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Evangelio para jóvenes – Domingo 17º del Tiempo Ordinario Ciclo A

No sé de qué hablas tú con la gente que te rodea pero recuerdo a la perfección lo que me dijo un joven ya hace tiempo: «Necesitamos que la Iglesia nos acompañe en las alegrías de nuestra vida». Pensando mucho esa frase me doy cuenta de que muchas veces insistimos demasiado en hablar de lo que hay que hacer para encontrar a Dios y para llevar una vida feliz, según nosotros. Tal vez dedicamos poco tiempo a contarle a la gente lo que Dios tiene que ofrecerle, la Buena Noticia. Escuchemos el Evangelio de hoy [Mt 13,44-52]:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos le contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»

Si Dios no tiene nada bueno que ofrecerte, es que no estás pensando en el auténtico Dios. Si Dios no es Buena Noticia, no vale la pena. Si alguien no percibe que tengamos algo bueno que ofrecerle… ¿por qué se iba a acercar? ¿Cómo mantener la esperanza? ¿Cómo cambiar de vida? Te dejo tres pistas sobre el evangelio:

  • «Lo escondido, lo encontrado» – ¡Claro que Dios tiene una buena noticia para ti! Pero que sea buena no quiere decir que sea obvia. El tesoro escondido en el campo, la perla de gran valor que se esconde en un mercado, los peces que viven bajo el agua… ¿No te das cuenta? Hay que ir hacia adentro. Tienes que meterte ahí adentro, aunque a veces te dé miedo. Tienes que mirar en lo profundo de tu corazón, tienes que mirar la realidad con otros ojos, tienes que  participar en experiencias que te animen a pensar, a navegar por tus emociones, a escarbar en tus sentimientos, en tus anhelos, en tus creencias… Dios te está esperando pero tienes que encontrarlo. Requiere que pongas de tu parte. ¡Es que no encuentro a Dios! ¡Es que no le veo, no le oigo! Cuántas veces he escuchado eso… No funciona así. Para encontrarle, tienes que taladrar todas esas capas con las que te has acostumbrado a vivir. Prueba…
  • «No hay nada más valioso» – No hay nada más valioso que encontrar aquello que estás buscando, aquello que necesitas aunque, a veces, no eres ni consciente de ello. No hay nada más valioso que encontrar aquello que colma tu corazón, que te hace vivir en paz, que procura descanso a tu alma. No, no es el elixir de la juventud, ni el secreto de la inmortalidad, ni una fórmula que evita todo sufrimiento. No es eso. Pero sí es aquello que te permite vivir todo lo que venga con sentido, que te permite sentirte contento, contenta, contigo mismo, que te permite saberte perdonada, perdonado, querida, querido. Es eso que buscas a veces en lugares, en personas, en cosas… y por lo que mendigas tanto amor. Ese es Dios. Ese es el tesoro que te ofrece. Ese es el Reino que ya puedes habitar. Hoy. Aquí. Ahora.
  • «Venderlo todo» – Esto es lo que siempre rechina a muchos, como si Dios se cobrara un precio por seguirle. ¡No! ¡Quítate esa idea de la cabeza! ¡Lee bien las parábolas! ¿Detectas que el labrador, el comerciante, los pescadores, se hayan sentido obligados a venderlo todo? ¡Que no! ¡Que Dios no pide precio! ¿No te das cuenta? Cuando lo encuentras, ¡eres tú el que ya no va a querer pasar sin Él! ¡Porque no hay nada mejor! Cuando llegue ese momento, si no ha llegado aún, te darás cuenta. Harás cosas que no todo el mundo, dedicarás tiempo a cosas diferentes a los demás, sacrificarás ciertos aspectos de la vida que tienen valor para otros pero ya no para ti, irás con personas que sí valen la pena y no te dejarás deslumbrar por otros… Pero todo lo harás con gusto, con alegría, sin pesar, sin sentir que estás hipotecado… Lo único que pasará es que te habrás dado cuenta de que cuando uno apuesta por el Reino, hay cosas que sobran…

Hoy vienen a cenar unos amigos. Jóvenes buscadores que valen la pena, que son luz, que han encontrado el tesoro y que empiezan a vivir de una manera diferente. ¡Qué afortunados seremos en casa de contar con su presencia! Ellos son tesoro, son perla, son buena pesca… Ellos son Reino. Dios hoy vendrá a casa con ellos. Y así todos los días. Siempre, Señor.

Un abrazo fraterno

Santi Casanova

Llenarse de alegría en el Espíritu (Lc 10,21-24) – Martes I #Adviento

Qué bonito: lleno de alegría en el Espíritu. Eso nos dice hoy la Palabra sobre Jesús. Esa alegría le permite hablar de su Padre y del amor por los pequeños, por los sencillos, por los frágiles.

