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La luz puede llegar a detestarse (Jn 3,16-21)

Fue mi tío Eusebio el que me puso por primera vez la película «Días de vino y rosas«. En esta obra maestra de Blake Edwards se trata de manera dramática la realidad del alcoholismo y sus consecuencias. Recuerdo nítidamente las primeras escenas en las que Joe (interpretado por Jack Lemmon) llega borracho a su casa y se topa con la sobriedad de su esposa, Kirsten (interpretada por Lee Remick). ¡Qué turbadora y desesperante es la sobriedad de otro para un alcohólico! «Si me quieres, bebe conmigo», llegará a espetarle Joe a su esposa…

Y es que cuando uno se deja inundar por la oscuridad, la luz puede llegar a detestarse. No parece probable al principio pero la oscuridad va arrebatándonos la sobriedad espiritual y va dejando a nuestra alma borracha de mal. Una vez ahí, recuperar el sendero es difícil.

«La luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.»

La luz ilumina nuestro pecado. Y ante eso sólo caben dos reacciones: la humildad, y la necesidad de perdón; o la soberbia, y la huída airada hacia adelante. Jesús es la luz y viene a tu vida para iluminarla. En un primer momento, esa luz destapa la mierda que hemos acumulado en los rincones de nuestra vida, nos pone frente al espejo de nuestra existencia y nos muestra heridas y traiciones. Es duro, doloroso y difícil. Pero Jesús no viene a juzgar sino a curar, a sanar, a recuperar. No desvíes la mirada de la suya. Atrévete a mirarle. Y sentirás su inmediato perdón.

Entonces, la luz que parecía inquisidora, se tornará en suave y alentadora compañera de camino. Y nada será igual. Y la oscuridad no tendrá sitio ya para hospedarse.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Luz de luz (Mt 5,13-16)

Apaga la luz de alrededor. Baja las persianas de tu vida. Permítete estar a oscuras un rato. Sin ruído. Sin flashes. Sin efectos especiales. Sólo la negrura y tú. Y mira adentro. ¿No la ves? Esa lucecita… Esa llama que nunca se apaga… Es el Espíritu que te habita. Es la huella de Dios que llevas dentro de ti. Mírala y mira todo aquello que ilumina. Observa los rincones que aparecen y que desconocías. Lleva tus ojos a lugares internos que no sabías que existían. Deléitate con los colores de esos frescos en tu corazón. Sorpréndete por todo lo bueno y bello que se esconde ahí adentro.

Y ahora que lo has descubierto, sal afuera, sin miedo. Porque llevas luz. ¡Ya la has visto! ¡Y hay tantos a oscuras que todavía no se han enterado! Al ver tu luz, querrán descubrir la suya. Al ver tu belleza, querrán ser bellos. Al sentir tu calor, querrán calor también para sus pies fríos. Al ver tu llama, inextinguible, desearán descubrir la suya.

Y la luz se propagará, y el fuego lo quemará todo, y el calor derretirá la frialdad que se hizo fuerte en el mundo. Y el Espíritu encontrará todavía más espacio para aletear…

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Cuéntales que Jesús pasa (Lc 18, 35-43)

No es fácil para alguien que no ve, enterarse de lo que pasa a su alrededor. Es así. Cuando has perdido la capacidad de afrontar la realidad, cuando te sientes perdido, cuando la oscuridad es el horizonte que percibes… sólo oyes jaleo o silencio.

Por eso son importantes las voces que se acercan y te dicen: «Pasa Jesús». Ese Jesús al que nunca reconocerías. Ese Jesús al que nunca percibirías. Ese Jesús que va haciendo camino mientras tú estás ahí, quieto, en el arcén. Esas voces pueden cambiarte la vida. Porque te ponen en movimiento, porque te sacan de tu quietud, porque disparan tu deseo de volver a ver. Son personas que saben que Jesús puede curarte.

¿Tienes de esas personas alrededor? ¿Eres guardián de los que han perdido la vista?

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Ir por el mundo pidiendo cabezas… (Mc 6,14-29)

Sí, las hay. Son esas personas que piden la cabeza de todo aquel que les molesta, que les dice cosas que no les gustan, que les hace escuchar verdades, que les desnuda ante las incoherencias de sus vidas. Esas personas que están negadas a dar la vuelta a su corazón, que se atrincheran en sus propias mentiras y que reaccionan con violencia ante quienes aportan una pizca de luz a sus vidas.

Son hijos de la oscuridad, esclavos del pecado más atroz. Y sí, existen. No seamos ingenuos. Si apostamos por seguir a Jesús, por clamar por la justicia, por denunciar la violencia, por pedir igualdad y cuidado para todos, por ofrecer amor donde otros sólo buscan beneficio… nos las encontraremos y nos harán daño.

¿Estamos dispuestos? Señor, ayúdame a estarlo, cuando llegue el momento.

Un abrazo fraterno – @scasanovam

Aquí tienes mi pesebre, no tengo más… (Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16)

No es una noche para el recuerdo. No es la conmemoración de un aniversario. No es simplemente algo que pasó hace muuuucho tiempo. No. Me equivocaría si vivo esta noche de esta manera.

