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LLuvia, ríos, vientos… (Mt 7,21-29)

Siempre llegan. La lluvia, los vientos, los ríos desbordados… Algo estamos probando ahora, en una dosis alta. Y las casas se tambalean. Lo normal.

Puede que se caiga alguna teja, que alguna ventana quiebre o que algún muro se agriete… porque en la construcción se nos ha quedado alguna zona débil… A la vista no nos habíamos dado cuenta pero ahora, es evidente. Pero la casa no se cae. Resiste. Porque los cimientos aguantan.

Dios está ahí. Sosteniéndolo todo. Hasta que la tormenta pase y sea tiempo de reparar brechas.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Volver a casa – Domingo XXIV TO Ciclo C

Siempre hay alguien deseando que volvamos a casa. Y esto cambia la vida por completo. No damos igual. Importamos.

Dios no nos quiere perdidos. Dios no nos quiere infelices. Dios no nos quiere viviendo una vida de mierda. Él sale a nuestro encuentro: personas, acontecimientos, pensamientos… Él quiere vernos de nuevo sentados a su mesa.

Algunos no entienden que Dios nos haya regalado la libertad para perdernos. Pero ¿hay amor sin libertad?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Tu casa… el lugar donde te hacen menos caso (Mt 13,54-58)

Que sí, que en tu casa es donde menos caso te hacen. Los tuyos. Esos que te vieron crecer, que te conocen y que, sin duda te quieren. Tu familia, la institución en la que has crecido y llevas media vida, la parroquia en la que estás desde que naciste… Lo que se dice «tu casa» en sentido amplio.

Es desgarrador comprobar que aquellos que debieran tener una mirada real hace ti, son precisamente los que desconfían. Desgarra y hace daño. Jesús debió salir desgarrado de su pueblo, al que debió volver con ilusión de predicar el Reino como en otros lugares de Galilea. Debió salir dolido, mucho. Me lo imagino porque de una manera u otra, también lo he sentido. Seguro que tú también.

Y no hay mucho que hacer. Sólo se puede seguir camino y pensar… «qué pena que justamente sean ellos los que se lo pierdan…». Qué pena. Toca seguir camino. Donde hay prejuicio, donde no hay fe, no hay milagro.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Dejar a Dios entrar en casa – Domingo XVI TO Ciclo C

Recuerdo muchos momentos en los que mi casa se convirtió en auténtico lugar de encuentro y reunión. No hay nada como abrir las puertas del hogar de uno, y ofrecer un sitio a la mesa, para que las personas se sepan parte de tu vida. Dejar entrar a otro en nuestra vida, en lo más íntimo que tenemos, allí donde somos plenamente, es uno de los gestos de mayor amor y complicidad.

¿Y qué pasa con Dios? ¿Lo dejamos entrar? ¿Estamos dispuestos a que pase, mire, descubra…? ¿O preferimos dejarlo en el dintel de la puerta, sólo para hablar con él un ratito y despedirlo, como a cualquier vecina curiosa, poniéndole alguna excusa?

Cuando Dios entra en casa, cuando encuentra acomodo en nuestro día a día, cuando es uno más de la familia, acontece lo impredecible. Que Dios esté, que tome parte, no es lo mismo que que no esté. Algunos piensan que sí, porque creen que todo dependen de ellos. Pero no. No es así. Deja entrar a Dios, hazle un sitio a tu mesa. Y verás que has elegido la mejor parte. Y tu vida cambiará por completo.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Más difícil en casa que fuera (Lc 4,14-22a)

Jesús vuelve a casa, a Nazaret. Me ha llamado hoy muchísimo la atención este detalle. Cuando su misión ya había comenzado, cuando se había ya instalado en Cafarnaum, cuando había comenzado ya a predicar por aquí y por allá, cuando su fama comenzaba a extenderse… vuelve a casa. ¿Por qué? Ni idea. El caso es que vuelve y es capaz de proclamar la llegada del Reino también entre los suyos.

En Nazaret le conocían bien. Allí sabían que era hijo de María y José, que era carpintero. Lo habían visto crecer. Sabían de él. Y su familia más. ¡Qué difícil ir ahí a decir lo mismo que ya había dicho ante multitudes! En Nazaret, con los suyos, el aura desaparece.