La alegría no viene de las circunstancias. No viene de fuera. Es un regalo, no una consecuencia de un entorno favorable. ¿La clave para que acontezca? Dejarse habitar por el Espíritu.

El Espíritu siempre está pero a veces no le dejo aire para que prenda su llama. Con mis preocupaciones, el ruido que permito en mi vida, mi egoísmo, mi necesidad de protagonismo, a veces, ahogo esa alegría profunda y permito que la tristeza y la desesperanza gane terreno.

Ven Jesús. Ven a mi vida y trae contigo la alegría profunda que necesito.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La alegría que viene de dentro (Jn 16,20-23a)

Una alegría que no depende de las circunstancias, ni de las personas. Una alegría profunda que brota de una fuente inagotable. Una alegría que es don. Una alegría que es regalo y fruto de la presencia del Espíritu en nosotros.

No es un falso optimismo. No es una actitud ingenua e inconsciente. No parte de una mirada irreal del mundo y las personas. Más bien al contrario. ES un optimismo que se sustenta en la Resurrección. Es una actitud que brota de la entrega. Es una mirada desde el amor de Cristo.

No busquemos tanto el placer, el éxito, la felicidad mundana. Abramos nuestro corazón al Espíritu y estemos alegres, verdaderamente alegres.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

¡Es hora de quitarse el luto! – II Domingo Adviento 2018 – (Bar 5,1-9)

Llega el Señor. Está a punto. Y llega para cambiarlo todo. Cuando Él se hace presente, cuando le hacemos un hueco en la vida, en casa, en el mundo, todo toma un cariz diferente. El luto desaparece.

Y es que vamos de luto. Cabizbajos. Apresurados. Desilusionados. Ansiosos. Airados. Solos. Tristes. Inconscientes. De aquí para allá, convencidos de que nuestra vida es de envidiar. Le hemos dado la espalda a la naturaleza, y al silencio, y a las verdades, y a las certezas, y a las grandes palabras, y a los mayores, y a los niños, y a la espontánea libertad, y a la confianza en el futuro. Vivimos atemorizados, intentando asegurar cada segundo de nuestra existencia, sin darnos cuenta que acabamos ahogándola.

El Señor viene con un traje para cada uno, un traje nuevo. Y nos trae una flor. Y un poco de viento fresco. Y una naranja chillona con olor a vida. El Señor viene para levantar nuestros rostros. Nos trae sosiego y paz. E ilusión. Viene a calmar nuestro corazón. Y a acompañarlo. Nos trae una alegría desbordante, siendo conscientes de quiénes somos y de nuestra realidad. Viene a recuperarnos. A querernos. A refrescarnos. Viene a habitar nuestras oscuras profundidades para que le encontremos ahí cuando nos asuste cómo somos. 

No hay motivo para la desesperanza. Estamos en sus manos. En las mejores. Quiero que llegues ya. Y calmes mi inquieto latir. Y que me tiendas la mano y, mirándome a los ojos, me repitas que nunca te vas a ir.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Alégrate – I Sábado Adviento 2018 – (Lc 1.26-38)

Saberte amado, elegido, mimado y enviado por Dios y responder SÍ sólo puede producir alegría. Y cuando no hay alegría es porque ese cordón umbilical se ha roto. Esto, que nada tiene que ver con la vivencia sana de las diferentes emociones humanas, es exactamente la vivencia de María. María también conoció el dolor, la tristeza, la incomprensión, la soledad. No creo que sea un ejemplo de mujer inconsciente y frívola, aupada en la nube de su anunciación. No. Más bien creo que la alegría profunda del «Hágase» la acompañó toda su vida.

Muchas personas siguen percibiendo en la Iglesia y en la misma experiencia de fe, más una carga que una auténtica liberación. Mucho tiene que ver la percepción que tienen de cómo lo llevamos aquellos que nos decimos creyentes. Debería cuestionarnos. Porque Dios nunca es una carga y si lo es, malo. Más bien es al revés: Dios es quién lleva la carga con nosotros.

La alegría, en la que tanto insiste el Papa Francisco, es signo distintivo de que miramos la realidad con los ojos de Dios, porque ya le hemos hecho sitio en nuestras entrañas, como María. La alegría es el más claro mensaje de que el Reino ya está aquí y sólo tenemos que abrir los brazos para aceptarlo. La alegría es acoger lo que soy, acoger al otro, acoger al mundo… y quererlo, quererme, querer a todos.

Ojalá que en este día de la Inmaculada Concepción, María, la Madre, nos ayude a decir sí, a apostar por una felicidad que comienza aceptando que Dios es el mayor interesado en que la encontremos.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La alegría de ir (Sal 121)

Hoy es uno de esos días que leo las lecturas y no me dicen nada. No sé si es que son muy difíciles o si yo estoy muy árido, o despistado, o frío, o distante. El caso es que me agarro como a un clavo ardiendo a la alegría del viaje que nos propone el salmo.

