Evangelio para jóvenes – Domingo de Ramos Ciclo C

Comienza la Semana Santa. El olor a incienso no es capaz, aún así, de mitigar el olor a bombas, explosiones, sangre y hambre que asolan tantos lugares de la Tierra. La Pasión del Señor llega, un año más, acompañada de nuestras propias pasiones, dolores, cruces, sufrimientos y muertes. Tal vez sea por eso que esta semana es tan sagrada: es la humanidad más frágil y vulnerable la que nos acerca a la grandeza absoluta de Dios, a su amor infinito. ¡Vaya paradoja eh! Una paradoja que también te afecta a ti, que no eres espectador de su Pasión, ni espectador de la tuya propia. Es momento de acercarnos a un relato sobrecogedor. Dispón tu corazón y escucha: [Lc [22, 14-23, 56].

En aquel tiempo, los ancianos del pueblo, con los jefes de los sacerdotes y los escribas llevaron a Jesús a presencia de Pilato.
C. Y se pusieron a acusarlo diciendo
S. «Hemos encontrado que este anda amotinando a nuestra nación, y oponiéndose a que se paguen tributos
al César, y diciendo que él es el Mesías rey».
C. Pilatos le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».
C. El le responde:
+ «Tú lo dices».
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. «No encuentro ninguna culpa en este hombre».
C. Toda la muchedumbre que había concurrido a este espectáculo, al ver las cosas que habían ocurrido, se volvía dándose golpes de pecho.
Todos sus conocidos y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea se mantenían a distancia, viendo todo esto.
C. Pero ellos insitían con más fuerza, diciendo:
S. «Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde que comenzó en Galilea hasta llegar aquí».
C. Pilato, al oírlo, preguntó si el hombre era galileo; y, al enterarse de que era de la jurisdicción de Herodes,
que estaba precisamente en Jerusalén por aquellos días, se lo remitió.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio
C. Herodes, al vera a Jesús, se puso muy contento, pues hacía bastante tiempo que deseaba verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle hacer algún milagro. Le hacía muchas preguntas con abundante verborrea; pero él no le contestó nada.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con ahínco.
Herodes, con sus soldados, lo trató con desprecio y, después de burlarse de él, poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo día se hicieron amigos entre sí Herodes y Pilato, porque antes estaban enemistados entre si.
Pilato entregó a Jesús a su voluntad
C. Pilato, después de convocar a los sumos sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo:
S. «Me habéis traído a este hombre como agitador del pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en este hombre ninguna de las culpas de que lo acusáis; pero tampoco Herodes, porque nos lo ha devuelto: ya veis que no ha hecho nada digno de muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Ellos vociferaron en masa:
S. «¡Quita de en medio a ese! Suéltanos a Barrabás».
C. Este había sido metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra queriendo soltar a Jesús, pero ellos seguían gritando:
S. «¡Crucifícalo, crucifícalo!».
C. Por tercera vez les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho este? No he encontrado en él ninguna culpa que merezca la muerte. Así que le daré un escarmiento y lo soltaré».
C. Pero ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo su griterío.
Pilato entonces sentenció que se realizara lo que pedían: soltó al que le reclamaban (al que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se lo entregó a su voluntad.
Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí.
C. Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
+ «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que vienen días en los que dirán: «Bienaventuradas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Caed sobre nosotros», y a las colinas: «Cubridnos»; porque, si esto hacen con el leño verde, ¿que harán con el seco?».
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él.
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
C. Y cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
+ «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».
C. Hicieron lotes con sus ropas y los echaron a suerte.
Este es el rey de los judíos
C. El pueblo estaba mirando, pero los magistrados le hacían muecas diciendo:
S. «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido».
C. Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo:
S. «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo».
C. Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos».
Hoy estarás conmigo en el paraíso
C. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
S. «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros».
C. Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía:
S. «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada».
C. Y decía:
S. «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino».
C. Jesús le dijo:
+ «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu
C. Era ya como la hora sexta, y vinieron las tinieblas sobre toda la tierra, hasta la hora nona, porque se oscureció el sol. El velo del templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
+ «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu».
C. Y, dicho esto, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa
C. El centurión, al ver lo ocurrido, daba gloria a Dios diciendo:
S. «Realmente, este hombre era justo».