¡Cuántas veces yo siento lo fácil que es predicar y actuar fuera y lo difícil que es actuar y predicar y evangelizar en casa! Precisamente porque nos conocemos, porque nos tratamos con confianza inusitada, porque nos hemos visto meter la pata, porque sabemos de nuestros defectos y virtudes, de nuestras manías, de nuestros dones y nuestras incongruencias… Pero es ahí, también en nuestras «Nazaret» donde hay que volver y proclamar también la Buena Noticia.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Edificio de Dios (I Co 3,9c-11.16-17)

Uno de las experiencias más bonitas cuando uno llega a una ciudad desconocida por primera vez, es pasearla y descubrir, admirado, los edificios que la componen, normalmente aquellos que llevan tiempo formando parte del paisaje urbano y que reflejan la huella de tiempos pasados, de valores vividos, de estilos asumidos, de intentos por alcanzar y reflejar una felicidad anhelada por toda sociedad.

Los edificios son fachada, son lenguaje, son palabra que nos habla. En su color, en su altura, en sus formas, en el diseño arquitectónico… refleja parte de lo que es, parte de lo que estuvo y está llamado a ser. Pero, a la vez, cada edificio es las personas que alberga dentro, la vida que se acurruca entre sus muros, las lágrimas por el dolor vivido y las alegrías disfrutadas.

Yo también soy edificio, casa, morada. Soy más que una fachada, aunque la fachada también soy yo. Soy un universo de vida que me habita. Estoy llamado a ser fachada de Dios y a mostrar, a quién me mire, la mirada amorosa del Padre. Y estoy llamado a ser habitado por Él y, en Él, a ser posada, morada, hogar, de todo aquel que necesita un espacio de amor, de dulzura, de aceptación, de compañía.

Señor Dios, ayúdame a ser tu casa, para Ti, para otros.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Te he visto en un catálogo de inmobiliaria (Mt 7,21-29)

En algún momento, todos pasamos por la experiencia de comprar o alquilar casa. Y son muchos los parámetros y los aspectos que valoramos. Que tenga terraza, que tenga cerca medios de transporte, los metros útiles, el número de habitaciones, el barrio, si hay colegios cerca, los baños, etc. Pero no creo que ninguno alquilemos o compremos una casa que se fuera a caer cuando llegasen las lluvias y los vientos del otoño.

Hay cosas más importantes y otras más accesorias. Los pilares de una casa, la seguridad como construcción, los materiales utilizados… son lo más importante. Porque si todo se viene abajo a la mínima de cambio… ¿de qué nos sirve todo lo demás?

Tú y yo, ¿qué tipo de casa somos? Imagínate que salimos en un catálogo de alguna inmobiliaria. ¿Somos casa luminosas o oscuras? ¿Espacios amplios o justitos? ¿Para familias o para singles? ¿En el centro de la ciudad o retiradas en un barrio tranquilo de las afueras? Y de cimientos y materiales… ¿cómo andamos? ¿Sobre qué nos sustentamos? ¿Cuáles son los principios que nos anclan al terreno? ¿Aguantaremos cuando vengan las embestidas de la vida? ¿Seguro? Llegarán enfermedades, despidos, problemas de pareja o amigos, incomprensiones, sueños frustrados, dudas de fe… ¿Aguantaremos?

Si Cristo está ahí abajo, bien dentro, sosteniéndolo todo, no hay por qué temer. Todo eso llegará, causará algún destrozo, pero la casa resistirá. Si no está Cristo… vayamos contratando un seguro…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

La buena voluntad no cambia el mundo (Mateo 7, 21-29)

En mi comunidad tenemos una costumbre muy buena: cada seis meses, revisamos lo que ha ido saliendo en las oraciones de cada semana y que, en su momento, alguien se encargó de apuntar en un cuaderno. ¿Por qué? Porque de nada vale escuchar si luego no se pone en práctica. De nada vale descubrir un miércoles en una oración que el Señor me dice, que el Señor me llama a, que el Señor me interpela… y luego, seis meses después, estar en el mismo sitio, haciendo las mismas cosas de siempre, con los mismos parámetros  y sin haber movido un ápice mi corazón, mi pensamiento, mi actitud, mis compromisos, mi dedicación, mi dinero… ¡Lo que sea!

No se trata de escuchar sino de poner en prácticacasa

También pienso esto cuando leo y oigo algunos hablando del Papa Francisco… Que si es muy majo, que si es muy cercano, que si mira cómo se ríe, que si mira cuánta gente va a escucharlo… O en las JMJ… ¡Cuántos jóvenes van a la JMJ! Sí, perfecto. Pero HAY QUE PONER EN PRÁCTICA. ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra vida tras escuchar la Palabra de Jesús, la palabra del Papa, la homilía de mi párroco…? Si no es así, nada hacemos. Y tener voluntad no llega. Hay que ejecutar el cambio. ¡Acción! No sirve la buena voluntad, ni el deseo, ni las intenciones.