PesebreEsta noche es la Noche porque celebro que el Dios en el que creo vive. Está vivo. Nace en mi cada día. En esta morada humilde que soy yo. Dios decide venir a la vida, además, en lo peor, en lo más oscuro, en lo más pobre y maloliente que tengo. En aquello de lo que me avergonzaría ante sus ojos. En aquel espacio de la casa donde nunca dejaría entrar invitados. En ese «yo» escondido que no muestro a nadie. En ese «yo», en ese justamente, es donde Él DECIDE nacer. Ahí. Aquí.

Me produce hasta estupor asumir esto… Y, a la par, me conmueve el corazón. ¡Cuánto amor! ¡Cuánto me ama!

Esto celebraré esta noche. Celebraré un amor que me desborda, una decisión difícil de entender, una locura de Dios. Celebraré su ternura, su abajamiento para mirarme a los ojos, su delicada palabra para tocarme el corazón y salvarlo.

Hoy celebro que no tengo más que este pobre pesebre, Dios opta por Él y decide hacer de él la gran plataforma para lanzarme a las estrellas. Hoy celebro que el mundo ha sido salvado y sigue siendo mirado con amor por su Padre Creador. Hoy celebro que Dios ha decidido acompañarme en el frío, en la necesidad, en las lágrimas, en la pobreza, en la soledad, en la enfermedad, en el dolor y también en la esperanza de una familia cualquiera, abrumada por los acontecimientos, pero confiada en el Señor.

Aquí tienes mi pesebre, Jesús.

Un abrazo fraterno y ¡Feliz Navidad!

Ni bailamos ni lloramos (Mateo 11, 16-19)

Hoy las lecturas son una negrura para mi. Tampoco es que el día sea muy luminoso. Al contrario, más bien. Oscurito. Y en la oscuridad tenemos que caminar muchas veces. Sin rumbo definido, sin saber muy bien adónde, sin muchas ganas y tropezando a menudo.

Es lo que hay hoy. No hay más. Esto es la vida también. Hoy es día de replegarse y esperar. Esperar a que pase la tempestad, que pasará.

No puedo compartir mucho más. Esto es lo que presento al Señor hoy, lo que tengo.

Un abrazo fraterno

El Señor es mi luz (Salmo 26)

NativityEl Adviento puede durar meses, años… ¡la vida entera! Porque yo creo que al final, la experiencia de Adviento debe servir para asumir que se me da un Salvador, que un Salvador nos ha nacido. La experiencia de Adviento, al final, es la experiencia de la Luz.

Miro el nacimiento que pusimos ayer en casa y descubro oscuridad en muchos rincones. Descubro pobreza, frío, desamparo. Igual que en el mundo de hoy, repleto de malas noticias, donde cada vez hay más pobres, donde los pobres lo son cada vez más. Un mundo en el que tantos tienen la experiencia desoladora de vivir solos, abandonados… Un mundo donde la desesperanza campa a sus anchas. Un mundo oscuro, sin salida para muchos. Un mundo donde personas concretas sufren, y mucho.

Es en esta situación donde el anuncio del ángel y de la estrella debe despertar nuestros sentidos, nuestra voluntad, nuestra esperanza. Sólo hay un foco de luz en todo el nacimiento, en todo el mundo. Sólo hay un foco y es Jesús. Cuando vivimos desde aquí, nada es ya igual.

Un abrazo fraterno

Aquel día… ¡que vuelva! (Isaías 11,1-10)

De las cosas más maravillosas que nos trae el adviento es la Palabra que nos llega, que nos inunda. Saborear al profeta Isaías empieza a hacerse tan imprescindible en mi vida… Esa Palabra, llena de esperanza, es tan necesaria en los tiempos que corren. De verdad… ¿Puede celebrarse la Navidad sin haber degustado, saboreado, tocado, sentido, olido, empapado… todo ésto? Yo creo que lo celebramos a medias.

Hoy es de esos días en que leo la Palabra en alto, la proclamo para mi mismo y para el mundo, aunque nadie haya escuchando en mi casa. Y me recreo en cada frase, en cada sílaba… y siento como mi alma se engrandece, mis ojos se abren, el pelo se me eriza.

Nos nace un Salvador. Lo necesitamos. ¡Lo quiero! ¡Quiero que venga! ¡Que siga viniendo! El mundo vive en tinieblas, cansado, triste, bajo el manto de la oscuridad. ¡Jesús! ¡Ven!

Ese día, el día en que Jesús reine de verdad en el corazón de las personas, todo habrá cambiado.

Un abrazo fraterno
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Mis compañeros me llevaron de la mano (Hechos 22,3-16)

Hoy en mi oración quiero poner delante de Dios a mi comunidad, a Betania, a aquellos que me llevan de la mano en mi camino.

No siempre es posible ver aunque uno tenga claro que es llamado y que le espera una importante misión. Aunque uno sienta que Jesús le espera para algo y que una tarea debe ser comenzada. La oscuridad, las dudas, la impaciencia, el no saber por dónde seguir, el no conocer los designios del Padre… a veces impiden caminar adecuadamente. Y hay que vivir, como pablo, la experiencia de ser llevado por otros, de que otros que caminan a tu lado te cojan de la mano y anden junto a ti. Tampoco saben exactamente adónde te llevan ni tienen la respuesta a tus preguntas pero su labor terapéutica y pacificadora es vital para no pararse. Son los que siempre están.

Un abrazo fraterno