La vida es un viaje hacia Dios que hay que hacer con alegría. Está, como todo viaje de ida, lleno de deseo y de ilusión por llegar al destino. A veces se hace largo. Parece que no vamos a llegar nunca. El secreto está en disfrutar también del trayecto, en considerar al trayecto parte del destino.

Alegría quiero, Señor. Alegría para no sucumbir a mi desánimo, a mi desaliento, a mi confusión.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Devuélveme la alegría (Sal 50)

Tanto la primera lectura de hoy como el salmo son dos palabras preciosas que me vienen estupendamente para irme recuperando del dolor y del enfado de estas últimas horas. El Señor es capaz de hacerlo todo nuevo y la esperanza debe seguir firme e inquebrantable. Así como el pecado y la oscuridad nos destruyen y nos cercan, así somos restaurados para volver a comenzar. En lo personal y en lo eclesial.

Pero dos cosas que hoy me dice el Señor que creo que son muy importantes. La primera es que me juzgará según mi proceder. Lo dice el profeta y lo dice así después de haberse extendido explicando cómo vive y actúa un hombre justo. Es lo que hago en la vida lo que marca la diferencia. No es lo que pienso, ni lo que deseo, ni de lo que me arrepiento… es lo que hago. Lo que hago con mi tiempo, lo que hago con los pobres, lo que hago en mi familia, lo que hago en la Iglesia. Son las decisiones que tomo, las opciones que elijo, los caminos que recorro. Con el riesgo de equivocarme, el Señor me pide acción.

La segunda cosa habla más de Dios que de mí. «No quiero la muerte de nadie» dice el Señor. El quiere que todos seamos felices, que todos hagamos el bien, que todos descubramos la verdad, que todos obremos con justicia. Dios quiere que todos nos salvemos. ¡TODOS! Dios siempre alienta al cambio, a la reparación, al arrepentimiento. Siempre hay tiempo. ¡Qué deseo tan bonito del Padre!

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Voy a transformar a Jerusalén en alegría (Isaías 65,17-21)

Como decíamos en comunidad, esta lectura de Isaías es una de estas que se sale un poco del «aroma amoratado» del que hemos impregnado la Cuaresma. Es una lectura que alegra los oídos y que uno podría estar degustándola de continuo.

Yo veo esa Jerusalén de la que habla Isaías como un estado personal, un estado al que se llega tras la experiencia real de encuentro con el Resucitado. Un estado de paz interior, de heridas curadas, de esperanza y confianza… Yo deseo llegar ahí. Quiero que Dios haga eso conmigo. ¡Lo quiero! Ya lo comenta el Evangelio: primero viene descubrir la propia necesidad, luego desear la vida, ir a Jesús y, por último, ponerse en camino lleno de fe. Ese proceso transforma. Y yo voy poco a poco. No es un proceso secuencial sino más bien circular…

Ojalá esta Cuaresma sea un pasito más. Ojalá la Alegría se quede a vivir en propiedad.

Un abrazo fraterno

Cuando llega… todo se para…

Vídeo encontrado en el blog «A vosotros mismos»

Este vídeo me ha hecho llorar. Yo es que soy muy tonto y la música consigue de mi lo que muy pocos. Y la música clásixa y la ópera mucho más. Y me ha hecho pensar también. Me ha hecho pensar que tiene mucho que ver con la llegada de Jesús en Navidad.

Todos andamos en nuestros quehaceres cotidianos pero simpre se alza una voz, una música, un algo… que nos moviliza. Lo dejamos todo. Nos olvidamos de aquello que tanto nos preocupaba. Porque tenemos sed de alegría, de libertad. Tenemos ganas de quitarnos el corsé y disfrutar de la vida y de las personas. Y sonreimos. Y nos miramos y, por un momento mágico, nos sentimos hermanos de todos, parte de un todo maravilloso que vale la pena. ¡Y brindamos! ¡Y celebramos! ¡Y queremos vivir y hacer realidad todos nuestros sueños! Ese Cristo que nace consigue ser ópera en nuestros corazones. No desperdiciemos la ocasión porque, en el fono… nos gusta la ópera.

Muchos besos

Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan (Sal 39)

El camino hacia Dios tiene que ser un camino de alegría. De alegría consciente. De alegría pura. De alegría sana. De alegría de verdad. Pero de alegría. Un cristiano es alguien alegre, a quien Dios le hace feliz, a quien construir Reino le hace feliz. Os dejo un vídeo de la comunidad de religiosas de Lerma, ya bastante famosa por lo que tiene de «milagrosa» desde la llegada de Madre Verónica. La alegría debe ser seña de identidad sino… de nada vale.