parámetros: disponibilidad, escucha y valor humilde. Intento responder a mi vocación y no asirme demasiado a lugares, cosas o personas más allá de aquellas fundamentales: mi mujer y mis hijos. No es fácil vivir en este mundo «al margen» de seguridades, comodidades, bienestar… pero lo intento. Ayúdame.

Leo el Salmo y recibo la caricia del Padre, la misma que recibió Pablo y tantos otros antes que yo: Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, / aliviaste la tierra extenuada. Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.

Caricia siempre necesaria. Carga compartida. Camino acompañado. Dios encarga pero no desaparece luego. Dios está. Dios guía. Dios cuida. Pese a la oscuridad a veces. Pese al silencio por momentos. Pese… pese… pese…

Un abrazo fraterno

Tened valor (Juan 16,29-33)

Jesús lo dejó claro desde el día uno de su marcha: en el mundo, tendréis luchas. No era un tipo que viviera en los cielos y que no supiera lo que implicaba anunciar el Evangelio. ¿Quién mejor que Él, crucificado, para advertirnos de lo que traería de sí seguirlo? Luchas. No problemitas, complicaciones, cosillas… no: luchas. Batallas. Guerras.

Y Jesús apeló a la épica, al valor. Yo a veces comparto en facebook o aquí en el blog que activo mi modo épico. Suelo poner algo así como «MODO ÉPICO = ON». La gente se ríe y yo también pero en el fondo de mi ser conozco lo que eso significa y cuando activo el modo épico sé por qué lo hago. Y me pongo la música adecuada y dirijo mi actitud de una manera determinada y me agarro los machos y, realmente, siento que estoy en medio de la gran batalla y que tengo que ser valiente y salir a luchar. El modo épico es fundamental en mi vida…

No soy el único valiente. Conozco mucha gente que sale ahí afuera y deja sus miedos en casa. Conozco a muchos que plantean su día a día desde la promesa de la victoria final. Y conozco a unos pocos, que casi siempre son mujeres, que no es que sean valientes… es que son auténticas heroinas. Son heroinas anónimas que sostienen sus vidas pese a dificultades mayúsculas, a batallas durísimas, a pruebas muy exigentes… Muchas de ellas no creen en Dios o no lo tienen presente pero YO, AL MIRARLAS, LO CONTEMPLO Y DESCUBRO SUS MARAVILLAS EN ELLAS. Otras son la imagen nítida del mismo Dios…

Un abrazo fraterno (os dejo una canción de mis momentos en modo épico… :-))

Recibiréis fuerza para ser mis testigos (Hechos 1,1-11)

 «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos:
echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas,
cogerán serpientes en sus manos y,
si beben un veneno mortal, no les hará daño.
Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

Qué preciosas lecturas las de este domingo. Las escuché ayer, celebrando en la capilla del colegio S. José de Calasanz, de Valencia, junto al resto de participantes en el encuentro anual de Fraternidades Escolapias de España. Preciosas y claramente significativas para el paso que daremos muchos en la Provincia el próximo día 26, el próximo sábado.

El próximo día 26 diremos que sí a dar un paso en nuestro compromiso con la Iglesia, con Calasanz, con la Escuela Pía y los destinatarios de su misión: niños y jóvenes. Seremos reconocidos por la Orden y aceptados como presencia escolapia, como portadores de un carisma compartido. Diremos que sí personas, matrimonios, familias enteras, comunidades… Nos dejaremos llevar por el soplo del Espíritu y confiaremos y nos lanzaremos al vacío, una vez más.

«Mejor que ambicionar ser alguien, es ser uno mismo» dice Luis Guitarra en su canción «Mejor contigo», que ayer sonó en una presentación. Y así doy yo este paso: desde la convicción de estar respondiendo a una llamada, a una vocación. Con cada día que cae del calendario, la ilusión y la emoción va creciendo. Y la paz. Y la felicidad.

En este domingo de la Ascensión me pongo en manos del Padre y de Calasanz. Aquí estoy. Para hacer vuestra voluntad; para que al verme, la gente crea; para hacer milagros; para ir donde se me llame. Para proclamar el Evangelio, para echar demonios en vuestro nombre, para hablar lenguas nuevas, para coger y aniquilar a las serpientes del mundo y para sanar a los enfermos. Aquí estoy.