El Domingo de Ramos es el pórtico de entrada a la semana más importante en la vida de Cristo. Sus tres años de vida pública han sido un camino hacia Jerusalén, hacia el centro neurálgico de todo aquello que conviene sanar y salvar; hacia el lugar pervertido por poderosos, manipulado por los influyentes; hacia el lugar, también, donde Dios se hace presente entre su pueblo. Jerusalén es, a la vez, el lugar donde la gracia y el pecado confluyen. ¡Qué maravilla saber que donde Dios va a consumar su acto de amor infinito por ti y por mí, por todos, es justamente allí donde la vida se juega entre luces y sombras, allí donde el mal y el bien siguen en disputa. Tres pistas para comenzar estos días:

  • «Vive tu vida con PASIÓN» – La vida de Jesús fue una vida apasionada y apasionante. Su pasión no dura unos días. Su vida fue pasión de comienzo a fin. ¿Por qué? Por su manera de vivirla. Vivir algo con pasión es vivirlo entregándote a ello. Jesús vivió su vida entregándola. No se guardó nada, lo gastó todo. Jesús entendió que todo lo que había recibido, que todo lo que tenía, que todos sus dones, lo mejor, sólo cobraban sentido en la medida en que fueran entregados. Amor entregado, libertad entregada, fe entregada, manos entregadas, tiempo entregado, perdón entregado… Un año más, este Jesús apasionado viene a preguntarte qué estás haciendo con tu vida, qué estás guardándote, qué te cuesta entregar… y te anima a darlo todo. Jesucristo te mira hoy y te anima a vivir el tiempo que se te ha dado, que es concreto y limitado, entregándote, sin guardarte nada, en tus estudios, en tu trabajo, con tu familia, con tu pareja y amigos, con lo más pobres y necesitados… Una vida apasionante no es otra que una vida apasionada, una vida de pasión. Mira a Jesús, hoy. Dile que te ayude, que no es fácil, que quieres… pero que no siempre puedes. Díselo y escucha.
  • «Acoge la cruz que llega» –  La cruz de Jesús puede ser leída de muchas maneras. Es una cruz que le llega de fuera, una consecuencia a su manera de vivir, un grito de rechazo desde los corazones encerrados en sí mismos. Pero, a la vez, es una cruz querida, acogida, aceptada por Cristo. Cristo coge la cruz y la convierte en lugar de salvación. Allí donde lo peor del hombre se había concentrado, allí, justamente allí, es donde Dios va a salvarnos a todos. Ahí, donde lo peor de ti y de tu vida tiene lugar, ahí, justamente ahí, es donde Dios obra su milagro de amor y te salva. La pasión y la cruz, van de la mano. Porque no hay entrega sin pérdida, porque no hay amor que no traiga, en su reverso, dolor. Sólo el que ha amado conoce el amargo sabor de la traición, de la decepción, del fracaso, de la enfermedad, del desprecio. Sólo el que se la juega sabe que tiene mucho que perder… y, a la vez, mucho que ganar. A la cruz hay que mirarla sin miedo. Porque no la llevas solo, sola. Porque la lleva Él contigo.
  • «Y al final, la victoria» – Mal educada tendríamos la mirada si convirtiéramos esta semana, y por extensión nuestra vida, en un valle de lágrimas sin esperanza, sin confianza, sin alegría. Como si tuviera que acontecer algo que todavía no hubiera acontecido. Jesucristo YA RESUCITÓ. La victoria es SEGURA. La muerte HA SIDO YA VENCIDA. Tú HAS SIDO SALVADO. A ti, Dios YA TE ESPERA A SU LADO. ¿Ya está todo hecho pues? No. Porque uno puede no enterarse de nada, vivir de espaldas al amor, pasar los días mirándose sólo el ombligo, guardando bajo llave todo lo bueno como si el cielo dependiera de sus méritos, o como si el cielo no se ganara y se viviera ya aquí, abajo. Dejarse amar. Dejarse perdonar. Abrir los ojos. Responder al amor con amor. Acoger la salvación que se te ofrece. ¡Tal vez lo más difícil! ¡Y a la vez lo más importante! ¿Vives como si la Resurrección no hubiera tenido lugar? ¿En qué te afecta haber sido bautizado, bautizada? ¿Vives como hijo de Dios? ¿Cómo respondes al amor? ¿Crees en la victoria o prefieres caer en las redes del tóxico victimismo oscuro y paralizante?

Qué semana tienes por delante… ¡No la dejes escapar! Dios habla siempre pero esta semana… más alto. Los sentidos bien dispuesto. Mira, escucha, saborea, toca y huele. Y déjate hacer.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

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