Evangelio para jóvenes – Domingo 27º del Tiempo Ordinario Ciclo A

El buen entrenador es aquel que asume como propias las derrotas y se desmarca de los éxitos, regalando a los jugadores el protagonismo del fruto conseguido. Lo demás es pura soberbia, que acaba con cualquier equipo. Lo mismo pasa en la labor docente. Lo mismo pasa en la vocación paternal. Apropiarse de los frutos y querer jugar a ser «dios» todo el rato… tiene consecuencias terribles. De algo de esto va la Palabra de hoy. Leamos el Evangelio [Mt 21,33-43]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo.» Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Éste es el heredero, venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.» Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: «La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente?» Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Dios cuida de su pueblo. Eso pretende al menos, aunque a veces se lo ponemos difícil. Dios no sabe hacer otra cosa que cuidar. Nosotros sí. Sabemos destruir, matarnos, odiarnos, separarnos… Tenemos la capacidad de jugar a la contra de Dios y de poner patas arriba todo aquello que salió de sus manos. No hay más que ver el mundo. Te dejo tres pistas para hoy:

  • «¿Qué se ha encomendado a tu cuidado?» – ¿Cuál es la viña que el Señor te ha regalado? ¿Lo has pensado alguna vez? ¿O piensas que no tienes responsabilidad sobre nada, que no debes cuidar nada? ¿Eres como un Principito sin rosa? ¿Sólo tú, tú y tus sueños? Dale una vuelta. ¿Es tu familia? ¿Es ese amigo tuyo que anda perdido? ¿Es tu grupo de chavales de catequesis? ¿Son tus compañeros de trabajo? ¿Es la institución en la que trabajas o la organización en la que estás de voluntaria de vez en cuando? ¿Y la Iglesia? ¿No está puesta la Iglesia también bajo tu cuidado? ¿Qué haces con todo ello?
  • «¿Y tus propios dones?» – ¿No debes cuidar también lo que Dios te ha regalado a TI? Esa capacidad de escucha que serviría a tantos si la pusieras en práctica; esa inteligencia que si creciera cambiaría el mundo y que, sin embargo, se pudre tras tu pereza; esa capacidad para comunicar que has decidido sacrificar por algo más «cool» y exitoso; ese don que tienes con las personas mayores, o la paciencia con los más pequeños o tu fortaleza frente a las tempestades de la vida… ¿Cuidas todo eso que no es obra tuya y que, en cambio, es lo mejor que tienes? ¿Cuidas tus dones o los matas de inanición? ¿Cuidas tus dones o te apropias de ellos y los usas al mejor postor? ¿Qué haces con la semilla del Reino que Dios ha plantado en tu corazón?
  • «Siempre Dios» – Más allá de tu propia soberbia, de tu orgullo, de la convicción de que eres el ombligo del mundo… más allá de todo eso, está Dios, el olvidado, el sacrificado, el humillado. Dios es el que te creó, el que lo creó todo, el que lo puso todo delante de tus narices y del que ahora te has olvidado. Tus éxitos son tuyos, dices. Los fracasos, tu pecado, culpa del Dios al que has echado de tu vida tantas veces… ¡Aclárate! ¡No te mientas a ti mismo, a ti misma! Dios te llama a ser su hijo, su hija. Dios te llama a cuidar a tus hermanos y al mundo. Dios espera que el amor y tus cuidados fructifiquen. Y, al final, espera sentarte en su mesa para disfrutar juntos del banquete… Vale la pena.

La Iglesia también es parte de esta «viña» que Dios a puesto bajo tus cuidados. No siempre la entiendes. No siempre compartes alguna de sus enseñanzas, o posiciones o actuaciones. No siempre valoras su diversidad. No siempre aceptas sus errores. Pero Dios te llama a cuidarla, no ha arrasarla, ni a machacarla, ni a dividirla… Sé cuidadoso también con ella en estos tiempos tan complejos que nos ha tocado vivir.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

 

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