Hay muchas cosas y muchos aspectos que yo todavía no he puesto en práctica. Pido fuerza para ello, valentía. Pero también reconozco en mi vida mucha acción, mucho camino realizado, mucho precipicio saltado, mucho puente cruzado… Y doy gracias a Dios por ello.

Más vale poner en práctica lo que nos enseña el Maestro porque sino, el día menos pensado, soplarán los vientos y la casa se vendrá abajo.

Un abrazo fraterno

La casa sobre roca (Mateo 7, 21. 24-27)

Mi hijo más pequeño, Juan, tiene 2 años recién cumplidos y acaba de descubrir en youtube el corto de Disney de «Los tres cerditos». ¡Le encanta! Y hoy, leyendo el Evangelio, me ha venido a la mente. En el fondo acabo de descubrir que ese corto es tremendamente evangélico :-).los tres cerditos cochinitos disney 1933 4

La historia cuenta cómo tres cerditos, tras independizarse, optan por tres maneras distintas de construirse una casa. Dos ellos, despreocupados, alocados, vividores, vaguetes y de poca madurez, deciden construirse casas de paja y de madera. El tercero, por contra, opta por el camino difícil, por la puerta estrecha: renuncia al ocio, renuncia a la diversión, trabaja a destajo en una casa de ladrillo, fuerte, segura, consistente…

El lobo siempre acaba por aparecer y de un soplido deja a los dos primeros sin casa, desguarnecidos, atemorizados… En cambio, no puede con el tercero que, además, sirve de cobijo para sus hermanos.

El Evangelio de hoy nos habla de todo esto: de construir una casa. Nos invita a ser el tercer cerdito y nos da la clave: escuchar la Palabra de Dios y ponerla en práctica; en definitiva, cumplir la voluntad de Dios. Si no lo hacemos, si sobrevolamos la fe, si nuestros hechos no acaban de corresponderse con lo escuchado, si decidimos ir por la puerta ancha… LA CASA SE DERRUMBARÁ. El lobo siempre acaba por aparecer… y es poderoso.

En este Adviento, empecemos a poner buenos cimientos…

Un abrazo fraterno

Roma III – Una casa de puertas abiertas

El viaje a Roma fue posible, fundamentalmente, por la generosidad y la hospitalidad de la Casa General de los Marianistas, a través de Dani Pajuelo (@smdani). Nosotros no podríamos haber viajado a Roma en el supuesto de tener que pernoctar en un hotal. Así son las cosas: ganas, muchas; dinero, poco.

Recuerdo aquella noche en la que vino Dani a cenar a casa, en Madrid, y medio en broma, medio en serio le comenté la posibilidad de alojarnos en la Casa General que los Marianistas tienen en Roma. Dejó la puerta abierta y semanas después nos confirmó que todo ok. Vía libre.

Fue una experiencia hermosa de «estar en familia». Nunca nos sentimos extraños sino más bien lo contrario. Hicimos por tomar parte de la vida comunitaria todo lo que pudimos y compartimos desayunos y alguna comida. Compartimos sobremesa, conversación y charla y nos supimos queridos, acogidos y cuidados. Parece fácil y suena fácil pero detrás hay una concepción arriesgada, una apuesta audaz por ambas partes.

Abrir las puertas de tu casa es una actitud vital. Da igual que tu casa sea un pisito, un loft, un chalet o toda una Casa General; que vivas solo o acompañado. Al final, el sustento que hay detrás es el mismo. Es ser capaz de dejar entrar, ser capaz de vivir sin tantas seguridades, de mostrarte y dejarte descubrir en tu cotidianeidad.

Ser acogido con naturalidad, pedir refugio o techo, saberse en casa sin más… también es una actitud vital. Ser capaz de pedir porque sabes que es a tu hermano a quien pides y que no hay nada malo en pedir como tampoco lo hay en la necesidad de no siempre conceder. No vivir «en deuda» sino agradecidos en lo profundo… No sé si me explico…

Y eclesialmente es una experiencia fuerte. Es reconocer a la Iglesia en su conjunto como hogar, como familia, como comunidad, como madre… y sentir que allí donde la Iglesia se hace presente, allí tiene uno su casa. ¿Bonito no?

Un abrazo fraterno