Un abrazo fraterno

Se alegrará vuestro corazón (Juan 16,20-23a)

¡Qué lectura! ¡Qué palabras de Jesús! Directas al corazón. Directas a las aspiraciones más hondas de mi persona, de muchas personas.

Se pone en evidencia que no todo el mundo pone a Dios en medio. El mundo, cada vez más, se aparta de Dios y vive «alegre». Los que seguimos a Jesús sabemos, al menos yo, que cuando se pierde la alegría vital es porque algo se ha interpuesto entre Jesús y uno. Cuando el corazón cruje desfallecido lo mejor es buscar la mirada de Jesús y descansar en Él. Su promesa es clara: SE ALEGRARÁ VUESTRO CORAZÓN. NADIE OS QUITARÁ YA VUESTRA ALEGRÍA. NADIE.

Ayer fue un día de una intensidad tremenda. Estoy viviendo y exprimiéndome hasta el no poder más pero, aunque desfallecido y cansado a veces, me siento vivo. Vivo días de feroz batalla, de mano tendida, de amor que todo lo ocupa… Y me esperan días de igual o mayor intensidad. No hay tregua. Comprometiendo la vida minuto a minuto. Al amparo de una vela que me recuerda la presencia que nunca desaparece.

Hoy visto la armadura de la fe. Empuño la espada de la verdad. Me protejo con el escudo de la confianza. Y pongo todo mi ejército, todo lo que soy, al servicio del Rey. La victoria es segura.

Un abrazo fraterno

En Él vivimos (Hechos 17, 15.22-18,1)

Después de decir ayer que estaba OFF no pensé que hoy sacaría fuerzas para escribir pero lo acabo de decidir. No quiero ceder ni un m2 de la parcela ya conseguida, de la parcela de Dios, de mi íntima parcela… Igual tendré que vender terrenos adyacentes… pero éste es central. Así que me he leído las lecturas del día y me ha venido al pelo encontrarme con ese discurso de Pablo de la lectura de los Hechos.

Pablo me recuerda que Dios no está fuera sino que vive en mí, se mueve en mi y yo me muevo por y con Él. Incluso en mi oscuridad actual, en mi cansancio, en mi nubarrón… Dios está ahí. No se ha ido. Lo percibo en las caricias de mi prójimo, en los susurros de mis ángeles, en mi permanencia, en mi fidelidad, en mi consciencia. Lo percibo en mi soledad y en mi silencio. Lo percibo en mi debilidad. Lo percibo en los planes futuros fruto del Espíritu.

Señor, me presento ante Ti cansado. Desfallecido.
Mi Señor, me presento ante Ti algo avergonzado,
consciente del sufrimiento ajeno escrito en mayúsculas,
consciente de lo minúsculo del mío.
Señor, oh Señor, me acurruco bajo tu brazo
y descanso en tu regazo.
Toma mi mano y llévame Tú. Una vez más.
Llévame, carga conmigo;
con mi oscuridad, con mi pecado, con mi debilidad.
Y luego vuelve a poner mis pies en tierra
y déjame continuar anunciándote.
Donde quieras. A quién Tú quieras.

Un abrazo fraterno

La paz os dejo (Juan 4,27-31)

Uno de los frutos del encuentro con el Resucitado es la paz. Cuando uno se ha visto cara a cara con un Jesús capaz de dar vida, donde sólo había muerte; siente paz. Seguro que alguna vez hemos tenido brevemente o intensamente esa experiencia.

Para mi la paz siempre ha sido un parámetro ideal para calibrar si mi intuición me engañaba a la hora de tomar decisiones importantes sin llegar a tener seguridades absolutas o certezas definitivas. Si estaba en paz, optaba por ese camino. A veces era una paz producida imaginándome el resultado de una decisión o la vida después de ella.

La paz de Jesús, además, necesita de un corazón firme y valiente. Así nos lo dice Él. Porque la paz está bien pero luego… hay que seguir amando.

Un abrazo fraterno